La última película de Alex de la Iglesia, “Las brujas de Zugarramurdi”, estrenada el 27 de septiembre no es una película histórica per se. A muchos les sorprenderá, por tanto, que la incluya en este blog, pero existe una poderosa razón.
Esta película tiene como contexto de fondo un hecho histórico, de gran trascendencia en nuestro país, que suele pasar bastante desapercibido: el proceso inquisitorial contra las brujas de esta localidad Navarra, que conllevó la muerte en la hoguera de seis personas.
La película, a la que no valoraré cinematográficamente, perpetúa el mito de la brujería en esta localidad, cuando los hechos históricos muestran la falsedad de tales acusaciones. Todos sabemos, al menos la mayoría, que las brujas no existen. Los procesos contra las brujas, muy frecuentes en Europa en el siglo XVI-XVIII, los consideramos actualmente como una persecución injustificada y totalmente arbitraria de nuestros antepasados. Pero este tipo de películas perpetúan una imagen falsa y malintencionada del pasado, dando crédito a hechos falsos.
El profesor Mikel Azurmendi realizó al respecto una comparación demoledora: “¿Cree alguien que se premiaría hoy en Europa una película donde a una víctima de Auschwitz se la propusiera como personaje báquico proclamando la excelencia de ser cocinada en el horno junto a millones de compañeros judíos?”
¿Quieres conocer la verdadera Historia de la persecución de brujas en Zugarramurdi?
Para entender un poco el hecho histórico de Zugarramurdi debemos fijarnos en la situación acaecida, poco tiempo antes, en el territorio vecino de Labort, perteneciente al país vasco francés. En el año 1609 tuvo lugar una auténtica caza de brujas en aquél lugar.
Hasta entonces los conflictos relacionados con brujería se resolvían de manera pacífica en el interior de cada aldea o localidad. Pero en un momento dado, los señores de D'Amou y D'Uturbie pidieron ayuda al rey de Francia Enrique IV para que acabara con la plaga de brujas que asolaban sus dominios. A Labort llegó el implacable juez de Burdeos Pierre de Lancre, quién no tuvo reparos en utilizar todos los métodos necesarios para erradicar el mal de raíz de forma definitiva. Estos métodos incluían, entre otras cosas, castigos, torturas y todo tipo de vejaciones.
Conocemos la labor de este personaje gracias a los libros que escribió sobre el asunto. En ellos describía todo lo que había averiguado en sus pesquisas: celebración de aquelarres de brujas, adoración al macho cabrío, metamorfosis, provocación de desastres naturales, como tormentas para naufragar barcos o malas cosechas, celebración de misas negras… Sin duda sus argumentos debieron parecerle muy válidos pues en su proceso contra la brujería de la zona llegó a quemar en la hoguera a unas 80 personas.
Pero todas estas confesiones habían sido obtenidas bajo la tortura, por lo que poco crédito podemos dar a sus conclusiones. Las personas hicieron todo lo que pudieron por librarse del castigo de este implacable personaje, incluido el testimonio falso contra otros vecinos con tal de salvar sus vidas. La cascada de torturas, confesiones y más torturas llevaron a la situación de histeria colectiva que concluyó con los procesos judiciales de quema de brujas.
La vorágine de acusaciones de brujería y el ambiente enrarecido hacía que la zona fuese caldo de cultivo para seguir existiendo acusaciones infundadas. En la zona española la liebre saltó en Zugarramurdi.
Una mujer, que había vuelto a esta localidad tras pasar unos años en un pueblo de Labort, acusó de brujería a varias mujeres de la localidad, entre ellas, a María de Jureteguía. Ignoramos que razones pudo argüir en su defensa, pero lo cierto fue que los vecinos la creyeron, hasta el punto que la misma familia de María la condenó. María, con todo el mundo en contra, terminó confesando su condición de bruja e inculpando a otros vecinos. Siete mujeres y tres hombres fueron acusados finalmente de ser brujos o brujas. Como solía ser común en aquella época el pueblo se reunió en la parroquia y se celebró una especie de juicio informal donde todos fueron perdonados.
La cosa no hubiera pasado a mayores, como en otras ocasiones en el pasado, de no llegar la noticia al tribunal de la Inquisición de Logroño. Desde allí se envió a un comisario, a principios de enero de 1609, para investigar lo sucedido. Y apenas en una semana ya había detenido a cuatro mujeres, a las que se trasladó a la cárcel de la Inquisición de Logroño. Allí, sometidas a torturas, confesaron su condición de brujas. No obstante, no lo hicieron por serlo realmente, sino porque así creían que las dejarían marcharse a sus casas.
Los inquisidores no estaban por la labor de dejar libres a estas mujeres, las cuales creían que eran brujas sin ningún género de dudas. Aunque pidieron parecer a Madrid sobre como actuar, el convencimiento era tal de los inquisidores del caso que desoyeron cualquier propuesta contraria a sus ideas.
En febrero acudieron a Logroño varios vecinos de Zugarramurdi, para intentar mediar en la situación y lograr la liberación de los apresados. Entre ellos estaba Graciana de Barrenechea, que acudió acompañada de sus dos hijas. Ante los inquisidores confesaron no ser brujas y que su confesión como tales se debió a que “los apretaron y amenazaron mucho si no los dezian". Para infortunio de estas personas, el guía que les llevó hasta Logroño confesó en contra de estas personas, asegurando que eran brujas. Los inquisidores los apresaron sin más pruebas.
El Aquelarre de Goya (1797-1798). Museo Lázaro Galdiano (Madrid). |
Interesante artículo. Sin embargo, es importante señalar que el Tribunal de la Inquisición ha sido manipulado y difamado a lo largo de toda la historia moderna.
ResponderEliminarLa Inquisición española no fue ni de lejos lo que nos ha hecho creer la propaganda protestante antiespañola.
Ni siquiera fue la más antigua y, sin duda, tuvo rasgos humanitarios. Por otra parte, no se puede juzgar el pasado con mentalidad del presente. Hay que ponerse en su lugar y en la mentalidad de la época.
La Inquisición española condenó a 21 brujas en 3 siglos y medio de historia. Nada que ver con las miles de brujas quemadas a veces en un solo año en Alemania o en Inglaterra.
Pero los españoles hemos creído sin el menor espíritu crítico toda la basura que se nos ha echado encima.
Como muestra un botón: un ilustrado francés, buen dibujante, era aficionado a dibujar torturas que se inventaba con su imaginación bastante calenturienta. A sus ilustraciones siempre les ponía debajo: “La inquisición española”. Y esas hojas (el internet y la TV de la época) se difundían por toda Europa.
Merece la pena consultar -entre otros- el magnífico tratado de Elvira Roca: “Imperiofobia y leyenda negra”.
Hola, gracias por comentar.
EliminarEn efecto, lo que indicas sobre la inquisición es cierto y el libro de Elvira Roca, con su gran éxito de ventas ha logrado poner de nuevo el foco en la problemática cultural española respecto a la enseñanza histórica: por buscar la objetividad carente en España hemos abusado de la historiografía anglosajona, olvidando que contenía una subjetividad similar fruto del nacionalismo patrio.
Ahora parece que volvemos al buen camino, aunque para cambiar la mentalidad profana sibre ciertos temas quedan aún muchos años.
Saludos