Para terminar con los falsos Casus Belli que
justifican guerras justas vamos a
abordar casos señeros acontecidos en la segunda mitad del siglo XX, así como el
más bochornoso acontecido al inicio del siglo XXI.
Dos fueron orquestados por los EEUU, mientras que otro
remite a la otra gran potencia que está intentando resurgir, Rusia. Seguro que
ya intuís sobre lo que os voy a contar. Pero, ¿estáis seguros de conocer todos
los detalles?
La
Guerra de Vietnam: El incidente Tonkin (1964)
En el marco de la Guerra Fría la CIA estadounidense
intentaba por todos los medios frenar la expansión del enemigo comunista por el
mundo. Uno de los puntos más conflictivos a inicios de los años sesenta era
Vietnam, país asiático partido en dos tras la Segunda Guerra mundial y en el
que la CIA logró colocar como presidente de Vietnam del Sur a Ngo Dinh Diem (a
pesar del rechazo de gran parte de la población vietnamita). La quiebra
vietnamita se recrudeció cuando el gobierno de Saigón prohibió el budismo en el
país. Los disturbios y la muerte de monjes budistas provocaron la famosa
inmolación con fuego del monje budista Thich Quang Doc. Vietnam del Sur corría
serio peligro de caer en la órbita comunista, pues la población era contraria a
la dictadura impuesta por el títere de los Estados Unidos.
En 1959 comenzó en Vietnam del Sur una guerra civil en
forma de guerrilla en la que se deseaba lograr la unificación del país
derrocando a Ngo Dinh Diem. La tenacidad norvietnamita y la desidia de los
soldados del sur exasperaron a los estadounidenses, los cuales veían como, poco
a poco, la guerra avanzaba en contra de sus intereses.
El Pentágono estaba decidido a intervenir militarmente
en Vietnam para controlar el país y decidieron plantear una operación de falsa
bandera que creara el adecuado casus
belli con el que convencer al Congreso estadounidense y a la opinión
pública americana de la necesidad de intervenir en la guerra a gran escala. El
plan se llevó a cabo a partir del 2 de agosto de 1964.
En el golfo de Tonkin el buque norteamericano USS
Maddox, el cual se encontraba vigilando (es decir, espiando) objetivos de
Vietnam del Norte, comenzó una batalla naval con tres patrulleras
norvietnamitas que le salieron al paso. Aunque los americanos aseguraron
encontrarse en aguas internacionales, tales aguas eran reclamadas por Vietnam
del Norte como propias. El buque norteamericano abrió fuego primero y causó
serios daños a las lanchas, mientras que tan solo recibió un impacto de bala en
el casco.
Ante lo sucedido, el presidente Lyndon B. Johnson
ordenó al destructor USS Turner Joy que acompañara al USS Maddox en la zona. El
4 de agosto tendría lugar un segundo incidente en el cual ambos buques serían
atacados por fuerzas norvietnamitas con torpedos. Este segundo ataque fue lo
que provocó que el presidente estadounidense se dirigiera a la Nación, ese
mismo 4 de agosto, indicando que dos buques estadounidenses habían sido
atacados en alta mar por fuerzas
norvietnamitas. Alegando que nada habían provocado para tal ataque, días
después ordenó un bombardeo como represalia y logró la aprobación del Congreso
para iniciar la guerra en Vietnam.
El presidente estadounidense mintió al pueblo
americano de dos formas; primero indicando que no habían provocado el ataque;
segundo, haciendo pasar por real un ataque que nunca existió.
Desde enero de 1964 la administración Johnson había
aprobado el plan OPLAN 34-A, en el cual se iniciaban ataques encubiertos contra
Vietnam del Norte para provocar la reacción agresiva del gobierno de Hanoi. La
desclasificación de los documentos relativos al plan muestra que existía una
operación encubierta en curso en Vietnam del Norte para infiltrar agentes y
realizar sabotajes navales. Además, la provocación de los buques
norteamericanos, invadiendo aguas norvietnamitas y espiando constantemente cerca
de sus costas se consideraba una provocación. Cuando se enviaron patrulleras
para que tales invasiones cesaran se respondió con un ataque.
