Uno de los días más especiales para los
niños en Navidad es la llegada de los famosos Reyes Magos de Oriente. El día 5
sus Reales Majestades realizan el tradicional desfile, denominado Cabalgata,
donde se acercan a los más pequeños y comienzan a repartir regalos en forma de
caramelos. Esa noche visitarán todas y cada una de las casas para dejar regalos
a los chiquillos buenos y carbón a los niños que se portaron mal durante el
año.
Esta tradición católica hunde sus raíces
en la adoración a Jesús, en el pesebre de Belén, de tres magos venidos de
Oriente. Pero, ¿en verdad la Biblia nos relata este episodio tal como lo
representamos hoy en día?
Dentro
de los cuatro Evangelios canónicos, sólo uno de ellos, el de San Mateo, relata
la llegada a Belén de unos magos provenientes de Oriente
que, guiados por una estrella, marcharon para adorar al rey de los judíos que
acababa de nacer.
La mención aparece en el Evangelio según San Mateo, capítulo 2,
versículos 1 a 12:
“Cuando
Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a
Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha
nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados
todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde
había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está
escrito por el profeta:
Y
tú, Belén, de la tierra de Judá,
No
eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;
Porque
de ti saldrá un guiador,
Que
apacentará a mi pueblo Israel.
Entonces
Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el
tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y
averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber,
para que yo también vaya y le adore. Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y
he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta
que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se
regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su
madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron
presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños
que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”.
Resulta curioso apreciar que San Mateo no indica ni que fueran tres, ni que
fueran reyes. Utiliza la palabra
magos, denominación que podemos equiparar con astrólogos, personajes que
interpretan las estrellas y pueden llegar a predecir acontecimientos.
Lo anterior parece contradecir la
interpretación de Quinto Séptimo
Tertuliano, padre de la Iglesia en el siglo III, que creyó ver una mención a
los tres Reyes Magos en el Salmo 72 del Antiguo Testamento: “Que los reyes de Sabá y Arabia le traigan
presentes, que le rindan homenaje todos los reyes”.
Teniendo en cuenta la rocambolesca historia
del plan malvado de Herodes, que la realización de este Evangelio data del año
80-90 y que la historia no aparece ni en el Evangelio de San Marcos (el más
antiguo de todos datado hacia el año 70) ni en el contemporáneo de San Lucas ni
en el más tardío de San Juan (90-100), muchos investigadores ponen en duda incluso
la existencia de estos personajes.
Debemos
acudir a los evangelios apócrifos para averiguar algo más sobre estos magos
venidos de Oriente: El Proto Evangelio de
Santiago, el Evangelio del Pseudo Mateo, el Evangelio Árabe de la Infancia y el
Evangelio Armenio de la Infancia, siendo estos dos últimos los más rico en
detalles.
En
el Evangelio
Árabe de la Infancia (8; 1-4), se nos dice específicamente que son personajes
provenientes de Persia. Y que son tanto reyes como magos.
En este Evangelio Apócrifo se menciona
también la fecha de nacimiento de Jesús: el 25 de diciembre (8; 1). De lo cual
podemos deducir que la escritura de este Evangelio es posterior al Concilio de
Nicea I celebrado en el año 325 en el cual se estableció el 25 de diciembre
como día para conmemorar el Nacimiento de Cristo. Indicar que este día era
importante para los Romanos (celebración deidad Sol Invictus), y para los Persas (Mitra), por lo que fue elegido
para facilitar el sincretismo religioso con los anteriores cultos paganos.
Por su parte, en el Evangelio Armenio de la Infancia descubrimos los verdaderos
nombres de estos personajes (9; 2):
“El
primer rey, Melkon, aportaba, como presentes, mirra, áloe, muselina, púrpura,
cintas de lino, y también los libros escritos y sellados por el dedo de Dios.
El segundo rey, Gaspar, aportaba, en honor del niño, nardos, cinamomo, canela e
incienso. Y el tercer rey, Baltasar, traía consigo oro, plata, piedras
preciosas, peras finas y zafiros de gran precio”.
La
popularización del número y nombres de los Reyes Magos,
no obstante, no se adoptaría por la Iglesia de manera
oficial hasta la Edad Media.
