Hoy os voy a proponer una salida un poco
más lejana de lo habitual, aunque ya os adelanto que la misma merece mucho la
pena.
Vamos a descubrir uno de los aspectos más
curiosos de la minería romana en España, la explotación de lapis specularis,
un material muy valioso para los romanos y que se ha llegado a encontrar en las
viviendas de Pompeya.
¿No sabéis de lo que estoy escribiendo?
Entonces necesitas leer este artículo.
¿Qué es el lapis specularis?
Este material tiene muchos nombres:
espejuelo, piedra de la luna, espejillo de asno… Plinio el Viejo describió tal
material en su colosal obra Historia Natural (libro 36, capítulo 160): “La
piedra especular, está entre el rango de las piedras, se rompe con mucha
facilidad, y se divide en hojas delgadas tanto como se quiera. Anteriormente la
única se encontraba en la España Citerior siempre, ni siquiera en todo el país,
sino en un radio de unos cientos de pasos alrededor de la ciudad de Segóbriga.
Ahora la hay en Chipre, Capadocia, Sicilia, y, recientemente, se ha descubierto
en África. De todas las piedras se prefieren la especular de España. Las de
Capadocia son muy anchas, muy grandes, pero oscuras”.
En efecto, estamos ante un yeso selenítico,
capaz de cortarse fácilmente en finas capas, que se obtiene de profundos pozos,
y cuya principal característica, cosa que Plinio no indica por obvio, es dejar
pasar la luz. Aquí os muestro un pedazo de este tipo de piedra (de bastante mala calidad, pues es un desecho).
Lapis specularis |
Seguro que muchos ya sabéis el principal
uso que le dieron los antiguos romanos a este material: eran sus ventanas. No
obstante, no fue el único, algo que descubriremos más adelante.
En España existen muy pocos yacimientos de
lapis specularis, siendo los hallados en Cuenca los más importantes. De
todos los que podemos visitar yo os recomiendo acudir a la llamada Mina de la
Condenada.
¿Dónde está la Mina de la Condenada?
Para visitar esta mina debemos acercarnos
a la localidad conquense de Osa de la Vega. La misma se encuentra a unos 140km
de Madrid, entre las ruinas romanas de Segóbriga y el bello pueblo medieval de
Belmonte.
Osa de la Vega es una localidad famosa históricamente
por dos razones, las cuales las encontraréis en la plaza del pueblo en sendos
carteles.
Por un lado, de esta localidad provenía
Gregorio Catalán Valero, militar del Batallón de Cazadores Expedicionario Nº2
enviado a Baler. Sí, este muchacho fue uno de los famosos últimos de Filipinas.
Y en la crónica que hizo el Capitán Martín Cerezo aparece en un lugar
destacado, realizando un acto de heroísmo que sirvió para destruir edificios utilizados
por el enemigo. Gregorio sobrevivió a aquel infierno y logró regresar a su
pueblo, donde fue recibido con honores. Lamentablemente, murió al poco tiempo
de regresar debido a la tuberculosis que arrastraba de Filipinas.
Por otro lado, numerosos investigadores
han querido ver la presencia de esta localidad en el libro segundo de El
Quijote, capítulo 55, cuando Sancho Panza se cae en un pozo y deben rescatarlo
con cuerdas. Sin duda Cervantes pasó por aquí y conoció las minas del lugar, incluyéndolas
en su obra más famosa.
¿Qué vamos a encontrar en Osa de la Vega?
La razón a la hora de recomendaros visitar
estas minas y no otras cercanas reside en la existencia de un pequeño centro
de interpretación donde entender mejor todo lo relacionado con la minería romana
del lapis specularis.
Las visitas al centro y a la cueva son
guiadas y bajo reserva previa. Tenéis toda la información en su página web. Mi consejo es
acercaros unos minutos antes de la cita para poder dar una vuelta por el
pequeño recinto, informándoos en los paneles y descubriendo las piezas que
conservan.
Entre la información relevante que vais a
encontrar aquí os voy a dejar algunas pequeñas pinceladas.
