Durante la Segunda Guerra Mundial el cuerpo de francotiradores
desarrolló un tremendo avance. En la anterior conflagración mundial, la guerra
de trincheras los hizo temibles ante los enemigos. Luego, con el ascenso de la
Alemania Nazi, su efecto psicológico en el enemigo aumentó considerablemente
debido a la buena preparación y puntería. Su mayor potencial se encontraba en
el combate diario, por lo que serán las confrontaciones en las ciudades,
especialmente las rusas, en las que este cuerpo militar desarrolle todo su
temible potencial.
La propaganda de los diferentes bandos, así como películas
recientes basadas en el conflicto, ha desvirtuado un poco la realidad de los
francotiradores y han encumbrado figuras dejando a otras más importantes en el
olvido. Bien está recordar a todos y poner a cada cual en su sitio.
Durante la Segunda Guerra Mundial los alemanes lograron crear un
eficiente cuerpo de francotiradores gracias al temprano entrenamiento de sus soldados,
así como por poseer una desarrollada industria óptica. Pronto se hicieron con
los campos de batalla y obligaron a sus enemigos a desarrollar un cuerpo
similar. En Dieppe o en Monte Casino se pudo ver su mortal eficacia, creando el
caos en el primer caso y retrasando el avance aliado durante varias semanas en
el segundo caso.
Sería el Ejército Rojo quién lograra desarrollar un cuerpo de
francotiradores tan desarrollado como el alemán e, incluso, superior en muchos
aspectos. Su experiencia dramática en la Guerra de invierno en Finlandia les
convenció de la necesidad de poseer buenos tiradores.
Al inicio de la Segunda Guerra mundial los soviéticos tuvieron que
estar a la defensiva, razón por la cual los francotiradores se dedicaron a socavar
a los observadores enemigos. Aunque resulta atractivo pensar que se dedicaban a
abatir a oficiales, en verdad su trabajo era más prosaico. Sus principales
objetivos eran los soldados encargados de transportar suministros al frente,
los cuales eran unos blancos que no suponían peligro de contraataque.
Como dijimos antes, los francotiradores fueron efectivos en las
luchas diarias en frentes consolidados. Los rusos, como es lógico, destacaron
en las dos grandes ciudades soviéticas asediadas durante meses: Leningrado y
Stalingrado. Fue en la segunda donde apareció Vasili Grigórievich Záitsev.
Los soviéticos, necesitados de héroes, crearon un auténtico mito
alrededor de este magnífico tirador. El gran público suele conocer la parte
principal del mito gracias a la película Enemigo
a las puertas (2001). En ella se relata el enfrentamiento entre el
francotirador ruso y su homólogo alemán, interpretado por un magnífico Ed
Harris.
Una de las características de los francotiradores en la Segunda
Guerra Mundial fue la obligación de llevar consigo una libreta en la que
apuntar las bajas realizadas. En ella se apuntaban diversas características del
tiro, desde la distancia hasta el rango de la víctima. Sólo las bajas
confirmadas por un oficial eran válidas, razón por la cual las anotaciones
suelen ser más bajas que la realidad.
Záitsev fue un magnífico tirador. Hasta el 17 de diciembre de 1942
logró abatir a 254 enemigos, razón por la cual el gobierno soviético le
condecoró en numerosas ocasiones. Su destreza provenía de cuando comenzó a
cazar, con su abuelo, a la edad de 12 años. Para cuando comenzó la guerra ya
era un magnífico tirador y muy pronto demostró su valía en el campo de batalla.
La propaganda rusa no desaprovechó el filón que suponía tener a un
héroe del pueblo proveniente del ámbito rural. Y debemos considerar en el
ámbito del mito propagandístico la supuesta pelea a muerte con el francotirador
alemán en Stalingrado.
Antony Beevor afirmó en su obra Stalingrado que el nombre del rival
alemán, Erwin König, no era más que un nombre ficticio creado por los medios.
Su nombre real era Heinz Thorvald, jefe de una escuela de francotiradores del
ejército alemán.
No obstante, aún no está confirmada la presencia en Stalingrado de
este hábil francotirador con más de 456 bajas confirmadas. Apoyando esta
hipótesis tenemos la opinión de Vassili Grossman, periodista soviético, quién
sostuvo en sus cuadernos de apuntes que el duelo entre Záitsev y König fue
totalmente falso.
Sea como fuera, Záitsev ha pasado a ser considerado el mejor
francotirador ruso de la contienda, cuando en realidad ello no es cierto. Hubo
otros francotiradores que causaron más bajas y que no han llegado a calar tanto
en la conciencia popular del gran público.
En lo que a los francotiradores rusos se refiere vale la pena
destacar a Anatoly Chekhov, el mejor francotirador de Stalingrado. Fue
entrenado por el mismo Záitsev, quién tuvo que retirarse del frente al perder
la visión de su ojo derecho como consecuencia de la explosión de una mina.