La segunda mentira estuvo en el ataque del 4 de
agosto, el cual dista mucho de haberse demostrado. Aquella noche los dos buques
norteamericanos reportaron un ataque a gran escala sobre ellos que nunca
existió. Un informe del 28 de agosto de 1964, clasificado como Top Secret,
resume perfectamente lo que pudo pasar: “una
revisión de la acción hace que muchos informes de contactos y torpedos disparados
parezcan dudosos, y pueden deberse a efectos climáticos inesperados en el radar
y a marineros de sonar obsesionados con la posibilidad de un ataque. Ninguna
señal visual ha sido reportada por el Maddox, y el comandante sugiere que una
evaluación completa debe realizarse antes de cualquier acción adicional”.
Los pilotos de los aviones que apoyaron a los buques
en el supuesto ataque tampoco vieron presencia alguna de ningún enemigo
(elocuentes son las declaraciones del comandante James B. Stockdale). Y los
restos de los dos supuestos torpederos norvietnamitas hundidos en el ataque no
fueron encontrados al día siguiente.
Por si todo ello no fuera suficiente debemos tener en
cuenta que el gobierno de Hanoi, ante las posibles consecuencias que acarrearía
otro conflicto como el del día 2 de agosto había ordenado no tener contacto con
buques norteamericanos aunque invadieran aguas norvietnamitas. Y que las
transmisiones estudiadas de aquel día contradicen la posibilidad del ataque
norvietnamita.
Finalmente, cuando han pasado más de 50 años, ya
tenemos la confesión de uno de los implicados en el caso. En
el documental titulado Humo de guerra,
el exsecretario de Defensa, Robert S. McNamara, reconoció que “el 2 de agosto el USS Maddox atacó sin orden
alguna del Departamento de Defensa, pero el ataque del 4 de agosto en el golfo
de Tonkin, nunca ocurrió”.
Los EEUU, como muchos imperios antes que ellos,
fabricaban una excusa a medida para justificar su entrada legal en una guerra.
La
Segunda Guerra en Chechenia: Operación Krysha (1999)
Entre el 31 de agosto y el 22 de septiembre de 1999 la
Federación Rusa sufrió una sucesión de atentados que tuvieron diversas
consecuencias. Se les llamó atentados sobre apartamentos, pues la mayoría
consistieron en ataques sobre bloques de viviendas. Tales ataques tuvieron
diversas consecuencias: el ascenso de Vladimir Putin como principal figura de
la Federación Rusa, el bombardeo indiscriminado contra Daguestán y la Segunda Guerra
de Chechenia. Desgranemos un poco lo sucedido aquellos años.
El 31 de agosto de 1999 explotaba una bomba en el
centro comercial Okhotny Ryad de Moscú, causando un muerto y cuarenta heridos.
Atentado reivindicado por la Brigada Islámica Internacional (BII), el grupo
exigía que los rusos se retiraran de Daguestán, antigua posesión soviética en
donde, desde el 10 de agosto, los guerrilleros habían establecido el Estado
Independiente de Daguestán. La respuesta rusa no se hizo esperar y consistió en
el bombardeo indiscriminado de la zona, causando víctimas tanto guerrilleras
como civiles.
El 4 de septiembre una bomba explotó en unas viviendas
militares en la ciudad de Buynaksk (Daguestan), falleciendo 64 militares y
ocasionando más de un centenar de heridos. El Servicio Federal de Seguridad
(FSB), dirigido por Vladimir Putin comunicó la desactivación de un segundo
coche bomba en la ciudad. Aunque, más tarde, medios británicos negarían la
existencia del mismo. Fue la primera evidencia de que algo no era lo que
parecía en esta escalada de atentados.
El 9 de septiembre otra bomba derribó un bloque de
viviendas en Moscú, en la calle Guryanova, falleciendo 94 personas e hiriendo a
249 más. Testigos del atentado informaron que minutos antes de la explosión
vieron a algunos hombres vestidos de negro salir del edificio y salir a toda
velocidad en un coche Chevrolet Suburban (casualmente el utilizado por el FSB).
