domingo, 21 de mayo de 2023

Una escapada dominguera cerca de Madrid (XXIX): minas lapis specularis


Hoy os voy a proponer una salida un poco más lejana de lo habitual, aunque ya os adelanto que la misma merece mucho la pena.

 

Vamos a descubrir uno de los aspectos más curiosos de la minería romana en España, la explotación de lapis specularis, un material muy valioso para los romanos y que se ha llegado a encontrar en las viviendas de Pompeya.

 

¿No sabéis de lo que estoy escribiendo? Entonces necesitas leer este artículo.

 

 

¿Qué es el lapis specularis?

 

Este material tiene muchos nombres: espejuelo, piedra de la luna, espejillo de asno… Plinio el Viejo describió tal material en su colosal obra Historia Natural (libro 36, capítulo 160): “La piedra especular, está entre el rango de las piedras, se rompe con mucha facilidad, y se divide en hojas delgadas tanto como se quiera. Anteriormente la única se encontraba en la España Citerior siempre, ni siquiera en todo el país, sino en un radio de unos cientos de pasos alrededor de la ciudad de Segóbriga. Ahora la hay en Chipre, Capadocia, Sicilia, y, recientemente, se ha descubierto en África. De todas las piedras se prefieren la especular de España. Las de Capadocia son muy anchas, muy grandes, pero oscuras”.

 

En efecto, estamos ante un yeso selenítico, capaz de cortarse fácilmente en finas capas, que se obtiene de profundos pozos, y cuya principal característica, cosa que Plinio no indica por obvio, es dejar pasar la luz. Aquí os muestro un pedazo de este tipo de piedra (de bastante mala calidad, pues es un desecho).

 

Lapis specularis

Seguro que muchos ya sabéis el principal uso que le dieron los antiguos romanos a este material: eran sus ventanas. No obstante, no fue el único, algo que descubriremos más adelante.

 

En España existen muy pocos yacimientos de lapis specularis, siendo los hallados en Cuenca los más importantes. De todos los que podemos visitar yo os recomiendo acudir a la llamada Mina de la Condenada.

 

¿Dónde está la Mina de la Condenada?

 

Para visitar esta mina debemos acercarnos a la localidad conquense de Osa de la Vega. La misma se encuentra a unos 140km de Madrid, entre las ruinas romanas de Segóbriga y el bello pueblo medieval de Belmonte.

 

 

Osa de la Vega es una localidad famosa históricamente por dos razones, las cuales las encontraréis en la plaza del pueblo en sendos carteles.

 

Por un lado, de esta localidad provenía Gregorio Catalán Valero, militar del Batallón de Cazadores Expedicionario Nº2 enviado a Baler. Sí, este muchacho fue uno de los famosos últimos de Filipinas. Y en la crónica que hizo el Capitán Martín Cerezo aparece en un lugar destacado, realizando un acto de heroísmo que sirvió para destruir edificios utilizados por el enemigo. Gregorio sobrevivió a aquel infierno y logró regresar a su pueblo, donde fue recibido con honores. Lamentablemente, murió al poco tiempo de regresar debido a la tuberculosis que arrastraba de Filipinas.

 


Por otro lado, numerosos investigadores han querido ver la presencia de esta localidad en el libro segundo de El Quijote, capítulo 55, cuando Sancho Panza se cae en un pozo y deben rescatarlo con cuerdas. Sin duda Cervantes pasó por aquí y conoció las minas del lugar, incluyéndolas en su obra más famosa.

 

¿Qué vamos a encontrar en Osa de la Vega?

 

La razón a la hora de recomendaros visitar estas minas y no otras cercanas reside en la existencia de un pequeño centro de interpretación donde entender mejor todo lo relacionado con la minería romana del lapis specularis.

 

Las visitas al centro y a la cueva son guiadas y bajo reserva previa. Tenéis toda la información en su página web. Mi consejo es acercaros unos minutos antes de la cita para poder dar una vuelta por el pequeño recinto, informándoos en los paneles y descubriendo las piezas que conservan.

