Se acercan las elecciones y creo que es un
buen momento para realizar un artículo sobre el ascenso del nazismo en
Alemania. No se trata de un tema menor, pues el contexto y la existencia de
partidos minoritarios con claros fundamentos totalitaristas en la actualidad
hace que la historia pueda, en parte, repetirse.
A continuación, mostraré los principales
puntos por los cuales un partido minoritario como el liderado por Adolf Hitler
logró, con una calculada estrategia, convencer a una gran mayoría de alemanes
para darle su apoyo. Seguro que podrán descubrir notorias semejanzas en la
actuación de algunas formaciones políticas actuales.
Quede claro de antemano que yo no creo que
la historia se repita. Ni que mis palabras pretendan equiparar formaciones
políticas actuales con el nazismo. Lo único que pretendo es llamar la atención
sobre estrategias que funcionaron en el pasado y no deberían volver a engañar a
nadie. ¿Os interesa el tema?
Contexto histórico de Alemania entre
guerras y ascenso al poder
Tras la derrota alemana en la I Guerra
Mundial se instaura la llamada República de Weimar, un régimen político
democrático que tuvo que lidiar con una gran inestabilidad social y política.
Además de crisis económicas y financieras (hiperinflación) que arruinaban a la
mayor parte de la sociedad, el gobierno tuvo que enfrentarse a revoluciones y
levantamientos perpetrados por todos los lados: burgueses, militares y miembros
de la extrema derecha e izquierda.
Si a ello añadimos que, debido a la
fragmentación política, se suceden varios gobiernos incapaces de formar
coaliciones perdurables, con el corolario de sucesivas elecciones, entenderemos
el clima de insatisfacción social existente. Muchas personas habían perdido sus
empleos, los ahorradores se habían arruinado por la hiperinflación y las
desigualdades sociales habían aumentado considerablemente. La gente, ante la
perspectiva de miseria y hambre, necesitaba evadirse, surgiendo una época
dorada para la industria del ocio y el entretenimiento en los años 20.
En este contexto debemos encuadrar el
surgimiento del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes
(NSDAP). Una pequeña formación liderada por Hitler que nació con dos claras
consignas: nacionalismo extremo y el antisemitismo. Tras un fallido golpe de
estado en 1923 (Putsch de Múnich) y la creación del programa del nazismo en la
cárcel (Mein Kampf, Mi lucha), el NSDAP comenzará su andadura para
lograr el poder por medio de las elecciones.
Su trayecto electoral fue ascendente,
aunque con retrocesos, no llegando a poder conformar gobierno con mayoría
absoluta nunca. En septiembre de 1930 fueron la segunda fuerza más votada
(18,25%); en julio de 1932 consiguió alzarse como la formación más votada
(37,27%), manteniendo tal puesto en noviembre de 1932, aunque bajando sus votos
(33,09%). En todos los casos, la imposibilidad de crear mayorías por coalición
hizo inviable cualquier gobierno.
El 5 de marzo de 1933 se celebraron las
novenas elecciones federales de la República de Weimar (Alemania). Pocos podían
aventurar que serían las últimas. El NSDAP logrará el 43,91% de los votos, su
mejor resultado, gracias a una campaña de intimidación y terror a un
levantamiento comunista (favorecido por el Incendio del Reichstag). El llamado
Decreto del incendio del Reichstag (28 de febrero de 1933), con la excusa de
proteger a la población, se limitaban numerosos derechos (libertad de
asociación, prensa, expresión y reunión). Los nazis lo utilizaron ampliamente
para eliminar a sus rivales comunistas, a los que acusaron del incendio, los
cuales perdieron un millón de votos debido a las purgas sufridas (12,32%).
No obstante, estos resultados no son
suficientes, ni pactando con los nacionalistas, como para lograr los dos
tercios necesarios en la cámara para aprobar la Ley Habilitante. El Presidente de
la República, el anciano Hindenburg, fue hábilmente engañado por los nazis para
que nombrara a Hitler canciller el 21 de marzo. Y luego, desde la tribuna,
Hitler logró atraer el apoyo del Partido de Centro católico alemán (Zentrum),
para lograr los dos tercios necesarios y aprobar la Ley Habilitante que le
otorgaba el control legislativo, presupuestario y la facultad de variar la
Constitución. En definitiva, le daba un poder dictatorial que ya nunca
abandonó.
