Uno de los capítulos del libro Mis Mentiras Favoritas. Historia Antigua trata sobre la figura de
Alejandro Magno, el gran general macedonio conquistador del imperio persa,
entre muchas otras tierras.
Puesto que el 1 de octubre es la efeméride de la
gran victoria de Alejandro sobre Darío III en la famosa Batalla de Gaugamela (331
a.C.), creo que ello es una buena excusa para hablar un poco sobre este gran conquistador
insaciable.
Hoy no voy a contar la misma historia repetida sobre
este personaje histórico. Si queréis saber las típicas anécdotas de su
biografía existen multitud de páginas en Internet y variados libros de historia
donde las encontraréis desarrolladas de forma magnífica.
Al contrario, lo que hoy voy a mostraros es otra
imagen de Alejandro, una verdad incómoda frecuentemente oculta por el relato
historiográfico dogmático tradicional. Otro punto de vista que os abra la mente
sobre este personaje y os demuestre como en Historia Antigua todavía no está
todo escrito.
¿Os animáis a descubrirlo?
La mayoría de vosotros tendréis una imagen mental
muy similar de este guerrero macedonio. Un gran conquistador que sometió, por
medio de su ejército, a los griegos y al poderoso imperio persa.
Numerosas anécdotas sorprendentes de su vida son
ampliamente conocidas y tienen gran difusión en Internet: la sorprendente doma
del que luego sería su caballo, Bucéfalo (Plutarco), la resolución, por las
bravas, del nudo gordiano (Arriano), la visita al oasis de Siwa, la muerte de
Clito (Plutarco)…
Y sabemos que fue una figura admirada por todos los
grandes guerreros de la antigüedad: Cneo Pompeyo fue apodado por los romanos
como Magnus a imitación directa de
Alejandro; Julio César peregrinó a la tumba del macedonio cuando visitó
Alejandría, Napoleón le admiraba profundamente y ordenó construir una valiosa
mesa donde aparecía el rostro de Alejandro rodeado de otros grandes generales
de la historia.
Pero si analizamos seriamente las fuentes sobre Alejandro
vamos a encontrarnos algunas sorpresas desagradables que nos ponen en
cuarentena esta visión tan romántica de la figura de Alejandro.
Cuando algunos ateos me comentan que la figura de
Jesucristo no tiene base histórica al distar los primeros relatos escritos de
sus hazañas casi un siglo, yo les pregunto si opinan lo mismo sobre
Alejandro. En efecto, todos los relatos
de las conquistas de Alejandro fueron elaborados cientos de años después de su
muerte. Y la mayoría de ellos debieron basarse en relatos anteriores de dudosa
fiabilidad, tales como los diarios.
Por tanto, el relato actual que tenemos sobre
Alejandro Magno es una elaboración romana. Y ello lo podemos adivinar en
numerosos pasajes de su biografía.
En el Alejandro de Arriano es evidente la comparación
explícita entre el sistema romano y el macedonio. Pero, además, la presunta
preocupación sobre la consideración de Alejandro como un dios es una clara
muestra de los problemas que generaba en Roma el status divino de los
emperadores.
Y más evidente es la similitud entre la muerte de
Hefestión, el gran amigo de Alejandro, y la de Antínoo, el favorito del
emperador Adriano. Aunque algunos piensan que Adriano imitó a Alejandro, parece
más lógico pensar que Arriano llenó un vacío en las fuentes antiguas con una
información que conocía (Arriano sirvió al emperador Adriano).
Pero lo más sorprendente de todo lo que envuelve a
Alejandro es el hecho de que no tengamos ningún documento que nos permita
asegurar que sus compatriotas griegos le denominaban el Magno. Este apodo apareció inicialmente en una comedia de Plauto de
inicios del siglo II a.C. y muchos investigadores opinan que este añadido
grandilocuente a su nombre es una invención totalmente romana.
Así pues, todo lo que conocemos del gran Alejandro Magno
es la elaboración histórica que hicieron de él los historiadores romanos, los
cuales, en muchas ocasiones, llenaron los vacíos de las fuentes con historias
grandilocuentes más próximas a su tiempo que al del macedonio. Su visión del
pasado de Alejandro estaba fuertemente influenciada por el imperialismo en que
vivía inmersa Roma. Y el relato de las hazañas de Alejandro que tenemos hoy día
es producto de la interpretación de las fuentes antiguas por unos romanos que
veían el pasado bajo las lentes del tiempo que les tocó vivir.