 

Entre la información relevante que vais a encontrar aquí os voy a dejar algunas pequeñas pinceladas.

 

Lo primero es dejar clara la diferencia entre vidrio y cristal. Los romanos conocían la fabricación del vidrio y en los museos seguro que habéis visto pequeñas botellas de perfumes. Utilizaban la técnica, por lo común, del vidrio soplado. Esto suponía una limitación técnica importante, pues eran incapaces de fabricar grandes láminas de vidrio. Por ello, cuando encontraron este material de cristal resultó un gran avance, pues ahora si eran capaces de obtener láminas que dejaban pasar la luz y podían colocarse a modo de ventanas.

 

En este pequeño centro de interpretación tenemos la recreación de una ventana. La misma estaba formada por un sistema de bastidores que permitía encajarse en cualquier vano. Estos bastidores solían ser de madera, aunque también se han encontrado de cerámica e incluso metal.

 

Otros usos que se dieron a este material fue el de fabricar cofres transparentes, pequeños altares que dejaran pasar la luz y, lo más curioso a mi entender, pesas y fusayola en el huso de hilar.

 

Diversos usos del Lapis specularis romano

Este material aparece en placas de yeso insertas en una matriz de roca. Sus formaciones se disponen horizontalmente y presentan estructura laminar. Por ello, su extracción minera es sencilla, pudiendo luego separarse en láminas de diferentes grosores. Existía un tamaño estándar realizado a pie de mina con sierras, adecuado para transportarlo fácilmente.

 

La toponimia actual ha facilitado mucho encontrar este tipo de minas, pues nombres como los Espejares o los Blancares remiten a esta piedra capaz de reflejar la luz. Cuando os acerquéis a la mina podréis observar como brilla el lugar con los restos de lapis specularis dispersos por toda la zona.

 

Antes de realizar la visita veréis un vídeo de unos cinco minutos donde os contarán, mediante una recreación histórica, el trabajo que los romano hacían en aquellas minas y la importancia que tenía este material. Entre las cosas que aprenderéis está el hecho de ser un material tan valioso que debía ser escoltado por militares en su trayecto hasta los puertos. O que, aunque las minas pertenecían al emperador, todas las etapas de producción estaban subcontratadas al mejor postor: desde el trabajo de extracción y almacenamiento (realizado por mineros profesionales debido a la delicadeza del material), hasta el transporte a los puertos de exportación o los traslados en barco.

 


Bueno, ya es hora de ponerse los cascos, volver a subir a nuestros coches y dirigirnos a la mina, la cual se encuentra a escasos cinco minutos del pueblo.


La Mina de la Condenada

 

El complejo minero donde se inserta esta mina se encuentra en el paraje denominado Las Horadadas. Este nombre remite a la acción minera, pues es un lugar con numerosas depresiones y hundimientos en el terreno. No en vano, los más viejos del lugar decían que el monte estaba hueco. 


Lo primero que llama la atención es el brillo que existe en el suelo. Se debe a los restos de este lapis specularis, pues el material era procesado en este mismo lugar. Los mineros vivían a pie de mina y aquí tenían sus talleres, preparando los bloques para su transporte. Aquí no había esclavos, pues extraer y preparar el material adecuadamente era un proceso que sólo podían realizar personas especializadas.

 


Este complejo tiene 25 minados de lapis specularis. Se trata de hoyos profundos en horizontal que van a dar a un amplio lugar subterráneo, donde confluían las diferentes galerías abiertas en la roca. En algunos casos esta gran sala tenía unas dimensiones suficientes como para que accedieran carros.

 

Cuando se explotaba toda la mina los romanos hundían las galerías para que no pudiera utilizarse posteriormente. Primero se colmataban las galerías más profundas con los escombros generados y, más tarde, se debían romper las columnas de sustentación para que colapsara. Ejemplos de ello los veréis según nos acercamos a la mina de La Condenada. Y, tal como os contarán, la mayoría de lomas del lugar no dejan de ser también escombros de otras minas, lo que nos da una idea de la actividad ingente que se produjo en aquel lugar. La explotación fue muy intensiva, abandonándose las minas al final del siglo I de nuestra era.

