El viernes 2 de diciembre de
1547, en Castilleja de la Cuesta (Sevilla), moría Hernán Cortés. Resulta
sorprendente que sobre el gran conquistador de México la población apenas sepa
nada. Y más curioso resulta que las pocas cosas que se conozcan sobre él sean
episodios mitificados y falsos.
Cuando preguntamos a alguien
sobre Hernán Cortés algunos nos dirán que conquistó México, otros que el
Imperio Inca (¿?), pero todos, invariablemente, nos relatarán la anécdota de la
“quema de sus naves”.
Siempre me resultó
curiosísimo que el único dato que el público general conozca de Hernán Cortés
sea más falso que un beso de Judas. Porque, señores, Cortés nunca quemó sus
naves, ni física ni metafóricamente. ¿Quieren saber la verdadera historia?
A pocos les habrá sonado la
fecha de la muerte de Cortés. A casi todos les sorprenderá si les indico que
Cortés fuese acusado de matar a su primera esposa, Catalina Xuárez, y que llegó
a ser juzgado por ello, aunque no hubo sentencia por no concluirse nunca el
proceso. La sorpresa aumentará cuando les informe que Cortés fue un mujeriego
empedernido (las crónicas son unánimes en ello) que tuvo cinco hijos
extramatrimoniales durante su primer matrimonio y otros seis posteriormente,
esta vez fruto de su segundo matrimonio. Casi todos conocen que él fue el
responsable de la conquista del Imperio Mexica, pero pocos saben que hoy día se
le atribuye el descubrimiento de la península de Baja California.
Deben reconocer que el
conocimiento general que se tiene sobre Hernán Cortés es, por decirlo
finamente, deficiente. No pretendo hoy adentrarme en la vida y obra de este
personaje sino aclarar uno de los errores históricos más perniciosos con los
que jamás me encontré. Se trata del asunto de la “quema de las naves”.
Hoy día es de uso corriente
la expresión “quemar las naves”. Su significado es el de tomar una decisión
cuya consecuencia más definitoria es la de no poder volver atrás.
Como podréis imaginar, en el
mundo de los negocios y en los libros de autoayuda del tipo “Métodos de liderazgo”
o “Sé tu propio jefe”, la expresión es habitualmente utilizada. Eso de no
retroceder jamás, o de que la victoria tiene más mérito si no tenemos opción de
dar marcha atrás, resulta muy popular para utilizarlo en una charla de
motivación, pero no para aplicarlo en la vida real.
Estos “vende humos”, como me
gusta llamarlos, os citarán el origen histórico de la expresión. Os
comentarán que Cortés, antes de iniciar su conquista a México y viendo que
algunos de los suyos dudaban del éxito de su empresa, decidió quemar los barcos
donde habían venido. De esta manera lanzaba el mensaje de que ya no era posible
la vuelta atrás y que sólo quedaba la victoria como única opción.
Siempre me pregunto, cuando
me encuentro con estas idioteces, si resulta tan difícil tener un poco de
empatía histórica. Imaginémonos que somos Cortés. Hemos desembarcado en un
continente desconocido. Somos poco más de medio millar de hombres. Hemos oído
hablar de un Imperio Mexica con capital en Tenochtitlán, y nos hemos hecho
aliados de sus enemigos, los Totonacas, que, aunque con armas más atrasadas,
aportan para la batalla más de un millar de hombres. En esta situación lo mejor
es un acto de chulería y quemar nuestras naves, ¿verdad? ¿Qué puede salir mal?
Ni el más estúpido de los
generales que enviaban, en la Primera Guerra Mundial, a sus soldados a caballo
contra las ametralladoras alemanas hubiera quemado sus naves e inutilizado su
único medio de escape de aquél lugar. ¿Alguien en su sano juicio haría tal
cosa? Y os puedo decir que de Cortés se han dicho muchas cosas, pero un loco o
descerebrado no era en absoluto.
Algunos estaréis pensando que
mis palabras tienen lógica. Pero que el hecho de quemar las naves es real. Que
aparece en multitud de libros. Los más aventajados en el tema pensarán que se
trató de un error interpretativo. Que no hubo quema de ninguna nave, sino su
barrenado.
Y el caso es que tenéis parte
de razón. Cortés si inutilizó varios de sus navíos, aunque lo hizo por otros
motivos más mundanos que el de dar una lección ejemplar a sus hombres. Veamos
que pasó y de donde viene el error que nos ha llevado hasta aquí.
