domingo, 12 de abril de 2020

No creo que las lentillas sean algo apropiado para mí

Hace tiempo que no escribo sobre lentes de contacto y hoy voy a retomar el asunto de una manera un tanto novedosa. Mi objetivo es animar a todas las personas que no utilizan lentillas a que se pasen por una óptica y las prueben. Y para aquellos usuarios de lentes de contacto que no están del todo contentos indicarles que existen soluciones variadas que les permitirán seguir utilizando sus lentes de contacto sin problemas.

Toda la información que voy a comentar en este post la he adquirido en la realización de un interesante curso formativo sobre Merchandising y lentes de contacto impartido por Jesús Alonso en su plataforma Vender es Cool. Por lo que también servirá a muchos compañeros para refrescar conocimientos en cuanto al proceso de venta de lentes de contacto. Desde aquí mi recomendación para todos los óptometristas que quieran crecer en lentillas y no tengan claro cómo enfocar el problema.

¿Os animáis a dejaros seducir?



Las lentes de contacto en España es un sector claramente infrautilizado, tanto por los optometristas, reacios u olvidadizos, en muchas ocasiones, a la hora de ofrecer este producto a sus pacientes, como por los pacientes, que ignoran todas las ventajas que pueden ofrecer las lentillas para su salud visual y vida en general.



Siempre he pensado que las ópticas, en comparación con las farmacias, tienen un potencial mucho mayor en cuanto a posibilidades de venta de productos. Ambas profesiones son muy similares. Y en ambas se comete el error de dispensar lo que nos piden en vez de ofrecer productos a los pacientes.

En las farmacias es muy frecuente vender productos para realizar dietas. Lo que no es tan frecuente es que el farmacéutico, sabiendo que la ansiedad es un síntoma asociado a estos productos, ofrezca un producto para mitigarla, como por ejemplo infusiones. En las ópticas pasa más o menos lo mismo. En muchas son los pacientes los que piden usar lentillas y en pocas ocasiones se ofrecen teniendo en cuenta las mejoras que ello puede reportar a los pacientes.

En muchas ópticas se ofrecen las lentes de contacto a quienes no lo piden, pero el paciente desconfía o no queda convencido, siendo el resultado el mismo. La razón es muy simple: informar no es lo mismo que convencer.

Yo puedo decirle a mi hijo pequeño que la OMS recomienda tomar 5 piezas de fruta al día para tener una dieta equilibrada. Y se lo puedo repetir hasta la saciedad. Pero él no cambiará su deseo de tomar natillas en vez de fruta porque la información, por sí sola, no convence a nadie.

A la hora de adquirir un producto, cualquiera que sea, las personas consideran dos parámetros: la necesidad y la motivación. Con ambos conceptos compramos productos, pero son muy distintos.

Existen unas necesidades básicas que toda persona debe cubrir para encontrarse en un estado de felicidad. Y dejando a un lado las principales (supervivencia y seguridad), el resto, llamadas sociales, referidas a la estima, a la pertenencia a un grupo o a la autorrealización, son fuerzas que nos mueven a comprar productos.

Adaptándolo a las lentillas, el vernos de manera más natural, la necesidad de encajar en un grupo de personas que no llevan gafas, o la superación del reto de manipular nuestros ojos pueden ser motores que empujen a los pacientes a preguntar por lentes de contacto.

En contraposición al número limitado de necesidades, las motivaciones son infinitas y nos mueven a adquirir productos de una manera mucho más amplia. En el caso de las lentes de contacto, las motivaciones pueden ser desde mejorar la visión (agudeza visual) hasta obtener un aspecto de nosotros mismos más moderno, pasando por mejorar la comodidad o el rendimiento a la hora de practicar deportes.

Al final, los pacientes adquieren lentes de contacto porque las necesitan. Ahora bien, mientras las necesidades suelen ser algo básico que se pide, las motivaciones pueden ser hasta desconocidas por los mismos pacientes. Por ello la importancia de recomendar adecuadamente las lentillas a quienes lo necesiten. E incidiendo en las motivaciones, algo sentimental, nos aseguraremos una fidelidad mucho mayor por parte de nuestros pacientes.

