En el S.XVI, cuando una
persona tenía problemas para ver de cerca, solía acercarse al mercado y
probarse varias gafas en el tenderete del “óptico” de turno. Probaba varias de
ellas y se quedaba con la que más le agradaba, tanto de precio como de visión.
Lógicamente, este método subjetivo tan rudimentario y poco ortodoxo era válido
en una época donde no existían grandes lectores (salvo notables excepciones) ni
distintas distancias de trabajo.
¿Te sientes identificado con
tus antepasados renacentistas? ¿Sigues utilizando el mismo método para elegir
tus gafas? Si las respuestas son afirmativas debes leer este post y renovarte
un poco.
Uno de los aspectos que más
me sorprende cuando una persona elige sus gafas de cerca (premontadas se
denominan) en un mercadillo callejero o una farmacia (¿?), bajo su simple
criterio subjetivo de elección, es la absoluta ignorancia de la inconsciencia
que realiza. O eso quiero creer. Que lo hacen por ignorancia.
Una persona puede buscar en
Internet las características del ordenador que quiere comprar durante semanas.
Puede preguntar en varios comercios sobre que cámara de fotos es más adecuada
para su uso vacacional. Visita al dentista cuando quiere revisarse su salud
bucal. Pero, atención, cuando se trata de los ojos, pasamos de consultar con un
profesional. Por el simple hecho de ser la misma persona la que nos gradúa y
nos vende las gafas, ya desconfiamos sobre su criterio y echamos por tierra
todos sus conocimientos universitarios (sí, existe la carrera de óptica). Y, lo
peor, preferimos optar por un producto cuya valía es puesta en duda
continuamente por los profesionales sanitarios de nuestro sector.
Cuando en el gabinete explico
a mis pacientes que les ocurre cuando tienen presbicia (común y erróneamente
llamada vista cansada), no me quedo en lo más evidente: los problemas para
poder enfocar objetos cercanos, esos que cogemos con las manos. Esta idea es
sólo una parte del problema.
En verdad, lo que ocurre en
la vista cansada es un problema de enfoque. Nuestro cristalino, la lente que
todos tenemos para enfocar tanto objetos lejanos como cercanos, empieza a
fallar. Su capacidad para enfocar objetos cercanos (los cuales requieren un
esfuerzo acomodativo) es cada vez menor. Y uno de los síntomas más repetidos en
consulta es la lentitud del cambio de enfoque.
Muchos pacientes remiten
notar un retardo importante en el enfoque de la visión cuando pasan de leer a
ver la televisión, por ejemplo. Este es un síntoma muy habitual y totalmente
normal, signo de que nuestro cristalino no es capaz de acomodar normalmente y
que está trabajando por encima de sus posibilidades.
La comparación entre el ojo y
una cámara fotográfica suele ser recurrente en óptica por su fácil comprensión
para las personas ajenas al mundo profesional. En este caso la comparación no
puede ser más apropiada. En la presbicia lo que realmente falla es nuestro
“zoom”. Nuestra capacidad para enfocar a diferentes distancias.
Por supuesto, no falla de
golpe. Es como si la batería de nuestro móvil se descargara poco a poco. Puede
ser que recién levantados podamos ver bien, y que según pase el día nuestra
visión empeore. Imaginad una batería de móvil como equivalente a vuestra
acomodación. Por la mañana la tenemos cargada a tope, pero según la utilizamos
se descarga. Al final del día, con la “pila” agotada, somos incapaces de
enfocar nada de cerca. Hemos gastado toda nuestra acomodación y estaremos
sufriendo además molestias oculares, como sequedad, dolor orbital o
enrojecimiento. Son síntomas de estar llevando a un nivel de estrés excesivo la
poca capacidad acomodativa que nos queda.
Por tanto, no se trata de
tener vista cansada por haberla forzado durante años o por no haber llevado
gafas anteriormente. Se trata de un simple problema de envejecimiento de
nuestra maquinaria. Así de simple y así de duro de asumir. Nuestro cuerpo
envejece y la vista es uno de los órganos que antes lo manifiesta.