Para conocer el episodio que
tratamos de la quema de las naves contamos con varias fuentes de primera mano.
Tal vez, la más importante sea la ofrecida por el propio Cortés en sus famosas
cartas, aunque también es interesante la otorgada por Bernal Díaz del Castillo,
quién participó en la expedición de Cortés. Ambas tienen una cosa en común:
ninguna habla sobre la quema de ninguna nave.
Según nos cuenta Cortés en
sus cartas:
“Y porque, como ya creo, en la
primera relación escribí a vuestra majestad que algunos de los que en mi
compañía pasaron, que eran criados y amigos de Diego Velázquez, les había
pesado de lo que yo en servicio de vuestra alteza hacía, y aun algunos de ellos
se me quisieron alzar e írseme de la tierra, en especial cuatro españoles que
se decían Juan Escudero y Diego Cermeño, piloto, y Gonzalo de Ungría, así mismo
piloto, y Alonso Peñate, los cuales, según lo que confesaron espontáneamente,
tenían determinado de tomar un bergantin que estaba en el puerto, con cierto
pan y tocinos, y matar al maestre de él, e irse a la isla Fernandina a
hacer saber a Diego Velázquez cómo yo enviaba la nao que a vuestra alteza envié
y lo que en ella iba y el camino que la dicha nao había de llevar, para que el
dicho Diego Velázquez pusiese navíos en guarda para que la tomasen, como
después que lo supo lo puso por obra, que según he sido informado envió tras la
dicha nao una carabela, y si no fuera pasada la tomara. Y así mismo
confesaron que otras personas tenían la misma voluntad de avisar al dicho Diego
Velázquez; y vistas las confesiones de estos delincuentes los castigué conforme
a justicia y a lo que según el tiempo me pareció que había necesidad y al
servicio de vuestra alteza cumplía.
Y porque demás de los que
por ser criados y amigos de Diego Velázquez tenían voluntad de se salir de la
tierra, había otros que por verla tan grande; y de tanta gente, y tal, y ver
los pocos españoles que éramos, estaban del mismo propósito, creyendo que si
allí los navíos dejase, se me alzaran con ellos, y yéndose todos los que de
esta voluntad estaban, yo quedaría casi solo, por donde se estorbara el gran
servicio que a Dios y a vuestra alteza en esa tierra se ha hecho, tuve manera
como, so color que los dichos navíos no estaban para navegar, los eché a la
costa por donde todos perdieron la esperanza de la tierra. Y yo hice mi
camino más seguro y sin sospecha que vueltas las espaldas no había de faltarme
la gente que yo en la villa había de dejar.”.
Tenemos que tener ciertas
precauciones al leer las cartas de Cortés, pues no dejan de ser un documento
sumamente subjetivo cuyo único fin es justificar su actuación ante su rey. No
obstante, podemos sacar varias conclusiones.
En primer lugar, Cortés nos
confirma que inutilizó los navíos para que no volvieran a navegar. No habla de
quemar las naves de forma aleccionadora, sino de inutilizarlas. Además, nos
cuenta su razón principal, el de alejar la posibilidad de una posible vuelta a
todos aquellos que no confiaban en la expedición. Pero
he incluido el párrafo que habla sobre el castigo a los afines a Diego
Velazquez porque creo que aquí tenemos la poderosa razón por la que Cortés inutilizó
sus naves.
Diego Velazquez de Cuéllar
(no confundir con el pintor) era el adelantado y gobernador de Cuba desde 1511.
Desde su puesto había patrocinado varias expediciones al continente. La primera
a Yucatán, la segunda a las costas de México y la tercera a Culúa, a cuyo
frente colocó a Hernán Cortés. Éste actuaría de capitán, mientras que Velazquez
se encargaba de armar la flota.
Cortés y Velázquez tenían una
relación complicada. Cortés acompañó a Velazquez en la conquista de Cuba, lo
que le valió la obtención de tierras y esclavos como premio. Luego fue
encarcelado por Velazquez, quién le acusó de conspirar contra él. No obstante,
poco después vemos a ambos reconciliados, con Cortés casado con la cuñada de
Velazquez y al mando de su última expedición.
Las relaciones debieron
enturbiarse nuevamente pues Cortés, adelantándose a la destitución que le
habían preparado, tuvo que huir con la armada precipitadamente el 18 de
noviembre de 1518. Tras aprovisionarse lo suficiente marchó hacia el
continente, iniciando su conquista “particular” de México.
