Uno de los países europeos
que más visitas turísticas recibe al año es Italia. Seguro que todo el mundo la
ha visitado alguna vez o tiene en mente hacerlo pronto. Las primeras ciudades
que se nos vienen a la cabeza son Roma, Florencia o Venecia. Arte, cultura,
gastronomía… son lugares únicos que reúnen un gran atractivo para los
visitantes.
Conocer Italia requiere
visitarla en numerosas ocasiones, pues es imposible abarcar tanto legado
histórico en un único viaje. Aun así, muchos tour-operadores se empeñan en
ofrecer packs de viaje cerrados, donde se realiza un trayecto agotador
visitando las principales ciudades de Italia. Pueden ser útiles para hacernos
una idea del país, pero no para ver correctamente lo que ofrecen cada una de las
ciudades italianas. Y, por supuesto, en un paquete cerrado muchos lugares se
quedarán en el tintero.
Entre los lugares que no
suelen entrar dentro de los circuitos turísticos típicos se encuentra la ciudad
de Milán. Y, cuando está dentro del circuito, la ciudad se utiliza como puerta
de entrada o salida del país, por lo que apenas tenemos una visita decente al
lugar. Esto es una pena, pues Milán es una de las ciudades con mayor oferta
turística de Italia, aunque su atractivo no suele ser muy conocido.
A continuación os dejaré mis
diez razones por las que resulta imprescindible visitar Milán como turista.
1.
Comodidad de
acceso y de visita.
Llegar a Milán en avión
resulta muy fácil, pues la ciudad tiene hasta tres aeropuertos en sus
alrededores: Malpensa, Linate y Bérgamo-Orio al Serio. Tras el aeropuerto de
Roma (Fiumicino), Malpensa es el segundo más visitado de Italia. Yo lo elegí
por la cercanía a la ciudad y por la comodidad en su conexión. Desde la Estación Central
de trenes salen cada 30 minutos, por unos 8-10€, los Malpensa
Express, que nos conectarán con el aeropuerto en algo menos de hora. Linate
es el aeropuerto más cercano, aunque se utiliza para vuelos domésticos. Y Bérgamo-Orio al Serio es el aeropuerto de las líneas
Low Cost (Ryanaer, EasyJet y Vueling) y es una opción muy interesante si
estamos preocupados por nuestra economía. Aunque es el más lejano, en la
práctica la conexión con Milán no es mayor a la de Malpensa, unos 50
minutos, aunque el trayecto debe hacerse en autobús (Terravisión).
Milán es conocida como la
ciudad de la moda. No
obstante, resulta ser una ciudad encantadora para realizar una visita
turística, pues todo su patrimonio histórico es fácilmente abordable a pie. Esto
es una notable ventaja respecto a otras ciudades, donde es obligado utilizar
transportes para visitar toda la ciudad.
2.
La Catedral de
Milán.
El Duomo de Milán es una de
las señas de identidad de la
ciudad. Ubicado en la plaza del mismo nombre, la más céntrica
de la ciudad, su estilo gótico nos dejará deslumbrados. Su mármol blanco de la
fachada, llena de esculturas y pináculos nos sorprenderá gratamente. Y si
tenéis buena vista, o un buen zoom en la cámara, podréis localizar a la Madonnina de Perego, una bella estatua
dorada de una virgen muy querida en Milán, en lo más alto de la catedral.
Si el exterior os va a
sorprender, el interior no será para menos. La luz que proyectan las vidrieras
es mágica, en un interior que nos dará la sensación de gran amplitud. Las
capillas guardan numerosas obras de arte y es imprescindible recorrerlas con
calma. Además, no debemos olvidarnos de dos notables atractivos. Por un lado,
en el sótano podremos visitar la cripta-capilla de San Carlos Borromeo. Y, por
otro, subiendo a la terraza contemplaremos unas magníficas vistas panorámicas
de toda la ciudad.
Como podéis imaginar, la
visita completa nos llevará un mínimo de una hora.
3.
La Galleria Vittorio Emanuele II.
Realizada en el siglo XIX, es
una de las galerías comerciales más bellas que existen, junto con la que se
encuentra en Bruselas. Su nombre recuerda al primer rey de Italia y su
construcción nos lleva a la época del trabajo en hierro, donde la Torre Eiffel de París
es la máxima expresión de este estilo constructivo.
