domingo, 5 de abril de 2020

Francis Drake tiene una fama inmerecida

Hace poco terminé de leer el libro Inglaterra derrotada (La esfera de los Libros), del escritor Álvaro van den Brule, el cual trata sobre “las grandes hazañas navales de España frente a su mayor enemigo”: Inglaterra.

En uno de sus capítulos, este historiador de origen holandés y nacido en el país Vasco, aborda la controvertida figura de Francis Drake. Héroe para los habitantes de la pérfida Albión y pirata sin escrúpulos para los católicos españoles imperiales, su figura siempre ha creado una controversia de difícil acuerdo entre las partes implicadas.

Álvaro van den Brule se posiciona en el bando de los segundos, llegando a afirmar que se trata del “inmerecidamente más famoso pirata de todos los tiempos”. ¿Hasta qué punto es cierta esta afirmación?


Francis Drake era conocido en España como Francisco Draque. Todo el mundo sabe lo pertinaces que podemos ser los españoles con nuestro lenguaje, sin que ello sea un motivo de insulto para el aludido, sino que únicamente muestra nuestra necesidad innata de españolizar cualquier extranjerismo, incluso los nombres propios. No obstante, siempre me gustó que los turistas llamaran a la Puerta del Sol por su nombre y lo mismo hago yo cuando visito Trafalgar Square, por lo que seguiremos con el nombre que le pusieron sus padres, Edmund Drake, un granjero y predicador protestante, y Mary Mylwaye, la cual tuvo otros once hijos después. Corría el año 1540 en un pequeño pueblo de Inglaterra llamado Tavistock (Devon).

Francis Drake retratado por Marcus Gheeraerts el Joven (1600)

Como el mayor de la camada tuvo que buscarse pronto las habichuelas y lo hizo como aprendiz de marino, en el barco de su vecino, que comerciaba atravesando el Canal de la Mancha. Aunque a su muerte le legó la embarcación, tal trabajo se quedaba pequeño para este intrépido inglés ligado al mar ya de por vida. A los 20 años lo situamos en barcos mercantes que negociaban en los puertos cantábricos de Vizcaya y, con 25 años, acompañando a su primo segundo, John Hawkins, en uno de sus viajes pertenecientes a su lado más oscuro. Álvaro van den Brule no comenta nada al respecto en su obra, tal vez por no ser Drake el principal motor del viaje, o por no caer en un anacronismo al realizar una lectura interesada desde el presente. En aquel viaje de primeros de diciembre de 1567 realizaron una visita por la costa africana occidental, capturando a más de 200 personas de raza negra en Cabo Verde, Guinea y San Jorge de la Mina, las cuales las vendieron en Dominica, Margarita y Borburata (Venezuela). El tráfico de esclavos entre África y la recién descubierta América era una actividad aceptada entonces, aunque hoy la consideremos aborrecible.

Este suceso nos muestra el cambio de perspectiva que Drake dio a su vida como marino. De tener una experiencia en el comercio mercante pasó al tráfico de esclavos y, posteriormente, a las actividades propias del corso. No en vano, su primo John Hawkins ha pasado a la historia como otro de los piratas más afamados de Inglaterra.

Un segundo vector importante en la configuración de su esquema vital ocurrió en aquel mismo viaje, cuando tras una sucesión de asaltos corsarios a diversos barcos mercantes en el Caribe y a varias poblaciones costeras del continente, el destino les llevó al peor lugar que podían imaginar.

Hay que indicar que su llegada a San Juan de Ulúa, una de las fortalezas más imponentes de Nueva España,  no se produjo por ignorancia, sino que fue una terrible tormenta la que les empujó hasta allí. Los ingleses, tras un año de pillerías por todo el Caribe, pretendían regresar  a su patria tras realizar las reparaciones pertinentes. Y para no tener problemas con las autoridades locales entró en el puerto tras dos embarcaciones españolas apresadas anteriormente. De esta forma engañó a las autoridades locales y exigió la reparación de sus naves, creyendo tener asegurada su parada con los rehenes capturados (algunos oficiales fueron a recibir a los recién llegados creyendo ser una armada española) y el acuerdo alcanzado con el virrey Martín Enríquez de Almansa.

