Hace poco terminé de leer el libro Inglaterra derrotada (La esfera de los
Libros), del escritor Álvaro van den Brule, el cual trata sobre “las grandes
hazañas navales de España frente a su mayor enemigo”: Inglaterra.
En uno de sus capítulos, este historiador
de origen holandés y nacido en el país Vasco, aborda la controvertida figura de
Francis Drake. Héroe para los habitantes de la pérfida Albión y pirata sin
escrúpulos para los católicos españoles imperiales, su figura siempre ha creado
una controversia de difícil acuerdo entre las partes implicadas.
Álvaro van den Brule se posiciona en el
bando de los segundos, llegando a afirmar que se trata del “inmerecidamente más famoso pirata de todos
los tiempos”. ¿Hasta qué punto es cierta esta afirmación?
Francis Drake era conocido en España como
Francisco Draque. Todo el mundo sabe lo pertinaces que podemos ser los
españoles con nuestro lenguaje, sin que ello sea un motivo de insulto para el
aludido, sino que únicamente muestra nuestra necesidad innata de españolizar
cualquier extranjerismo, incluso los nombres propios. No obstante, siempre me
gustó que los turistas llamaran a la Puerta del Sol por su nombre y lo mismo
hago yo cuando visito Trafalgar Square, por lo que seguiremos con el nombre que
le pusieron sus padres, Edmund Drake, un granjero y predicador protestante, y
Mary Mylwaye, la cual tuvo otros once hijos después. Corría el año 1540 en un
pequeño pueblo de Inglaterra llamado Tavistock (Devon).
Francis Drake retratado por Marcus Gheeraerts el Joven (1600) |
Como el mayor de la camada tuvo que
buscarse pronto las habichuelas y lo hizo como aprendiz de marino, en el barco de su vecino, que comerciaba
atravesando el Canal de la Mancha. Aunque a su muerte le legó la
embarcación, tal trabajo se quedaba pequeño para este intrépido inglés ligado
al mar ya de por vida. A los 20 años lo situamos en barcos mercantes que
negociaban en los puertos cantábricos de Vizcaya y, con 25 años, acompañando a
su primo segundo, John Hawkins, en uno de sus viajes pertenecientes a su lado más
oscuro. Álvaro van den Brule no comenta nada al respecto en su obra, tal vez
por no ser Drake el principal motor del viaje, o por no caer en un anacronismo
al realizar una lectura interesada desde el presente. En aquel viaje de primeros
de diciembre de 1567 realizaron una
visita por la costa africana occidental, capturando a más de 200 personas de
raza negra en Cabo Verde, Guinea y San Jorge de la Mina, las cuales las
vendieron en Dominica, Margarita y Borburata (Venezuela). El tráfico de esclavos entre África y la
recién descubierta América era una actividad aceptada entonces, aunque hoy la
consideremos aborrecible.
Este suceso nos muestra el cambio de
perspectiva que Drake dio a su vida como marino. De tener una experiencia en el
comercio mercante pasó al tráfico de esclavos y, posteriormente, a las
actividades propias del corso. No en vano, su primo John Hawkins ha pasado a la
historia como otro de los piratas más afamados de Inglaterra.
Un segundo vector importante en la
configuración de su esquema vital ocurrió en aquel mismo viaje, cuando tras una
sucesión de asaltos corsarios a
diversos barcos mercantes en el Caribe y a varias poblaciones costeras del
continente, el destino les llevó al peor lugar que podían imaginar.
Hay que indicar que su llegada a San Juan de Ulúa, una de las fortalezas
más imponentes de Nueva España, no se
produjo por ignorancia, sino que fue una terrible tormenta la que les empujó
hasta allí. Los ingleses, tras un año de pillerías por todo el Caribe,
pretendían regresar a su patria tras
realizar las reparaciones pertinentes. Y para no tener problemas con las
autoridades locales entró en el puerto tras dos embarcaciones españolas
apresadas anteriormente. De esta forma engañó a las autoridades locales y
exigió la reparación de sus naves, creyendo tener asegurada su parada con los
rehenes capturados (algunos oficiales fueron a recibir a los recién llegados
creyendo ser una armada española) y el acuerdo alcanzado con el virrey Martín
Enríquez de Almansa.