Debido a la purga comunista en el
Parlamento (y de muchos miembros del opositor SPD) y a la votación de Zentrum
en apoyo de Hitler (a cambio de concesiones para los católicos), la ley fue
aprobada el 23 de marzo. Tal como celebraba Joseph Goebbels: “La voluntad
del Führer ha quedado establecida totalmente, los votos ya no importan más.
Sólo el Führer decide. Esto ha sucedido más rápidamente de lo que esperábamos”.
Este ascenso de los nazis al poder
muestra como una formación minoritaria y con un discurso cuestionable (antidemocrático)
puede asumir el poder minando la democracia desde dentro.
Primero logró introducirse en las instituciones. Luego, lograr cada vez más
peso, paralizando los gobiernos con su poder en escaños. Y, por último, una vez
consolidados como primera fuerza política, utilizar los instrumentos del Estado
para eliminar a sus rivales políticos y lograr el poder absoluto, terminando de
finiquitar la la República de Weimar e imponiendo una dictadura de facto.
En este ascenso podemos desterrar dos
ideas que aún muchas personas suelen tener: Hitler no dio un golpe de estado
para tomar el poder en Alemania. Ni tampoco fue elegido directamente para
asumir el poder. Una democracia se puede romper desde dentro cuando un partido
antidemocrático asume el control absoluto de la misma.
Los nazis convencen a los alemanes
A continuación, voy a mostrar las
diferentes estrategias que los nazis utilizaron para hacerse con una mayoría de
votos significativa en Alemania. Ustedes serán, tras leerlas, los que creen las
inferencias anacrónicas con el presente.
Luchar contra las injusticias creadas
por el Tratado de Versalles
Uno de sus primeros lemas con los que los
nazis lograron sumar seguidores fue con la teoría de la “puñalada por la
espalda”. Una teoría compartida por muchos militares y alemanes que,
resentidos por la derrota en la Primera Guerra Mundial, creían en la siguiente
idea: Alemania había perdido la guerra debido a la traición en la retaguardia
de judíos y socialistas revolucionarios, que organizaron huelgas y disturbios
con el fin de provocar el colapso. Es más, llamaban a a los líderes del
gobierno alemán que habían firmado el Armisticio el 11 de noviembre de 1918
como los “criminales de noviembre”.
Con estas ideas los nazis criticaban a la
República de Weimar surgida de aquel armisticio, poniendo en duda su misma
legitimidad para gobernar Alemania. Todos los partidos eran cómplices de la
debacle política del país. En 1932 el partido envió a sus seguidores el
siguiente mensaje: “Debe quedar claro para las masas que el movimiento
nacionalsocialista está decidido a usar las elecciones presidenciales para
poner fin a todo el sistema de 1918”.
Un clásico. Todo partido minoritario
que desea hacerse un hueco comienza prometiendo que acabará con el régimen
actual, criticando su legitimidad y considerándolo indigno y escasamente
beneficioso para la sociedad.
Uso masivo de la propaganda
El principal órgano de propaganda del
partido nazi fue el diario Völkischer Beobachter (Observador del
pueblo). Hitler lo denominaba como el periódico más odiado del país para estimular
su venta. En sus páginas se plasmaban sus principales vectores de acción para
denunciar los males de Alemania y solucionarlos: el humillante Tratado de
Versalles, la ilegítima y débil República de Weimar, el ascenso del comunismo y
el poder de los judíos, a los que culpaban de todo, especialmente de la crisis
económica. Si a ello unimos el tema racial (los judíos debilitaban la raza
aria), tenemos un cóctel perfecto para cualquier descontento. La culpa de su
miseria no era suya, sino de los políticos, los judíos y los comunistas.
Exportación alemana: arrojemos al falso bando de los judíos del país alemán
El jefe de propaganda del partido nazi, Goebbels,
fue clave en el ascenso del NSDAP en 1932, convirtiendo a Hitler en una figura
carismática capaz de sacar al país de la parálisis en la que se encontraba.