El interior de esta galería
comercial es verdaderamente impresionante, con sus cúpulas de cristal, sus
arcadas y sus preciosos escaparates. Pensada inicialmente para conectar dos de
las plazas principales de la ciudad (Duomo y Scala), su función de paso ha
dejado lugar a una visita turística más de la ciudad.
En esta galería comercial
encontraremos las tiendas más elegantes de la ciudad (Prada, Gucci…), así como
restaurantes de gran categoría e interesantes librerías. Y para los bolsillos
más modestos encontraremos un MacDonald´s, lujoso por fuera pero con los mismos
precios económicos de siempre en su interior.
Por último, si quieres seguir
la tradición, písale los testículos al toro realizado en mosaico que se
encuentra bajo la cúpula central. Se supone que te dará buena suerte.
4.
Teatro alla
Scala.
Cruzando la galería anterior
desde la plaza del Duomo llegaremos a la plaza de la Scala. En ella están
ubicados dos importantes edificios: el ayuntamiento (Palacio Marino) y el
Teatro alla Scala, uno de los más famosos del mundo en lo que a óperas se
refiere. Admirar una ópera en este teatro requeriría de una planificación con
tiempo, pero podemos visitar su interior entrando al museo del teatro. Además
de admirar una colección de pinturas, objetos curiosos (como un relicario con
un mechón de Mozart) y trajes utilizados en diferentes obras, el recorrido nos
enseñará el vestíbulo, los palcos privados y el elegante auditorio de madera y
terciopelo rojo.
5.
Castillo
Sforzesco.
Junto a la catedral es el
edificio más importante de Milán. Su visita debe ser obligada pues es uno de
los edificios más originales que encontraremos. Fue sede de la corte de la
familia de los Sforza, la cual dotó al castillo original del siglo XIV de todo
el glamour que destilaban las cortes renacentistas. No obstante, el paso del
tiempo hizo que sufriera numerosos derribos y destrucciones, llevándolo casi a
la ruina en el siglo XIX. Afortunadamente, en 1880 se decidió reconstruirlo,
tomando el actual aspecto. Visitar el amplio patio del castillo, recorrer sus
murallas y sus torres son suficiente excusa para acercarse a este lugar. Pero
además, en el interior del enorme palacio tienen cabida múltiples museos de
variados temas. Seguro que alguno nos interesará. Su visita es cómoda, por lo
reducido de cada exposición, y muy asequible a los bolsillos (precio casi
simbólico de 3€).
Particularmente me encantó el
Museo Egipcio, la Pinacoteca (realmente extensa y con autores conocidos por el
gran público), el Museo de Prehistoria y Protohistoria (aquí reconozco cierta
deformación profesional) y el Museo de Arte Antiguo. En este último lugar
podréis encontrar la obra inacabada de Miguel Ángel llamada Pietà Rondanini.
6.
Cenacolo Vinciano.
Una de las obras más famosas
y universales del genial Leonardo da Vinci es su fresco de La Última Cena. Bueno,
en realidad no se trata de un fresco típico, sino de un mural al temple
realizado sobre yeso, lo que posibilitó a da Vinci una mayor libertad en la
ejecución de las figuras. No obstante, esto fue en detrimento de su
conservación, mucho más sensible a los cambios de humedad y temperatura. Hoy
día podemos admirarlo en el interior del convento de los dominicos de Santa
Maria delle Grazie, aunque deberemos planificar la visita con antelación.
Debido a la fama de esta obra
a raíz de libros best seller sobre da Vinci, la visita al Cenáculo es multitudinaria
cada año. Por tanto, las autoridades han ideado un sistema de reservas para
poder visitar la obra de arte sin grandes masificaciones. Pero las limitaciones
en la entrada hacen que los pases se agoten con varios meses de antelación. Por
tanto, si deseas visitar este lugar reserva rápido tu entrada en esta página.
En mi opinión, pagar más de
10€ por ver esta obra, en un
máximo de 15 minutos, me parece un placer demasiado sibarita. Máxime, cuando se
encuentra reproducida, con gran detalle técnico, en multitud de libros de arte.
