En el año 2020 el mundo vivió la pandemia del
coronavirus, la cual modificó la vida habitual de millones de personas y causó
millares de muertes en todo el mundo.
Como si de la peste negra se tratara, el único medio
efectivo para contener la expansión del virus fue el confinamiento social
extremo. En España, comenzó el 14 de marzo y, salvo industrias puntuales de
valor estratégico o de primera necesidad (supermercados), la totalidad de los
españoles se quedó en su casa por más de tres meses.
Sin duda, el confinamiento logró aplanar la curva de
contagios y fallecidos (los cuales llegaron casi al millar algunos días en
España), pero conllevó otra serie de problemas de los que pocos han hablado.
Por ello, para mostrar de manera completa el contexto que se vivió vamos a
realizar un breve repaso sobre las consecuencias negativas del confinamiento.
¿Os interesa?
Como bien sabéis yo soy optometrista, por lo que en
primer lugar voy a enumerar los problemas visuales derivados del
confinamiento y de los cambios en los hábitos normales de vida que ha
provocado el coronavirus.
Una de las primeras medidas que se implementaron
cuando se inició el confinamiento fue el de trabajar o dar clases a los alumnos
escolarizados de manera telemática. Muchos padres comenzaron a teletrabajar
desde sus domicilios, mientras que sus hijos se mantenían pegados a la pantalla
del ordenador o la Tablet para seguir las clases.
A nadie puede sorprender que los casos del denominado Síndrome
Visual Informático subieran como la espuma. Los que ya tenían su sistema
visual al límite sufrieron los síntomas de manera más grave, mientras que otros
que no lo sufrían, comenzaron con ello por aumentar el número de horas delante
de una pantalla. Entre los síntomas más frecuentes de este problema destacaré: sequedad
ocular (aspereza o sensación de arenilla), enrojecimiento, picor, escozor,
ardor y en ocasiones visión borrosa transitoria y cefalea asociada al esfuerzo
visual.
Muchas horas a esta corta distancia de trabajo genera molestias importantes en los niños
La mejor manera para minimizar esta sintomatología
molesta es reducir el tiempo expuestos a las pantallas. Pero como no es siempre
posible deberemos añadir una serie de acciones adyacentes, donde destacaría las
medidas ergonómicas, tales como optimizar la iluminación (evitando molestos reflejos)
o tener unos correctos hábitos posturales (evitando las alteraciones
musculoesqueléticas).
Además de lo anterior resulta imprescindible una
buena revisión optométrica para compensar cualquier posible problema
refractivo, por leve que sea. Y existen casos de personas que sin graduación
siguen teniendo problemas a la hora de leer durante largos periodos de tiempo.
Ello puede deberse a desequilibrios de la visión binocular o a una capacidad
ineficiente de mover ambos ojos de forma coordinada pueden ser el origen de
estos síntomas. En estos casos puede ser muy útil la realización de un programa
de ejercicios pautados y controlados por el óptico-optometrista con objeto de
optimizar estas habilidades
A la hora de elegir lentes, los mismos deben llevar antirreflejo
para obtener una imagen nítida y el filtro de la luz azul nos permitirá mitigar
bastante la fatiga ocular.
Igualmente, para combatir la sequedad existen
colirios específicos que se formulan con composiciones diferentes en
función de la naturaleza del cuadro de sequedad ocular. Por ello es importante
que un profesional de la visión pueda identificar la causa del ojo seco y
prescribir el lubricante de manera personalizada.
En el caso de los niños, además del problema
anterior, se une un grave problema asociado al desarrollo de su sistema visual.
El confinamiento aumentó las horas de trabajo delante de pantallas electrónicas
y disminuyó de manera drástica las actividades al aire libre.
Diversos estudios científicos han demostrado que el
desarrollo normal del ojo necesita de la luz solar. Y según demostró el
optometrista Donald Mutti en el año 20071, la principal causa por la
que los niños se convertían en miopes fue que pasaban menos horas en el
exterior al aire libre.
Los niños necesitan pasar alrededor de tres horas por
día bajo niveles de luz de al menos 10.000 lux para estar protegidos contra
la miopía, una cantidad de luz similar a la que recibiríamos permaneciendo
bajo la sombra de un árbol en día de verano.
Por tanto, el uso continuado de pantallas en los
menores ha generado un aumento considerable de las miopías en los menores, pues
además de su uso en clase también las utilizaron en sus momentos de ocio al
estar encerrados en casa durante largos periodos de tiempo.
