lunes, 30 de septiembre de 2019

Dos salidas en los alrededores de Budapest: Szentendre y Aquincum


Como sabéis, cada vez que viajo a una gran capital europea me gusta dejarme un día para salir a algún lugar próximo con encanto. En esta ocasión, en Budapest, tenemos no una, sino dos lugares encantadores que podemos visitar en el mismo día al estar muy próximos entre sí. Me refiero al magnífico pueblecito de Szentendre (San Andrés) y a las ruinas romanas de Budapest, Aquincum. ¿Os animáis?


Para visitar ambos destinos lo mejor es tomar el tren (línea H5) desde Batthyány tér. Yo realicé la visita hasta Szentendre, que está más lejos, por la mañana y la visita a las ruinas tras comer. Incluso tuvimos tiempo de sobra para visitar la Isla Margarita, ya en Budapest ciudad. Por tanto, es una salida muy rápida y sencilla.

Los billetes podéis sacarlos en ventanilla o en la máquina y lo único a tener en cuenta es que si tenemos algún bono transporte para la ciudad sólo tendremos que sacar una ampliación de billete hasta Szentendre desde la estación de Békásmegyer.

Al pueblo de Szentendre se llega en unos 40 minutos desde Budapest. Luego, nada más bajar del tren una cómoda señalización nos va a llevar a la zona turística en un paseo de un cuarto de hora.

El encanto de este pueblo reside en sus preciosas casas con fachadas pintadas en diferentes colores, algo que le otorga una magia muy especial. Pasear por su entramado urbano más céntrico es una maravilla debido a estas construcciones tan románticas, fruto de haberse convertido la ciudad en el refugio de numerosos artistas en el siglo pasado. Una postal de cuento.

El otro interés reside en poder visitar las iglesias ortodoxas que posee. Esta localidad acogió a todos aquellos serbios que huyeron de la invasión otomana en el año 1690, lo que le proporcionó una prosperidad reflejada en sus casas barrocas y en sus templos. Sin duda os vais a quedar muy sorprendidos a la hora de entrar en ellos y admirar su recargada decoración si no estáis familiarizados con el culto ortodoxo.

De entre todas las iglesias que posee dos son las más importantes y que deberíais visitar (la entrada son unos módicos 400 HUF). La iglesia Blagovestenska se encuentra en la misma plaza principal del pueblo y su inconfundible torre blanca destaca en una esquina.

De su interior voy a destacar el recargado iconostasio barroco, lleno de imágenes.

En esa misma plaza podéis adentraros en un pequeño callejón que os subirá hasta un mirador junto a la Iglesia de San Juan. Las vistas de los tejados merecen la pena.


Rodeando la iglesia y bajando de esta colina llegaremos en menos de cinco minutos a la Catedral serbia de Belgrado, el templo más importante de la ciudad. De mayor amplitud que el primero, su decoración es más profusa aún, con múltiples iconos y pinturas. Un imprescindible.


Y hablando de templos curiosos indicaros que muy próximo se encuentra una de las posiblemente sinagogas más pequeñas del mundo. Merece la pena acercarse sólo por curiosidad.

El paseo por la calle comercial de la ciudad (Boddányi utca) nos va a permitir comprobar como el turismo de masas puede cambiar la fisonomía entera de una ciudad pequeña como esta. Numerosas tiendas de souvenirs pueblas esta arteria paralela al Danubio, aunque dentro de todas ellas voy a destacar dos de especial relevancia. Una es Kovács Kékfestő, una tienda de ropa conocida por utilizar un color azul muy especial y específico.

La otra es Christmas Museum, una tienda dedicada por completo a la Navidad, la cual es una maravilla disfrutar. Resulta imposible entrar y no adquirir algo para tu árbol navideño.


Por último, no quería olvidarme de los museos de la ciudad. Existen varios y del gusto de cada persona está en visitarlos. Personalmente ninguno me llamó lo suficiente la atención, pero en otros blogs cuentan maravillas sobre el museo del mazapán, el dedicado a la cerámica, el de las miniaturas o el Ferenczy Museum, así como galerías de arte tales como el Anna Margit Museum o el Barcsay Museum. No será por opciones a elegir.

Al ser una ciudad muy pequeña la visita no os llevará más de dos horas si no entráis en ningún museo, por lo que es muy factible volver a tomar el tren y visitar las ruinas romanas de Aquincum.

La parada de tren en la línea H5 tiene el mismo nombre, por lo que no hay pérdida posible. Al bajarnos del tren lo primero que vemos será el antiguo anfiteatro de la ciudad, hoy en día poblado de vegetación y con un árbol en el centro de lo que otrora fue la arena de combate.

Para llegar a las ruinas tendremos que cruzar una carretera y seguir en dirección a Budapest (la misma dirección que llevábamos en el tren). En apenas unos diez minutos andando llegaremos a las ruinas, las cuales ocupan una gran extensión de terreno. Como la admisión se encuentra en la parte más alejada de la estación vamos a poder comprobar sus dimensiones según nos acercamos a la entrada.

Nada más entrar en las ruinas (nosotros fuimos un sábado y la entrada era gratuita) tenemos el edificio del museo. Se trata de un recinto muy pequeño en el que se exponen algunas piezas encontradas en la ciudad, tales como lucernas, adornos armas u otros objetos cotidianos de vidrio, hierro o cerámica.

En otra parte del museo podremos disfrutar de diversas exposiciones temporales. Cuando yo lo visité se exponían mosaicos y piezas encontradas en el palacio de la ciudad.

Dos son las construcciones a las que podemos acceder desde este lugar si en vez de marchar hacia las ruinas giramos a nuestra derecha. Una es el Templo de Mitra, una reconstrucción bastante lograda en donde además podremos ver un vídeo con imágenes por ordenador muy elocuentes (aunque el audio sea en húngaro).

A los más pequeños les encantará la reconstrucción de una pequeña casa romana, la casa de los pintores. Se trata de una especie de pequeña villa en donde descubrir la vida de una familia romana. A destacar el triclinium o el tablinum, decorados con copias muebles romanos.

Tras ver estas dos zonas podemos adentrarnos en las ruinas por un lateral, admirando una excepcional colección de lápidas y sarcófagos romanos. Si os gustó el Lapidarium del Museo Nacional de Hungría aquí también disfrutaréis.

De las ruinas existen diversas zonas importantes a destacar. Una casa con peristilo columnado, varias termas, donde sobresale un mosaico conservado en in situ,  o diversas casas en donde faltan algunas explicaciones algo más convincentes. Una fuente situada en una esquina de una calle fue algo que me sorprendió encontrar, al igual que la reconstrucción de los ladrillos huecos de las termas por donde circulaba el vapor y mantenía las salas caldeadas.

Otro edificio triple, reconstruido a modo de templo, acoge una pequeña exposición temporal y más lápidas y sarcófagos en sus aledaños.

Por último, los más pequeños tienen para divertirse un pequeño parque infantil en donde las atracciones tienen nombres de la mitología griega, tales como Hércules y la Hidra o la leyenda de Aracne. Una idea muy original, así como un pequeño visor por el que retroceder unos cuantos siglos.

En definitiva, una visita muy interesante para todos aquellos que disfrutan entre ruinas arqueológicas y, especialmente, romanas. Que nadie se espere una Pompeya húngara, pero no están nada mal en su conjunto.

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