Dentro de los muchos mitos que rodean a la institución
de la Inquisición, uno de los más persistentes es aquel que nos muestra la
exclusividad de tal organismo dentro del mundo católico.
Recuerdo que el gran libro sobre la Inquisición en
España de Joseph Pérez comenzaba mostrando el siguiente epígrafe: de la
España de las tres religiones a la España inquisitorial. Y aunque luego se
matiza que la idea de un Al-Ándalus donde convivieron las tres religiones es un
mito irreal, en el subconsciente de muchas personas aún perdura la idea de que
en España pasamos de una situación de tolerancia y convivencia pacífica entre
judíos, cristianos y musulmanes a otra de intransigencia religiosa
ejemplificada con la inquisición cristiana impuesta por los Reyes Católicos en
el final de la Reconquista.
¿Os apetece descubrir la historia real que oculta el
manto de la leyenda?
Al-Ándalus nunca fue un paraíso para el
resto de religiones que vivieron en su seno y en el mundo
académico no existe ninguna duda al respecto. Por citar a Joseph Pérez, “la
tolerancia [religiosa] implica no discriminar a las minorías y respetar
la diferencia. Y entre los siglos VIII y XV, no hallamos nada parecido a la
tolerancia”.
Más bien, lo que existió, fue una persecución
constante al resto de religiones del libro en el que se forzaba la conversión
al islam o el éxodo de los no musulmanes por medio de la discriminación. Una de
las más evidentes era la discriminación económica, donde los
conquistados que no deseaban convertirse al islam eran obligados a pagar un
impuesto especial denominado yizya. Tal como explican los textos
jurídicos musulmanes de manera clara, la yizya era una humillación impuesta a
las Gentes del Libro con el que reforzar la hegemonía del islam. Como es
lógico, el hándicap económico que suponía este impuesto era, a la larga, la
ruina de aquellos que no se convertían al islam y competían con musulmanes en
el mismo negocio.
Pero otras discriminaciones importantes eran la
civil y la jurídica. Sin entrar mucho en detalles indicaré que
los cristianos y judíos eran obligados a vivir en barrios apartados del resto
de musulmanes, pues su sola presencia suponía un serio obstáculo para la pureza
que requieren los rituales religiosos musulmanes. Un musulmán no podía comer
nada preparado por los cristianos (no eran comidas halal), ni usar su
vajilla ni pisar donde pisara un cristiano o judío descalzo. Con estas
limitaciones la interacción entre diferentes religiones era, cuanto menos
difícil.
Pero, además, existía una importante discriminación
jurídica, donde la vida de un dimmí (Gente del Libro no musulmana) era
menos valiosa que la de un musulmán (la mitad concretamente, al igual que el
valor de las mujeres musulmanas, por cierto); o cuyo testimonio no era válido
en las disputas entre musulmanes. Igualmente, tenían prohibido realizar
celebraciones públicas de su religión.
Un dato muy revelador de la intolerancia existente en
Al-Ándalus es que, cuando los cristianos retomaron aquellas tierras tras cinco
siglos y medio de dominio musulmán, los únicos dimmíes que encontraron
fueron los judíos, que siempre han vivido apartados de la sociedad general, sea
el poder dominante cristiano o musulmán. Los dimmíes cristianos
(recordemos que en el siglo VIII en España toda la población era cristiana)
habían escapado a los reinos cristianos del norte, se habían convertido al
islam o habían sido expulsados al norte de África.
Esta intolerancia hacia el resto de religiones
se combinaba con otra, igual de intransigente, respecto a las diferentes
corrientes interpretativas del Corán. En Al-Ándalus dominó la escuela
malikí, la cual era una de las visiones más conservadoras del islam. Elevada a
escuela oficial por los omeyas, la persecución del resto de escuelas (hanbalí,
shafii y hanafi) resulta evidente en las palabras de Ibn Hazm, quien indicó que
en Al-Ándalus no había muchas sectas islámicas.
Un motivo importante para ello fue la existencia de
una eficaz institución inquisitorial (Mihna) que purgó de la
sociedad todos los elementos discordantes que pretendían salirse de la
imposición estatal.
