Si os preguntara por un gran monasterio que se
encuentra a menos de 100 Km. de Madrid seguro que todos me contestaríais El
Escorial. Ahora bien, si os dijera que se encuentra en la provincia de Cuenca
seguro que dudaríais bastante vuestra respuesta.
El monasterio de Uclés es uno de los grandes tesoros
escondidos entre las tierras manchegas, siempre tan infravaloradas en lo que al
turismo cultural se refiere. De hecho, en la zona se le conoce como El Escorial
de la Mancha dada su similar empaque arquitectónico. Por tanto, es momento de
realizar una aproximación a una de las visitas domingueras desde la capital que
seguro os agradarán.
¿Cómo
llegar?
Uclés es una pequeña población que se encuentra a
escasos 100 Km de Madrid, siendo el trayecto muy cómodo a través de la autovía
A-3. Tendremos que desviarnos en la salida 90, un poco después de pasar
Tarancón, cabeza de la comarca famosa por sus dulces llamados borrachos. Tras
atravesar la pequeña población de Tribaldos llegaremos a Uclés en apenas 10
minutos, tiempo que se tarda en recorrer los 6 Km que separan la población de
la autovía.
Justo antes de llegar a Uclés existe un precioso
mirador, a nuestra mano derecha, desde el que tener una preciosa primera toma
de contacto con el monasterio que vamos a visitar. Está justo tras un repecho
de la carretera por lo que debemos ir despacio si no queremos pasárnoslo.
Una vez entremos en el pueblo veremos un pequeño
cartel que nos indica el desvío hacia el monasterio, accediendo a través de una
estrecha carretera que sube el cerro en el que se encuentra. Salvo momentos de
gran afluencia podremos aparcar nuestro vehículo justo en la explanada que se
extiende entre el monasterio y el castillo.
¿Qué
vamos a ver?
Comencemos nuestra visita por la explanada del
aparcamiento. A un lado se alza, imponente, la torre de homenaje del castillo árabe. Es una construcción maciza,
realizada en sillares, la cual está unida por un pequeño puente a una segunda
torre, llamada de la Plata. Para poder apreciarla deberemos rodear el risco de
la torre de homenaje por su lado izquierdo. Desde esa perspectiva tendremos la
panorámica del resto de muralla que se ha conservado, el cual llega hasta la
torre Albarrana.
Lamentablemente esta edificación no es visitable en su
interior, por lo que nos tendremos que conformar con admirarla en su exterior.
Otro punto interesante son las caballerizas del monasterio, anexas a la torre
de homenaje. En la entrada podemos admirar, si somos observadores, unos
sillares procedentes de la ciudad romana de Segóbriga. Esto nos debe poner
sobre-aviso respecto a la gran antigüedad de poblamiento en esta zona. De época
romana se conservan restos de fortificaciones cerca del Puente de las Tenerías,
o la Fuente Redonda, a unos dos kilómetros fuera del pueblo.
Pero volvamos nuestros pasos hacia el Monasterio de Uclés, verdadero
protagonista de nuestra visita. La fachada
que se abre al aparcamiento es la sur,
la cual data del siglo XVII. Realizada por Pedro de Ribera en estilo churrigueresco,
numerosos elementos decorativos pueblan la portada principal. Destaca, en lo
más alto, la figura de Santiago Apóstol, lo que nos indica que este monasterio
pertenece a la Orden de Santiago, una de las más importantes de la reconquista
cristiana de la Península Ibérica.
Porta Santiago una espada, lo que unido a las figuras
de los dos moros que le enmarcan más abajo, nos indica su función de matamoros.
Imagen ideal y motivadora en la reconquista, se trata de una interpretación
errónea del símbolo, el cual remite a su martirio. Aunque las crónicas indiquen
su participación en la Batalla de Clavijo, lo cierto es que Santiago nunca
luchó contra los musulmanes (pues nunca llegó a conocerlos en vida). En la
espada podemos leer (con prismáticos) la inscripción Fidei defensio, defender la fe, que fue lema de la Orden de
Santiago.
Resulta interesante, una vez realizada la visita al
interior, recorrer el monasterio perimetralmente, pues vamos a descubrir los
diferentes estilos arquitectónicos en los que fue construido. Es más, sin nos
fijamos detenidamente en la fachada sur, veremos que en los laterales existe un
cambio en la construcción por la decoración de las ventanas e, incluso, por un
cambio en la altura de uno de los pisos (fijaros en las ventanas).
Las fachadas
norte y oeste están realizadas en estilo herreriano, razón por la cual se
le suele comparar a este monasterio con El Escorial. Las torres de pizarra con
pináculos y el estilo austero se repiten aquí con gran destreza. La fachada este, por el contrario, posee
un elegante estilo plateresco, reflejado en la decoración, mediante
bajorrelieves ornamentales con motivos alegóricos. El paseo por el perímetro
del monasterio es cómodo y nos sirve para divisar, desde la mota en la que nos
encontramos, toda la comarca.
Lo primero que debemos hacer al ingresar al monasterio
es sacar la entrada, cuya oficina se encuentra a mano derecha. Existen
audio-guías y la posibilidad de realizar visitas guiadas, por lo que os
recomiendo informaros en su página web antes de visitarlo: https://www.monasterioucles.com/
Lo primero que veremos será un excepcional patio claustral de doble altura. La
arcada inferior de 36 vanos está decorada con ornamentos escultóricos, mientras
que la superior posee diferentes blasones.
En el centro del patio existe un aljibe con brocal
barroco de piedra y con los escudos, Real y de Santiago, en cada uno de los
lados.
