El 18 de enero de 2003 se
declaró Bien de Interés Cultural (BIC) a la espada denominada Tizona, una de
las cuales portó Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido por su apodo, el Cid.
El BIC es una figura jurídica
cuyo objetivo principal es proteger el patrimonio histórico español. En
concreto, puede ser declarado un BIC cualquier objeto mueble e inmueble que
pueda tener un interés artístico, histórico, arqueológico, científico, así como
lugares con valores históricos o artísticos, tales como yacimientos
arqueológicos o entornos naturales.
En esencia, este tipo de
legislación permite poder conservar y proteger nuestro patrimonio histórico
cultural. Además, un objeto catalogado como BIC pasa a ser de “domino público”,
lo que significa que la administración es responsable de su conservación y
protección.
Para que un objeto sea
declarado un BIC necesita cumplir una serie se requisitos. Entre ellos se debe
encuadrar en una de estas categorías: tener un valor histórico, artístico,
tipológico, urbanístico, paisajístico o de identidad.
El problema de la Tizona es
que no la podemos encuadrar en ninguna categoría, pues es una falsificación.
¿Qué gobierno declararía como BIC a una falsificación? Descubramos porqué Spain is different.
Existen ciertos nombres que
nos han grabado a fuego en la escuela: ¿El caballo de Don Quijote? Rocinante.
¿El caballo de Alejandro Magno? Bucéfalo. ¿La espada del Rey Arturo? Excalibur.
¿La espada de el Cid? Tizona.
Los aprendemos como los
números y las letras, sin preguntarnos muchas veces cual es la historia que
esconden. Y en el caso que nos ocupa, puesto que se trata de un personaje
histórico real, deducimos que se
trata de un objeto de existencia real. Si encima vamos al Museo de Burgos y la
vemos expuesta con todos los honores en una de las vitrinas principales, pues
nuestra confianza en el objeto es máxima.
Tal vez, algún interesado en la Edad Media que conozca
el armamento cristiano del siglo XI pueda desconfiar del aspecto de esta
espada. Tipológicamente no se parece a las espadas que aparecen en los libros
especializados sobre el tema.
Pero la explicación al
respecto no puede ser más fácil; la empuñadura fue sustituida en los siglos
anteriores. Respecto a la hoja, tenemos la inscripción de la misma “IO SOI
TIZONA Q[ue] FUE FECHA [='fui hecha'] EN LA ERA DE MIL E QVARENTA
[=año 1002]” y el estudio llevado a cabo por el profesor Criado en la Universidad Complutense
de Madrid, cuyas conclusiones indican que fue forjada en el siglo XI.
Por último, esta espada es un
BIC, por el que la Junta de Castilla y León pagó en el año 2007 1,6 millones de
euros para poder exponerla en su museo burgalés junto a otros objetos
relacionados con el personaje.
Todo lo anterior son pruebas
suficientes que nos inducen a considerar esta espada como real. En ello nos
amparamos en estudios científicos y en la supervisión gubernamental. Pero, ¿son
suficientes estos órganos gubernamentales para garantizarnos que nuestro dinero
está bien invertido?
Porque el problema de todo
este asunto, al final, es una cuestión monetaria. Yo estoy encantado de que con
el dinero de mis impuestos se mantenga y conserve desde la Cueva de Altamira a la
Catedral de Burgos. Pero no estoy dispuesto a que con mi dinero se mantenga un
objeto más falso que una moneda de 3 euros.
A pesar de todas las
contramedidas impuestas por el gobierno, la comunidad científica conoce dos
cosas ciertas sobre la Tizona:
Resulta muy improbable que sea una espada del siglo XI y más aún, que sea la
espada de el Cid.
A muchas personas les
sorprenderá la afirmación anterior, pero no es mía. Este hecho se conoce desde
hace varios años. Al igual que existen varias espadas nombradas como la Tizona
de el Cid, o que no es la única espada que se puso en manos de el Cid.
Descubramos un poco la intrahistoria de las espadas de Rodrigo Díaz de Vivar.
Según podemos leer en el
Cantar de Mío Cid, nuestro héroe castellano tenía dos espadas cuya importancia
hizo que tuvieran nombre propio. Una era la llamada Colada, cuya aparición está en la serie 58 del
cantar:
“Vençido a
esta batalla el que en buena hora nasco;
al comde don Remont a preso
le a tomado
hi gañó a Colada que más
vale de mill marcos.”.
La Tizona, llamada Tizón
hasta el siglo XVI, por su parte, aparece en la serie 118:
“Mató a
Búcar, al rey de allén el mar,
e ganó a Tizón que mill
marcos d'oro val.