Esta inquisición musulmana, al igual que la cristiana
posterior, no fue una invención propiamente española. Si la católica tuvo su origen
en Roma, la musulmana lo tuvo en el califa abasí Al-Mamún (786-833),
quien la creó para combatir a aquellos que se enfrentaban con la filosofía
griega. Al-Mamún intentó realizar una revisión científica del islám e imponer
una visión racionalista a la religión. Algo que se encontró con el rechazo de
los sectores más tradicionalistas y que, a la postre, terminó por doblegar su
voluntad. La corriente filosófica y teológica del mutazilismo fue declarada herética
por el califa Al-Mutawakkil (847-861) y perseguida hasta su desaparición
absoluta.
La victoria de los ulemas tradicionalistas provocó que
en el islam la religión esté íntimamente relacionada con el poder político,
hasta unos extremos totalmente insospechados para el mundo cristiano. Mientras
que en los reinos cristianos el derecho civil regula a la población
independientemente del derecho canónico, reservado exclusivamente para los
miembros religiosos, en el mundo musulmán esa distinción no existe. La sharía
o ley islámica, administrada por los ulemas (clérigos), regía todos los
aspectos de la vida de la sociedad, desde los rituales para rezar como la vida
sexual adecuada dentro del matrimonio.
En Al-Ándalus, un personaje muy relacionado con la
inquisición musulmana es el conocido Abd al-Rahman III, recordado por el gran
público por el excepcional palacio cordobés de Madinat al-Zahara. Sus éxitos,
sin duda importantes, deben contextualizarse con la existencia de esta
inquisición que le permitió controlar de manera eficaz a la sociedad. Este
califa persiguió con dureza el resto de corrientes musulmanas, siendo
probablemente la causa principal de la muerte de su hijo Abd Allah el
acercamiento del mismo a la escuela de Shafii. También asesinó a su pariente
Abd al-Aziz por practicar el cristianismo en secreto y combatió a los herejes
masarríes (seguidores del gnóstico Ibn Masarra) en varias ocasiones durante su
califato.
Por supuesto, la inquisición musulmana no fue
practicada únicamente por este personaje y la persecución estatal de cualquier
otra escuela diferente a la malikí o de cualquier doctrina considerada hereje
la tenemos, por ejemplo, en Al-Hakam I, quien en erradicó una secta islámica en
Algeciras pasando a cuchillo a los habitantes de la ciudad o crucificó a 72
ulemas contrarios a sus ideas.
La práctica rigurosa del islam, a través de la escuela
malikí, tiene su origen en la proximidad de los reinos cristianos. Y mucha
jurisprudencia legal malikí tiene similitudes con la inquisición cristiana
posterior en el sentido de perseguir a todo aquel que, dentro de la religión oficial,
se desviaba de la normativa impuesta.
Un caso ejemplificador es el de la persecución de
la apostasía, esto es, la práctica encubierta de otra religión haciéndose
pasar por musulmán. Según el tratado jurídico malikí al-Tafri, “el que
pretenda ser un musulmán, pero practique en secreto una fe de infieles, debe
ser muerto, y no se le debe dar la oportunidad de arrepentirse”.
Aquí tenemos una clara diferenciación con la
inquisición católica en España, pues el objetivo de esta última no era
descubrir y matar a los apóstatas, sino convencerles de su error e intentar volver
a integrarlos en el catolicismo. Sin embargo, ser apóstata en Al-Ándalus
significaba la muerte segura si se era descubierto.
En Al-Ándalus también se persiguió a las
brujas, mujeres que parecían tener poderes mágicos oscuros.
Y al igual que en el mundo protestante, esta persecución suponía la muerte de
las acusadas y no la reintegración a la sociedad bajo el arrepentimiento.
Como bien sabemos, la blasfemia a Alá o a su
profeta Mahoma tenían iguales consecuencias. Siguiendo el tratado anterior:
“quienquiera que blasfeme contra Alá o su Mensajero, ya sea musulmán o
infiel, debe ser muerto, no debe dársele la oportunidad de arrepentirse”.