En este enlace os dejo una imagen del Cenáculo con gran definición.
No
obstante, para todos aquellos que necesitan decir: “Yo estuve allí”, el lugar
es visita obligada y no deja de suponer un gran reclamo turístico para la
ciudad.
El
Cenáculo se basa en el Evangelio de San Juan y nos muestra justo el momento en
el que Jesús dice a sus apóstoles que uno de ellos le traicionará. Por ello la
agitación de la escena y la sorpresa marcada en la cara de muchos de ellos.
Y
un último consejo; no os dejéis atontar por la obra de da Vinci y fijaos
también en la Crucifixión de Donato
Montofarno, no tan famosa pero de gran belleza artística.
7.
Ruta por las
principales iglesias de la ciudad.
Milán tiene varias iglesias
dignas de visitarse. Yo os voy a recomendar cuatro de ellas, pues su visita nos
dará una visión muy diferente de los distintos estilos arquitectónicos en las
que se realizaron. El trayecto entre ellas es muy corto y podéis realizar el trayecto
en unas 2-3 horas, según lo que deseéis entreteneros en cada una.
Podemos empezar nuestro
recorrido por la Iglesia-Basílica de San
Lorenzo Maggiore, la más antigua de Milán. Fue construida en el siglo IV y
no tiene confusión, pues justo enfrente de su entrada se conservan los restos
de 16 columnas romanas del siglo III. Su antigua sobriedad contrastará
enormemente con la facha de la iglesia, que nos recibe con un aire modernista
(data del siglo XIX). La estatua de Constantino el grande, copia de una
original romana, es lo más parecido que encontraremos de su pasado romano. Esta
iglesia sufrió los avatares del tiempo de manera cruel y constante y ha tenido
que ser restaurada en numerosas ocasiones. Su interior nos sorprenderá por
varios motivos. En primer lugar por la sobriedad de la decoración, donde tan
sólo existen elementos arquitectónicos. Por otro lado, su planta central, nos
lleva al la arquitectura de las primeras iglesias del cristianismo y nos
recuerda la construcción religiosa bizantina.
En su interior no debéis
perderos la capilla de St. Aquilinus, de planta octogonal y con un mosaico
precioso del siglo IV. En la cripta también podréis admirar materiales de la
construcción antigua, obtenidos del expolio del anfiteatro local.
Si dais la vuelta a la
iglesia os encontraréis con un parque a su espalda. Desde aquí podréis admirar
mucho mejor el conglomerado de construcciones que forman la iglesia y,
sobretodo, la bonita cúpula de estilo barroco que corona el edificio.
Recorriendo la Vía Edmondo de Amicis
llegaremos, tras callejear un poco, hasta la Basílica de San Ambrosio. Esta basílica nos recibirá con su
excepcional arquitectura románica, la cual sirvió de modelo para toda lña
arquitectura lombarda de la
zona. Para mi gusto, esta basílica es uno de los ejemplos más
bellos de lo que el arte románico era capaz de realizar. Aunque la construcción
original data de finales del siglo IV, la reconstrucción llevada a cabo en el
siglo XI es lo que vemos actualmente.
En mi opinión, lo mejor de
todo lo encontramos al situarnos en el patio de la entrada. Un enorme
atrio (siglo XII) nos espera, presentándonos la entrada a la iglesia. Ésta está
compuesta por dos pisos de arcadas o tribunas. La inferior tiene tres arcos que
forman un conjunto con las arcadas laterales del patio. La superior tiene cinco
arcos y, a diferencia de las anteriores, tienen distinta altura, en juego
dinámico con el tejado. Las dos torres laterales que cierran la vista de la
fachada tienen la particularidad de presentar distinta altura. La más baja
tiene aspecto de fortificación (siglo VIII), mientras que la más alta, llamada
de los canónigos, es bastante posterior (siglo XII). Las típicas bandas
lombardas en relieve son lo más destacado de la decoración de la fachada y las
torres. Este juego dinámico de la fachada, complementado con el uso de piedra y
ladrillos de distintos colores, es una de las notas más destacables de la
arquitectura de esta iglesia.
