domingo, 14 de febrero de 2021

Los rayos sólo impactan sobre personas corrientes



Uno de los capítulos del libro Civis Romanus Sum, disponible en Amazon, trata sobre la caída de rayos y relata la suerte que tuvo un personaje antiguo de sobrevivir a la caída de un par de estas descargas de energía.

Con esta excusa vamos a hablar un poco de rayos y mostrar que no siempre caen a personas anónimas en la historia.

Las probabilidades de que nos caiga un rayo son de 1 entre 300.000. Aunque, por supuesto, todo depende del lugar en donde nos encontremos para que las probabilidades aumenten.

Se necesita aire húmedo, caliente y en ascenso para generar los rayos, por lo que existen lugares en la Tierra donde se es más proclive a sufrir un ataque del dios Júpiter (eso pensaban los romanos de los rayos).

Florida, en los EEUU, es uno de esos lugares propicios, donde existe una siniestra media de 5 muertes por rayos al año. Y aunque en el 90% de las ocasiones las personas sobreviven al impacto de un rayo, las secuelas pueden ser importantes.

Una de las más evidentes son las figuras de Lichtenberg, producidas cuando la energía del rayo obliga a salir a los glóbulos rojos de los capilares a alta velocidad. La consecuencia es que en el cuerpo de las personas afectadas se pueden ver, como tatuajes, las ramificaciones capilares rotas.

Típicas figuras de Lichtenberg

Dentro de los casos de personas que sobrevivieron a los rayos las experiencias son variopintas. El record de impactos de rayo lo tiene Roy Sullivan, un guardabosque del Parque Nacional de Shenandoah, en Virginia, al que le cayeron siete rayos. Sobrevivió a todos ellos sin grandes secuelas, aunque terminaría suicidándose en 1983 tras caer en una depresión.

Un caso con graves secuelas fue el de Falk Weltzien, al que se le paró el corazón el 1 de octubre de 2012 a causa de la caída de un rayo. Fue reanimado gracias a la asistencia inmediata de una enfermera que estaba cerca, lo que le salvó la vida, pero las siguientes semanas sufrió una dolorosa neuropatía, tuvo que recuperarse de quemaduras varias y le quedó afectado un pulmón y los tímpanos.

Pero antes hemos indicado que los rayos también afectan a personajes históricos y, en este caso, el ejemplo más evidente es el del emperador romano Augusto. El relato de tal incidente lo tenemos en la crónica que realizó Suetonio:

Consagró un templo a Júpiter Tonante, porque le  libró del peligro, cuando en una expedición contra los cántabros, durante la noche, un rayó rozó  ligeramente su litera y mató a un esclavo que iba delante para alumbrarle”. (Vida de Augusto, 29, 3).

Los romanos pensaban que era el dios Júpiter quien lanzaba estos rayos con el objeto de realizar castigos. Este pensamiento proviene de la mitología griega, en donde Zeus castigó a Asclepios la osadía de haber resucitado a Hipólito, el hijo de Teseo, fulminándolo con un rayo.

Escultura de Júpiter Tonans en el Museo del Prado de Madrid

Augusto, consciente de que la providencia le había salvado y que debía hacer un sacrificio a los dioses por su buena fortuna, decidió levantar en el año 22 a.C. un templo en honor a Júpiter Tronante. Al contrario de lo que era habitual, el templo no fue revestido de mármol, sino levantado enteramente en este material. Y el emperador solía visitar tal templo frecuentemente (Suetonio, Vida de Augusto, 91), tal vez en agradecimiento por haber salvado su vida.

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