En este caso, la sharía musulmana, al contrario que la inquisición católica, no
sólo perseguía la blasfemia en el interior de la comunidad de fieles musulmanes
sino también en el resto de dimmíes, lo que le atribuye unas
competencias mucho mayores de lo que tuvo la institución cristiana (sólo
perseguía cristianos). Igualmente, tampoco se contemplaba el perdón si existía
arrepentimiento por parte de lacusado.
En muchos lugares se acusó a la inquisición española
de moverse por motivos económicos, pues se quedaba con los bienes de los
acusados por herejía. Pero esta norma también se aplicaba en Al-Ándalus,
especificándose esta norma en el tratado malikí Risala.
Escapar de la iglesia católica era complicado en la
Edad Media, al igual que lo era abandonar el islam. Si alguien pretendía
abandonar la fe de Alá se le daba la oportunidad de arrepentirse y si no la
aceptaba debía ser ejecutado y sus bienes confiscados.
La quema de libros por parte de la inquisición católica
española es un episodio ampliamente recordado para mostrar su intransigencia. Es
más, se le compara con la quema de libros de los nazis en un anacronismo tan
errado como falso. En el caso de la inquisición católica, las primeras quemas
de libros ocurren en un momento temprano (Valencia, 7 noviembre 1497) y se
circunscriben a obras escritas en hebrero o que traten sobre judaísmo o islam.
Tengamos en cuenta que la Inquisición deseaba terminar de raíz con los falsos
conversos, por lo que esta medida se contextualiza en el deseo de impedir que
se conocieran aspectos de esas religiones más que de otros ámbitos. Por
ejemplo, en 1500, cuando Cisneros ordenó una quema de libros árabes en Granada,
los que trataban sobre medicina fueron trasladados a la Universidad de
Salamanca.
La quema de libros de otras religiones es un tópico de
todos los momentos donde la intransigencia está presente dentro de una
sociedad. Y este suceso también ocurrió en la tolerante Al-Ándalus.
Tanto el omeya Abd Allah (888-912) como Almanzor (938-1002) recurrieron a la
quema de libros. En este caso no sólo referentes a temas religiosos, sino
también todos aquellos que trataban de poesía, historia, filosofía, lógica o
leyes. Y esta tradición continuó en los reinos de taifas (quema libros de Ibn
Hazm), con los almorávides (quema libros sufíes o de Al-Gazali) y con los almohades
(obras malikís).
La quema de libros es una constante en la historia
Otros aspectos que muestran la intolerancia reinante
en la sociedad de Al-Ándalus sobre los que no respetaban adecuadamente las
normas impuestas por los ulemas era el castigo a sodomitas o adúlteras
(apedreamiento), el castigo a los ladrones (cortar extremidades) o la condena a
los que eran sorprendidos bebiendo vino (80 latigazos y muerte si era acusado
en cuatro ocasiones).
Si en la inquisición cristiana cualquier persona podía
convertirse en acusador de un hereje, en la sociedad musulmana existía, además,
la figura del muhtasib, un auténtico espía estatal encargado
de que se respetara la sharía. Estos ulemas específicos tenían el
poder de un juez y vigilaban el comportamiento social y comercial de la
población, informando al gobernante de cualquier posible subersión social.
Entre las atribuciones de los muthasibs estaba el de poder entrar en una
casa privada si oían instrumentos de cuerda o de viento (estaban prohibidos),
confiscándolos y destruyéndolos. No es casualidad que en la historia no exista ningún
músico famoso musulmán (a la altura de Beethoven, por ejemplo), como tampoco
existieran grandes pintores o escultores (prohibición religiosa de representar
la figura humana). La religión musulmana prohibía tales ocupaciones e impedía
su correcto desarrollo.
Como hemos visto, la inquisición como tal también
existió en el mundo musulmán. Y la normativa religiosa, totalmente intrincada
en la jurisprudencia legal, le permitía tener unas atribuciones mucho mayores
que la inquisición católica. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que la
intransigencia en Al-Ándalus fue mucho mayor que en los posteriores reinos
cristianos, incluso con la presencia de la inquisición católica.
Por tanto, desterremos de una vez esa imagen idílica
de una arcadia feliz de convivencia pacífica de las tres religiones monoteístas
en Al-Ándalus y contextualicemos correctamente este periodo histórico tan lleno
de leyendas y falsos tópicos.
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