Vençió la batalla
maravillosa e grant.
Aquís ondró mio Çid e
quantos con elle están.”
Las siguientes menciones de
las armas las tenemos en la parte del cantar donde Rodrigo les entrega las
espadas a los Infantes de Carrión en el momento de desposar a sus hijas. Luego,
éstos, deben devolvérselas por la afrenta del robledal de Corpes, acabando en
manos del sobrino de Rodrigo Pedro Bermúdez y de Martín Antolínez, encargados
ambos de vengar la afrenta ante los infantes de Carrión.
La fuente del cantar no
podemos tomarla como muy fidedigna por varios motivos. El más poderoso de todos
es la composición del mismo cantar. Se trata de una obra narrativa que cuenta
las gestas llevadas a cabo por un héroe épico. Y aunque el personaje es real,
la mayoría de sus hazañas son totalmente inventadas. Se puede equiparar a los
cantares épicos franceses, pero en este caso, al no existir elementos
sobrenaturales en los hechos narrados, la confusión en su interpretación nos
puede llevar a tomar como ciertos pasajes creados ficticiamente por el autor. Éste
es anónimo y una de sus mayores destrezas fue mezclar realidad y ficción.
El Cantar del Mío Cid fue
escrito hacia el año 1200. Es decir, más de un siglo después de morir el Cid.
Su base principal es la historia oral, con todas las deformaciones que puede
contener tras haber pasado por más de una generación de personas. A ello sumó
información obtenida de la
Historia Roderici y de documentos jurídicos para obtener datos sobre batallas reales o
nombres de personajes. Con todo ello, teniendo una frágil base histórica,
modificó, alteró e inventó hechos que pudieran casar mejor con la visión
literaria que deseaba dar a la narración.
El Cid fue un personaje que
existió realmente. Ello lo sabemos gracias a la Historia Roderici,
al poema Carmen Campidoctoris y al
mismo Cantar del Mío Cid. Además, en
los documentos árabes de la época también encontramos referencias a este
personaje, aunque lo tildan de kalb
ala'du (perro enemigo), pues no le perdonaban la manera que tuvo de tomar
Valencia.
Los historiadores se han
preocupado durante años de analizar las fuentes y desentrañar lo que es la
historia real del personaje de lo que fueron añadidos ficticios. Entre estos
últimos los historiadores están seguros de que el juramento de Santa Gadea a
Alfonso VI no existió, no tuvo el Cid que matar al padre de Jimena para obtener
su mano, ni tampoco existieron los Infantes de Carrión ni la afrenta de Corpes.
En este sentido, nuestras
espadas pueden estar en tela de juicio, pues forman parte importante de la
parte de los Infantes de Carrión.
El único documento donde
tenemos una referencia histórica a la Tizona
es el documento Liber Feudorum, que dataría de
la época de el Cid. Según nos cuenta este documento, Ramón Berenguer I, conde
de Barcelona, entregó a Armengol I, conde de Urgel, una espada con ese nombre: Ipsam
espadam cognominatan Tizonem. Pero este dato histórico no nos cuadra muy
bien con el relato del Cantar, pues según leímos antes, el Cid le arrebató al
conde de Barcelona don Remont (Berenguer Ramón II, el Fratricida) la
espada llamada la Colada.
La Tizona, según los datos del Cantar, la
obtuvo el Cid tras derrotar al rey Búcar de Marruecos. Pero los historiadores
han confirmado la inexistencia de tal personaje realmente. Algunos lo
identifican con Sir ibn Abu Bakr, un militar pariente del monarca
almorávide Yusuf Ibn Texufin. Pero éste nunca lucho contra el Cid
directamente, por lo que ni nuestro héroe castellano pudo matarle ni
arrebatarle ninguna espada.
Por tanto, ante la falta de fuentes contemporáneas
que nos confirmen la existencia de ambas espadas, los relatos de ellas insertos
en el Cantar parecen mostrarnos más la invención literaria del autor que unos
objetos reales.
Pero, aún así, existen físicamente hasta tres
espadas que se identifican con las que aparecen en el Cantar de el Mío Cid, dos
para la Tizona y una para la Colada. Dejando a un lado esta última, que
merecería otro artículo exclusivo, vamos a centrarnos en las dos que dicen ser
la Tizona.
Una se encuentra en la armería del Palacio Real.
