Muchas agencias de viajes
anuncian Estambul como “La ciudad de las
mil mezquitas”. Os puedo asegurar que se quedan muy cortos, pues existen
más de 3.000 mezquitas en esta colosal ciudad. Los viajeros que visitan
Estambul suelen visitar un par de mezquitas, las más céntricas, dejando pasar
la ocasión de visitar muchas otras joyas ocultas en la ciudad por el simple
pensamiento de que “vista una mezquita,
vistas todas”.
Hoy os mostraré las mezquitas
más importantes de Estambul, aquellas que no debéis dejar pasar, y os
descubriré las particularidades que hacen de cada una de ellas un lugar único.
¿Empezamos?
Estambul, al ser un país
laico, es un destino ideal para poder visitar las mezquitas sin ningún
problema. Existen países islámicos, tales como Túnez o Marruecos, donde la
entrada al recinto está prohibida para los occidentales. Egipto también es un
lugar donde podremos visitar mezquitas libremente, siempre y cuando respetemos
sus costumbres, principalmente entrar descalzos y las mujeres con velo.
La idea de que todas las
mezquitas son iguales viene dada por el hecho de tener una configuración
estándar, al igual que nuestras catedrales.
- Lo primero que nos llamará la atención será una alta torre, llamada minarete, desde donde se llama a la
oración de los fieles.
- Cuando entremos al recinto de la mezquita encontraremos un gran patio
porticado, el cual suele tener una fuente para que los fieles realicen sus
abluciones antes de orar.
- A continuación ingresaremos en la sala de oraciones, un gran recinto cubierto,
bastante diáfano y que puede tener más de un piso. Es el lugar de oración de
los fieles, los cuales dirigen sus rezos en dirección a la Meca. Esta dirección
viene marcada por el muro de la quibla,
si bien en muchas mezquitas existe el mihrab,
una hornacina visible y muy decorada (en la mezquita de Córdoba es una pequeña
habitación). Éste se considera el santa santorum de las mezquitas. Junto a ella
se alza una estructura de madera llamada minbar,
una especie de púlpito utilizado por el imán en la oración de los viernes. La
sala de oraciones es el lugar más importante de la mezquita y es el que más
fastuosa decoración tendrá: alfombras, lámparas, azulejos, yesería, cúpulas…
Planta general de una mezquita. Fuente: miblogdesociales.wordpress.com |
Aunque todas estas
características se repiten, a grandes rasgos, en todas las mezquitas, a
continuación comprobaremos que cada mezquita intenta diferenciarse del resto
por alguna característica especial.
Las dos mezquitas más
visitadas de Estambul se encuentran en el centro neurálgico de la ciudad
antigua. Se trata de Santa Sofía y de la Mezquita Azul.
Santa Sofía (532-536),
también llamada Hagia Sophia
(que en griego significa Santa Sabiduría), fue la basílica de los cristianos
ortodoxos de Constantinopla. Se suele decir que si Constantinopla es la ciudad
de Constantino, Santa Sofía era la iglesia de Justiniano. Cuando los turcos
invadieron la ciudad en 1453, la convirtieron en mezquita, aunque hoy día
permanece como museo de la ciudad. Su característica principal es que no se
trata de una mezquita, por lo que no se parece a nada de lo que veremos en
Estambul.
Esta iglesia simbolizaba los
sueños imperiales de Justiniano, defensor último del orden divino y terrenal.
Por ello, el verticalismo y las enormes dimensiones del edificio son una
alegoría de la autoridad divina en la tierra.
Su construcción estaba
encaminada a revolucionar la arquitectura del momento, realizando una síntesis
única entre tradición y vanguardia. Por tanto, veremos transformados los
postulados constructivos clásicos, como, por ejemplo, en la sustitución del
orden adintelado por un sistema de columnas con arco. La verticalidad del
baldaquino se basa en modelos romanos, pero ahora se han eliminado las
sensaciones de pesadez y robustez de los elementos sustentantes. De hecho, la
ocultación de los soportes de la cúpula es una de las características de esta
iglesia. La otra, crear un espacio que en nada se asemeja a la escala humana.
En realidad, se puede
considerar como la culminación de la arquitectura bizantina: una gran cúpula
central sobre pechinas se eleva en el centro del templo de planta cuadrada. Se
sostiene gracias a cuatro enormes arcos que reposan sobre otros tantos pilares.