Pero las hazañas de estos ingleses en Nueva España habían sido notorias
hasta entonces, razón por la cual la flota del almirante Francisco Luján, que
casualmente llegaba a puerto por entonces, decidió saltarse la tregua imperante
entre Inglaterra y España y devolver a los ingleses algo de su propia medicina.
Cuatro de las seis embarcaciones inglesas fueron hundidas o abordadas. Sólo dos
sobrevivieron. Uno fue el Judith,
capitaneado por Francis Drake, que huyó nada más comenzar la fiesta. El otro el
Jesus of Lubeck, comandado por John
Hawkins, quien tuvo la vergüenza torera de plantar cara a pesar de la
inferioridad y escapar al anochecer muy dañado. La derrota de la flotilla
inglesa fue total, capturando los españoles todo lo atesorado por los piratas
en sus correrías anteriores.
La derrota el 14 de septiembre de 1568 en San
Juan de Ulúa tuvo dos importantes consecuencias para Drake: desde entonces
desarrolló un odio visceral hacia los españoles y su primo John Hawkins jamás
le perdonaría su cobarde huida, lo que les enemistaría de por vida.
Resulta curioso que Álvaro van den Brule,
en su descripción de la vida de Drake, olvide indicar el éxito que tuvo el 31 de marzo de 1573, cuando aliado
junto al corsario francés Guillaume Le Testu logró capturar un convoy de plata español en Nombre de Dios
(Panamá). No todo fueron derrotas para este pirata, que debido a este asalto
logró, junto a sus marineros, riquezas
suficientes como para pasar el resto de sus vidas.
También es indicativo de su subjetiva
visión que un importante episodio de su vida apenas ocupe un breve párrafo. Me
refiero a su viaje, entre 1577 y 1580, que le llevó a
convertirse en el primer inglés que dio, literalmente, la vuelta al mundo, y la segunda persona en hacerlo, después de que lo
consiguiera Juan Sebastián Elcano 60 años antes.
Esta travesía fue un rotundo éxito para
Francis Drake, pues supuso vengarse de los españoles, a los que saqueó sin
compasión una vez atravesado el Estrecho de Magallanes. El 5 de diciembre de
1578, por ejemplo, saqueó el puerto de Valparaíso. Y numeroso barcos cayeron en
sus redes.
Tras fundar un puerto al norte de Nueva
España (en la costa norte de Carolina), emprendió el regreso atravesando el
Océano Pacífico y cruzando, más tarde, el cabo de Buena Esperanza, ya en
África. Llegó a Plymouth el 26 de septiembre de 1580 cargado de especias y
riquezas capturadas en el trayecto. Tras
tal travesía, la reina Isabel I le nombró caballero en la cubierta de su navío, el galeón Golden Hind (Cierva Dorada) el 4 de abril de 1581. Este navío
quedó atracado en Deptford como monumento conmemorativo y, aún hoy en día,
existen varias réplicas del mismo, siendo la más famosa la atracada en el
Támesis y que es visitable por todos aquellos que viajan hasta Londres.
En 1585 comenzó la guerra anglo-española,
pues Felipe II estaba ya cansado de que los ingleses se entrometieran en su
imperio, principalmente en la zona del Caribe con la piratería y en Flandes con
su apoyo a los protestantes. De nuevo, Álvaro van den Brule obvia hacer
referencia alguna a los sucesos exitosos llevados a cabo por Francis Drake en
aquellos años.
El 14
de septiembre de 1585, 17 años después de su derrota en San Juan de Ulúa, Drake partió hacia occidente con el
objetivo de hacer el mayor daño posible a España. En la península atacó
Vigo y Baiona, aunque la defensa de los lugareños le hizo retirarse antes de lo
deseado. Se dejó caer por las islas Canarias y Cabo Verde, donde incendió
Santiago, antes de cruzar el Atlántico. En la zona del Caribe realizó dos importantes golpes de mano.