Lo anterior se agrava debido al inadecuado uso
ergonómico de las pantallas. Los niños tienen los brazos muy cortos, razón por
la cual tienden a aproximarse mucho las pantallas de una Tablet o un móvil. Y,
de nuevo, la ciencia ha demostrado que el aumento de miopía está asociado tanto
al tiempo que pasamos en tareas cercanas como a la intensidad con la que las
realizamos2.
Un excesivo tiempo de focalización a una distancia muy
próxima favorece la aparición de la miopía al bloquear la capacidad de
relajación del ojo cuando mira a distancias lejanas. Esta situación se conoce
como exceso acomodativo o falsa miopía, y aunque inicialmente es
transitoria, suele convertirse en el preludio de una miopía real, instaurándose
de manera crónica si continuamos sin cambiar los malos hábitos adquiridos.
Pero no sólo se produjeron complicaciones oculares
debido al confinamiento. Muchos otros problemas han aumentado debido al mismo.
Y, a continuación, voy a dejar que una psicóloga enumere las principales complicaciones
que el confinamiento provocó en las personas.
El confinamiento sin precedentes vivido en España
tiene un impacto negativo en la salud mental de un porcentaje de la población infanto-juvenil.
Según los estudios realizados en China por el confinamiento de esta pandemia
existen dos factores claves en la afectación que son la pérdida de hábitos y
el estrés psicosocial3.
En los escolares hubo un cambio sustancial en sus rutinas
porque se cerraron los centros educativos. Y sólo un porcentaje pudo disfrutar
de clases on-line. Evidentemente, la economía familiar influye en la adaptación
al confinamiento. Según el INE (Instituto Nacional de Estadística) en 2019 una
de cada 5 familias disponía de ordenador. No poder asistir a clase conlleva un
cambio en los horarios que provoca unos patrones irregulares de sueño, dietas
menos saludables y abuso de dispositivos electrónicos.
El estrés puede ser causado por una excesiva
exposición a la información o porque ésta sea inadecuada para su edad. Los
padres también pueden transmitir su comprensible estrés (por la infección,
situación laboral, familiares mayores, …). Los niños que se encuentran en
familias afectadas por la enfermedad desarrollan miedo a la infección y
ansiedad por la separación que puede degenerar en estrés agudo.
Según la National Child Traumatic Stress Network (Red
Americana para mejorar el acceso a la atención y tratamiento de niños expuestos
a eventos traumáticos) la respuesta psicológica al COVID-19 depende de la edad
del niño4.
En la etapa preescolar (2 años) se puede caracterizar
por miedo a la oscuridad o pesadillas, conductas regresivas (pérdida de control
de esfínteres, incapacidad para comer solos, …) cambios de apetito, aumento de
rabietas o conductas de apego.
Entre los 6 y los 12 años podemos encontrarnos
irritabilidad, pesadillas, problemas de sueño, cambios en el apetito, síntomas
físicos (dolor de cabeza o barriga), conductas desafiantes (desobediencia) o
apego excesivo, pérdida de interés por sus compañeros.
Entre los 13 y 18 años los signos más patentes son
síntomas físicos, problemas de sueño, apatía, tristeza, cambio en el apetito,
aislamiento social, aumento y disminución de la energía.
Los padres que son los que mejor los conocen, tienen
que ser los primeros en detectar los cambios en el comportamiento para procurar
el bienestar emocional de sus hijos.
Los niños más vulnerables son aquellos que han
presentado problemas psicopatológicos en el pasado o tienen rasgos como
introversión, aprensión, apego excesivo ya que con la cuarentena pueden
desarrollar reacción inadecuadas que requieran ayuda de un profesional.
En el aspecto médico, uno de los problemas sanitarios
que ha provocado el confinamiento en los niños es un déficit en la
vitamina D. Esta vitamina la obtenemos gracias a la luz solar
(concretamente con los Rayos UV-B), por lo que estar confinados en casa sin ver
el sol salvo por la ventana ha generado un importante déficit de esta vitamina
en muchos niños.
El confinamiento supuso una prisión intolerable para los niños que dañó su salud
Gonzalo Mora Gasque, traumatólogo, indicó en El País
en junio de 2020 que esta vitamina liposoluble es necesaria para mantener el
equilibrio de los minerales en nuestro organismo. Gracias a ella los niños
tienen “un nivel alto de energía sin presentar cansancio, debilidad muscular
o dolor con las actividades deportivas y los juegos”.