El 13 de septiembre otra bomba destrozaba un piso de
viviendas en Kashirskoye, al sur de Moscú, causando más de un centenar de
víctimas y unos 200 heridos.
El 22 de
septiembre otro edificio debía haber caído pero la policía local de Ryazan,
ciudad al oeste de Rusia, desactivó los explosivos colocados en los sótanos de
un edificio. Alertados por algunos vecinos de que algunos hombres sospechosos
estaban introduciendo sacos de cemento en el edificio, la policía no sólo logró
detener el atentado, sino que en el cordón policial realizado a continuación
detuvieron a dos hombres que viajaban en un coche con armas, detonadores y
restos de explosivos. Estos dos detenidos fueron reclamados por el FSB y,
posteriormente, puestos en libertad.
Ante tamaño escándalo el FSB se defendió indicando que
se trataba de un ejercicio de entrenamiento. Algo que nadie creyó, pues era
imposible realizarlo en un piso ocupado por civiles y sin que existiera
notificación a la policía local.
Este suceso fortuito hizo que muchos acusaran a Putin
y la FSB de orquestar una serie de atentados bajo falsa bandera para poder
emprender acciones militares en Chechenia. En este caso, aunque el casus belli fue la invasión chechena de
Daguestán a principios de agosto de 1999, muchos son los que afirman que Putin
realizó esta operación encubierta de atentados para, además de auparse al
poder, tener a la población convencida y las manos libres para poder enviar sin
limitaciones al ejército a Chechenia. En esta guerra las violaciones de los
derechos humanos fueron generalizadas, lo que provocó numerosas condenas
internacionales.
Sospechosas
muertes, cunado no atentados directos, como el del famoso Alexander
Litvinenko (envenenado con Polonio 210), contra todas las personas relacionadas
con aquellos sucesos, hacen pensar aún más en la veracidad de los que muchos
denunciaron y les costó la vida.
La
guerra de Irak (2003): las armas de destrucción masiva
El 16 de marzo del año 2003 tuvo lugar la Cumbre de
las Azores, en la que los presidentes de Estados Unidos (George W. Bush), Reino
Unido (Tony Blair), España (José María Aznar) y Portugal (José Manuel Durão
Barroso) lanzaron un ultimátum a Irak para su completo desarme bajo amenaza de
declaración de guerra. La excusa para convencer a la opinión pública sobre la
necesidad de invadir Irak y derrocar a Saddam Hussein fue la supuesta
existencia en su arsenal de armas de destrucción masiva. La invasión y ocupación
del país, iniciada días más tarde y prolongada hasta 2010, demostraría que el casus belli esgrimido era falso; un
engaño para ocultar a la opinión pública otros intereses más mundanos
(económicos y geoestratégicos). Pero, ¿cómo se llegó a tal confusión
informativa? Para responder a esta pregunta debemos retroceder al
acontecimiento que marcó el inicio del siglo XXI.
El 11 de septiembre de 2001 cuatro atentados en suelo
estadounidense conmocionaron al mundo. Perpetrados por 19 miembros de la red
yihadista Al Qaeda causaron más de 3000 muertos y 6000 heridos. Todos los que
vivimos aquella fecha no podremos borrar de nuestras mentes el momento en el
que dos aviones comerciales impactaban contra las Torres Gemelas de Nueva York.
De los otros dos aviones secuestrados por los terroristas, uno impactó en el
Pentágono y el otro no alcanzó ningún objetivo al caer en campo abierto en Shanksville, Pensilvania.
Estos atentados desembocaron en la Guerra de
Afganistán y en la persecución de los terroristas pro todo el mundo. El
organizador de los atentados, Osama Bin Laden, fue abatido por un comando
estadounidense el 1 de mayo de 2011 en su residencia en las afueras de
Abbottabad, Pakistán.