Primero capturó Santo Domingo, la cual devolvió, tras saquearla, mediante el
rescate de 25.000 ducados. Mayor beneficio obtuvo por el rescate de Cartagena
de Indias, tomada al asalto con nocturnidad y alevosía: 107.000 ducados tras
seis semanas en su poder. El 28 de julio de 1586 llegaba al puerto de Portsmouth
la flota inglesa tras haber realizado un importante castigo a los españoles en
Nueva España.
Más trascendental si cabe fue su ataque, en 1587, contra la ciudad de Cádiz.
Allí se estaban preparando los navíos que integrarían una flota de invasión de
Inglaterra, la mal llamada Armada Invencible. Drake, en un taque sorpresa,
logró destruir 30 navíos y saquear la ciudad sin casi sufrir bajas. En su
regreso, capturó la carraca San Felipe,
que procedente de las Indias venía cargada de riquezas.
La importancia de este ataque no fue sólo
su éxito, sino lograr retrasar la invasión de Inglaterra un año más. A la
postre tal retraso fue fundamental, pues Álvaro de Bazán moriría y no podría
comandar tal armada, cuyo mando se trasladó al inexperto Alonso Pérez de Guzmán,
duque de Medina Sidonia, con las consabidas funestas consecuencias.
No es tan conocido para el gran público,
tal como indica Álvaro van den Brule, la existencia de una Contraarmada inglesa (también podríamos denominarla la Armada
Invencible inglesa) que atacó a España el año 1589. Esta flota poseía una
magnitud similar a la armada española del año anterior, pues constaba de entre
150-200 barcos y más de 23.000 hombres. Y el resultado fue un estrepitoso
final, más humillante si cabe que la española, pues ninguno de los objetivos
ingleses pudieron si quiera intuirse.
Pretendían los ingleses devolver el ataque
a España aprovechando la debilidad de su flota tras las bajas sufridas por los
elementos al bordear las Islas Británicas en su regreso a la Península. El
primer objetivo era destruir el resto de la armada enemiga, cuya mayor parte
estaba reparándose en Santander. Más tarde, se pretendía tomar Lisboa, haciendo
a los portugueses aliados contra Felipe II y, de paso adueñarse de alguna de
las islas Azores como base para atacar el comercio español con las Indias. Pero
nada de eso pudo llevarse a cabo.
Drake, con su vena corsaria inflamada al
escuchar rumores de un tesoro en La Coruña (algo totalmente falso), decidió
desoír las órdenes recibidas y se precipitó contra mal defendida ciudad
gallega, en un ataque que pretendía igualar el realizado en Cádiz dos años
antes. Pero Drake se encontró con una encolerizada defensa de los locales,
donde lucharon hasta mujeres y niños, sobresaliendo la ya legendaria en la zona
María Pita.
Este primer envite inglés supuso un
estrepitoso fracaso, pues además de perder 1.300 hombres y tres buques en el
ataque fallido, tuvo que enfrentarse a la deserción de otras diez naves y un
millar de hombres poco después. Siguió el almirante Drake hacia Lisboa,
siguiendo el plan original. Creían los ingleses que con su sola presencia los
portugueses les apoyarían, pero, muy al contrario, decidieron defenderse con
uñas y dientes. Norreys, general de las tropas inglesas, desembarcó en Peniche
y se dirigió a Lisboa a pie en una travesía durísima por el hostigamiento
local. Llegaron a Lisboa muy cansados y fueron masacrados por la armada
española al mando de Alonso de Bazán, que acribilló a sus tropas terrestres
desde las galeras. Norreys aguantó todo lo que pudo en aquellas pésimas
condiciones y acusó a Drake de cobarde por no ayudarle, pues el corsario inglés
no se decidió a entrar en el Tajo debido a las defensas lisboetas.
