Una de las múltiples preguntas que se hacen todos los
padres respecto a sus hijos es aquella referente a cuál es la mejor edad para
revisarles la vista.
Salvo que exista algún problema evidente, como un
estrabismo, son pocos los padres que consideran necesario realizar revisiones
visuales a sus hijos en los primeros meses y años de vida. Y eso es un error,
pues en las ópticas los optometristas estamos capacitados para poder realizar
una valoración en la que poder detectar posibles problemas visuales a edad
temprana. Y en niños es algo fundamental para poder corregir posibles defectos
de visión.
¿Os interesa saber un poco de la visión de los niños y
de las pruebas diagnósticas que podemos hacerles?
¿Por
qué evaluar en una óptica la visión de un niño?
Es importante asegurarnos de la correcta evolución del
sistema visual de los niños. Con pruebas objetivas bastante someras se pueden
detectar problemas graves como ambliopías, estrabismos o errores refractivos
elevados que, de no detectarse a tiempo, pueden tener difícil solución.
Aunque muchos padres piensan que con las pruebas
pediátricas es suficiente para valorar este tipo de problemas lo cierto es que,
tras haberlas pasado con mi hijo, os puedo asegurar que son del todo
insuficientes.
Igualmente, aunque el profesorado está preparado para
detectar posibles problemas oculares, en la práctica diaria es la miopía, por
acercarse mucho al texto o no ver bien la pizarra, el único defecto visual
detectado con efectividad.
¿Qué
desarrollo normal podemos esperar en la visión de un niño?
Inicialmente el ojo humano está en periodo de
desarrollo, razón por la cual la visión de los recién nacidos es muy
deficiente. Los diferentes estudios otorgan todo tipo de graduaciones, desde
miopías a hipermetropías, pasando por astigmatismos varios. Es algo
relativamente normal.
Luego, durante los próximos 15 meses, el ojo va
creciendo rápidamente, teniendo como objetivo la emetropización, es decir, un
ojo sin graduación. Al año de vida la mayor parte de los niños han igualado su
refracción, presentando una hipermetropía entre +1,00/+2,00 D. Este valor se
mantendrá constante en el resto del crecimiento ocular y es la razón por la que
los niños no paren nunca quietos en un sitio. Todo lo que ven les atrae y
corren en su busca, pero de cerca no es tan atrayente y van hacia otro estímulo
más lejano.
Hasta los seis años el crecimiento del ojo es lento
pero constante. En este momento la refracción media es de +1,00 D y solo aproximadamente un 2% de los niños
son miopes.
Respecto a la binocularidad (la capacidad de ver con
los dos ojos a la vez) y la acomodación (capacidad para ver a todas las
distancias) indicar que a los seis meses debe ser aceptable. Es decir, a partir
de esa edad el niño ya no debería torcer ningún ojo (algo habitual en bebés).
Es importante no asustarse respecto al estrabismo, pues en muchas ocasiones la
apariencia de torcer un ojo se debe al diferente desarrollo del epicanto, una
membrana próxima a la nariz.
A la edad de 4-5 años la estereopsis de los niños, su
capacidad para fusionar las imágenes de ambos ojos, debe ser como la de un
adulto. Ello requiere una correcta coordinación de los músculos oculares, algo
que, no obstante, puede retrasarse hasta los 6-7 años sin ser motivo de alarma
grave.
Entre los 6 y 8 años el ojo del niño ya está plenamente formado y debería alcanzar la unidad en un test de agudeza visual.
¿Desde que edad podemos empezar a revisar la visión de un niño?
Según recomiendan los oftalmólogos pediátricos, la visión de los niños puede revisarse desde los seis meses de edad con total garantía. Las pruebas a las que van a someter a los pequeños son las siguientes:
- Retinoscopía estática para averiguar un posible defecto refractivo.
- Medición de las forias para verificar posibles desviaciones en los ejes visuales.
- Toma de Agudeza visual y refracción subjetiva tanto en lejos como en cerca.
Ahora bien, no todos los niños necesitan una revisión tan profunda a tan corta edad. Los pediatras están capacitados para cribar los casos de los niños donde puede existir algún problema y será ellos, por lo general, los que remitan al especialista si ven algo extraño.
¿Qué
mediciones podemos hacer a un niño pequeño (a partir 3 años) en la óptica?
Uno de los principales test objetivos para poder
descubrir errores refractivos son los Test
de Agudeza Visual. Sí, las clásicas letras que os ponemos a leer en el
gabinete. Pero para niños existen test adaptados.
Uno de los más famosos es el Test de LEA,
empleado tanto para niños como para personas que no saben leer o tienen
deficiencias psíquicas. Se trata de un test que emplea dibujos simples
(cuadrado, círculo, casa, manzana) que son fáciles de reconocer por los niños.