La sensación de amplitud es sobrecogedora. La liberación de todo lo estático
crea numerosas ilusiones perspectivas y el objetivo final de tal amplitud era
crear un espacio donde la belleza y la luminosidad pura recrearan una imagen de
la presencia divina que abriera los ojos del espíritu.
Pero si arquitectónicamente
es una maravilla, los tesoros que guarda en su interior, en forma de bellos
mosaicos, son la guinda del pastel. Su visita no dejará indiferente a nadie.
Justo enfrente de ella se
alza la majestuosa Mezquita Azul (1609-1617), también llamada del Sultán
Ahmed I. Posee este nombre tan sugerente debido al color de la decoración de su
interior. Su construcción se debió al deseo del sultán por competir en belleza
con Santa Sofía, y voto a bríos que lo logró. Su exterior es colosal, siendo
una de las dos únicas mezquitas de Estambul que tiene seis minaretes, mientras
que su interior deslumbra por la limpieza de sus líneas y la cuidada
decoración. El espacio central posee cuatro enormes pilares polilobulados que
sirven para sostener la enorme cúpula. Se utilizaron 21.043 azulejos florales
para decorar paredes y cúpulas, y posee 200 vidrieras, amén de multitud de
lámparas de araña.
Junto
a la anterior, la otra gran mezquita de Estambul es la de Suleiman (1557),
la cual se levanta sobre una de las tres colinas de la ciudad. Su estampa es
una de las más conocidas, alzándose sobre los tejados de las viviendas de la
ciudad. Su mejor panorámica se obtiene desde la Torre Gálata, al otro lado del
Cuerno de Oro. Es la mezquita más grande de Estambul y, para muchos, la más
bella. Su arquitecto, Sinan, pasó a la historia por sentar las bases del arte
otomano, cuyos precedentes más inmediatos son el arte de los selyuqíes y de los
bizantinos. De hecho, en esta mezquita podemos apreciar la configuración en torno
a una planta central que nos remite, irremediablemente, a Santa Sofía. La
enorme curva de la cúpula central es uno de los sellos de identidad de esta
mezquita, así como el característico pórtico de entrada y los frágiles
alminares. Estas características definirán a partir de ahora las grandes
mezquitas otomanas. Antes de entrar fijaros atentamente en la volumetría
exterior, la cual os indicará de forma elocuente la configuración interna de
esta mezquita.
Luego,
dentro del complejo, lo primero que os sorprenderá es el jardín que posee en
uno de sus laterales, el cual posee los mausoleos del sultán, su esposa y el
arquitecto. Pasear un rato por esta zona puede sacar al Gustavo Adolfo Bécquer
que todos llevamos dentro. Además de este jardín esta mezquita posee numerosas
edificaciones, según era la costumbre de las mezquitas imperiales: hospital,
hospicio, escuela…
Ya en el interior, descubriremos un espacio majestuoso y
vasto en cuanto a dimensiones. Tal vez su decoración no sea tan deslumbrante
como la Mezquita Azul, pero su cúpula os dejará helados. Como curiosidad decir
que la mezquita nunca se manchó del hollín de las lámparas gracias a un sistema
de corrientes de aire que llevaba todo el humo hasta una cámara sobre la puerta
de entrada, donde podía ser fácilmente limpiado.
Junto
al bazar de las especias se alza la Mezquita Nueva, aunque su
construcción data del año 1597. Es una mezquita muy fotografiada, por estar en
un lugar de paso habitual para los turistas, justo al lado del Puente Gálata.
Su visita os servirá para compararla con las otras dos mezquitas anteriores. Su
tamaño es menor, y su decoración algo menos lujosa que las dos imperiales
anteriores, pero su combinación de azulejos azules, verdes y blancos es muy
bella estéticamente. Destacar la galería adornada con azulejos y nácar.
Bastante alejada del centro
tenemos la gran Mezquita de Eyüp Sultan, aunque su visita merece la pena
y os pillará de camino si queréis visitar el famoso mirador de Pierre Loti. No
será la más bella que visitéis, pero si la que encontrareis con más vida. Al
estar alejada del centro turístico es la que conserva mejor el ambiente
tradicional de oración musulmana. Los viernes son el día ideal para su visita,
pues al estar situada en uno de los barrios más religiosos de la ciudad, el
ambiente será maravilloso. En esta mezquita podemos subir a una segunda planta
(creo reservada para las mujeres en la oración) y ver el interior de la
mezquita desde una perspectiva nueva y distinta a lo habitual. Como curiosidad
indicar que fue la primera que se construyó en Estambul (1453), y que posee la
tumba de Abu Ayyub al-Ansari, portaestandarte de Mahoma, así como algunas
pertenencias del profeta. Como podréis imaginar, el lugar es un sitio de
peregrinación para los fieles musulmanes. Como consejo final os recomiendo
comprar las especias en las tiendas tradicionales de este barrio, pues sus
precios son muy asequibles.