Detalle de Alejandro luchando contra los persas. Sarcófago de Alejandro. Museo Arqueológico de Estambul. |
Y ello explica, por ejemplo, las causas clásicas que
se enumeran al intentar explicar las conquistas sin igual del macedonio.
Resumiéndolas al máximo podemos reducirla a una misión civilizadora, algo que
luego tendría gran predicamento en la historiografía moderna, al encajar
perfectamente con la visión imperialista británica del siglo XIX.
Pero no creamos que todos los romanos pensaban que
Alejandro era un ejemplo a seguir. Tenemos varios pasajes donde la visión de
Alejandro se muestra de forma muy distinta.
El poeta Lucano le definió como un déspota
enloquecido. Tito Livio, aunque le consideraba un gran general, no le otorgaba
ninguna posibilidad de victoria si hubiese querido conquistar Italia. Y
Cicerón, aunque escribió que Alejandro era un gran general, también nos mostró
otra faceta más cruel. En un pasaje de su De
República, cita una anécdota en la que Alejandro le preguntaba a un pirata
el porqué aterrorizaba los mares con su barco. Éste, orgulloso contestó: “Por
lo mismo que usted aterroriza al mundo entero”. Más adelante, escritores como
Dante, condenaron a Alejandro a permanecer en el séptimo círculo del infierno.
Compartir castigo eterno con Atila el Huno no es la mejor forma de glorificar a
un gran general.
Esta ambivalencia sobre la figura histórica de
Alejandro se ha mantenido de forma inalterable a lo largo de los siglos y aún,
hoy día, existen polémicas entre los principales investigadores de su
biografía. La disputa entre héroe y villano no es nueva. Mientras admiradores
como P. Freeman le siguen considerando un ejemplo a seguir y se niegan a
juzgarle bajo los parámetros morales actuales, por ser algo anacrónico, otros,
como Bosworth opinan justo lo contrario. Su breve descripción de su vida es
suficientemente elocuente: “Pasó gran parte de su vida matando y ordenando
muertes; posiblemente matar era lo que mejor hacía”.
Por último, un final desmentido. Muchos aún
consideran a Alejandro una especie de bárbaro que en nada podía compararse a la
refinada cultura griega que conquistó por la fuerza de sus armas. A todos ellos
les animo a interesarse por las tumbas encontradas en Vergina, las cuales
pertenecían a la familia real macedonia. Encontradas casi intactas y
pertenecientes al padre de Alejandro y familiares próximos, sus objetos nos
muestran un gusto demasiado refinado como para considerar a los difuntos unos
bárbaros.
Si queréis saber más sobre el tema os recomiendo
leer el libro de Mary Beard: La herencia viva de los clásicos.
Crítica.2013.
Genial tu artículo sobre la otra visión de Alejandro, sobre todo el hecho de que muchas de las fuentes que tenemos sobre él no son primarias. Sin lugar a duda una de las personas más importantes dela Historia, tanto en Occidente como en Asia (recordemos al Sikander, de la película "el hombre que pudo reinar").
ResponderEliminarUn saludo
Hola Jose, ¡qué alegría verte por aquí!
EliminarAlejandro Magno representa, como ningún otro personaje histórico, la imposibilidad, en muchas ocasiones, de desentrañar el mito de la realidad histórica.
Por cierto, que la película que citas es un clásico sólo al alcance de un redomado cinéfilo.
Un abrazo
¿Quién era Calístenes?, no todas las fuentes que han llegado a nuestros días son tardías, y muchas de ellas están basadas en obras que aunque a día de hoy están perdidas, si fueron primarias.
ResponderEliminarTenemos evidencias científicas de los logros a los que llegó el gran Rey macedonio, la historia siempre honra a los vencedores, hay parte de romanticismo en su historia, y esto le engrandece aun más, pero lo cierto, por mucho que a los mediocres les duela, es que fue la gran figura del mundo antiguo, y creó mucho más de lo que destruyó.
Hola Curro, gracias por comentar.
ResponderEliminarAunque evidentemente los romanos se basaron en fuentes más antiguas para elaborar sus relatos no tenían en mente una cadena de transmisión de la información tan rigurosa como, por ejemplo, los cronistas musulmanes medievales. Por ello sus relatos reflejan más su tiempo que el de Alejandro Magno. Y está condición no es exclusiva de los cronistas romanos, sino de muchas otras épocas.
El artículo pretende abrir la mente sobre otro tratamiento de las fuentes, el cual provoca cambios en la historiografía tradicional. Ello no quita mérito alguno a los logros de Alejandro, sino que los sitúa en su verdadero lugar.
Un saludo.