Hoy vamos a con un artículo sobre historia
de la óptica. Seguro que muchos sabéis que las gafas para ver de cerca se
inventaron en el norte de Italia hacia finales del siglo XIII. Concretamente,
la documentación indica que fue en el año 1286. Tenéis un artículo que escribí
sobre ello para la revista interna de la empresa en la que trabajo en este blog
(aquí).
Ahora bien. ¿Qué hacían antes de
inventarse estas gafas los présbitas? Hoy vamos a dar unas respuestas y
descubrir que el pasado de la óptica es mucho más lejano de lo que se pensaba
hasta hace unos pocos años. ¿Os anima el tema?
Las gafas, tal como las conocemos, se
inventaron en la Edad Media. Al principio no tenían varillas, sino que se apoyaban
a la nariz una especie de quevedos primitivos no muy cómodos. No obstante, a
pesar de su precariedad, la posibilidad de dejar libres las manos mientras la
gafa se sostiene en la nariz supuso una evolución muy importante.
Hasta aquella fecha, lo que las personas
utilizaban cuando no podían ver a distancias cortas eran las llamadas piedras
de aumento. Tenemos varios ejemplos diseminados por los museos europeos,
así como referencias en textos escritos.
Por ejemplo, en la obra de Roger Bacon
(Opus Maius, 1267), importante científico inglés del siglo XIII, existe
la siguiente referencia a las piedras de aumento y su uso: “un segmento de
esfera hace ver los objetos más gruesos”, y que éste “debería ser útil
instrumento para las personas ancianas y aquellas que tienen ojos débiles, pues
ellas pueden así ver pequeñas letras con grandor suficiente”. La obra de
Bacon tuvo escasa difusión fura de los círculos papales, por lo que no tuvo
nada que ver en la invención de las gafas.
Y sus conclusiones no hacían sino repetir
argumentos que ya habían tratado otros autores anteriores, como Grosseteste o
Alhacén (965-1040). Este último investigador musulmán ofreció una avanzada
explicación del sistema visual y estudió el poder magnificador de las lentes
positivas, entre otras muchas cosas. Aunque, no dejó escrito que fueran algo
útil para los présbitas.
Las piedras de lectura, como se las solía
llamar en la Edad Media, tuvieron una gran difusión en los ámbitos
monacales, donde los monjes debían realizar miniaturas en los libros de
enorme precisión. Las piedras de lectura se colocaban encima de los textos que
se querían ver más grandes, o sobre obras de arte que necesitaban una precisión
en su realización muy minuciosa. Monjes, orfebres y artesanos pudieron conocer
estas piedras de lectura y utilizarlas de forma esporádica desde el S. XI en
Europa.
Se suele atribuir al científico andalusí
Abbás Ibn Firnas (810-887) la creación de las primeras piedras de lectura, dado
que descubrió un método eficaz para tallar cristal. En verdad se trataría de un
redescubridor de la utilidad de estas lentes tipo lupa, las cuales ya se
utilizaban desde hacía más tiempo por civilizaciones anteriores.
Estas piedras de aumento pueden
rastrearse hasta época romana fácilmente. En
los escritos de los autores romanos tenemos varias referencias a estos objetos
ópticos que servían para magnificar la imagen de los textos.
Una de las más importantes aparece en la
obra de Séneca Quaestiones Naturales, escrita alrededor del año 65
d.C. En esta famosa obra, dedicada a describir cuestiones meteorológicas,
mineralógicas y oceanográficas, tenemos un par de pasajes en donde el filósofo
romano trata de varios aspectos relacionados con el mundo óptico.
En el primero podemos observar la primera
descripción del poder amplificador que posee un vidrio lleno de agua. El orador
romano nos muestra que a través de un vidrio lleno de agua no sólo vemos más
grandes los objetos, sino que también podemos leer mejor. Aunque Séneca no se
detiene a explicar la utilidad práctica de tal fenómeno, debemos suponer que
algunos romanos pudieron utilizar vidrios llenos de agua para poder ver a
través de ellos documentos y trabajar con más detalle en sus pequeñas obras de
arte, tales como camafeos.
No obstante, no debemos dejarnos
sorprender por esta cita, ni elucubrar sobre un uso extendido de este tipo de
solución para corregir la vista cansada. En época romana eran pocos los
afortunados que sabían leer, al igual que eran pocos los que llegaban a la vejez
y sufrían los problemas de vista cansada. Sólo las élites tenían la posibilidad
real de llegar a viejos y cuando la vista cansada les afectaba les resultaba
más práctico y barato utilizar esclavos para que les leyeran documentos que
andar leyendo con unas rudimentarias lupas: “Añadirá que todos los objetos
vistos a través del agua, parecen mucho más grandes. La escritura menuda y
embrollada, leída a través de un globo de cristal lleno de agua, aparece mayor
y más clara. Las frutas nadando en cristal, parecen más bellas de lo que son”.
Pero no fueron tampoco los romanos, a
pesar de su infinita practicidad, los que inventaron las piedras de aumento. Un
reciente estudio parece señalar que tales piedras de aumento existían desde
al menos el 750-700 a.C.
Un equipo de investigadores de la
Universidad Estatal de Illinois, la Universidad Western Illinois, y la
Universidad de California en San Diego, han realizado un estudio detallado de
un conjunto de artefactos descubiertos a principios del siglo XX en el sitio
arqueológico del Templo de Atenea en la acrópolis de Ialisos, una de las tres
ciudades más importantes de Rodas.
En las décadas de 1920 y 1930, una misión
arqueológica italiana excavó depósitos de ofrendas en las cuevas naturales al
sur y oeste del templo, encontrando, entre muchas otras cosas, un conjunto de
ocho artefactos de cristal plano-convexos rodeados por anillos de bronce con
mango. Los mismos fueron datados en la época arcaica, entre el 750-700 a.C.
Para determinar su posible función, el
equipo realizó un detallado análisis óptico de los artefactos. Midieron sus
distancias focales, que variaron entre 18-21.5 mm, lo que les confería
amplificaciones teóricas de 8.3 a 13.2 aumentos. Con este poder magnificador,
los autores del estudio comprobaron que era posible, para una persona con una
visión normal, poder discernir detalles imposibles de ver a simple vista.
Las lentes de vidrio fueron realizadas
para ser engarzadas en los anillos de metal, los cuales tienen unas marcas
relacionadas con su poder dióptrico: a menores marcas, mayor resolución. Lo
que tenemos aquí, de ser cierta la hipótesis planteada, es una especie de caja
de prueba de lupas de diferentes aumentos.
La hipótesis de los autores es que estas
piezas, las primeras lupas conocidas de la historia, debieron ser realizadas
por los fenicios. Los mismos tenían un gran conocimiento en el trabajo del
vidrio, realizaron joyas con detalles decorativos increíblemente precisos y
estaban presentes en Rodas y todo el Egeo. No es descabellado pensar, según los
autores, que fueron fenicios asentados en Rodas los autores de tales lupas. Y
estos objetos serían utilizados por artesanos, como grabadores de sellos o
metales, que necesitaban observar detalles finos.
De confirmarse el uso propuesto para estos
objetos demostraría que en algunas culturas mediterráneas más avanzadas, ya se
conocían y fabricaban rudimentarias herramientas ópticas antes del periodo
helenístico.
Fuente principal:
Georgia Tsouvala,
Lee L. Brice, Alex Papen, George Papen, Quantitative
characterization of archaic magnifying lenses from Ialysos, Rhodes.
Journal of Archaeological Science: Reports, vol.53, February 2024, 104320. doi.org/10.1016/j.jasrep.2023.104320
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