Además de lo anterior, según demostró un estudio
realizado en la Universidad israelí de Bar Ilán (dirigido por la doctora Milana
Frenkel-Morgensen), los niveles correctos de esta vitamina D ayudan a combatir
el COVID-19 de manera más rápida y efectiva, reduciendo las posibilidades de
hospitalización. Esto no solo es válido para los niños, sino para todas las
franjas de edad.
Los síntomas más comunes de la hipovitaminosis D
son el cansancio general y el dolor en la parte inferior de la espalda y
ocasionalmente en las caderas, en los casos leves. Si se mantiene en el tiempo
el déficit aparecerán enfermedades de los huesos, como la osteomalacia y el
raquitismo.
La mejor solución para paliar esta situación debido al
confinamiento son los suplementos vitamínicos específicos (algo muy extendido
en países con pocas horas de luz) o el aumento en la dieta de ciertos alimentos
donde podemos encontrarla, tales como la caballa, el atún, el salmón, las
sardinas, los champiñones, el queso o el yogur.
Un problema asociado al cambio educativo que ha
provocado la pandemia, y del que han advertido numerosas personas relacionadas
con la enseñanza, es la brecha social que genera la educación on-line.
Recordaré las palabras de Fernando Simón, director del Centro de Coordinación
de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES): "No es lo mismo un niño
que tiene su propia habitación, su propio ordenador y una buena wifi que un
niño que comparte habitación con varios hermanos o incluso con hermanos y
padres, y que además no tiene ordenador ni wifi. (…) Todos nuestros
niños tienen derecho a la buena educación. No podemos pensar que todos nuestros
niños pueden aprovechar de la misma manera la educación fuera de los centros
educativos (…) No podemos tener a nuestros niños sin estudiar. No
podemos hipotecar la competitividad de nuestras promociones de niños. No
podemos hacer que dos promociones de nuestros niños no tengan una educación con
el mismo nivel de calidad que cualquier otra".
Todo los niños no tienen un espacio y medios adecuados para estudiar en casa
En mi opinión, esta brecha digital, evidente ya
en el final de curso del año 2020 al comparar la educación aportada desde los
centros públicos respecto a los concertados o privados, se une a la brecha
ya existente, desde hace años, del bilingüismo. Y en este caso,
aunque no soy un experto en la materia, me permito ofrecer mi opinión debido a
que tengo un hijo escolarizado y me he tenido que enfrentar a esa brecha de
manera directa.
Como conclusión al artículo me gustaría
realizar una breve reflexión. En la vida, cada decisión que tomamos tiene unas
consecuencias. Es la invariable ecuación de la causa-efecto.
El confinamiento social de la práctica totalidad de la
población a causa de un virus, cuya tasa de mortalidad sólo es preocupante en las
últimas cohortes de la pirámide poblacional, fue una decisión que conllevó unos
efectos tanto positivos como negativos. Logramos aplanar la curva de contagios
y muertes, pero a costa de crear, como hemos repasado, otra serie de problemas
asociados que darán la cara en los próximos años.
Fue una medida desesperada ante una situación que se
podía haber controlado mucho antes y de mejor manera de lo que se hizo. Y ello
nos debería poner sobre aviso de la necesidad de implementar medidas
preventivas ante posibles catástrofes naturales que se ciernen, cuan espada de
Damocles, sobre nuestras cabezas desde hace tiempo.
Sirva esta pandemia como aviso y experiencia para
prevenir, en un futuro, las medidas desesperadas que se toman por la desidia de
nuestros gobernantes a la hora de tomar decisiones en su momento.
Bibliografía:
1. Mutti,
D. et al. Parental History of Myopia, Sports and Outdoor Activities, and Future
Myopia. Investigative Ophthalmology & Visual Science August 2007, Vol.48,
3524-3532
2. Rose
KA et al. Role of near work in myopia: findings in a sample of Australian
school children. Invest Ophthalmol Vis Sci. 2008 Jul; 49(7):2903-10.
3. Wang,
C., Pan, R., Wan, X., Tan, Y., Xu, L., Ho, C. S. y Ho, R. C. (2020). Immediate
psychological responses and associated factors during the initial stage of the
2019 Coronavirus disease (COVID-19) epidemic among the general population in
China. International Journal of Environmental Research and Public Health, 17 (5),
1729. https://doi.org/10.3390/ijerph17051729
4. Espada,
J., et al. Las buenas prácticas en atención psicológica Infato-Juvenil ante el
COVID-19. Clinica y Salud (2020) 31(2)
109-113
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