La manera habitual de
corregir la presbicia era mediante unas gafas con unas lentes monofocales
positivas. Puesto que el ojo tiene dificultades para acomodar vamos a ayudarle
en su proceso. Con las lentes positivas el ojo no tiene que hacer ningún
esfuerzo acomodativo y, los pacientes, vuelven a ver maravillosamente en cerca.
Este método compensatorio de
la presbicia tiene varias problemas e inconvenientes, los cuales se potencian
debido a la vida actual que llevamos hoy día:
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Una lente
monofocal enfoca los objetos a una distancia (focal) determinada. Es habitual,
a la hora de graduar, prescribir las lentes adecuadas para una distancia de lectura
de unos 30-40 cm.
Esto significa que todos los objetos que deseemos ver por delante o por
detrás de esa distancia requerirán un esfuerzo acomodativo. Por supuesto, la
cuantía de éste será mucho menor que antes, pero existe y nos gasta nuestras
reservas de acomodación poco a poco. La famosa batería la volvemos a usar, y no
está en sus mejores momentos.
-
Puede que
haciendo un esfuerzo acomodativo podamos ver distancias tan alejadas como una
pantalla de ordenador (aprox. 60
cm), pero pronto las molestias volverán a aparecer. En
cuanto nuestra petición de acomodación supere nuestras reservas naturales.
Recordar que ya son escasas. Un joven présbita de 40-45 años tal vez podrá
hacerlo, pero será difícil para uno de 50 años. Y hacerlo sólo mermará nuestra
acomodación aún más, llegando a cero antes de tiempo.
-
Con estas gafas
no se puede ver de lejos. Es decir, no puedes levantar la vista de lo que lees
y mirar a través de ellas un televisor. Es necesario quitárselas o ponérselas
en la punta de la nariz, algo sumamente antiestético por cierto. Las personas
que se decantan por compensar su presbicia con gafas sólo para cerca son las
típicas que llevan cordones en las gafas para no perderlas, que se las ponen y se
las quitan 40 veces a la hora, que, por consiguiente, las destrozan
(literalmente hablando) y que finalmente, por no andar con tal trasiego,
terminan mirando a través de ellas a todas las distancias.
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Lo anterior nos
lleva a una de las peores consecuencias que tienen este tipo de gafas. El mal
uso, utilizándolas para ver distancias alejadas, provoca que nuestro ojo se
acostumbre a esa graduación y muchas personas generan un problema mayor a su
maltrecho sistema visual. Por si no tuvieran suficiente con la presbicia, sus
malos hábitos generan importantes hipermetropías para lejos.
Por todo lo anterior, hoy día
no se aconseja este método compensatorio para la presbicia salvo en contadas
ocasiones y teniendo claro el uso y las deficiencias que posee. Entre otras
cosas, porque hoy día nos movemos en un mundo donde se nos exige enfocar a
muchas distancias distintas. En mi profesión, por ejemplo, debo leer las
recetas en papel, apuntar los datos de mis pacientes en un ordenador, ver
nítidamente a la persona que tengo detrás del mostrador y vigilar la entrada de
pacientes por la puerta del comercio. Total: un mínimo de 4 distancias
diferentes.
¿Cómo puedo compensar la
presbicia adecuadamente?
La mejor forma, hasta que se
invente otra cosa, es usar lentes progresivas. Sólo con ellas tenemos
compensadas todas las distancias entre los 40 cm de cerca y la visión de
lejos, permaneciendo nuestro sistema visual en reposo en todo momento. No sólo
vamos a ver bien a cualquier distancia, sino que vamos a conservar intacta nuestra
pequeña batería de acomodación. Esto significa que olvidaremos cualquier
molestia ocular asociada a la presbicia y que nuestro sistema visual estará en
perfectas condiciones para ser utilizado.