¿Y cómo averiguamos lo que necesita un paciente? Pues de una manera muy sencilla y que los pacientes manifiestan de manera repetitiva (nosotros mismos seguro que también al estar en su lugar): escuchando y preguntando a nuestros pacientes todo lo posible. Como me enseñaron en la carrera una buena graduación o asesoramiento en LC consta de cuatro partes: “Anamnesis, anamnesis, anamnesis y gabinete”.

Los pacientes pocas veces suelen decir la verdad en la primera toma de contacto, tal como decía el mítico House, razón por la cual es importante saber leer entre líneas y preguntar adecuadamente. En este sentido es interesante, tanto por parte de los optometristas como de los pacientes, interesarse por este tipo de preguntas:

Además de lo que me has dicho, ¿qué otras necesidades visuales tienes?
¿Te gusta llevar gafas?
¿Hay alguna situación en la que te gustaría prescindir de tus gafas?
¿Te gustaría tener mayor comodidad con las lentillas al final del día?

Una vez que optometrista y paciente tienen claro lo que quieren (las motivaciones de compra) deben pasar a la siguiente fase: la concreción de la venta.

Este paso, tras la toma de contacto inicial y creación de un buen feeling a la hora de realizar la anamnesis, es fundamental para el optometrista, pues es el momento de comunicar y argumentar adecuadamente las mejores soluciones posibles que se adapten a las necesidades de los pacientes.

Un asunto del que no somos conscientes los optometristas es del carácter intangible que tienen las lentes de contacto para los pacientes. Cuando vendemos una montura de gafas el cliente la toca y se convence por sí mismo de las bondades que le vamos indicando. En cambio, al vender lentes de contacto, no tenemos nada que mostrar. Estamos asegurando una promesa de satisfacción que el paciente debe creerla, en este momento, como un acto de fe. Por ello, la única manera de vender productos intangibles es generando confianza a nuestros pacientes. Y no me refiero a la confianza que pueda ofrecer una marca o una cadena. Me refiero a generar confianza en nosotros mismos.

¿Cómo se genera confianza en nuestros pacientes? De nuevo la respuesta es preguntando mucho. Cuanto más preguntes más confianza generarás, pues estás mostrando un interés en el problema de esa persona.

A este respecto me viene a la cabeza una divertida anécdota. Unos conocidos tenían devoción por un médico de cabecera súper simpático y que siempre, al acudir a su consulta, les llamaba por su nombre, se interesaba por sus vidas…. Su hija, al estudiar medicina, descubrió que muchos de sus diagnósticos no sólo eran erróneos, sino que no tenían sentido ninguno. Al tratar de hacer ver a sus padres que ese médico no era el más adecuado y que debían cambiarse, sus padres se negaron en redondo a pesar de las evidencias razonadas que les daba su hija. Para ellos pesaba más en la balanza la confianza ganada con los años que su labor profesional. A mí siempre me hizo pensar mucho esta anécdota de cómo es el ser humano.

A la hora de argumentar las lentes de contacto, como cualquier otro producto en venta, existen técnicas y métodos estudiados y aplicados hasta la saciedad. Por ello este apartado será interesante tanto para optometristas como para compradores por diferentes razones.

Las lentes de contacto, como cualquier otro producto, se pueden argumentar desde dos perspectivas: por motivación de compra y por prescripción. Vamos a describirlas.

A la hora de recomendar lentes de contacto a nuestros pacientes e inducirles a un uso alternativo con las gafas debemos realizar dos pasos básicos: agrupar sus motivaciones y argumentar siempre en el mismo sentido, describiendo primero las ventajas/beneficios y luego las características técnicas.

La manera de hacerlo así tiene su porqué. En primer lugar, no soltamos el mismo discurso a todo el mundo, sino que personalizamos la solución adecuada para cada cliente. Algo de agradecer, ¿verdad? En segundo lugar, evitamos que el paciente no reciba la información que deseamos pues, al entrar en aspectos técnicos muchos desconectan de la conversación. Recordemos que los pacientes no están comprando un plástico acuoso de propiedades maravillosas, sino algo que les va a permitir realizar tareas que desean. En muchas ocasiones la parte técnica no les interesa lo más mínimo y sí las ventajas que van a conseguir.