Para ello organizó numerosos mítines por todo el país, lo que no había
realizado ningún candidato anteriormente. Mientras sus rivales recurrían a las
típicas octavillas y carteles, los nazis organizaban deslumbrantes mítines
donde la sensación de orden y disciplina se contraponían poderosamente al
contexto de desorden que vivían Alemania.
Hitler durante uno de sus multitudinarios discurso
El uso de esta novedosa forma de hacer
campaña podemos equipararla, anacrónicamente, con el primer uso masivo de redes
sociales para captar votos.
Una vez en el poder, Goebbels se dedicó a
“nazificar” a la población mediante el control de la radio y la prensa.
Primero purgaron de estos medios a los individuos contrarios a su ideario y,
luego, cerraron y controlaron los medios para que sólo se publicaran las
noticias que ellos deseaban. Algo similar a, hoy en día, tener una cadena
autonómica y ofrecer propaganda política del partido gobernante.
Pero, sin duda, el aspecto más interesante
en este sentido fue utilizar el arte, el cine o la música para adoctrinar
entreteniendo a la población. Por un lado, se asociaron las famosas composiciones
de grandes autores como Beethoven, Bruckner o Wagner a los actos
propagandísticos nazis, mientras que, por otro, se persiguió la música jazz o
atonal como degenerada. Respecto al cine, se crearon obras teatrales,
documentales y películas históricas que ensalzaban el nacionalsocialismo.
En conjunto, la propaganda pretendía
generar la sensación de que Hitler era el mejor canciller posible, creando
entre los alemanes una fe inquebrantable y de tintes casi religiosos. Tal como
indica el experto en el tema, el historiador Thomas Childers, “la
propaganda, entendían los nazis, no consistía en transmitir información, sino
emociones; era un espectáculo”.
Todos los partidos populistas que
desean un gobierno autoritario y totalitario apelan a los sentimientos para
captar votos, al líder fuerte carismático y, por supuesto, utilizan todos los
medios posibles para hacerse oír, aunque sus mensajes sean falsos.
Imagen de un partido joven
Dentro de su estrategia para diferenciarse
del resto de partidos de la República de Weimar, una de las medidas más
fructíferas que tuvo el partido nazi fue difundir la imagen de un partido joven,
huyendo de la visión clásica de la política tradicional.
Una gran base del partido eran muchachos jóvenes
de veinte y treinta años, a los que se había logrado ideologizar desde los años
previos a la toma del poder. En este caso resulta significativo el caso de las Juventudes
Hitlerianas (Hitlerjugend, HJ), uno de tantos movimientos juveniles asociados a
los grupos de exploradores. Con una clara estética similar a las tropas de
asalto adultas (era una formación paramilitar), este grupo sirvió para difundir
el ideario nazi entre los más jóvenes, que también son los más influenciables.
Poco a poco, el adoctrinamiento fue total, sustituyendo al que esos niños
podían recibir en las escuelas o en sus casas.
¡Voluntarios al frente! Jóvenes, al servicio agrícola de las Juventudes de Hitler
Cuando los nazis subieron al poder en 1933 las Juventudes Hitlerianas contaba
con unos 100,000 miembros. Al final de ese año la
afiliación había aumentado a más de 2 millones (el 30% de los jóvenes alemanes
de 10 a 18 años). Debido a la presión de los nazis, obligando a inscribirse a
todos los jóvenes, para 1942 el porcentaje aumentó hasta el 82%.
Solucionar la economía alemana (con
promesas imposibles)
El discurso de Hitler para solucionar los
problemas económicos alemanes era popular para amplios sectores de la
población. Por un lado, su crítica a la Revolución rusa y al movimiento obrero,
el cual representaba una amenaza para los intereses económicos de vastos
sectores, funcionó perfectamente. Por otro lado, culpabilizar a los judíos de
la ruina de pequeños comerciantes supuso añadir más masa social a su
movimiento.