Parece ser que es la misma que aparecía en el inventario del Tesoro de los
Reyes Católicos del Alcázar de Segovia, realizado en 1503. En la ficha
descriptiva de esta pieza podemos leer: “una espada que se dize Tizona, que
fue del Cid; tiene una canal por medio de amas partes, con unas letras doradas;
tiene el puño e la cruz e la mançana de plata, e en ella castillos e leones de
bulto [='en relieve'], e un leoncico dorado de cada parte de la cruz en medio;
e tiene una vaina de cuero colorado, forrada de terciopelo verde”.
Tipológicamente, se trata de una típica espada
medieval. Para los entendidos una tipo XII de la clasificación Oakeshott,
con una hoja recta, de doble filo, terminada en punta y con acanaladura
central. Tiene unos 85 cm
de longitud y se usaba principalmente como elemento contundente de corte,
aunque también podía servir para dar estocadas. La cronología de esta espada se
sitúa a partir del siglo XII, por lo que resulta muy complicado que podamos
equipararla con ninguna que utilizara el Cid, que vivió en el siglo anterior.
La
otra Tizona, la expuesta en el Museo
de Burgos, tiene su historia particular. Pertenecía al marqués de Falces, pues
un antepasado suyo la obtuvo directamente del rey Fernando II de Aragón, el
católico. Éste le regaló la espada al Condestable Mosén Pierres de Peralta
(Pedro de Peralta y Ezpeleta), primer Conde de Santisteban de Lerín, Barón de
Marcilla y abuelo del primer marqués de Falces. Parce ser que este personaje obtuvo
la espada en cuestión como premio a unas buenas negociaciones. Pudo ser por llevar
a buen término el matrimonio de Fernando con Isabel de Castilla o por la
incorporación de Navarra.
A su vez, Fernando II de Aragón la había obtenido a
través de una cadena iniciada con las hijas de el Cid, doña Elvira y doña Sol,
casadas con nobles catalanes. Resultaría una historia creíble si no fuera
porque el Cid no tuvo ninguna hija con esos nombres. Tuvo un hijo, Diego
Rodríguez, que murió en la Batalla de Consuegra. Y de sus hijas poco sabemos.
Se suele indicar que se llamaban María y Cristina. En relación con la Tizona,
interesa el supuesto matrimonio entre María y el conde de Barcelona Ramón Berenguer
III. También se la asoció en matrimonio a Pedro de Aragón, defendido este
enlace por Ubieto, en 1973, en base a unos datos algo confusos de la Primera crónica general. En 2011, Alberto Montaner
Frutos quitó toda fiabilidad a esa fuente histórica, en lo que al matrimonio se
refiere, por lo que difícilmente podemos asegurar que existiera tal enlace.
Como vemos, poco podemos afirmar como cierto sobre María.
Hasta hace muy pocos años la espada en cuestión
permaneció en poder de los marqueses de Falces, conservada en el castillo
palacio de Marcilla. Más tarde pasó al Museo del Ejército de Madrid, para
terminar, como ya hemos dicho, en el Museo de Burgos.
La descripción de la espada era la siguiente: Con
empuñadura de hierro totalmente negro, hoja de dos filos, delgada, tersa, y
flexible.
Un análisis tipológico somero nos hace dudar de su
autenticidad con sólo mirarla, pues la guarnición, “de pomo plano,
con puño largo y cónico, forrado de alambre de hierro, arriaz curvo y patillas
con pitones”, nos remite a unos
modelos típicos de finales del siglo XV. No obstante, la guarnición podría
haber sido un
añadido posterior que se incorporó a la hoja con el objetivo de conservarla en
mejores condiciones.
Respecto a la hoja, sus datos son los siguientes:
tiene una longitud de 933 mm
(785 mm
de hoja) y un ancho máximo de 43
mm. Posee una acanaladura central de 336 mm, en donde aparecen
grabadas dos leyendas. Por un lado podemos leer: “IO SOI TIZONA Q[ue] FUE
FECHA ['fui hecha'] EN LA
ERA DE MIL E QVARENTA [año 1002]”, mientras que
por el otro leemos: “AVE MARIA GRATIA PLENA DOMINUS MECUM”.
Ya Menéndez Pidal, uno de los historiadores más
devotos de la figura de el Cid, afirmó que la hoja debía ser falsa debido a la
inscripción que portaba. Ello se debía a que la palabra Tizona
no se usó hasta el siglo XIV, como sustitución de la palabra Tizón,
utilizada en las fuentes antiguas. Además, la espada no podía ser contemporánea
de el Cid debido a las dimensiones que tenía, mucho más pequeñas que las
típicas usadas en época medieval. Por todo ello Pidal dató esta falsificación
en el siglo XVI.