Huir de Lisboa no fue tarea fácil y la
persecución de las galeras de Martín de Padilla supuso un acoso y derribo
constante que dejó a la armada inglesa muy mermada. Nada pudo hacer para llevar
a cabo la toma de alguna isla en las Azores debido a la resistencia de los
locales. La enfermedades que asolaron a la tripulación, de tifus principalmente,
y los daños causados por sendas tormentas desanimaron a Drake de proseguir con
aquella empresa ruinosa.
El 10 de julio de 1589 atracaba Drake en Plymouth
con las manos vacías. Había perdido numerosas embarcaciones (en torno a 40) y
al 70% de un mínimo de 18.000 hombres. Pero lo peor era el coste económico
desproporcionado de tal operación que consumió el tesoro real de Isabel I. La
Armada Inglesa había costado unas 160.000 libras, logrando Drake devolver a los
inversores nada más que 29.000 libras con sus escasas capturas. Resulta lógico
el enfado de la reina inglesa y el ostracismo al que fue castigado Drake
durante los siguientes seis años. Este episodio se considera uno de los mayores
desastres de la flota inglesa de todos los tiempos.
El mal camino que tomaba la guerra para
Inglaterra hizo que Isabel I volviera a escuchar el alocado plan que Drake le
presentó. Su objetivo era atacar las Indias españolas y crear una base en
Panamá desde donde hostigar a los españoles permanentemente. Su segunda expedición a la América española
fue una sucesión de derrotas y desastres, lo que era un claro ejemplo de que su
tiempo como corsario de oportunidad ya había pasado. Ahora los españoles
estaban mejor defendidos y eran más cautos. Drake fue derrotado en San Juan de
Puerto Rico primero y en Panamá después. Aquí tuvo que huir a través de la
selva, siendo perseguido tenazmente por las fuerzas de los capitanes Enríquez y
Agüero. Enfermo de disentería, moriría, a la edad de 56 años, en enero de 1596.
Su cuerpo fue lanzado al mar en un ataúd lastrado y, aún hoy en día, se busca
con ahínco encontrar sus huesos.
¿Fue
Francis Drake un héroe o un villano?
Si leemos el libro de Álvaro van den Brule
concluiremos que un auténtico villano merecedor de su infame final. En cambio,
si nos documentamos sobre él en medios ingleses, lo veremos como una especie de
héroe nacional que supo golpear al imperio español cuando Inglaterra aún era un
pequeño país isleño.
En realidad ni una ni otra son versiones
verdaderas, pues se tratan de dos caras de la misma moneda. Francis Drake fue a
la vez un pirata sanguinario y un guerrero que luchaba contra el enemigo de su
país.
Su éxito se debió a que realizar el corso
sobre poblaciones escasamente defendidas era una actividad relativamente
sencilla. Atacar y marcharse antes de entablar batalla era sencillo en las
distancias kilométricas que poseía España en las Indias occidentales. Pero su modus operandi fracasó, como el de
cualquier pirata, cuando las armadas se fortalecieron y los puertos se
fortificaron.
Francis Drake fue un pirata. Uno de los
peores, pues su odio hacia todo lo español provocó que fuera realmente
sangriento y depredador. Pero sus acciones no podemos evaluarlas desde el
presente, pues cometeríamos un error anacrónico.
Por ello, creo más adecuado presentar a
este personaje en su totalidad, con sus hazañas y sus vergüenzas, para
quedarnos con una imagen más real y objetiva que la de otros historiadores que,
en un exceso de celo, se ciegan de un mal entendido patriotismo para
presentarnos versiones deformadas de personajes históricos.
Buenas,
ResponderEliminarHasta que leí esta entrada tenía una imagen del pirata similar al que presentan ciertas versiones españolas como la que cita en ese libro, pero ahora me he quedado con una impresión mixta tras saber de sus victorias y no solo de sus derrotas. Como en sus entradas anteriores, siempre me resulta entretenido leer lo que lo escribe.
Un saludo
Muchas gracias por leerme, batracio inconformista. Me alegra abrir la mente respecto a las versiones tradicionales y animar a investigar un poco más.
EliminarSaludos