Defiéndanse, no compren a judíos
Además, el partido estudió el censo de
votantes y creó una propaganda específica para cada grupo social, otorgándole
un programa diseñado para sus intereses principales. A nadie le gusta más oír
sus pensamientos repetidos y magnificados que a un humano. Si vivías en la
ciudad el NSDAP prometía disminuir el precio de los alimentos. Si vivías en el
campo, el discurso cambiaba, prometiendo mayores ingresos a los agricultores y
ganaderos. Si eras obrero se prometía trabajo bien remunerado. Si eras
empresario, mano de obra abundante y barata.
Era indiferente que las promesas fueran
vacías e imposibles de cumplir. El objetivo era captar votos para entrar en el
gobierno. Luego, dar la sensación que es necesaria la mayoría absoluta para
llevar a cabo sus programas, pues el resto de partidos les impiden gobernar
como ellos quieren. Y, por último, cuando llegan al poder con mayoría absoluta,
cambian las leyes para tener un control omnímodo del Estado, cambando la democracia
por una dictadura de facto. Esta secuencia de acontecimientos la hemos visto, lamentablemente,
en algunos países actuales no hace mucho tiempo.
Todos estos argumentos de dar
soluciones sencillas a problemas complejos es un clásico en cualquier formación
radical extrema. Se escoge un problema
social. Se aprovecha la frustración, el resentimiento y los prejuicios sociales
de la población, creando un claro enemigo culpable del mismo. Y, por último, se
ataca de todas las maneras posibles a ese enemigo creando la ilusión que
resolver el problema económico es tan sencillo como eliminar ese factor de la
ecuación.
Crear un gobierno fuerte uniendo a
todos los alemanes…
La crítica al gobierno actual y ahondar en
el desapego de la población hacia la República de Weimar fue un punto
importante. Todos los partidos menos ellos eran culpables de los males
políticos de Alemania. En un contexto donde la democracia de Weimar estaba en
horas bajas debido al contexto de crisis económica y política, tales mensajes
calaban en amplios sectores de la población. La esperanza de un partido que sacara
al país de la inestabilidad e inanición en la que se encontraba fue un punto
álgido en la captación de apoyos. El problema, como hemos visto, es que no
existen soluciones fáciles ni sencillas a problemas complejos. Por mucho que
ciertos movimientos populistas se empeñen en divulgar para engañarnos.
Sin duda, su mayor logro fue posicionarse
como un partido transversal que huía de las etiquetas y que suponía una especie
de síntesis entre los partidos de derechas e izquierdas. El aparente
antagonismo de tal postura se solucionaba olvidando las clases y potenciando el
llamado “Volksbewegung”, esto es, el movimiento popular que aunaba a
todos los alemanes.
Una de sus consignas se puede resumir en
la frase “hacer Alemania grande de nuevo” (¿Les suena de algo?). En un
artículo de la edición del 24 de febrero de 1940 del periódico local de
Missouri St. Louis Star and Times se recoge un discurso de Hitler que
fue emitido en toda Alemania, en el que el dictador dice: "El
nacionalismo y el socialismo tenían que ser redefinidos y tenían que ser unidos
en una nueva idea que tuviera la fuerza de hacer Alemania grande de nuevo".
Todos los movimientos ultranacionalistas
utilizan este discurso para atraer a los votantes locales. Si me permiten un inciso anacrónico señalaré que Donald Trump, en los
EEUU, utilizó la expresión “Make America Great Again” (MAGA) y su
discurso, poniendo el foco en la inmigración (Hitler lo puso en los judíos)
como uno de los causantes de los males de la población local es un clásico.
Por cierto, otra de sus consignas, “America
First”, tiene también relación con los nazis. En los años 30 era la
consigna de los simpatizantes estadounidenses del nazismo con la que defendían
el no a la intervención en la guerra de su país contra Alemania. Curioso que
Trump diga ignorar la razón por la que le siguen los supremacistas blancos.
