Las grandes ciudades romanas, tal como las conoce el gran público, poseen unos edificios característicos que las definen. Basílica, templos, termas o acueductos son elementos arquitectónicos comunes en el proceso de romanización de cualquier urbe.
Mientras unos sirven a los elementos políticos y
otros a los religiosos, los acueductos hacen posible la existencia de las
ciudades romanas, al poder llevar hasta su seno el agua de diversos ríos. No
olvidemos que es el agua, su existencia, lo que provoca el florecimiento de
cualquier aglomeración urbana. Y si en la Antigüedad las ciudades se ubicaban
junto a los ríos, a partir de los romanos, aquellas pudieron alejarse de ellos
gracias a obras como los acueductos.
Pero al igual que la mayor parte de los tramos de un
acueducto no transcurren sobre arcos, sino de forma subterránea, no todas las
grandes urbes romanas necesitaron de acueductos para abastecerse de agua. Y en
España tenemos un caso muy especial que nos demuestra lo inteligentes que
llegaron a ser los ingenieros romanos. Un yacimiento arqueológico extenso y con
numerosas sorpresas. ¿Os gustaría conocerlo?