En la torre de tipo herreriano que queda en el
monasterio podemos ver un gallo veleta y, justo debajo, una esfera. Allí dentro
colocaron los monjes diversas reliquias con las que esperaban estar protegidos
de los rayos, cosa que no les funcionó con anteriores torres que fueron
destruidas por este motivo.
Desde el patio nuestra visita continuará por el refectorio, lugar en el que comían
los monjes. El monasterio, actualmente, es utilizado para diferentes eventos y
cursos de verano, razón por la cual el mobiliario en el que se come actualmente
es moderno. La primera sensación será un poco decepcionante al entrar en esta
sala, pero se soluciona alzando la vista hacia el techo. Un excepcional
artesonado tallado en oscura madera de pino se conserva de manera original.
Posee 36 casetones decorados con diferentes personajes de difícil atribución.
Se piensa que se trata de caballeros de la Orden de Santiago, aunque también
podemos ver un romano con su toga o un esqueleto, símbolo del tempus fugit. Justo a la izquierda de
esta lúgubre imagen existe otra con una ilusión óptica, pues para un lado vemos
la cara de perfil de un joven y hacia el otro, en el pelo, la cara de un
anciano. Tal vez, símbolo del paso del tiempo. La única cara que se suele
identificar es la de Carlos I, reconocible por la espada que posee en una mano,
el orbe en la otra, y la corona.
La siguiente parada será la sacristía, realizada en estilo plateresco. Está formada por dos naves situadas en ángulo
recto y el techo, configurado con una elaborada bóveda de crucería con
elementos ojivales, es una muestra de sabiduría arquitectónica dado lo plano
del mismo.
De este lugar merece la pena destacar la pila en la
que se lavaban los monjes, tallada en una sola pieza, los decorados armarios
empotrados o los elementos decorativos escultóricos que adornan las columnas,
las pilastras y los marcos de las ventanas.
Resulta verdaderamente sorprendente que aún se
conserven los armarios, dadas las vicisitudes por las que atravesó esta
edificación. Saqueada en varias ocasiones por los franceses durante la Guerra
de la Independencia (la Batalla de Uclés fue uno de sus grandes éxitos
militares), más tarde fue hospital republicano durante la Guerra Civil,
sufriendo numerosos saqueos y pérdidas durante la contienda (por ejemplo, el
altar mayor de la iglesia fue utilizado como combustible). Y, por último, tras
la guerra, fue cárcel. Todo ello influyó en que, hoy día, la riqueza de lugar
sea más arquitectónica que de otro tipo, conservándose escasos tesoros
escultóricos de los muchos que en su día albergó.
La Iglesia del
monasterio fue realizada en estilo herreriano por un discípulo de Juan de
Herrera, Francisco de Mora, quién le imprimió el estilo realizado en El
Escorial. Tiene una sola nave y diferentes capillas en las que nos van a
descubrir diferentes aspectos relacionados con la Orden de Santiago y el
edificio del monasterio.
Recorriéndolas detenidamente descubriremos, por
ejemplo, que aquí fue enterrado el famoso poeta Jorge Manrique, autor de las Coplas a la muerte de su padre.
Lamentablemente su tumba se perdió en algún traslado pasado e ignoramos el
lugar exacto en el que descansas sus restos dentro del monasterio. También nos
percataremos de la importancia de la Orden de Santiago tanto en la reconquista
como en la evangelización de América. ¿Nunca habíais asociado la gran cantidad
de ciudades llamadas Santiago en el continente americano con esta Orden de
Caballería? Un detallado mapa os sacará de vuestro error.
Igualmente, veremos ilustres personajes que formaron
parte de la Orden de Santiago, un honor toda vez terminada su acción bélica.
Uno de ellos fue Velázquez, quién tuvo problemas por la ascendencia morisca de
su madre y por su oficio manual. El rey tuvo que insistir mucho para que le
fuera concedida la distinción y al final lo consiguió, tal como aparece en el
famoso retrato de Las Meninas. Ahora
bien, esa cruz fue añadida a posteriori por otra mano diferente a Velázquez.
Respecto a la iglesia, su retablo mayor fue
reconstruido fielmente respecto al original, destacando el gran cuadro de
Santiago a caballo, obra de Francisco Rizi, pintor de cámara de Carlos II.
También es destacable la impresionante reja que separa el altar del resto de la
nave.
Subiendo las escaleras entre la sacristía y la iglesia
accederemos a la zona del coro, desde el que se obtienen unas excelentes vistas
de la iglesia. Aquí existe una exposición en paneles sobre la historia
cronológica del cristianismo.
Seguro que para este momento tenéis una sensación de deja vú respecto a este monasterio. Es
normal. Ha sido escenario de numerosas series (El Ministerio del Tiempo, Águila
Roja…), películas (Alatriste) y anuncios publicitarios (Aquarius).
La última parte de la visita nos lleva a una
espléndida y curiosa escalera doble.
Data del siglo XVII y, dadas sus dimensiones, el arquitecto tuvo que desplazar
los arcos, tanto el inferior como los superiores, para poderla construir según
los deseos de los monjes.
Termina aquí una visita que os sorprenderá por la
riqueza arquitectónica que atesora. Lamentablemente, el transcurso del tiempo
le privó de su belleza ornamental escultórica, razón por la cual la comparación
con el monasterio de El Escorial resulta, tal vez, excesiva. Ahora bien, la
calidad de la construcción bien merece una visita.
Y si aún os habéis quedado con ganas de seguir
cultivándoos de historia nada mejor que acercaros al cercano parque
arqueológico de Segóbriga. Ya publiqué un post monográfico sobre este
yacimiento romano que podéis consultar aquí.
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