Culpar a los inmigrantes de los
problemas de una nación es tremendamente mezquino, pues supone poner en el foco
a las personas más necesitadas de la sociedad e impedir que tengan un futuro
mejor del que tenían en el país del que tuvieron que escapar
(por los motivos que fueran). Supone aprovecharse del sentimiento racista que
toda sociedad mantiene incubando en épocas de bonanza, pero que salta a la
superficie en épocas de crisis. Supone meter en el mismo saco a la mayoría de
inmigrantes que vienen a trabajar y labrarse un futuro, junto a la reducida
minoría que se dedica a delinquir. Supone, a fin de cuentas, generalizar y
despersonalizar un problema con muchas aristas, con el único objetivo de lograr
votos a base de apelar a los sentimientos humanos más despreciables.
…Y excluyendo al enemigo
Los nazis supieron aprovechar los
estereotipos y prejuicios de los alemanes contra los judíos para reclutar a
gran parte de sus seguidores en un primer momento. Apelando a la raza aria y
definiendo al judío como al diferente que debilita la raza pura, lo colocó como
el principal problema de la economía del país. Y muchos les creyeron.
Ahora bien, los nazis sabían que con ese
discurso no lograrían auparse con la mayor parte de votos alemanes, pues las
clases medias y altas no veían de buen grado el antisemitismo radical que
profesaban. Por ello, a la hora de subir escalafones políticos, los nazis
tuvieron mucho cuidado de esconder este mensaje y no dar publicidad al respecto.
Sólo cuando tuvieron todo el poder en sus manos comenzaron con sus políticas
racistas que apartaron a los judíos de la sociedad alemana, convirtiéndolos en
unos parias. Los que no se marcharon serían encerrados en guetos y, finalmente,
gaseados en la Solución Final. Un triste corolario que nos debe enseñar a no
minusvalorar las ideas primigenias racistas y xenófobas de ciertas formaciones
radicales.
Ahora bien, los judíos no fueron los
únicos marginados de la sociedad alemana. Otros grupos a los que se suele
olvidar son los gitanos, los homosexuales, los testigos de Jehová y todos
aquellos alemanes con enfermedades mentales y discapacidades físicas o
intelectuales. Para estos últimos, cuando comenzó la guerra, Hitler ordenó su
eliminación física.
Se empieza señalando, luego apartando y, finalmente, eliminando al diferente
Cuidado con los partidos que
defienden la marginación del diferente y la exclusión del que no pertenece a su
particular colectivo, que, a fin de cuentas, incitan al odio, pues el siguiente
paso a la marginación es la eliminación física.
Para saber más:
Childers, Thomas. El Tercer Reich. Una
historia de la Alemania nazi. Crítica. 2019.
Mucha razón, pero tristemente mucha gente votará (o dejará de votar) en base a sus prejuicios y filias particulares.
ResponderEliminarUn saludo
Hola, gracias por comentar Jubei.
EliminarEn Occidente parece que hemos olvidado la importancia que tienen los votos y el peligro que poseen los extremos, tanto de derecha como de izquierda.
En España, por ejemplo, en todas las votaciones gana el centro, ya sea centro derecha o centro izquierda. Sumando los votos de ambos se lograría superar ampliamente los 2/3 de diputados. Pero por el sistema que tenemos, donde ambos partidos principales gobiernan enfrentados, estos dos partidos son esclavos de los partidos extremistas o de los abiertamente anticonstitucionalistas e independentistas.
Y en estas elecciones pasará lo mismo. Jugamos con fuego dando alas a los totalitarismos. Y muchos no se percatan de ello. De ahí la necesidad de este artículo y de aprender del pasado.
Saludos
Muy buen articulo, que pena que pocas personas tengan la cultura necesaria para entender estos anacronismos. Resumo todo con una frase cómica: “Si votar sirviera para algo, ya lo habrían prohibido”.
ResponderEliminarHola, gracias por comentar.
EliminarEl problema de las democracias occidentales está en conjugar la obligación de sufragio universal con la escasa cultura política de muchos ciudadanos, los cuales eligen partido como si fuera un club de fútbol y le defienden cegados por la pasión de los colores, en vez de exigir el cumplimiento de sus principios.
Te dejo una incógnita patria: si la mayor parte de los españoles siempre vota centro, porqué razón no triunfa nunca un partido de centro?
Saludos