domingo, 22 de noviembre de 2020

El confinamiento social sólo tuvo ventajas

 

En el año 2020 el mundo vivió la pandemia del coronavirus, la cual modificó la vida habitual de millones de personas y causó millares de muertes en todo el mundo.

 

Como si de la peste negra se tratara, el único medio efectivo para contener la expansión del virus fue el confinamiento social extremo. En España, comenzó el 14 de marzo y, salvo industrias puntuales de valor estratégico o de primera necesidad (supermercados), la totalidad de los españoles se quedó en su casa por más de tres meses.

 

Sin duda, el confinamiento logró aplanar la curva de contagios y fallecidos (los cuales llegaron casi al millar algunos días en España), pero conllevó otra serie de problemas de los que pocos han hablado. Por ello, para mostrar de manera completa el contexto que se vivió vamos a realizar un breve repaso sobre las consecuencias negativas del confinamiento. ¿Os interesa?

 

Como bien sabéis yo soy optometrista, por lo que en primer lugar voy a enumerar los problemas visuales derivados del confinamiento y de los cambios en los hábitos normales de vida que ha provocado el coronavirus.

 

Una de las primeras medidas que se implementaron cuando se inició el confinamiento fue el de trabajar o dar clases a los alumnos escolarizados de manera telemática. Muchos padres comenzaron a teletrabajar desde sus domicilios, mientras que sus hijos se mantenían pegados a la pantalla del ordenador o la Tablet para seguir las clases.

 

A nadie puede sorprender que los casos del denominado Síndrome Visual Informático subieran como la espuma. Los que ya tenían su sistema visual al límite sufrieron los síntomas de manera más grave, mientras que otros que no lo sufrían, comenzaron con ello por aumentar el número de horas delante de una pantalla. Entre los síntomas más frecuentes de este problema destacaré: sequedad ocular (aspereza o sensación de arenilla), enrojecimiento, picor, escozor, ardor y en ocasiones visión borrosa transitoria y cefalea asociada al esfuerzo visual.

Muchas horas a esta corta distancia de trabajo genera molestias importantes en los niños
 

La mejor manera para minimizar esta sintomatología molesta es reducir el tiempo expuestos a las pantallas. Pero como no es siempre posible deberemos añadir una serie de acciones adyacentes, donde destacaría las medidas ergonómicas, tales como optimizar la iluminación (evitando molestos reflejos) o tener unos correctos hábitos posturales (evitando las alteraciones musculoesqueléticas).

 

Además de lo anterior resulta imprescindible una buena revisión optométrica para compensar cualquier posible problema refractivo, por leve que sea. Y existen casos de personas que sin graduación siguen teniendo problemas a la hora de leer durante largos periodos de tiempo. Ello puede deberse a desequilibrios de la visión binocular o a una capacidad ineficiente de mover ambos ojos de forma coordinada pueden ser el origen de estos síntomas. En estos casos puede ser muy útil la realización de un programa de ejercicios pautados y controlados por el óptico-optometrista con objeto de optimizar estas habilidades

 

A la hora de elegir lentes, los mismos deben llevar antirreflejo para obtener una imagen nítida y el filtro de la luz azul nos permitirá mitigar bastante la fatiga ocular.

 

Igualmente, para combatir la sequedad existen colirios específicos que se formulan con composiciones diferentes en función de la naturaleza del cuadro de sequedad ocular. Por ello es importante que un profesional de la visión pueda identificar la causa del ojo seco y prescribir el lubricante de manera personalizada.

 

En el caso de los niños, además del problema anterior, se une un grave problema asociado al desarrollo de su sistema visual. El confinamiento aumentó las horas de trabajo delante de pantallas electrónicas y disminuyó de manera drástica las actividades al aire libre.

 

Diversos estudios científicos han demostrado que el desarrollo normal del ojo necesita de la luz solar. Y según demostró el optometrista Donald Mutti en el año 20071, la principal causa por la que los niños se convertían en miopes fue que pasaban menos horas en el exterior al aire libre.

 

Los niños necesitan pasar alrededor de tres horas por día bajo niveles de luz de al menos 10.000 lux para estar protegidos contra la miopía, una cantidad de luz similar a la que recibiríamos permaneciendo bajo la sombra de un árbol en día de verano.

 

Por tanto, el uso continuado de pantallas en los menores ha generado un aumento considerable de las miopías en los menores, pues además de su uso en clase también las utilizaron en sus momentos de ocio al estar encerrados en casa durante largos periodos de tiempo.