Velázquez no se quedó con las
manos cruzadas e intentó detener a Cortés. Primero envió otra expedición, al
mando de Pánfilo de Narváez, la cual fracasó. Luego logró en la corte española
el título de adelantado de Yucatán. Cortés, enterado de tal nombramiento,
decidió jugar también sus cartas en la corte española y envió a sus compañeros
más fieles, Portocarrero y Montejo, con lo mejor del botín obtenido hasta
entonces. Su objetivo era conseguir el nombramiento para Cortés. Y tenían a su
favor que al rey español le agradaba la política de hechos consumados.
Por tanto, Cortés inutilizó
las naves (todas menos en las que se marcharon sus fieles compañeros a España)
con el objetivo de cortar las comunicaciones con Cuba. Velázquez no debía
conocer los planes de Cortés para arrebatarle el nombramiento y ninguno de los
soldados que le acompañaban (muchos de los cuales no veían bien la traición
realizada por Cortés a Velazquez) debía marcharse y contárselo.
Inutilizar las naves era
perentorio, pues había abortado una huída de los afines a Velazquez en el
último momento. Y la justicia que les aplicó fue la típica de aquella época. A
Diego Escudero y Juan Cermeño los ahorcó, mientras que al piloto Gonzalo de
Umbría le cortó un pie.
Esta fue la verdadera razón
de inutilizar las naves, eliminar toda posibilidad de que Velazquez sospechara
de sus planes. Luego, la segunda razón que nos ofrece para inutilizar las
naves, la relativa a la tropa temerosa por el escaso número de españoles que la
formaban, se nota que es un añadido, a posteriori de los acontecimientos, para
justificar su actuación. Y esto es así porque no se inutilizaron los navíos de
forma definitiva.
Bernal Díaz del Castillo, en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España Tomo
I”, en el capítulo LVIII, nos relata el episodio de la “quema” de las
naves:
“CAPITULO LVIII. CÓMO
ACORDAMOS DE IR A MÉXICO, Y ANTES QUE PARTIÉSEMOS DAR TODOS LOS NAVÍOS AL
TRAVÉS, Y LO QUE MAS PASÓ, Y ESTO DE DAR CON LOS NAVÍOS AL TRAVÉS FUÉ POR CONSEJO
Y ACUERDO DE TODOS NOSOTROS LOSQUE ÉRAMOS AMIGOS DE CORTÉS.
Estando en Cempoal, como dicho tengo, platicando con Cortés
en las cosas de la guerra y camino que teníamos por delante, de plática en
plática le aconsejamos los que éramos sus amigos, y otros hubo contrarios, que
no dejase navío ninguno en el puerto, sino que luego diese al través con todos
y no quedasen embarazos, por qué entretanto que estábamos en la tierra adentro no
se alzasen otras personas, como los pasados; y demás de esto, que tendríamos
mucha ayuda de los maestres y pilotos y marineros, que serían al pie de cien
personas, y que mejor nos ayudarían a velar y a guerrear que no estar en el
puerto.”
Bernal Díaz del Castillo
ofrece una versión similar de los hechos. Los barcos fueron inutilizados para
evitar otros alzamientos de los contrarios a Cortés. Aquí no nos informa sobre
que esos contrarios eran amigos de Velazquez, pero, en cambio, si nos aporta
más información sobre el método que utilizaron, tanto Cortés como sus amigos
(no fue una decisión unilateral de nuestro héroe), para inutilizar los navíos,
“darlos al través”.
Dar al través con un barco
significa volcarlo, tumbarlo o ponerlo transversal para vararlo. En otros
textos también se utiliza la palabra “barrenar”, que significa abrir agujeros
con una broca o barreno. Seguramente se utilizaron ambos métodos, según lo
deterioradas que estuvieran las naves.
La expedición de Cortés hizo
algo lógico en aquellos tiempos. Desmontó los navíos que estaban en peores condiciones
y dejó alguno hundido en aguas poco profundas de la costa. Con ello Cortés impedía
la deserción de parte de su hueste para avisar a Velazquez, evitaba dejar
hombres vigilando los navíos (los cuales serían muy necesarios en su
expedición) y mantenía abierta la posibilidad de recuperar los navíos si más
tarde era necesario hacerlo. Pues en aquella época, las expediciones estaban
acostumbradas a reparar navíos e incluso construirlos (como realizará la
expedición de Cortés en el lago de Texcoco).