A continuación voy a
describir otra tanda de mezquitas muy distintas a las anteriores. Se trata de
mezquitas pequeñas y llenas de encanto que, aunque menos conocidas, no tienen
nada que envidiar a las grandes mezquitas descritas anteriormente.
La Mezquita Pequeña Santa Sofía era en realidad la Iglesia bizantina
consagrada a los santos Sergio y Baco (527-536). Los musulmanes la convirtieron
en mezquita y en su interior descubriremos una curiosa mezcolanza. Junto a los
ornamentos musulmanes aún se pueden descubrir ciertos elementos cristianos:
tanto los capiteles como el epígrafe que rodea toda la estancia son originales
del S.VI. De hecho, en muchos de los capiteles podremos descubrir los anagramas
de Justiniano y su esposa Teodora. La iglesia bizantina corresponde al primer
periodo de este arte, por lo que se aprecia una comunión entre el concepto de
espacialidad romana y la manera de construir siria. Resulta muy curiosa la
columnata doble de su interior, pues el arquitrabe horizontal impone un efecto
de pesadez que resulta contrarrestado por el impulso vertical que logra
imprimir la tribuna superior. También es destacable su decoración en blanco
(siento decir que no queda ningún mosaico original, pues todo fue enyesado por
los musulmanes) y la visión del minbar junto al ábside de lo que fue la iglesia
original. Su exterior es similar a la gran Santa Sofía, de ahí que lleve ese
nombre, aunque arquitectónicamente tenga poco que ver.
Muy próxima a la anterior se
encuentra la recoleta Mezquita de
Sokollu. Fue erigida en el año 1572 y yo tuve la suerte de poder visitarla
gracias a la gratitud del conserje, que me la abrió expresamente fuera del
horario de visitas oficial. Sin duda, lo más interesante es su interior y, en
concreto, el muro de la quibla. En él podremos observar, enmarcando el mihrab,
una profusa decoración de azulejos de Iznik de distintos colores, aunque el
azul destaca sobre todos los demás. Sólo por esta visión merece la pena
visitarla. El mármol se utilizó para las columnas y el minbar y, como
curiosidad, decir que en esta mezquita se conservan algunos fragmentos de la
Kaaba.
Otra mezquita donde los azulejos son la característica principal de su
decoración es la de Rüstem Pasa.
Próxima al bazar egipcio (de las especias), deberemos callejear un poco para
encontrarla. La pista nos la dará un patio con una fuente de abluciones situado
al inicio de la calle. Esta mezquita está situada en una alta plataforma, por lo
que deberemos subir unas escaleras para encontrarla. Se trata de una mezquita
muy pequeña, pero de gran belleza, pues su interior es un auténtico museo de
azulejos. No sólo cubre el muro de la quibla, sino que los azulejos se
extienden por todas las paredes y columnas del recinto. Sus motivos florales y
geométricos son muy variados y de gran belleza estética. Seguro que no os
dejará indiferentes.
Si os gusta pasear, tenéis un
agradable recorrido desde el centro hasta la Iglesia-museo de San
Salvador de Cora (imprescindible). Por el camino os encontrareis con Laleli Camii, la Mezquita de los Tulipanes. Tiene todos los elementos típicos de las
mezquitas, aunque me gustó especialmente el muro del mihrab, donde existen unas
bellas vidrieras que ofrecen un aire mágico a su interior.
Esta es mi selección de las
mezquitas más bellas de Estambul. Seguro que existen viajeros que prefieren
otras, pues obvié nombrar algunas más, como la de Fatih (importante
arquitectónicamente pero con elementos ya vistos en otras mezquitas que seguro
visitaréis) o la de Ortaköy (me gustó más externamente por su situación, en un
saliente junto al Bósforo, que su interior tan recargado. Pero esto son gustos
personales).
Y si no tenéis tanto tiempo o
ganas para ver la selección que os he preparado no podéis dejar pasar las
siguientes. Son imprescindibles: La Mezquita Azul, la Mezquita de Suleiman,
Rüstem Pasa y Eyüp. Y, por supuesto, Santa Sofía.
¡¡¡¡¡¡¡¡Disfrutad de Estambul!!!!
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