 

Lo anterior se agrava debido al inadecuado uso ergonómico de las pantallas. Los niños tienen los brazos muy cortos, razón por la cual tienden a aproximarse mucho las pantallas de una Tablet o un móvil. Y, de nuevo, la ciencia ha demostrado que el aumento de miopía está asociado tanto al tiempo que pasamos en tareas cercanas como a la intensidad con la que las realizamos2.

 

Un excesivo tiempo de focalización a una distancia muy próxima favorece la aparición de la miopía al bloquear la capacidad de relajación del ojo cuando mira a distancias lejanas. Esta situación se conoce como exceso acomodativo o falsa miopía, y aunque inicialmente es transitoria, suele convertirse en el preludio de una miopía real, instaurándose de manera crónica si continuamos sin cambiar los malos hábitos adquiridos.

 

Pero no sólo se produjeron complicaciones oculares debido al confinamiento. Muchos otros problemas han aumentado debido al mismo. Y, a continuación, voy a dejar que una psicóloga enumere las principales complicaciones que el confinamiento provocó en las personas.

El confinamiento sin precedentes vivido en España tiene un impacto negativo en la salud mental de un porcentaje de la población infanto-juvenil. Según los estudios realizados en China por el confinamiento de esta pandemia existen dos factores claves en la afectación que son la pérdida de hábitos y el estrés psicosocial3.

 

En los escolares hubo un cambio sustancial en sus rutinas porque se cerraron los centros educativos. Y sólo un porcentaje pudo disfrutar de clases on-line. Evidentemente, la economía familiar influye en la adaptación al confinamiento. Según el INE (Instituto Nacional de Estadística) en 2019 una de cada 5 familias disponía de ordenador. No poder asistir a clase conlleva un cambio en los horarios que provoca unos patrones irregulares de sueño, dietas menos saludables y abuso de dispositivos electrónicos.

 

El estrés puede ser causado por una excesiva exposición a la información o porque ésta sea inadecuada para su edad. Los padres también pueden transmitir su comprensible estrés (por la infección, situación laboral, familiares mayores, …). Los niños que se encuentran en familias afectadas por la enfermedad desarrollan miedo a la infección y ansiedad por la separación que puede degenerar en estrés agudo.

 

Según la National Child Traumatic Stress Network (Red Americana para mejorar el acceso a la atención y tratamiento de niños expuestos a eventos traumáticos) la respuesta psicológica al COVID-19 depende de la edad del niño4.

 

En la etapa preescolar (2 años) se puede caracterizar por miedo a la oscuridad o pesadillas, conductas regresivas (pérdida de control de esfínteres, incapacidad para comer solos, …) cambios de apetito, aumento de rabietas o conductas de apego.

 

Entre los 6 y los 12 años podemos encontrarnos irritabilidad, pesadillas, problemas de sueño, cambios en el apetito, síntomas físicos (dolor de cabeza o barriga), conductas desafiantes (desobediencia) o apego excesivo, pérdida de interés por sus compañeros.

 

Entre los 13 y 18 años los signos más patentes son síntomas físicos, problemas de sueño, apatía, tristeza, cambio en el apetito, aislamiento social, aumento y disminución de la energía.

 

Los padres que son los que mejor los conocen, tienen que ser los primeros en detectar los cambios en el comportamiento para procurar el bienestar emocional de sus hijos.

 

Los niños más vulnerables son aquellos que han presentado problemas psicopatológicos en el pasado o tienen rasgos como introversión, aprensión, apego excesivo ya que con la cuarentena pueden desarrollar reacción inadecuadas que requieran ayuda de un profesional.

 

En el aspecto médico, uno de los problemas sanitarios que ha provocado el confinamiento en los niños es un déficit en la vitamina D. Esta vitamina la obtenemos gracias a la luz solar (concretamente con los Rayos UV-B), por lo que estar confinados en casa sin ver el sol salvo por la ventana ha generado un importante déficit de esta vitamina en muchos niños.

 

El confinamiento supuso una prisión intolerable para los niños que dañó su salud

Gonzalo Mora Gasque, traumatólogo, indicó en El País en junio de 2020 que esta vitamina liposoluble es necesaria para mantener el equilibrio de los minerales en nuestro organismo. Gracias a ella los niños tienen “un nivel alto de energía sin presentar cansancio, debilidad muscular o dolor con las actividades deportivas y los juegos”.