En el Liber
pontificalis del siglo IX, una recopilación de varias leyendas y
tradiciones cristianas, asentó definitivamente el número de reyes en tres,
asociándolo al número de regalos y a la Santísima Trinidad. Debemos tener en
cuenta que las distintas tradiciones variaban tanto en el número de reyes (en
Armenia son 12) como en el de presentes. Esta obra solidificó la tradición del
número tres que ya podemos rastrear en el siglo III a través de los escritos
del teólogo Orígenes. Número, por cierto, que ya había sido confirmado en el
siglo V por el Papa León I el Magno en sus Sermones para la Epifanía.
Esta obra también asentó el nombre
definitivo de los tres Reyes Magos, siguiendo el Evangelio Apócrifo
anteriormente citado y otorgó un
simbolismo religioso a los tres regalos: La Mirra entregada por Melchor,
por ser una de las esencias utilizadas en la preparación de los cadáveres en la
antigüedad, pronostica el fatídico destino que tendrá que pasar el Mesías. El
Incienso entregado por Gaspar revela la naturaleza divina, puesto que a los
dioses se les ofrenda esta apreciada esencia. Y el Oro otorgado por Baltasar,
simboliza la majestad de Jesús como Rey de Reyes.
Que los nombres de los Reyes Magos ya
estaban bastante extendidos entre los cristianos de la tardo-antigüedad lo
demuestra el hecho de que sus nombres
aparecieron por primera vez en el famoso mosaico del siglo VI en la basílica de
San Apolinar el Nuevo, en la ciudad italiana de Ravena.
Mosaico Reyes Magos de la Basílica de San Apolinar el Nuevo, en Rávena. |
La representación de la Adoración de los
Reyes Magos fue un tema predilecto tanto en la Edad Media como en el
Renacimiento. Y casi cualquier artista inmerso en la tradición cristiana
realizó su interpretación sobre este emotivo momento.
Ahora bien, como muchos se habrán fijado
ya, en las primeras representaciones de los Reyes Magos los tres personajes
tienen un aspecto occidental y son de raza blanca. A Baltasar no se le representó como un rey de tez negra hasta el siglo
XV. Concretamente, esta tradición comenzó en la pintura flamenca y tenemos
un ejemplo notable en la obra de Hans Memling, Los siete gozos de María (1480). Pinacoteca Antigua de Múnich,
Alemania
Los siete gozos de María (1480). Hans Memling. Alte Pinakotek Munich. |
Lo
anterior obedecía a la universalidad del cristianismo,
lo que hoy llamamos globalización. Mientras que en la Antigüedad y la Edad
Media el mundo era eminentemente europeo, para finales del siglo XV los
descubrimientos marítimos y el contacto con Asia y América provocaron un cambio
de mentalidad importante.
Cada uno de los Reyes Magos se va a
caracterizar tanto con las tres partes del mundo conocidas (Europa, África y
Asia-Oriente) como también con las tres décadas vitales principales, razón por
la cual Melchor sea el más anciano, Gaspar se representa en la edad madura y
Baltasar es el más joven.
Para potenciar este simbolismo, aunque no
existe tradición literaria que lo respalde, cada uno de los Reyes Magos se
hicieron acompañar de tres diferentes animales con los que portar sus regalos:
el caballo, el elefante y el camello.
Por tanto, el simbolismo relativo a la
universalidad del cristianismo, así como un nuevo gusto por lo exótico, hizo
que Baltasar adquiriera una tez negra que ya no abandonaría jamás.
Como conclusión podemos indicar que la tradición histórica que envuelve a los
Reyes Magos no deja de ser una construcción literaria en el tiempo que obedece
a numerosos avatares y mentalidades.
Si desean la historia cruda y dura debo
indicarles que el nacimiento de Jesús ni fue famoso ni congregó a
personalidades importantes venidas de Oriente. En su tiempo pasó desapercibido
y no suscitó interés alguno en las autoridades romanas de la época. Toda la
leyenda de la adoración comenzó con San Mateo y continuó desarrollándose por la
Iglesia con el paso de los siglos, primero en los textos apócrifos y luego
dentro de la ortodoxia aceptada por Roma.
Por tanto, si colocan el Belén estas Navidades,
al menos no le pongan el camello a Baltasar, ni confundan sus respectivos
regalos. Vamos a hacer las cosas bien, aunque sean leyendas.
Bibliografía:
Gavaldá, J. El origen de la tradición de
los Reyes Magos y los regalos. Revista Historia National Geographic. Enero,
2020.
Azanza López, J.J. ¡Ya vienen los Reyes!
Historia, leyenda y arte en torno a los Magos de Oriente. Universidad de
Navarra. Conferencia 2008.
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