El interior consta de tres
naves formadas por tres tramos de planta cuadrada. Las bóvedas son de crucería
y en el ábside se encuentran tres capillas semicirculares escalonadas. Lo más
destacable en cuanto a su decoración es el mosaico del ábside central, que
representa a Cristo bendiciendo, así como el púlpito del altar. Y si bajamos a
la cripta podremos ver los restos de San Ambrosio, junto con los de San
Gervasio y San Protasio. Todos yaciendo con sus ricos ropajes.
Desde este lugar es muy
sencillo y rápido acercarnos a Santa
María delle Grazie. En el refectorio del convento anexo se encuentra el
famoso Cenáculo de Leonardo da Vinci,
por lo que es una buena ocasión para realizar ambas visitas juntas. De la
iglesia debemos destacar muchas cosas. En primer lugar, del exterior destaca su
preciosa cúpula, atribuida a Bramante. Tiene planta poligonal y se encuentra
formada por dos pisos, el inferior con multitud de ventanas y el superior con
una bella arcada, lo que otorga a todo el conjunto un aire de notable ligereza.
De la sencilla y original fachada debemos destacar el pórtico central, con
columnas de mármol que contrastan con el ladrillo de la edificación.
El interior es de estilo
gótico, con tres naves que potencian la horizontalidad. Son
destacables sus numerosos frescos, repartidos por sus muchas capillas. El más
imponente es el de la “Storie
della Passione”. También es interesante visitar el claustro, todo un remanso de
paz. Se le conoce como el claustro de las ranas, por las figuras de estos
animales que decoran la
fuente. Y no olvidéis admirar el fresco situado en la entrada
a la sacristía, de Bramantino.
Y si os gustan los frescos y
todavía tenéis ganas de visitar más iglesias no dejéis pasar, en vuestro camino
hacia el centro, la Iglesia de San
Maurizio al Monastero Maggiore. Su interior conserva una colección
verdaderamente sorprendente de frescos del siglo XVI. La iglesia tiene la
particularidad de estar dividida en dos zonas diferenciadas, una para el
público y otra para las monjas.
8.
Parque Sempione.
Justo a la espalda del
Castillo Sforzesco se encuentra este gran pulmón verde de Milán. La gran
amplitud de la zona (47
hectáreas), el entorno del lago y las numerosas
construcciones (Arco della Pace a la cabeza) que posee hacen de este lugar un
sitio idílico para descansar y relajarnos.
9.
Ruta por los
palacios de la ciudad.
Milán posee una rica
colección de palacios cuya arquitectura nos agradará enormemente. Es habitual
pasear por Florencia y admirar sus distintos palacios, pero Milán no se queda
atrás en ese sentido. Os indico algunos de los que más me agradaron. La Plaza Mercanti es
uno de los lugares más encantadores de la ciudad, pues conserva ese aire
medieval que otras partes de la ciudad han perdido. Situada junto a la plaza
del Duomo, el contraste con la anterior es notable. No obstante, guarda joyas
arquitectónicas notables, como el Palazzo de la Ragione,
inconfundible por su fachada de ladrillo rojo. Actualmente es sede de
exposiciones temporales y tiene una pequeña muestra sobre la historia de la ciudad. En contraste
con el anterior, en la misma plaza, se encuentra el Palazzo dei Giureconsulti,
que posee fachada manierista y una gran torre. El Palazzo di Brera es una belleza en sí mismo, independientemente de
la pinacoteca que posee en su interior y que veremos a continuación. Cerca de la plaza Scala se
encuentra la Casa de los Omenoni (Vía
omenoni, 3), cuya fachada posee ocho enormes esculturas. Y si buscáis un
palacio con fachada barroca-rococó el Palazzo
Litta es el vuestro, situado en la Vía Corso Magenta,
24. En cambio, el Palazzo Castiglioni
fue construido en estilo Art-Nouveau (Vía Corso Venezia, 47).
10.
Pinacoteca di
Brera.
Creo que este recoleto museo
posee una de las mejores colecciones de pintura italiana de todo el país. Al
menos para mí, muchas de sus obras tienen un encanto muy especial.