Y, en efecto, se trata de una falsificación. No es
una espada cualquiera que se atribuyó a el Cid sin fundamento alguno. Se trata
de una espada fabricada en el siglo XVI con la intención de recrear un objeto
histórico. Para ello, el autor copió uno de los diseños de espada más antiguos
que conocía. Lamentablemente, se quedó bastante corto en su copia.
La inscripción también tiene su intrahistoria. Se
suele decir que data de la misma época de cuando se añadió la guarnición, pero
ello no nos cuadra demasiado con el concepto de “era hispánica”. Hasta el siglo
XIV, el calendario hispánico estaba adelantado 38 años respecto al utilizado en
Europa. Por tanto, cuando leemos era de 1040, debemos entender que se trata del
año 1002. Ahora bien, si la inscripción se hizo en el siglo XV o XVI el
grabador debió confundirse al colocar la fecha. O las inscripciones son anteriores al
añadido de la guarnición. ¿Podría ser la hoja verdaderamente la Tizona?
Para descubrir su verdadera antigüedad la Universidad Complutense
realizó un estudio científico de la
hoja. Un equipo de investigación de la Facultad de Ciencias
Químicas, encabezado por Antonio Criado, concluyó que la hoja de la espada
databa del siglo XI y que su construcción era peninsular, cordobesa para más
exactitud.
El estudio nos indicaba también su método de
fabricación: “Su núcleo es de un hierro extraordinario y que, a partir de
él, el maestro herrero de la época lo horneó por encima de los 1.000 grados
centígrados con algunos elementos carbónicos, quizá pieles de animales,
vegetales y carbonato de bario. El resultado es una espada muy ligera (1.115 gramos),
flexible y a la vez tenaz: se la puede doblar, pero cualquiera que intentara
partirla lo encontraría casi imposible.”
No obstante, Criado nos ofrece una frase muy
interesante: “Aunque nadie puede asegurar que el Cid empuñara esta espada,
lo cierto es que la Tizona data de aquellos años. La debieron fraguar hacia el
1000 o el 1010, y el Campeador nació en torno al 1043”.
Es decir, aunque se confirmaba la fecha, el
científico tenía, al menos, la vergüenza torera de admitir que nadie podía
asegurar que esa espada fuera la que decían ser.
La datación cronológica de la espada en época de el
Cid dejaba abierta la puerta a la posible verosimilitud de que esta espada
fuera la Tizona auténtica. Pero este estudio tuvo muy pronto un grave
problema científico. Nadie pudo reproducir los resultados obtenidos por el
equipo del profesor Criado.
Ante la propuesta de venta de la espada por su
propietario al Estado, el Ministerio de Cultura pidió cuatro informes técnicos,
realizados por el Patrimonio Nacional, el Museo Arqueológico, la Real Academia de la
Historia y el experto historiador medievalista José Godoy (al frente del equipo
del Museo de Armas de Ginebra). Ninguno de ellos pudo asegurar que esta espada
hubiera pertenecido a el Cid. Es más, la espada, afirmaban categóricamente, no
fue fabricada en el siglo XI, sino como pronto en el siglo XV o XVI. El Museo
Arqueológico concluyó que se trataba de una “falsa reliquia”.
Aún así, por un objeto totalmente falso, la Junta
de Castilla y León pagó 1,6 millones de Euros para adquirirla, pues según la
consejera de Cultura de Castilla y León, la pieza tenía una “tradición
histórica” que le daba un valor propio.
Como bien indicó al respecto Miguel-Anxo Murado, “la
historia nacional es una fe que requiere de reliquias. Aunque los especialistas
sabían la verdad, nadie expresaba sus dudas en los medios, por las mismas
razones por las que los religiosos cultos de la Edad Media no
expresaban las suyas sobre los huesos de los santos. Se entendía que era la
forma, mala pero necesaria, de apuntalar un discurso (religioso en un caso,
patriótico en el otro) entre personas que no leían”.
Por tanto, como conclusiones finales podemos decir
lo siguiente sobre la Tizona expuesta en el Museo de Burgos:
-
La espada en cuestión no pudo ser esgrimida
por el Cid en ningún caso, pues su fabricación es bastante posterior a la cronología
de este personaje histórico. Diversos estudios científicos confirman la
cronología moderna de la
supuesta Tizona del Museo de Burgos.
-
Es evidente que el Cid debió luchar con
numerosas espadas, algo lógico tratándose de un afamado guerrero. Y que preferiría
seguir luchando con sus habituales que con las logradas como botín de guerra.
Éstas, como es de suponer, serían regaladas o vendidas.
-
El hecho de ser un objeto que pasó por
distintas manos a lo largo de la historia pone en duda su verdadero origen.