Por tanto, Cortés no “QUEMÓ
SUS NAVES” ni de forma física ni metafórica. Inutilizó sus navíos para evitar
ser delatado en su traición. Pero si hubiera tenido que utilizarlos
posteriormente, los hubiera tenido a su disposición varados en la costa. ¿Por
qué entonces surgió la anécdota de la quema de las naves?
Debemos que tener en cuenta
que la aventura de Cortés, dado su éxito, fue reescrita posteriormente de forma
profética. El objetivo era ensalzar las decisiones del héroe, reescribiendo su
historia de forma hagiográfica.
Uno de esos escritores que se
dedicaron a ensalzar la figura de Cortés fue Cervantes de Salazar, quién 27
años después de los hechos escribió su Crónica
de la Nueva España.
En ella vamos a ver a un
Cortés que actuaba siguiendo los mandatos divinos de la divina providencia. Fue
él quién adulteró el episodio del varado de los navíos para tergiversar su
objetivo. En su obra podemos leer lo siguiente:
“Para salir, pues, con tan memorable hazaña de manera que los suyos no
se alborotasen, llamó de secreto a los maestres y pilotos, y haciéndoles
grandes caricias y nuevas ofertas, dándoles en breve a entender la gran fortuna
y buena ventura que entre las manos tenían, les rogó que con todo secreto, so
pena de la vida, diesen barreno a los navíos, de manera que por ninguna vía se
pudiese tomar el agua, y que hecho esto, cuando él estuviese con mucha gente,
entrasen do él estaba y dixesen que los navíos estaban cascados y comidos de
broma para no poder navegar […] mandó Cortés, sacasen dellos la xarcia y lo
demás que se pudiese aprovechar y los dexasen hundir. Los Maestres, sacando
primero los tiros, armas, vituallas, velas, sogas, áncoras y todo los demás que
podía aprovechar, dieron al través con cinco navíos que eran los mejores. No
mucho después quebraron otros cuatro con alguna dificultad, porque ya la gente
entendía el propósito y ardid de su Capitán; y así comenzaron a murmurar y
tratar mal dél, quexándose por corrillos que los llevaba al matadero [en
realidad sólo a conquistar el imperio más grande de Norteamérica] y que les
había quitado todo refugio, así para ser proveídos de fuera, como para si se
ofreciese algún peligro tener con qué librarse dél”. (Cervantes de Salazar
238, Vol. 1, cap.22).
Por tanto, según Cervantes de
Salazar, el hundimiento de los navíos fue una hábil estratagema de Cortés para
animar a su tropa en la consecución de su objetivo de conquista, para evitar,
al fin y al cabo, la deserción de su hueste. Ya han desaparecido los amigos de
Velázquez y sus conspiraciones. Cortés es un héroe y esos asuntos es mejor
olvidarlos. El episodio menor del barrenado de las naves, donde Cortés, sólo
él, es el autor de tal hazaña, se convierte en una etapa clave de la conquista. Un punto
de no retorno, como el paso del Rubicón por Julio César.
Respecto a la quema de las
naves, este autor parece ser el difusor inicial del mito. Aunque en su crónica
de los hechos no aparece tal episodio, si lo vemos en una epístola dedicada a
Cortés en 1546:
“vuestra señoría desembarcó para la entrada, quemando luego los navíos
en testimonio de su mucho valor”.
A partir de entonces, y
gracias a los relatos de Juan Suárez de Peralta, historiador novohispano del
mismo siglo XVI, el episodio de la quema de las naves se popularizó con tanto
éxito que ha llegado hasta hoy día con una fortaleza notable. Podemos leer en
su crónica: “acordó (Cortés) que se quemasen los navíos, y ya quemados,
de fuerza habían de entrar (los soldados)
la tierra adentro y pelear hasta morir o aprovechar la jornada”.
Todos aquellos historiadores
que reescribieron la conquista de Cortés ensalzando al héroe, no pudieron dejar
pasar la ocasión de equiparar el relato del barrenado de las naves con el
episodio clásico de la quema de las naves por Alejandro Magno. En efecto, según
nos cuentan las crónicas, Alejandro Magno, al desembarcar en Fenicia, quemó sus
barcos para dejar a sus soldados sin alternativa de regreso. De nuevo estamos
ante una acción sin parangón, propia de los grandes conquistadores, de personas
excepcionales que se distinguen de los demás, precisamente, por esas decisiones
tomadas contra la razón.