Aunque su precio es un poco
alto (10€) os aseguro que merece la pena visitarlo. Entre todas
las obras pictóricas que podréis admirar os destaco algunas de las que más me
gustaron:
-
Cristo muerto, de Andrea Mantegna. El escorzo tan pronunciado con
el que el artista representó al cuerpo de Cristo es uno de los más recordados
en toda la Historia del Arte. Si añadimos la cruda realidad con la que nos
muestra la muerte, a través de un particular juego de luces y sombras, la
colocación de las figuras laterales y la mortalidad de Cristo, el conjunto de
la obra es realmente único. Puede parecernos escasamente atractivo en términos sensibles, pero resulta tremendamente atractivo por la experimentación proyectiva utilizada y la plasmación, sin sentimentalismos, de la muerte de Cristo.
-
Los desposorios de la Virgen, de Rafael. Esta es una de las primeras obras del famoso artista de
Urbino. Para poder descubrir todo el genio que Rafael atesoraba debemos
comparar este lienzo con el realizado por su maestro El Perugino para el mismo
tema. Así podremos observar como Rafael dominaba la perspectiva mucho mejor que
su maestro, logrando que la obra no esté compuesta por dos partes
diferenciadas, sino integrando figuras y templo superior. De hecho, el
semicírculo que inscriben las figuras está en relación con la planta circular
de aquél. El espacio donde se sitúa la escena está muy acotado, totalmente centralizado, para evitar posibles distracciones divergentes. La famosa curva en "S" utilizada por Perugino es ahora utilizada por Rafaél con más eleganica y naturalidad.
-
Madonna con santos y Federico de Montefeltro como donante, de Piero Della Francesca. Conocido también
como la Sacra
Conversión, es la obra maestra de este pintor. Representa la
típica composición renacentista en donde el noble que realizaba el encargo del
cuadro pedía aparecer junto a la Virgen y el Niño. En esta ocasión también se
reunieron varios santos alrededor, como si estuvieran en una agradable
conversación. En la obra es de destacar tanto la notable arquitectura que sirve
de fondo (con clara influencia albertiniana) como las figuras, donde la Virgen es más grande que las demás. El
autor siguió los principios de la perspectiva, situando el punto de fuga en la
cabeza de la Virgen. El conjunto se muestra equilibrado gracias a la diagonal que forman el niño y el orante. Los
detalles cuidados de la armadura del duque Federico nos remiten a la pintura
flamenca, mientras que los juegos de luces son totalmente italianos. Muchos os
habréis fijado en el huevo que cuelga sobre la escena desde una vieira. Podría
tratarse simplemente de un recurso para compensar la horizontalidad marcada por
las cabezas de las figuras, aunque algunos han querido ver un símbolo de vida y
fecundidad. Un último detalle curioso: los santos no tienen la típica aureola, ¿os habíais fijado?
-
La cena de Emaús, de
Caravaggio. Este lienzo pertenece a la última etapa de Caravaggio, donde la
valentía de sus primeras obras ha desaparecido. Podemos comparar esta obra con
la expuesta en la
National Gallery con el mismo tema. De esta forma podremos
fijarnos que ahora Caravaggio es más comedido en su representación. Los rostros
no reflejan tanta sorpresa, el ambiente es más intimista y la decoración
general, más realista y pobre.
Para informarse sobre la
pinacoteca y tener una idea de las obras que encontraremos os recomiendo estos
dos enlaces:
Si queréis planear vuestro
viaje a Milán os dejo unos cuantos enlaces donde podréis hacerlo fácilmente:
Respecto al alojamiento, yo
os recomiendo el Hotel Canadá. http://www.canadahotel.it
Un tres estrellas que nada
tiene que envidiar a uno superior.
Y, por último, un plano
turístico de Milán, para que podáis planear vuestra estancia.
Excelente reportaje. Aportamos nuestro humilde enlace para profundizar en el maravilloso mural de Leonardo Da Vinci en MIlán: http://www.laultimacenademilan.com/
ResponderEliminarEn realidad era una herejía tener un Mcdonalds en el centro de la Galeria Vittorio Emanuele II, felizmente ya no existe.
ResponderEliminarHola Gabriel, comparto tu opinión.
EliminarGracias por actualizar la información. Espero que el local no lo alquilaran unos chinos de todo a un euro. ;)
Un saludo