 


La entrada a la mina se realiza bajando unas escaleras de metal. Nos adentraremos por un pequeño agujero, agachándonos, en las entrañas de la tierra. No existe ningún impedimento para entrar salvo que no te encuentres mínimamente ágil de las piernas, pudiendo visitar la cueva niños a partir de 6 años. Toda la mina tiene iluminación LED, además de tener la de nuestros cascos. Sin duda es una bonita experiencia, realizando algo aventurero que no solemos hacer.

 

Bajada al interior de la Mina de La Condenada

La Mina de la Condenada es la más importante de todo el complejo minero tiene unas características típicas que sirven para explicar este tipo de complejos. Presenta una trama laberíntica con varios niveles de explotación (el último piso tiene una profundidad de 45 metros). Ello se debe a que los mineros seguían la veta del mineral. Ahora bien, las galerías estaban diseñadas mediante un método de ingeniería pues tenían columnas de sustentación en los lugares precisos, evitando derrumbes. Esto lo sabemos debido a que algunas columnas tienen un buen material sin extraer.

 

Todos los pisos están intercomunicados con otros pozos y escaleras talladas en la roca. Ello era necesario para poder crear una circulación de aire entre las galerías, por lo que cada 15 metros se excavaba un pozo en vertical. Las galerías siempre seguían la línea horizontal, realizando diversos pisos en profundidad si era necesario.

 

Interior de la Mina de La Condenada.

En la visita el guía os mostrará los huecos donde dejaban las lucernas. Éstas, colocadas a la altura de los ojos, tenían una doble función: la de iluminar la mina y la de cronómetro. Se piensa que los turnos de trabajo eran de dos lucernas, unas cinco horas.

 

Para saber lo que ilumina una lucerna debemos estar allí

También veremos las marcas de las piquetas en la roca, pues el material se extraía a martillazos. Examinándolas descubriremos si el minero era diestro o zurdo. En algunos lugares veremos que se trabajaba hombro con hombro. También os enseñarán puntos ocres en la roca, puntas rotas de punteros que se quedaron allí y se han oxidado con el paso de los años.

 

Estas minas fueron posteriormente utilizadas por los visigodos. De esta época data un pequeño tesorillo de 14 monedas (se puede visitar en Cuenca) escondido en el inicio de la invasión islámica (siglo VIII). El mismo se corresponde con una leyenda local sobre que en las minas estaba escondido el conocido como tesorico del moro. Y es que cuando el río suena, agua lleva.

 

De época visigoda también tenemos su uso como necrópolis improvisada. Esto lo descubriremos al final de la visita, en un pequeño recinto donde se encontraron varios cadáveres amontonados. Que se usara cal para tapar a los difuntos ha llevado a pensar que se trató de los enterramientos de visigodos contagiados con algún tipo de peste.

 

Posteriormente, las minas fueron utilizadas para esconderse. Así lo hicieron algunos judíos, como Sebastián del Coso, el cual realizó una inscripción en el año 1647. También frailes se adentraron en estas minas y dejaron a modo de grafiti su nombre y año. Ya en tiempos más recientes las minas fueron utilizadas como escondite durante la Guerra Civil Española.

 

Grafitis inscritos en la roca (Mina La Condenada)

Estas minas explican la riqueza de la próxima Segóbriga, una ciudad importante cuyos habitantes se enriquecieron comerciando con este material. Sin duda, un complemento ideal a esta visita si queréis pasar el día completo por la zona. Para conocer más información sobre este yacimiento de Segóbriga mirad el artículo que hice aquí.

  

Segóbriga a vista de pájaro (o dron)

Si deseáis más información sobre este tipo de minas os dejo la página de la mina y otra muy interesante sobre la minería de este material:

 

https://www.minalacondenada.com/

http://www.lapisspecularis.org/

 

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