Si deseamos que el paciente preste atención a nuestras explicaciones técnicas una buena manera es llamarle por su nombre, pues así recobramos su atención.

Si ponemos un ejemplo de los beneficios de utilizar lentes de contacto respecto a gafas seguro que lo entendemos mejor.

Para pacientes que priman la motivación estética los mejores argumentos son el logro de una imagen más natural, una mirada más expresiva y, en ocasiones, el aumento de la autoestima. El hecho de ser una lente en contacto con los ojos y casi imperceptible hace posible lo primero. Lo segundo se consigue al seguir la lentilla el movimiento natural de los ojos, lo que hace que dejemos de comportarnos, visualmente, como un robot, girando siempre la cabeza para ver nítido. Respecto a la autoestima, poder portar altas graduaciones en lentillas hace que las personas no vean limitada su apariencia. Y si nos vemos bien nos sentimos mejor.



Para pacientes que priman la practicidad debemos utilizar otros argumentos, tales como la posibilidad de utilizar cómodamente otros dispositivos (algo muy útil para los aficionados a la fotografía, profesiones con uso microscopios…) o realizar de manera más adecuada variados deportes (pádel, runing…). Ello lo conseguimos, de nuevo, con la ventaja de tener una lentilla flotando en nuestra lágrima, que no se nota y nos ofrece una visión nítida.



Por último, para los pacientes que priman la salud visual, los argumentos son amplios: mejorar la calidad de visión, tener un adecuado filtro a los rayos UVA, mejorar la visión en altas graduaciones, aumentar la binocularidad… Las razones técnicas que explican las ventajas anteriores se pueden resumir en la mayor calidad óptica de la imagen retiniana que ofrecen las lentillas al estar mirando siempre por el centro óptico de la graduación (recordemos que la lentilla se mueve con el ojo, al contrario que los lentes de una gafa), lo que minimiza las aberraciones que se producen al salir de ese punto de visión perfecta. El filtro anti-UVA que incluyen nos protege adecuadamente de la radiación y la binocularidad es más natural cuando existen diferencias de graduación entre ambos ojos.




La otra manera que existe de argumentar las lentes de contacto es por prescripción. En este sentido el optometrista ejerce un papel similar al de otros colectivos sanitarios. Las lentes de contacto se dividen en diferentes tipos según el usuario al que van dirigidos.

Una buena clasificación de lentes de contacto por prescripción sería aquella que distingue los distintos tipos de lentillas según el número de horas y el uso que se les vaya a dar. Así, podemos recomendar hidrogeles básicos para personas con un uso muy ocasional y reducido de horas; hidrogel de silicona para usuarios que utilizan las lentillas muchas horas al día; y lentes de contacto de última generación (más uso ocasional de lágrimas) para aquellos usuarios que utilizan las lentes de contacto muchas horas y en ambientes difíciles (calefacción, ordenadores, polvo ambiental…).

Luego, la forma de presentarla es la misma. Un ejemplo: “Puesto que utilizas muchas horas las lentillas al cabo del día necesitas un material que te permita obtener una buena comodidad durante toda la jornada y no te obligue a limpiarlas a mitad del día o a quitártelas por la noche por no soportarlas más tiempo. Eso lo vamos a lograr con los materiales de hidrogel de silicona, los cuales permiten un alto paso de oxígeno que mantiene a la córnea hidratada y nutrida correctamente”.

Escuchar al paciente, comunicar la mejor solución para sus problemas y argumentarlo correctamente no nos van a librar, en muchas ocasiones, de sufrir numerosas objeciones y rechazos por parte de los pacientes. Es algo muy común en todas las profesiones sanitarias. A los pacientes les cuesta mucho cambiar sus hábitos y hacer caso a las recomendaciones de los profesionales, a pesar de que sean en beneficio para su salud.

El título de este post se refiere a una de las objeciones más frecuentes que escuchamos los optometristas en nuestras consultas por parte de aquellas personas a las que ofreces lentillas y nunca han utilizado. Existen muchas más y hay una manera de solventarlas todas. Vamos a detenernos someramente en algunas de las más importantes.