Pero las hazañas de estos ingleses en Nueva España habían sido notorias hasta entonces, razón por la cual la flota del almirante Francisco Luján, que casualmente llegaba a puerto por entonces, decidió saltarse la tregua imperante entre Inglaterra y España y devolver a los ingleses algo de su propia medicina. Cuatro de las seis embarcaciones inglesas fueron hundidas o abordadas. Sólo dos sobrevivieron. Uno fue el Judith, capitaneado por Francis Drake, que huyó nada más comenzar la fiesta. El otro el Jesus of Lubeck, comandado por John Hawkins, quien tuvo la vergüenza torera de plantar cara a pesar de la inferioridad y escapar al anochecer muy dañado. La derrota de la flotilla inglesa fue total, capturando los españoles todo lo atesorado por los piratas en sus correrías anteriores.

La derrota el 14 de septiembre de 1568 en San Juan de Ulúa tuvo dos importantes consecuencias para Drake: desde entonces desarrolló un odio visceral hacia los españoles y su primo John Hawkins jamás le perdonaría su cobarde huida, lo que les enemistaría de por vida.

Resulta curioso que Álvaro van den Brule, en su descripción de la vida de Drake, olvide indicar el éxito que tuvo el 31 de marzo de 1573, cuando aliado junto al corsario francés Guillaume Le Testu logró capturar un convoy de plata español en Nombre de Dios (Panamá). No todo fueron derrotas para este pirata, que debido a este asalto logró, junto a sus marineros, riquezas suficientes como para pasar el resto de sus vidas.

También es indicativo de su subjetiva visión que un importante episodio de su vida apenas ocupe un breve párrafo. Me refiero a su viaje, entre 1577 y 1580, que le llevó a convertirse en el primer inglés que dio, literalmente, la vuelta al mundo, y la segunda persona en hacerlo, después de que lo consiguiera Juan Sebastián Elcano 60 años antes.

Esta travesía fue un rotundo éxito para Francis Drake, pues supuso vengarse de los españoles, a los que saqueó sin compasión una vez atravesado el Estrecho de Magallanes. El 5 de diciembre de 1578, por ejemplo, saqueó el puerto de Valparaíso. Y numeroso barcos cayeron en sus redes.

Tras fundar un puerto al norte de Nueva España (en la costa norte de Carolina), emprendió el regreso atravesando el Océano Pacífico y cruzando, más tarde, el cabo de Buena Esperanza, ya en África. Llegó a Plymouth el 26 de septiembre de 1580 cargado de especias y riquezas capturadas en el trayecto. Tras tal travesía, la reina Isabel I le nombró caballero en la cubierta de su navío, el galeón Golden Hind (Cierva Dorada) el 4 de abril de 1581. Este navío quedó atracado en Deptford como monumento conmemorativo y, aún hoy en día, existen varias réplicas del mismo, siendo la más famosa la atracada en el Támesis y que es visitable por todos aquellos que viajan hasta Londres.
 
Réplica del navío con el que Francis Drake circunnavegó la Tierra
En 1585 comenzó la guerra anglo-española, pues Felipe II estaba ya cansado de que los ingleses se entrometieran en su imperio, principalmente en la zona del Caribe con la piratería y en Flandes con su apoyo a los protestantes. De nuevo, Álvaro van den Brule obvia hacer referencia alguna a los sucesos exitosos llevados a cabo por Francis Drake en aquellos años.