Como muchas supuestas reliquias religiosas, las falsificaciones con objetivos
económicos fueron muy habituales en la antigüedad.
-
La misma historicidad de la espada está puesta
en duda, pues el Cantar del Mio Cid, único lugar donde aparece, no puede tomarse
como una fuente histórica fiable. Debemos tener en cuenta que el autor
confundió los nombres de las hijas de el Cid, por lo que respecto a las espadas
es posible que confundiera la tipología o método de fabricación (espadas
tizonas, espadas ginetas…) con un nombre propio. Por tanto, es más plausible
pensar que las espadas de el Cid pertenecen más al ámbito de la leyenda que al
de la realidad histórica.
Fuentes:
·
Murado, Miguel-Anxo:
La invención del pasado: Verdad y ficción en
la Historia de España. Debate.
·
Mitos y leyendas: La Colada y la Tizona. http://amodelcastillo.blogspot.com.es/2012/12/mitos-y-leyendas-la-colada-y-la-tizona.html
·
El Cid y la falsa
Tizona. http://www.elperiodico.com/es/noticias/al-contrataque/cid-falsa-tizona-2287580
·
Bien de Interés
Cultural. http://es.wikipedia.org/wiki/Bien_de_Inter%C3%A9s_Cultural
·
La Tizona. http://es.wikipedia.org/wiki/Tizona
·
La
"Tizona" gana su última batalla. http://elpais.com/diario/1998/03/19/madrid/890310270_850215.html
·
Enfrentados por 'Tizona'. http://cultura.elpais.com/cultura/2007/05/25/actualidad/1180044001_850215.html
·
La Tizona: un 'falso histórico'. http://www.elsiglodeuropa.es/siglo/historico/2007/744/744Aguilar.html
Buenos días.
ResponderEliminarMuy interesante su articulo, pero al respecto me ha surgido una duda.
Así como del estudio de la complutense he podido encontrar referencias e incluso un artículo académico, de los cuatro informes técnicos (los realizados por el Patrimonio Nacional, el Museo Arqueológico, la Real Academia de la Historia y José Godoy) no he podido localizar más que reseñas indirectas muy vagas.
¿Qué bibliografía hay al respecto? ¿Dónde pueden ser consultados estos informes?
Muchas gracias y un saludo.
José Fernández
Hola José, gracias por comentar.
EliminarMe pillas un poco en fuera de juego, pues hace tiempo que estuve documentándome sobre este tema.
Para los trabajos que indicas deberías ponerte en contacto con Patrimonio Nacional, por ejemplo, aunque sin ser investigador profesional será complicado poder acceder a los datos.
El quid de la cuestión está en que nadie pudo reproducir los resultados de la Complutense y, para más inri, nadie puede asegurar, aunque al final se datara en el siglo XI, que esa espada fuera la utilizada por el Cid.
Sin entrar en detalles técnicos, el artículo pretende poner sobre la mesa la necesidad social actual de tener reliquias (aunque sean falsas) de sus episodios históricos más señeros (y mitificados).
Esta espada, en mi opinión, tiene el mismo valor histórico que la Sábana Santa. Y ello no es óbice para visitar Turin y no acercarse a la capilla en la que se guarda. Son objetos que sirven para aumentar nuestra fe en la historia o la religión. Una manera de reforzar por la visión la idea mental que tenemos asumida. Así debemos entenderlo.
Saludos
¡Muchas gracias por la rápida respuesta!
ResponderEliminarUn saludo Diego
Acanaladura que acaba a mitad de la hoja y arriaz curvo: me recuerda a la del Gran Capitán, del siglo XV.
ResponderEliminarHola Jacinto, gracias por comentar.
EliminarSeguramente se trate de una espada que perteneciera a algún personaje famoso de final de la Edad Media o inicios de la Edad Moderna. Pero lo que es seguro es que no se trata de la espada de El Cid, tal como demostraron los análisis arqueológicos.
Saludos
Uno de los pasajes del Cantar de Mio Cid (s. XII-XIII) que considero más bellos, tanto estéticamente, como temáticamente, es en el Cantar Primero, cuando Rodrigo Díaz de Vivar, Mio Cid, desterrado por el rey Alfonso VI, intenta entrar en la ciudad de Burgos. Esta se muestra temerosa ante el Campeador, puesto que el rey ha prohibido a sus súbditos que le otorguen posada y cobijo, so pena de duros castigos. En un prin symcdata.info/organizacion-social-en-el-imperio-inca/
ResponderEliminarHola Camicami, gracias por comentar.
EliminarSaludos