El episodio de Cortés ha
llegado a tener tanta fama en el mundo que ha conseguido borrar de la memoria
el resto de “quema de naves” ocurridas, supuestamente, en la antigüedad. Porque
antes que Cortés las “quemara”, muchos grandes conquistadores del pasado
también lo hicieron: Ya hemos hablado sobre Alejandro Magno en Fenicia, pero
también aparece la misma historia con Julio César en Britania, Agatocles en
Sicilia, Juliano en el Tigris, el duque de Normandía en Inglaterra, Bohemundo
durante las primeras cruzadas, Barbarroja en Argél o el general Sun Tzu en
China.
Todos estos relatos nos
demuestran una cosa: el episodio de la quema de las naves es un cliché
literario. Una buena historia que ha sido utilizada desde los tiempos más
remotos por todos aquellos “historiadores” que pretendieron ensalzar la figura
de una persona sin igual. Es un episodio reelaborado a posteriori del resultado
final.
El episodio de Cortés resulta
ejemplificador de lo que es la reconstrucción histórica. Se toma un hecho
secundario, el del varado de las naves en la costa, y se tergiversa de tal modo
que las naves varadas pasan a quemarse ejemplificadoramente. Y lo que era una
acción común de los conquistadores y realizada, en este caso, con el objetivo
de no permitir que se conociera la traición de Cortés a Velázquez, pasa a ser
un episodio fundamental muestra del valor del héroe y de su determinación en
llevar adelante la conquista.
Bibliografía:
Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo I. Editorial Pedro Robredo. México.1939. En la red aquí.
Cervantes de Salazar,
Francisco. Crónica de la Nueva España. Edición Manuel Magallón. En la red aquí.
Del Valle-Arizpe, Artemio. Andanzas de Hernán Cortés. Editorial
Diana. México. 1979
Mira
Caballos, Esteban. Hernán Cortés. El fin
de una leyenda. Badajoz, Palacio Barrantes-Cervantes. 2010.
En la red tenéis una pequeña reseña del libro (aquí).
Murado, Miguel-Anxo. La
invención del pasado: Verdad y ficción en la Historia de España. Debate. 2013.
Para consultar documentos
originales Cartas de Relación de
Hernán Cortés os recomiendo este sitio: http://barricadaletrahispanic.blogspot.com.es/2011/08/hernan-cortes-arriva-por-vez-primera.html
Muchísimas gracias por tu valiosa información y por tu investigación aclaratoria.
ResponderEliminarHola Raúl, gracias por comentar.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Solo intento expandir un poco el conocimiento científico universitario.
Saludos
de la complutense tu montando fakenews hahahah xDDDDDDDDDDDDD
ResponderEliminarHola, gracias por comentar.
EliminarDos puntualizaciones:
1- En temas históricos soy de la UNED, y con mucho orgullo.
2- Si consideras que Hernan Cortés quemó sus naves de manera literal tan sencillo como mostrar la fuente histórica en la que te basas para defender tus conclusiones.
Lo sencillo es escudarse en un nick anónimo y desprestigiar la labor de profesionales que publican sus post con nombre y apellidos.
Pero además de sencillo es cobarde y demuestra la escasa calidad humana que posees.
Saludos
tremendo articulo! Felicidades!
ResponderEliminarsabes en que libro puedo encontrar informacion acerca de esos personajes que si quemaron las naves?
gracias! muy valioso a la hora de no cometer errores al citar sin saber la veracidad de la fuente
Hola César, gracias por comentar.
EliminarA la hora de buscar esa información tendrás que ir a las fuentes originales que escribieron sobre esos personajes.
No obstante, en libros biográficos actuales también puedes encontrar referencias a ello. Por ejemplo, para Alejandro Magno tienes el libro Manuel Campuzano en su libro «Alejandro Magno. La excelencia desde el liderazgo» ( Visión).
Saludos
El episodio de Cortés resulta ejemplificador de lo que es la reconstrucción histórica. Se toma un hecho secundario, el del varado de las naves en la costa, y se tergiversa de tal modo que las naves varadas pasan a quemarse ejemplificadoramente https://ideandando.es/que-fue-el-imperio-romano/
ResponderEliminarHola, gracias por comentar.
EliminarPasé por tu blog y es muy interesante.
Saludos