 

Además de lo anterior, según demostró un estudio realizado en la Universidad israelí de Bar Ilán (dirigido por la doctora Milana Frenkel-Morgensen), los niveles correctos de esta vitamina D ayudan a combatir el COVID-19 de manera más rápida y efectiva, reduciendo las posibilidades de hospitalización. Esto no solo es válido para los niños, sino para todas las franjas de edad.

 

Los síntomas más comunes de la hipovitaminosis D son el cansancio general y el dolor en la parte inferior de la espalda y ocasionalmente en las caderas, en los casos leves. Si se mantiene en el tiempo el déficit aparecerán enfermedades de los huesos, como la osteomalacia y el raquitismo.

 

La mejor solución para paliar esta situación debido al confinamiento son los suplementos vitamínicos específicos (algo muy extendido en países con pocas horas de luz) o el aumento en la dieta de ciertos alimentos donde podemos encontrarla, tales como la caballa, el atún, el salmón, las sardinas, los champiñones, el queso o el yogur.

 

Un problema asociado al cambio educativo que ha provocado la pandemia, y del que han advertido numerosas personas relacionadas con la enseñanza, es la brecha social que genera la educación on-line. Recordaré las palabras de Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES): "No es lo mismo un niño que tiene su propia habitación, su propio ordenador y una buena wifi que un niño que comparte habitación con varios hermanos o incluso con hermanos y padres, y que además no tiene ordenador ni wifi. (…) Todos nuestros niños tienen derecho a la buena educación. No podemos pensar que todos nuestros niños pueden aprovechar de la misma manera la educación fuera de los centros educativos (…) No podemos tener a nuestros niños sin estudiar. No podemos hipotecar la competitividad de nuestras promociones de niños. No podemos hacer que dos promociones de nuestros niños no tengan una educación con el mismo nivel de calidad que cualquier otra".

 

Todo los niños no tienen un espacio y medios adecuados para estudiar en casa

En mi opinión, esta brecha digital, evidente ya en el final de curso del año 2020 al comparar la educación aportada desde los centros públicos respecto a los concertados o privados, se une a la brecha ya existente, desde hace años, del bilingüismo. Y en este caso, aunque no soy un experto en la materia, me permito ofrecer mi opinión debido a que tengo un hijo escolarizado y me he tenido que enfrentar a esa brecha de manera directa.

 

Como conclusión al artículo me gustaría realizar una breve reflexión. En la vida, cada decisión que tomamos tiene unas consecuencias. Es la invariable ecuación de la causa-efecto.

 

El confinamiento social de la práctica totalidad de la población a causa de un virus, cuya tasa de mortalidad sólo es preocupante en las últimas cohortes de la pirámide poblacional, fue una decisión que conllevó unos efectos tanto positivos como negativos. Logramos aplanar la curva de contagios y muertes, pero a costa de crear, como hemos repasado, otra serie de problemas asociados que darán la cara en los próximos años.

 

Fue una medida desesperada ante una situación que se podía haber controlado mucho antes y de mejor manera de lo que se hizo. Y ello nos debería poner sobre aviso de la necesidad de implementar medidas preventivas ante posibles catástrofes naturales que se ciernen, cuan espada de Damocles, sobre nuestras cabezas desde hace tiempo.

 

Sirva esta pandemia como aviso y experiencia para prevenir, en un futuro, las medidas desesperadas que se toman por la desidia de nuestros gobernantes a la hora de tomar decisiones en su momento.

 

 

Bibliografía:

 

1.     Mutti, D. et al. Parental History of Myopia, Sports and Outdoor Activities, and Future Myopia. Investigative Ophthalmology & Visual Science August 2007, Vol.48, 3524-3532

2.     Rose KA et al. Role of near work in myopia: findings in a sample of Australian school children. Invest Ophthalmol Vis Sci. 2008 Jul; 49(7):2903-10.

3.     Wang, C., Pan, R., Wan, X., Tan, Y., Xu, L., Ho, C. S. y Ho, R. C. (2020). Immediate psychological responses and associated factors during the initial stage of the 2019 Coronavirus disease (COVID-19) epidemic among the general population in China. International Journal of Environmental Research and Public Health, 17 (5), 1729. https://doi.org/10.3390/ijerph17051729

4.     Espada, J., et al. Las buenas prácticas en atención psicológica Infato-Juvenil ante el COVID-19. Clinica y Salud (2020)  31(2) 109-113

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