El niño puede contestar verbalmente, o puede señalar la figura en una tarjeta
auxiliar.
A partir de los cuatro años se puede utilizar el Test
de la E, indicando el niño con su mano el lugar hacia donde está abierta, o un
test de números. Igualmente, para los más avanzados, podemos usar las letras si
ya las conocen.
Respecto a la agudeza visual normal es importante
indicar que hasta los 6 años es posible que no alcancen una agudeza visual
igual a la unidad. Por tanto, si a partir de esta edad notamos agudezas
visuales extrañamente bajas deberíamos sospechar de algún problema refractivo.
Igualmente que en lejos, existen test especializados
para comprobar la agudeza visual en cerca, algo muy importante dada la pronta
escolarización de los niños y la gran demanda que les exigen en distancias
próximas.
El siguiente paso es valorar la binocularidad. Para la binocularidad se utiliza el
llamado Cover Test, con el que se descartan estrabismos o forias
importantes. Para que el niño mantenga la fijación mientras se le tapan los
ojos alternativamente es recomendable cambiar el punto luminoso habitual por un
dibujo atractivo.
El Cover Test es una sencilla prueba que consiste en
tapar los ojos del niño con un oclusor alternativamente. Se esta forma vamos a
poder detectar, de forma rápida, si el niño desvía algún ojo de forma
importante ante ausencia de estímulo.
Para comprobar la existencia de fusión ocular entre
ambos ojos también es recomendable realizar el Test de Worth, una prueba
consistente en colocar un filtro rojo y otro verde en cada ojo. Luego se
presentan cuatro luces en la pantalla: una roja superior, una blanca inferior y
dos laterales verdes. Según sea la respuesta averiguaremos si los ojos poseen
buena estereopsis.
Otra prueba muy sencilla de realizar consiste en evaluar los movimientos oculares. Para
ello necesitamos un punto de fijación que interese al niño y colocarlo a unos
40 cm de su rostro. Luego pedimos al niño que siga el objeto, con la precaución
de que no mueva la cabeza y sean los ojos los que realicen el trabajo. Nuestra
tarea será trazar una especie de H para abarcar todas las posiciones de mirada.
Lo habitual es que los movimientos sean suaves, precisos, extensos y completos
(SPEC), descartando algún problema de motilidad, saltos o nistagmus en
determinadas posiciones de mirada.
Una prueba que suele hacer mucha gracia consiste en averiguar la preferencia de mirada.
Aunque miramos con ambos ojos, uno es el director y otro el acompañante, razón
por la cual no vemos el mundo doble en todo momento (pues las imágenes de ambos
son ligeramente diferentes dada su distinta posición espacial). Aunque existen
test específicos para ello, averiguar el ojo director es tan sencillo como
colocar una hoja con un agujero en el centro y pedir al niño que se asome por
el orificio. Advertir que es importante presentarle la hoja centrada, para no
condicionar la respuesta.
Otro tipo de valoraciones, como la acomodación o la
refracción, requieren del uso de la Retinoscopía.
Esta técnica optométrica consiste en averiguar la graduación de un paciente por
medio de la valoración de las sombras que se producen al enfrentar el ojo a un
retinoscopio. Dominar esta técnica es difícil, razón por la cual en muchas
ocasiones no se realiza en muchas ópticas, remitiéndose los casos de sospecha
de graduación al oftalmólogo. Este especialista, al estar autorizado a
suministrar fármacos, es capaz de anular la acomodación con atropina y obtener
una refracción objetiva de los niños.
De forma habitual, suele utilizarse este tipo de
fármacos ciplopégijos hasta la edad de unos 10-12 años, momento en el que la
acomodación ya puede controlarse en las ópticas sin necesidad de fármacos.
Ya sabéis, los que me seguís, que yo tengo una alteración a los colores. Tal vez por
ello me gusta incluir, entre la batería de pruebas, una prueba con el Test de
Ishihara para descartar este tipo de problemas. En este caso es necesario
que el niño conozca los números, por lo que es recomendable realizarlo una vez
comenzadas la escolarización.
Por tanto, como conclusión y resumen, una valoración optométrica de un niño (a partir
de tres años) debería consistir en:
·
Test Agudeza Visual: valoración visión del
niño.
·
Cover Test y Test de Worth: valoración
binocularidad correcta.
·
Test movimientos oculares: valoración
motilidad ocular
·
Test preferencia de mirada. Valoración ojo
director
·
Test de Ishihara: valoración visión normal
de los colores
·
Refracción: Retinoscopía (o
autorrefractómetro como screening): valoración dioptrías error refractivo y
estado de la acomodación.
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