Muchas voces entonaron en su día que estos atentados
habían sido el nuevo Pearl Harbor del siglo XXI. Una estrategia de los EEUU
para obtener un casus belli
contundente con el que iniciar una guerra en Afganistán (y contra el terrorismo
en general). Entre los autores que critican la versión oficial del gobierno
estadounidense están Thierry Meyssan, quien escribió un libro titulado La gran impostura, y David Ray Griffin, autor del libro Desenmascarando el 11-S. Numerosos
puntos oscuros se ciernen sobre este acontecimiento y podéis ver los asuntos
más polémicos aquí. Entre las
razones para sospechar de una confabulación me quedo con la siguiente: “Omisión del hecho que el Proyecto para el
Nuevo Siglo Americano («The Project for the New American Century»), muchos de
cuyos miembros se convirtieron en figuras claves de la administración Bush,
publicó en el año 2000 un documento que decía que un «nuevo Pearl Harbour»
ayudaría a conseguir fondos para una rápida transformación tecnológica del
aparato militar estadounidense”.
A las pocas semanas de producirse estos atentados los
EEUU volvieron a sufrir otro ataque terrorista, esta vez, de carácter
biológico. El 18 de septiembre de 2011 se recibieron cinco cartas en varios
medios de comunicación de Florida, las cuales estaban contaminadas con Antrax
(una bacteria mortal denominada bacillus
anthracis). La primera víctima de este ataque fue el fotógrafo del diario The Sun Robert Stevens. Los ataques se
repitieron en la ciudad de Nueva York y en Washington.
La autoría de estos ataques pronto recayó en el
régimen iraquí de Sadam Hussein. Colin Powell, secretario de Estado
estadounidense, afirmó lo siguiente ante las Naciones Unidas: “Menos de una cuchara de ántrax en polvo
metida en un sobre ha provocado el cierre del Senado. [...] Irak declara poseer 8500 litros de ántrax y
Saddam Hussein todavía no ha rendido cuentas por esa cantidad de polvos
mortales”.
Igualmente, se acusó a Bin Laden de los ataques,
cuando cualquier científico mínimamente versado en el tema sabía que era
imposible que este ataque biológico se perpetrara desde una cueva en
Afganistán. Por ello, no se dudó en relacionar a Al Qaeda con Irak, realizando
la perfecta cuadratura del círculo. En octubre de 2001 el periódico The Wall Street Journal publicó un
editorial en el que aseguraba, de forma contundente, que “Al Qaeda perpetró los envíos con ántrax de origen iraquí”. Unos
días más tarde, John McCain sugirió en el programa de David Letterman que “el ántrax puede haber venido de Irak”.
Incluso se publicaron unos supuestos informes de la administración Bush en los
que se aseguraba que en las cartas había aparecido bentonita (una especie de
arcilla utilizada como ingrediente), lo que demostraba la total implicación de
Irak en el envío de cartas. Esta última afirmación era falsa (como manifestaron
funcionarios de la Casa Blanca) pero en la mente de la opinión pública había
calado un mensaje muy claro: Al Qaeda atentó contra los EEUU y es ayudada por
Irak, país que posee armas de destrucción masiva.
La investigación oficial, denominada Ameritrax, concluyó en el año 2008 indicando
que el culpable del envío de las cartas con Antrax había sido un científico
militar llamado Bruce Edwards Ivins. No obstante, diversos puntos oscuros
hacían sospechar que Ivins había sido elegido como una apropiada cabeza de
turco. Entre otras cosas, porque Ivins aparentemente se suicidó cuando el FBI
se disponía a detenerle en su domicilio el 27 de julio de 2008, llevándose
consigo su versión de los hechos.
Según la investigación oficial, Ivins había trabajado
en los laboratorios estadounidenses militares de Fort Detrick, especializándose
en el ántrax. Y en estos laboratorios, el FBI había descubierto una posible
fuga de las mortales esporas. Análisis de ADN también confirmaron la relación
de Ivins con las cartas enviadas. En donde muchos vieron una posible
complicación gubernamental el FBI abdujo que Ivins habái trabajado en
solitario.
Pero la cepa (Ames) utilizada en los atentados no sólo
era la más sofisticada que existía en aquel momento (lo que hacía difícil que
se tratara del trabajo solitario de una sola persona), sino que además había
sido compartida a otros países.