Chekhov abatió en Stalingrado a 256 enemigos entre octubre de 1942 y enero de
1943. Ello contribuyó a que la ciudad fuera liberada. Y aunque el Ejército Rojo
decidió condecorarle como héroe nacional, el avión que transportaba los documentos
fue abatido y se perdieron. Más tarde, trasladado al frente de Kursk, perdería
ambas piernas en una explosión. Olvidado por sus compatriotas, muchos de los
cuales lo dieron por muerto durante la guerra, falleció en 1967 sin obtener el merecido
reconocimiento.
Las bajas de ambos tiradores fueron ampliamente superadas por
Lyudmila Mikhailovna Pavlichenko. Esta mujer ucraniana fue una excelente
tiradora que se apuntó voluntaria al ejército en 1941 (al anunciarse la invasión
nazi del país). Destacada en Odessa, durante algo más de dos meses registró 187
muertes. Tras perder los rusos la ciudad fue enviada a Sebastopol, lugar en el
que continuó su extraordinaria trayectoria, obteniendo el grado de teniente. En
junio de 1942 fue herida por la explosión de un mortero, lo que frenó su trayectoria.
Para entonces contaba con 309 bajas confirmadas. El Ejército Rojo, dada su
condición de heroína, decidió explotar su imagen de manera propagandística y fu
enviada a los EEUU, siendo el primer ciudadano soviético en ser recibido por un
Presidente de los Estados Unidos, el presidente Franklin D. Roosevelt. A pesar
de su trascendencia, la mayoría de lgran público no tuvo gran conocimiento de
su existencia hasta que su vida fue llevada a la gran pantalla con La batalla
por Sebastopol (2015). Sin duda, su condición de mujer fue el principal
hándicap para que Stalin potenciara su imagen por delante de Záitsev.
Iván Mijáilovich Sidorenko fue uno de los mejores francotiradores
de la Segunda Guerra Mundial, pues abatió a 500 enemigos. Ya activo en la
Batalla de Moscú (1941), su valía le supuso convertirse en un eficaz adiestrador.
Tal vez, su origen burgués, hizo que el Ejército Rojo no potenciara la
trascendencia de su figura de una manera más notoria.
Y otro francotirador minusvalorado fue Fiódor Matvéyevich Ojlópkov,
causante de 429 bajas confirmadas. Hasta 1965 no recibió la condecoración de
Héroe de la Unión Soviética, siendo su origen étnico (provenía de una familia
de yakutos) la causa más probable de ello.
Hasta ahora hemos tratado a los francotiradores rusos, pero el
mejor tirador de la Segunda Guerra Mundial no fue soviético ni alemán, sino
finlandés. Simo Häyhä combatió contra los soviéticos durante la Guerra de
Invierno, de 105 días de duración, matando a 505 soldados enemigos, y
convirtiéndose por ello en el francotirador que más soldados enemigos ha matado
en la historia de un conflicto bélico.
El valor de esta cifra aumenta al conocer que este preciso finés
abatía a sus enemigos sin utilizar miras telescópicas. Varias razones le
indujeron a ello: disminuía su tamaño ante el enemigo, ocultaba mejor su
posición, pues el reflejo del sol solía delatar a los francotiradores que
utilizaban miras telescópicas, y evitaba problemas con los visores, tales como
congelamiento o empañamiento.
Su escasa estatura y trucos como introducir hielo en la boca para que
su aliento no delatara su posición, fueron otras causas que le hicieron
verdaderamente letal en el frente.
El 6 de marzo de 1940 una bala explosiva le atravesó la mandíbula y
le reventó media cara. Fue rescatado por sus compañeros en estado de coma, del
cual no despertó hasta el 13 de marzo, coincidiendo con la firma de la paz
entre Finlandia y la unión Soviética.
Esa paz incluía la cesión, por parte de Finlandia, de un parte de
su territorio, dentro de la cual se encontraba la casa de Simo Häyhä. Obligado
a trasladarse con un familiar, el gobierno nunca le condecoró (no lo hizo con
nadie de aquella Guerra de Invierno, en realidad).
Como es normal en estos casos, muchas voces advirtieron del fraude
en las cifras de Simo Häyhä. En concreto, Antti Rantamaa, capellán de su
regimiento, afirmó que esa cifra estaba abultada por razones propagandísticas y
que no superó las 300 bajas. Sea como fuera, el temor creado en las filas
soviéticas, que enviaron francotiradores para cazarlo e incluso utilizaron
artillería para abatir sus posiciones, nos indica que la cifra de muertos debió
aproximarse al valor oficial.
La existencia de este personaje, por parte del gran público, no
suele conocerse en absoluto debido a que nadie ha promocionado su imagen de
manera cinematográfica. No obstante, el grupo musical Sabaton le dedicó una canción
White Death, en su álbum Coat of Arms.
El apodo de este francotirador era Belaya
Smert, que significa Muerte Blanca. Tal apodo hacía referencia a su número
de abatidos como al traje de camufalje blanco que utilizaba.
Simo Häyhä murió en el año 2002 con 97 años. Cuando le preguntaron
sobre como adquirió esa prodigiosa puntería contestó, lacónicamente, practicando. Una buena enseñanza para
todos aquellos que pretenden ser los mejores en algo.
Fuentes:
Beevor, A. Stalingrado. Crítica. 2015.
Canales, C. Del Rey, M. Cazadores de almas. Francotiradores.
EDAF.2017.
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