Antes de empezar indicaros que la única manera de lograr que los pacientes crean en lo que decimos es repetírselo muchas veces. Y esto lo podemos lograr tanto con nuestro discurso profesional como utilizando carteles (Displays) o folletos (Flyers) de fabricantes de lentes de contacto, pues ambos refuerzan nuestras palabras.

La manera de tratar las objeciones (en la óptica particularmente pero también en la vida en general) requiere dos pasos. En primer lugar dar la razón a la persona que tenemos enfrente. Así le haremos ver que no estamos en contra suya, sino que somos sus aliados. Luego, desviar el foco de atención para que escuchen nuestros argumentos.

Objeción 1. Prefiero llevar gafas.

Existen clientes que están muy conformes con sus gafas, hasta el punto de jugar al futbol con ellas o meterse en la playa o la piscina llevándolas. Los optometristas sabemos que existen mejores soluciones y debemos convencerles de ello, pues al final nos lo agradecerán.

Es cierto que muchas personas prefieren llevar gafas a lentillas, pues han asumido tanto el llevar gafas que forman parte de su imagen global. Ahora bien, yo no te estoy pidiendo sustituir las gafas por las lentillas, sino utilizarlas de modo alternativo, como un complemento para situaciones concretas. Por ejemplo, hacer deporte con lentillas es más cómodo. Además de evitar accidentes por golpes nos permite mejorar nuestras prestaciones. Nos olvidamos de si llueve o de que los lentes se empañen con el sudor. Créeme, son todo ventajas.

Objeción 2. No creo que las lentillas sean para mí.

Existen muchas personas que nunca se han planteado llevar lentillas por un prejuicio infundado sobre su persona o su graduación. En nuestra mano está el sacarlos de ese error.

Lo que me dices lo he escuchado muchas veces antes. Y es verdad que existen casos en las que no se pueden utilizar lentillas. Pero son muy puntuales. Pero tras el examen realizado yo creo que eres un candidato óptimo. Y no saldremos de la duda hasta que no las probemos en tus ojos. Tienes que experimentarlas antes de decir que no.

Objeción 3. No quiero meterme nada en el ojo.

Esta es una objeción muy habitual, pues pocas son las personas que están familiarizadas con los ojos antes de ponerse lentes de contacto.

No me extraña que tengas ese pensamiento. ¿A quién puede gustarle hacer una cosa así? Ahora bien, millones de usuarios en todo el mundo lo hacen sin problema. Y eso es así porque no molestan nada. Cuando pasan unos segundos parece que no llevaras nada. Además, para facilitarte la adaptación, primero te las voy a poner yo. Ya verás cómo comprobarás que no es tan difícil ni resulta en absoluto incómodo su porte.

Objeción 4. Tuve o escuché varias experiencias negativas sobre las lentillas.

Los clientes insatisfechos, a pesar de ser una minoría muy reducida, resultan muy ruidosos y proselitistas. Pocas veces alabamos cuando nos hacen las cosas bien y casi siempre aireamos un asunto en el que no hemos quedado satisfechos. El la esencia del ser humano.

No todo el mundo puede llevar lentes de contacto. Eso es cierto. En ocasiones se trata de problemas de graduación, de tamaño del ojo o de materiales que no eran lo más recomendables para el uso que se les estaba dando. Sea cual fuera el caso en el que te estás fijando debo indicarte que no es el tuyo. Tras la valoración en gabinete creo sinceramente que puedes llevar lentes de contacto. En caso contrario, ¿crees que te recomendaría algo que te fuera a ir mal?¿con qué objetivo lo haría?

Objeción 5. Estoy satisfecho con mis lentes de contacto.

Existen muchos pacientes que usan sus lentillas cómodamente y se niegan a cambiar a una lentilla de mejores prestaciones por no tener sintomatología ninguna. Y eso a pesar de que en la última revisión hemos empezado a ver signos de sufrimiento corneal (neovascularización, por ejemplo) y consideramos que es beneficioso para su salud visual. La manera de atajar este problema es la siguiente:

Entiendo que resulta complicado cambiar de algo con lo que estás cómodo. Y es verdad que tus lentes ofrecen gran satisfacción, pues es un producto que ponemos mucho. Pero debido al largo tiempo de uso he notado que tus ojos ya no las toleran igual que el primer día. Y este diagnóstico precoz, antes de sufrir sintomatología, nos ofrece la posibilidad de atajar el problema y permitirte seguir usando las lentillas sin ninguna dificultad. Además, tengo la experiencia de muchas personas, satisfechas como tú, que cambiaron a la opción que te estoy proponiendo y están mucho más cómodos que antes.

