El 6 de junio de 2018 se nombró a Màxim
Huerta, como ministro de Cultura y Deporte de España, en el Gobierno del
socialista Pedro Sánchez. Su mandato de ministro fue el más breve del período democrático
actual comenzado en 1978, recortando con creces los 81 días que pasó en el
cargo José Luis García Ferrero, ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación
de España durante el Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo en 1982.
Màxim Huerta tuvo que dimitir de su cargo
a la semana de haberlo conseguido debido a que se publicó en prensa que eludió
el pago a Hacienda de 218.322 €, empleando una sociedad para tributar por
sociedades y no por IRPF, además de cargar a esta otros gastos no relacionados
con la actividad. En total, la Hacienda pública le reclamó, en concepto de
cuota defraudada, intereses y multas la cantidad de 365.939,85 €.
Tomando como excusa este episodio vamos a
repasar los casos de gobernantes políticos más efímeros de la historia.
El gobernante más efímero de la historia
mundial fue Pedro Lascuráin Paredes,
quién ostentó el cargo de Presidente de México tan solo 45 minutos. Fue investido el 19 de febrero de 1913, tras la
renuncia forzosa de Francisco Madero. El acto tuvo lugar a las 17:15 y presentó
su renuncia a las 18:00 de ese mismo día. En verdad su cargo fue provisional y
obligado por las circunstancias, pues su única instrucción fue nombrar como Secretario
de Gobernación al militar sublevado Victoriano Huerta. Luego, con su dimisión,
Huerta podía ser elegido presidente, legalizando de esta manera tan curiosa el
golpe de estado.
Para nuestra siguiente parada debemos
alejarnos un poco en el tiempo y viajar a la Roma del siglo I a.C. El 31 de diciembre del año 45 a.C. el
cónsul Quinto Fabio Máximo murió repentinamente. Julio César, que por aquel
entonces dictator de Roma, decidió
reunir la asamblea de los comitia
centuriata y elegir un nuevo cónsul para lo que restaba de día, pues el 1
de enero se iniciaba de nuevo el curso político eligiéndose cargos nuevamente.
El afortunado fue Cayo Caninio Rébilo,
soldado que había servido a César en la guerra de las Galias y que le acompañó
en las decisivas batallas de Tapso y Munda durante la guerra civil contra
Pompeyo.
Cicerón nos legó para la posteridad, con
su fina ironía, su relato de aquellos sucesos:
“A
la hora séptima [entre las doce y la una del mediodía] anunció la elección de un cónsul que asumiera el cargo hasta las
kalendas de enero, que eran al día siguiente. Así, puedo informarte de que
durante el consulado de [Cayo] Caninio
[Rébilo] nadie almorzó. Sin embargo, nada
malo ocurrió mientras fue cónsul, pues ofreció una vigilancia tan asombrosa
que, durante todo su consulado, ni siquiera durmió”. (Cicerón, Cartas a
familiares, VII, 30).
En España también tenemos ejemplos de
mandatos cortos. Durante el siglo XIX tenemos tres sendos ejemplos en los que
los gobernantes políticos sólo mantuvieron su cargo un par de días. Uno de ellos fue Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, el gobierno del 18 de julio al
19 de 1854. Lo hizo en sustitución de Fernando
Fernández de Cordova, quien también solo estuvo dos días en el cargo. Y,
antes que ellos, Serafín María de Sotto,
ocupó la presidencia también durante ese período de tiempo en 1849.
Fuera de nuestras fronteras, son señeros
los casos del Papa Urbano VII,
elegido en el año 1590 y muerto 13 días
después a causa de la malaria; o el del presidente del gobierno estadounidense William Henry Harrison, cuyo mandato en
1840 solo duró 30 días debido a una
neumonía.
Por tanto, analizados los casos, ni Màxim
Huerta fue el ministro más efímero del mundo ni el presidente del gobierno que
lo nombró, Pedro Sánchez, fue el gobernante con un mandato más corto (8 meses
en 2018 tras la destitución de Rajoy).
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