El 14 de septiembre de 1585, 17 años después de su derrota en San Juan de Ulúa, Drake partió hacia occidente con el objetivo de hacer el mayor daño posible a España. En la península atacó Vigo y Baiona, aunque la defensa de los lugareños le hizo retirarse antes de lo deseado. Se dejó caer por las islas Canarias y Cabo Verde, donde incendió Santiago, antes de cruzar el Atlántico. En la zona del Caribe realizó dos importantes golpes de mano. Primero capturó Santo Domingo, la cual devolvió, tras saquearla, mediante el rescate de 25.000 ducados. Mayor beneficio obtuvo por el rescate de Cartagena de Indias, tomada al asalto con nocturnidad y alevosía: 107.000 ducados tras seis semanas en su poder. El 28 de julio de 1586 llegaba al puerto de Portsmouth la flota inglesa tras haber realizado un importante castigo a los españoles en Nueva España.

Más trascendental si cabe fue su ataque, en 1587, contra la ciudad de Cádiz. Allí se estaban preparando los navíos que integrarían una flota de invasión de Inglaterra, la mal llamada Armada Invencible. Drake, en un taque sorpresa, logró destruir 30 navíos y saquear la ciudad sin casi sufrir bajas. En su regreso, capturó la carraca San Felipe, que procedente de las Indias venía cargada de riquezas.

La importancia de este ataque no fue sólo su éxito, sino lograr retrasar la invasión de Inglaterra un año más. A la postre tal retraso fue fundamental, pues Álvaro de Bazán moriría y no podría comandar tal armada, cuyo mando se trasladó al inexperto Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia, con las consabidas funestas consecuencias.

No es tan conocido para el gran público, tal como indica Álvaro van den Brule, la existencia de una Contraarmada inglesa (también podríamos denominarla la Armada Invencible inglesa) que atacó a España el año 1589. Esta flota poseía una magnitud similar a la armada española del año anterior, pues constaba de entre 150-200 barcos y más de 23.000 hombres. Y el resultado fue un estrepitoso final, más humillante si cabe que la española, pues ninguno de los objetivos ingleses pudieron si quiera intuirse.

Pretendían los ingleses devolver el ataque a España aprovechando la debilidad de su flota tras las bajas sufridas por los elementos al bordear las Islas Británicas en su regreso a la Península. El primer objetivo era destruir el resto de la armada enemiga, cuya mayor parte estaba reparándose en Santander. Más tarde, se pretendía tomar Lisboa, haciendo a los portugueses aliados contra Felipe II y, de paso adueñarse de alguna de las islas Azores como base para atacar el comercio español con las Indias. Pero nada de eso pudo llevarse a cabo.

Drake, con su vena corsaria inflamada al escuchar rumores de un tesoro en La Coruña (algo totalmente falso), decidió desoír las órdenes recibidas y se precipitó contra mal defendida ciudad gallega, en un ataque que pretendía igualar el realizado en Cádiz dos años antes. Pero Drake se encontró con una encolerizada defensa de los locales, donde lucharon hasta mujeres y niños, sobresaliendo la ya legendaria en la zona María Pita.

Este primer envite inglés supuso un estrepitoso fracaso, pues además de perder 1.300 hombres y tres buques en el ataque fallido, tuvo que enfrentarse a la deserción de otras diez naves y un millar de hombres poco después. Siguió el almirante Drake hacia Lisboa, siguiendo el plan original. Creían los ingleses que con su sola presencia los portugueses les apoyarían, pero, muy al contrario, decidieron defenderse con uñas y dientes. Norreys, general de las tropas inglesas, desembarcó en Peniche y se dirigió a Lisboa a pie en una travesía durísima por el hostigamiento local. Llegaron a Lisboa muy cansados y fueron masacrados por la armada española al mando de Alonso de Bazán, que acribilló a sus tropas terrestres desde las galeras. Norreys aguantó todo lo que pudo en aquellas pésimas condiciones y acusó a Drake de cobarde por no ayudarle, pues el corsario inglés no se decidió a entrar en el Tajo debido a las defensas lisboetas.