He dejado el tema del precio para el final de una manera consciente, pues, salvo que lo demande el paciente, el precio nunca se debe indicar en las fases anteriores en las que descubrimos motivaciones de compra o argumentamos las mejores soluciones para ellas. El precio se da cuando nos lo pide el paciente, pues de otra manera estamos haciendo que nos deje de escuchar.

Respecto al precio hay que indicar que nadie paga dinero por productos, sino que se paga dinero por lo que pensamos que esos productos pueden aportarnos a nuestra vida.

Y relacionado con lo anterior deberíamos añadir que el precio no es un valor absoluto. Al estar relacionado con las emociones (lo que pensamos conseguir con la compra), cada persona lo percibe de manera muy distinta. Lo que para unos puede ser caro para otros barato según múltiples factores influyentes en su vida.

Por ello el optometrista nunca debe ser un límite a la hora de ofrecer productos. Si tenemos un límite de precio en la cabeza lo único que haremos será privar de mejores soluciones a los pacientes por un prejuicio exclusivamente nuestro.

Hay que tener dos puntos claros sobre el precio:

-         Nunca se argumenta. Podemos argumentar el producto, pero no el precio, que viene dado por el mercado. Las cosas tiene un valor de mercado en función de sus características definitorias y son esas propiedades las que debemos mostrar a los pacientes para justificarles su valor.
-         No es un inconveniente sino una consecuencia del servicio prestado. Existen personas que prefieren pagar una autopista de peaje por lograr unas ventajas (tiempo, comodidad…) que no obtienen en una carretera pública. Y el pago no se ve como algo negativo, sino como una consecuencia directa.
Voy a finalizar este apartado comentando la objeción por antonomasia en las ópticas.

Objeción 6. Quiero las lentes de contacto más económicas.

Existen pacientes para los que el precio es su principal motivación de compra. Da igual el feeling que intentes conseguir con ellos y las argumentaciones que ofrezcas, pues sólo quieren escuchar una cosa: un precio más económico del que le han presupuestado en otro lugar.

Existen varias técnicas a la hora de tratar con estos pacientes. En primer lugar debemos averiguar cuál es la horquilla de precios en las que el paciente se encuentra cómodo y está dispuesto a comprar nuestro producto. Aunque él no quiera tener feeling con nosotros no debemos por ello obviar esta importante primera toma de contacto.

Luego tenemos dos opciones bien diferenciadas. Una consiste en presentar tres productos de diferente precio y características. Es lo que se denomina venta tipo Sándwich. De forma habitual el paciente tenderá a escoger el producto central si entra dentro de su presupuesto (nadie quiere lo más sencillo ni lo más caro). Esta es la forma más fácil pero menos interesante, pues dejamos que el cliente decida por precio y no por producto.

La otra técnica consiste en ofrecer dos productos que se adapten a las necesidades del paciente. Debemos reducir el precio a la diferencia existente entre ambos productos y no a los precios totales, además de poner el acento en las ventajas de uno sobre el otro. De este modo animamos al paciente a escoger la mejor opción (la que nosotros como profesionales entendemos que le irá mejor), minimizando su preferencia por el precio barato. A la larga el paciente nos lo agradecerá pues no existe peor venta en la que un producto no llena las expectativas de los pacientes.

Para finalizar la venta de productos, sea cuales sean, querría daros un último consejo. Cuando ya hemos decidido el producto que el paciente va a comprarnos debemos cerrar la venta de una manera concreta:

-         Apoyar la decisión del paciente como una buena elección.
-         No seguir argumentando nada más, pues ya no vamos a convencer al paciente de nada una vez realizada su elección.
-         Volver a la conversación inicial en la primera toma de contacto con el objetivo de aumentar el feeling con el paciente.




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