Lo primero es dejar clara la diferencia
entre vidrio y cristal. Los romanos conocían la fabricación del vidrio y en
los museos seguro que habéis visto pequeñas botellas de perfumes. Utilizaban la
técnica, por lo común, del vidrio soplado. Esto suponía una limitación técnica
importante, pues eran incapaces de fabricar grandes láminas de vidrio. Por
ello, cuando encontraron este material de cristal resultó un gran avance, pues
ahora si eran capaces de obtener láminas que dejaban pasar la luz y podían
colocarse a modo de ventanas.
En este pequeño centro de interpretación tenemos
la recreación de una ventana. La misma estaba formada por un sistema de
bastidores que permitía encajarse en cualquier vano. Estos bastidores solían ser
de madera, aunque también se han encontrado de cerámica e incluso metal.
Otros usos que se dieron a este
material fue el de fabricar cofres transparentes,
pequeños altares que dejaran pasar la luz y, lo más curioso a mi entender,
pesas y fusayola en el huso de hilar.
Diversos usos del Lapis specularis romano
Este material aparece en placas de yeso
insertas en una matriz de roca. Sus formaciones se disponen horizontalmente y
presentan estructura laminar. Por ello, su extracción minera es sencilla,
pudiendo luego separarse en láminas de diferentes grosores. Existía un tamaño
estándar realizado a pie de mina con sierras, adecuado para transportarlo
fácilmente.
La toponimia actual ha facilitado mucho encontrar este tipo de minas, pues nombres como los Espejares o los Blancares remiten a esta piedra capaz de reflejar la luz. Cuando os acerquéis a la mina podréis observar como brilla el lugar con los restos de lapis specularis dispersos por toda la zona.
Antes de realizar la visita veréis un vídeo
de unos cinco minutos donde os contarán, mediante una recreación histórica, el
trabajo que los romano hacían en aquellas minas y la importancia que tenía este
material. Entre las cosas que aprenderéis está el hecho de ser un material tan
valioso que debía ser escoltado por militares en su trayecto hasta los puertos.
O que, aunque las minas pertenecían al emperador, todas las etapas de
producción estaban subcontratadas al mejor postor: desde el trabajo de extracción
y almacenamiento (realizado por mineros profesionales debido a la delicadeza
del material), hasta el transporte a los puertos de exportación o los traslados
en barco.
Bueno, ya es hora de ponerse los cascos,
volver a subir a nuestros coches y dirigirnos a la mina, la cual se encuentra a
escasos cinco minutos del pueblo.
La Mina de la Condenada
El complejo minero donde se inserta esta
mina se encuentra en el paraje denominado Las Horadadas. Este nombre remite a
la acción minera, pues es un lugar con numerosas depresiones y hundimientos en
el terreno. No en vano, los más viejos del lugar decían que el monte estaba
hueco.
Lo primero que llama la atención es el brillo que existe en el suelo. Se debe a los restos de este lapis specularis, pues el material era procesado en este mismo lugar. Los mineros vivían a pie de mina y aquí tenían sus talleres, preparando los bloques para su transporte. Aquí no había esclavos, pues extraer y preparar el material adecuadamente era un proceso que sólo podían realizar personas especializadas.
Este complejo tiene 25 minados de lapis
specularis. Se trata de hoyos profundos en horizontal que van a dar a un
amplio lugar subterráneo, donde confluían las diferentes galerías abiertas en
la roca. En algunos casos esta gran sala tenía unas dimensiones suficientes
como para que accedieran carros.
Cuando se explotaba toda la mina los
romanos hundían las galerías para que no pudiera utilizarse posteriormente.
Primero se colmataban las galerías más profundas con los escombros generados y,
más tarde, se debían romper las columnas de sustentación para que colapsara.
Ejemplos de ello los veréis según nos acercamos a la mina de La Condenada. Y,
tal como os contarán, la mayoría de lomas del lugar no dejan de ser también
escombros de otras minas, lo que nos da una idea de la actividad ingente que se
produjo en aquel lugar. La explotación fue muy intensiva, abandonándose las
minas al final del siglo I de nuestra era.