Imaginemos que nos quedamos
sin gafas de repente un día y no podemos hacernos otras en una semana. Una
persona acostumbrada a forzar su vista al máximo puede que los dos primeros
días siga con su habitual esfuerzo, aunque multiplicado. Sus reservas de
batería acomodativa estarán tan bajas que para el miércoles será incapaz de ver
nada de cerca. Y ya no logrará recuperarlas. En cambio, la persona que tiene su
sistema visual descansado por haber usado progresivos tendrá un efecto
contrario. Los primeros dos días su visión será pésima, pues su ojo no está
acostumbrado a usar su acomodación. Pero a partir del miércoles, viendo el ojo
que no tiene otra opción, tirará de sus reservas acomodativas. Como éstas están
a tope, nuestro segundo paciente podrá aguantar la semana sin gafas en mejores
condiciones que nuestro paciente del primer caso.
Muchas personas son reacias a
este tipo de compensación. Se basan en el precio (mucho mayor que un monofocal
de cerca) y en la opinión de usuarios disconformes con el producto. En ambos
casos, estos prejuicios son fácilmente desmontables.
Si yo tengo familia numerosa
y me quiero comprar un automóvil, por muy barata y en oferta que tenga una
moto, o un coche deportivo, no podré comprarla, pues debería dejar a algún niño
fuera, ¿verdad? No existe peor compra en la que el coste es la única opción a
tener en cuenta. Debemos comprar artículos que resuelvan nuestras necesidades
visuales totalmente. Y luego, elegida la mejor opción, comparar precios entre
productos equivalentes. Por tanto, comparar en óptica el precio de un monofocal
y un progresivo es similar a comparar en el sector del automóvil el de una moto
y un coche de alta gama. Una idiotez.
Respecto a las personas
disconformes con los progresivos hay que decir dos cosas. Existen muchísimas
más personas que llevan cómodamente progresivos que personas que están
descontentos con ellos. Son la famosa “mayoría silenciosa”. Por cada 10
progresivos que adapto en mi trabajo, menos de 1 dan problemas. Es decir, la
inadaptación a una lente progresiva no llega al 5%. Pero es verdad que resulta
ser un 5% muy proselitista.
Relacionado con las
inadaptaciones está el hecho comentado más arriba. En muchas ocasiones las
personas no compran el progresivo que requieren sus necesidades visuales (que
comprenden tanto graduación como tipo de uso de las lentes), sino que compran
el progresivo que más se adecua a sus bolsillos. Y en tiempos de crisis ese
suele ser el más barato.
Hoy día, algunas cadenas de
ópticas publicitan progresivos cuyos diseños fueron inventados hace 5 años o
más. ¿Comprarían ustedes un ordenador de hace 15 años porque es más barato?
Afortunadamente, en el mundo
de la tecnología no se pueden hacer estas barbaridades pues esos productos no
existen a la venta. Pero
en óptica, para desprestigio de la profesión, si existen.
Lo difícil es realizar un
buen diseño de progresivo mediante un programa de ordenador. Luego, una vez
obtenido el diseño base, sacar las lentes con distintas graduaciones es como
sacar churros. Los progresivos antiguos no eran malos progresivos en su día.
Pero hoy están obsoletos. Mientras que años atrás sólo existía un progresivo
para todo el mundo, en la actualidad hemos llegado a tal nivel de
especialización que se hacen progresivos a medida de cada usuario.
Por tanto, si os dejáis
aconsejar por vuestro óptico, vuestra adaptación a los progresivos será total
y, con ella, podréis tener vuestro sistema visual en las mejores condiciones
posibles.
En otro post os hablaré un
poco sobre los trucos para acostumbraros a la visión de los progresivos. Pero
esto…¡Ya es otra historia!
Un excelente y completo artículo sobre la presbicia. Una información muy útil y bien estructurada. Muchas gracias!
ResponderEliminarGracias por comentar Alejandro.
EliminarMe agrada que te gustara. Ese es el objetivo. Informar de manera amena y clara.
Un saludo