domingo, 14 de julio de 2024

Los visigodos donaban sus coronas reales a las iglesias

Uno de los objetos visigodos más sorprendentes y bellos que podemos admirar en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid es la Corona de Recesvinto (649-672), famoso rey visigodo.

 

Corona de Recesvinto. MAN, Madrid

Esta preciosa joya de oro adornada con zafiros, granates y perlas formaba parte del Tesoro de Guarrazar, el conjunto de orfebrería visigoda más importante de la Alta Edad Media española.

 

La identificación de este objeto como una corona ha llevado a muchas personas profanas a pensar que se trataba realmente de una corona real que usó en algún momento el rey. Nada más lejos de la realidad. ¿Os interesa conocer la verdadera función de este objeto?

 

Como hemos indicado al comienzo, el MAN posee una de las piezas más importantes de orfebrería de la época visigoda, el Tesoro de Guarrazar. Dentro de este tesoro destaca de manera sobresaliente la pieza que el museo denomina Corona de Recesvinto. Sin duda, el parecido a una corona fue lo que provocó que en su día se le diera ese nombre.

 

Sabemos que, en el pasado, algunos reyes godos donaron a las iglesias sus coronas regias, esto es, objetos incluidos en su parafernalia real, como muestra de la identificación que existía entre el Estado y la iglesia en aquellos reinos medievales. Ejemplos de ellos los tenemos con el rey longobardo Liutprando, que donó una corona a la iglesia de San Pedro de Roma o al mismo rey Recaredo que donó su corona a la iglesia de San Félix de Gerona.

 

Ahora bien, tal como han indicado muchos autores, estas coronas nada tienen que ver con el ejemplo conservado en el MAN. Las coronas encontradas en el tesoro de Guarrazar (se encontraron varias) no son insignias de autoridad, sino que pertenecen más bien a la categoría de adornos litúrgicos.

 

Conjunto coronas votivas del Tesoro de Guarrazar. MAN, Madrid

La mejor definición con la que podemos nombrar a estos objetos es con el de fara coronata, es decir, lámparas con forma de corona que se colocaban en las iglesias tanto en el altar como entre las columnas que delimitaban las naves.

 

La costumbre de adornar las iglesias con estas lámparas con forma de corona está atestiguada anteriormente en Oriente (en Egipto existen múltiples ejemplos), lo que ha llevado a relacionar esta costumbre con la imitación de los visigodos de los reyes bizantinos. Pero también sabemos que esta costumbre se realizaba igualmente en el imperio romano de Occidente, donde, por ejemplo, el emperador Constantino ofreció varias a las iglesias de Roma.

 

Sobre su función vamos a recordar las palabras de Oleg Grabar: “todas estas coronas, en muchos casos difíciles de distinguir de las lámparas de aceite sagrado, servían para enfatizar la grandeza y santidad, o bien de la persona que las ofrecía, o bien del lugar en el que estaban depositadas”.

 

En efecto, su función se relacionaba con un acto de pietas, enfatizando al unísono tanto la sacralidad donde se depositaban como la virtud del oferente. Igualmente, podía ser el resultado de un voto realizado por el rey ante una dificultad salvada durante su reinado.

 

En la corona de Recesvinto, las letras colgantes nos indican en latín que fue él quien la donó (+[R]ECCESVINTHVS REX OFFERET: El rey Recesvinto la ofreció), aunque desconocemos el lugar de destino.

 

Detalle corona de Recesvinto. MAN, Madrid.

El tesoro de Guarrazar fue encontrado por casualidad, entre los años 1858 y 1861, en el yacimiento arqueológico denominado huerta de Guarrazar, situado en la localidad de Guadamur, muy cerca de Toledo. Unas lluvias torrenciales sacaron a la luz la ocultación en cajas revestidas de hormigón romano de este tesoro, el cual fue descubierto en dos momentos disitntos. El primero lo descubrió el labrador Francisco Morales, quién lo vendió por fragmentos a los plateros toledanos. El profesor francés A. Herouart, amigo de Morales, compró las piezas sobrantes, recuperó algunas de las vendidas y las reunió todas, vendiendo el lote a Francia.

 

El segundo descubrimiento fue llevado a cabo por Domingo de la Cruz, quién ante la dificultad de poder vender las piezas las donó a la reina Isabel II. Entre las piezas donadas estaba la corona de Suintila, la cual fue robada posteriormente (1921) de la armería del Palacio Real de Madrid.

 

Hoy en día, tras numerosos avatares, el tesoro de Guarrazar se encuentra diseminado en tres lugares distintos: el Museo de Cluny (París), el Museo Arqueológico Nacional (Madrid) y el Palacio Real (Madrid).

 

Coronas Museo Cluny, París.

En definitiva, estas coronas no podemos incluirlas dentro del tesoro real de los visigodos, sino dentro de las riquezas atesoradas por la iglesia. Y, por supuesto, en ningún caso tuvieron la función real de una corona en el sentido de símbolo de autoridad o de poder.

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