La entrada a la mina se realiza
bajando unas escaleras de metal. Nos adentraremos
por un pequeño agujero, agachándonos, en las entrañas de la tierra. No existe
ningún impedimento para entrar salvo que no te encuentres mínimamente ágil de
las piernas, pudiendo visitar la cueva niños a partir de 6 años. Toda la mina
tiene iluminación LED, además de tener la de nuestros cascos. Sin duda es una
bonita experiencia, realizando algo aventurero que no solemos hacer.
Bajada al interior de la Mina de La Condenada
La Mina de la Condenada es la más
importante de todo el complejo minero
tiene unas características típicas que sirven para explicar este tipo de
complejos. Presenta una trama laberíntica con varios niveles de explotación (el
último piso tiene una profundidad de 45 metros). Ello se debe a que los mineros
seguían la veta del mineral. Ahora bien, las galerías estaban diseñadas
mediante un método de ingeniería pues tenían columnas de sustentación en los
lugares precisos, evitando derrumbes. Esto lo sabemos debido a que algunas
columnas tienen un buen material sin extraer.
Todos los pisos están intercomunicados con
otros pozos y escaleras talladas en la roca. Ello era necesario para poder
crear una circulación de aire entre las galerías, por lo que cada 15 metros se
excavaba un pozo en vertical. Las galerías siempre seguían la línea horizontal,
realizando diversos pisos en profundidad si era necesario.
Interior de la Mina de La Condenada.
En la visita el guía os mostrará los huecos
donde dejaban las lucernas. Éstas, colocadas a la altura de los ojos, tenían
una doble función: la de iluminar la mina y la de cronómetro. Se piensa que
los turnos de trabajo eran de dos lucernas, unas cinco horas.
Para saber lo que ilumina una lucerna debemos estar allí
También veremos las marcas de las piquetas
en la roca, pues el material se extraía a martillazos. Examinándolas
descubriremos si el minero era diestro o zurdo. En algunos lugares veremos que
se trabajaba hombro con hombro. También os enseñarán puntos ocres en la roca,
puntas rotas de punteros que se quedaron allí y se han oxidado con el paso de
los años.
Estas minas fueron posteriormente
utilizadas por los visigodos. De esta época
data un pequeño tesorillo de 14 monedas (se puede visitar en Cuenca) escondido
en el inicio de la invasión islámica (siglo VIII). El mismo se corresponde con
una leyenda local sobre que en las minas estaba escondido el conocido como tesorico
del moro. Y es que cuando el río suena, agua lleva.
De época visigoda también tenemos su uso
como necrópolis improvisada. Esto lo descubriremos al final de la visita, en un
pequeño recinto donde se encontraron varios cadáveres amontonados. Que se usara
cal para tapar a los difuntos ha llevado a pensar que se trató de los
enterramientos de visigodos contagiados con algún tipo de peste.
Posteriormente, las minas fueron
utilizadas para esconderse. Así lo hicieron algunos judíos, como Sebastián del
Coso, el cual realizó una inscripción en el año 1647. También frailes se
adentraron en estas minas y dejaron a modo de grafiti su nombre y año. Ya en
tiempos más recientes las minas fueron utilizadas como escondite durante la
Guerra Civil Española.
Grafitis inscritos en la roca (Mina La Condenada)
Estas minas explican la riqueza de la
próxima Segóbriga, una ciudad importante cuyos habitantes se
enriquecieron comerciando con este material. Sin duda, un complemento ideal a
esta visita si queréis pasar el día completo por la zona. Para conocer más
información sobre este yacimiento de Segóbriga mirad el artículo que hice aquí.
Segóbriga a vista de pájaro (o dron)
Si deseáis más información sobre este tipo
de minas os dejo la página de la mina y otra muy interesante sobre la minería
de este material:
https://www.minalacondenada.com/
http://www.lapisspecularis.org/
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