En Inglaterra, el profesor David Kelly había trabajado
con esa cepa y en unas declaraciones sorprendentes en julio de 2003 indicó que
“el Gobierno de Tony Blair había
falsificado un informe sobre las armas de destrucción masiva en Irak” con
el fin de mover a la opinión pública hacia una posición favorable a la guerra
contra Irak. Kelly murió dos días después de declarar tales afirmaciones en el
Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento Inglés. Según el certificado de
defunción se había suicidado.
El asunto del ántrax tenía numerosas aristas más.
Además de ser una cepa cuya fabricación remite a los laboratorios
estadounidenses más avanzados en microbiología (privados), también entra en
juego el tema de la vacuna, obligatoria en el ejército de los EEUU. Muchas
personas intuyeron que, además de inventar un casus belli, algunas personas se enriquecieron con esta decisión.
Pero las armas de destrucción masiva no sólo se
circunscribían a las biológicas. En su empeño por ir a la guerra contra Irak de
manera justa, George W. Bush informó
a todos los países aliados que aceptarían cualquier información, por cuestionable
que fuera, que vinculara Al Qaeda, Irak y las armas de destrucción masiva.
Entre las informaciones falsas que se difundieron para
apoyar la guerra contra Irak destacaron dos: la supuesta reunión en Praga entre
un agente iraquí y Mohamed Atta, el terrorista que estrelló un avión contra una
de las torres del World Trade Center; y el intento de Iraq de comprar uranio a
Níger. La primera fue inventada por la inteligencia checa mientras que la
segunda fue una invención en la que participaron diversos personajes.
Uno de ellos fue Rocco Martino, un antiguo agente del
SISMI (Servicio Secreto Italiano), quién falsificó documentos para hacer creer
que Irak pretendía comprar Uranio a Níger con el cual reactivar su programa
nuclear. Tal como confesaría en el año 2004: “Es verdad. Yo participé en la diseminación de esos documentos [del
uranio de Níger], pero me engañaron.
Estadounidenses e italianos participaron en esa campaña de desinformación. Fue
una gran campaña de desinformación”. Él había visto el interés de las
agencias en tener algo con lo que incriminar a Irak y decidió obtener una
suculenta recompensa.
Pero su burda falsificación no engañó a nadie y tanto
franceses como italianos, ingleses e incluso la misma CIA anotaron en sus
informes que la fuente era sumamente dudosa. No obstante, esa duda se obvió y
desde la administración Bush se le dio total veracidad.
Otra pieza importante fue Michael Ledeen, lo que
implicaba directamente a la administración Bush. Miembro del Consejo para la
Democracia en Irak, fue asesor de la inteligencia italiana y en diciembre de
2001 realizó una reunión en Roma con miembros de la inteligencia italiana en la
que se estudiaron formas en las que involucrar a Irán e Irak con Afganistán y
la guerra contra el terrorismo que lleva a cabo los EEUU. Tras esa reunión, en
enero de 2002, comienza a montarse el caso del uranio de Níger.
El presidente Bush incluyó el tema del uranio en el
discurso sobre el Estado de la Unión de 2002, como una razón más con la que
justificar la invasión de Irak. Y lo hizo sabiendo que se trataba de una
información falsa.
El martes 8 de julio de 2003, la administración Bush
se retractó de la afirmación sobre el uranio de Níger y su venta a Irak,
confesando que los documentos habían sido falsificados. Se culpabilizó a la CIA
y a los servicios de inteligencia extranjeros, cuando, en verdad, todo parecía
haber sido un montaje preparado por miembros relacionados con la administración
Bush y perpetrado, en última instancia, por Ledeen.
Y aquí termina esta trilogía en la que hemos analizado
sospechosos casus belli ocurridos a
lo largo de toda la historia de la humanidad. Y, si los vemos en conjunto,
comprobaremos como cada vez la sofisticación cobra mayor nivel de perfección.
Puede que el siguiente ya ni lo consideremos una falsedad. Puede que el
siguiente ya haya sucedido. ¿Qué opinión os merece?
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