Huir de Lisboa no fue tarea fácil y la persecución de las galeras de Martín de Padilla supuso un acoso y derribo constante que dejó a la armada inglesa muy mermada. Nada pudo hacer para llevar a cabo la toma de alguna isla en las Azores debido a la resistencia de los locales. La enfermedades que asolaron a la tripulación, de tifus principalmente, y los daños causados por sendas tormentas desanimaron a Drake de proseguir con aquella empresa ruinosa.

El 10 de julio de 1589 atracaba Drake en Plymouth con las manos vacías. Había perdido numerosas embarcaciones (en torno a 40) y al 70% de un mínimo de 18.000 hombres. Pero lo peor era el coste económico desproporcionado de tal operación que consumió el tesoro real de Isabel I. La Armada Inglesa había costado unas 160.000 libras, logrando Drake devolver a los inversores nada más que 29.000 libras con sus escasas capturas. Resulta lógico el enfado de la reina inglesa y el ostracismo al que fue castigado Drake durante los siguientes seis años. Este episodio se considera uno de los mayores desastres de la flota inglesa de todos los tiempos.

El mal camino que tomaba la guerra para Inglaterra hizo que Isabel I volviera a escuchar el alocado plan que Drake le presentó. Su objetivo era atacar las Indias españolas y crear una base en Panamá desde donde hostigar a los españoles permanentemente. Su segunda expedición a la América española fue una sucesión de derrotas y desastres, lo que era un claro ejemplo de que su tiempo como corsario de oportunidad ya había pasado. Ahora los españoles estaban mejor defendidos y eran más cautos. Drake fue derrotado en San Juan de Puerto Rico primero y en Panamá después. Aquí tuvo que huir a través de la selva, siendo perseguido tenazmente por las fuerzas de los capitanes Enríquez y Agüero. Enfermo de disentería, moriría, a la edad de 56 años, en enero de 1596. Su cuerpo fue lanzado al mar en un ataúd lastrado y, aún hoy en día, se busca con ahínco encontrar sus huesos.

¿Fue Francis Drake un héroe o un villano?

Si leemos el libro de Álvaro van den Brule concluiremos que un auténtico villano merecedor de su infame final. En cambio, si nos documentamos sobre él en medios ingleses, lo veremos como una especie de héroe nacional que supo golpear al imperio español cuando Inglaterra aún era un pequeño país isleño.

En realidad ni una ni otra son versiones verdaderas, pues se tratan de dos caras de la misma moneda. Francis Drake fue a la vez un pirata sanguinario y un guerrero que luchaba contra el enemigo de su país.

Su éxito se debió a que realizar el corso sobre poblaciones escasamente defendidas era una actividad relativamente sencilla. Atacar y marcharse antes de entablar batalla era sencillo en las distancias kilométricas que poseía España en las Indias occidentales. Pero su modus operandi fracasó, como el de cualquier pirata, cuando las armadas se fortalecieron y los puertos se fortificaron.

Francis Drake fue un pirata. Uno de los peores, pues su odio hacia todo lo español provocó que fuera realmente sangriento y depredador. Pero sus acciones no podemos evaluarlas desde el presente, pues cometeríamos un error anacrónico.

Por ello, creo más adecuado presentar a este personaje en su totalidad, con sus hazañas y sus vergüenzas, para quedarnos con una imagen más real y objetiva que la de otros historiadores que, en un exceso de celo, se ciegan de un mal entendido patriotismo para presentarnos versiones deformadas de personajes históricos.

Y vosotros, ¿qué opinión tenéis sobre Francis Drake?

2 comentarios:

  1. Buenas,

    Hasta que leí esta entrada tenía una imagen del pirata similar al que presentan ciertas versiones españolas como la que cita en ese libro, pero ahora me he quedado con una impresión mixta tras saber de sus victorias y no solo de sus derrotas. Como en sus entradas anteriores, siempre me resulta entretenido leer lo que lo escribe.

    Un saludo

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    1. Muchas gracias por leerme, batracio inconformista. Me alegra abrir la mente respecto a las versiones tradicionales y animar a investigar un poco más.
      Saludos

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