domingo, 20 de octubre de 2024

Madrid oculto (III): la Casa de México

 

Dentro de nuestro recorrido por edificios y lugares madrileños que no suelen salir en las guías de turismo tradicionales hoy os voy a recomendar visitar la Casa de México.

 

Un lugar donde descubrir las tradiciones más destacadas de este país. Y si por algo destaca México es por la celebración tan particular del Día de los muertos. Yo visité su famoso altar el año 2023 y debo decir que me quedaron ganas de repetir este año. ¿Queréis saber en qué consiste esta celebración?

 

El Día de los Muertos mexicano se celebra, todos los años, desde finales del mes de octubre. Concretamente, desde el 28 de octubre, momento en el que se cree que las almas de los seres fallecidos de manera trágica (accidentes, violencia…) bajan a este mundo para convivir y comer con sus familiares una vez más. Los días 30 y 31 es el momento de los niños fallecidos sin haberse bautizado. Y los días importantes son el 1 y el 2 de noviembre, coincidiendo con la festividad religiosa cristiana del día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos respectivamente.

 

Lo anterior nos da una buena pista sobre el origen de esta tradición. Se trata de un sincretismo entre la celebración de los rituales religiosos católicos llevados por los españoles al continente americano y la conmemoración del día de muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos coincidiendo con el final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país.

 

Para los antiguos mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos prehispánicos que vivían en el territorio que, hoy en día, ocupa México, esta festividad significaba el retorno transitorio a la Tierra de los familiares y seres queridos fallecidos, quienes cruzaban el Mictlán (el inframundo en la mitología mexica) para estar con los mortales.

 

Para estas civilizaciones prehispánicas la muerte no tenía las connotaciones morales del mundo cristiano, con un cielo y un infierno según sea tu trayectoria vital en la Tierra. Al contrario, los muertos se dividían en diferentes regiones según la forma o el momento en el que murieron. Por ejemplo, para los Mexicas, existía un lugar para los guerreros muertos en combate (Omeyocán), otro para los que morían por enfermedades o a través de sacrificios (Tlalocán), otro para los que fallecían por causas naturales (Mictlán) y un último dedicado a los niños (Chichihuacuauhco), los que volverían a poblar la Tierra cuando los hombres que la poblaban desaparecieran, en un ciclo infinito.

 

Aunque se suele pensar que todas las celebraciones son iguales en México, cada región tiene peculiaridades que la distinguen del resto. Por ejemplo, en Oaxaca, los altares se dividen en escalones, donde cada uno tiene su significado especial. Mientras que en la isla de Janitzio en Michoacán es famosa su procesión nocturna en canoa para honrar a los niños difuntos.

 

No obstante, el fondo de la cuestión es el mismo: reunir a las familias para dar la bienvenida a sus seres queridos que vuelven del más allá.

 

Y, para ello, en todos los lugares existen unas costumbres comunes que se suelen repetir. A través de nuestra visita a la Casa de México iremos desgranando algunas de ellas.

 

En el año 2023 la Casa de México eligió, como tema principal de su celebración, el homenaje a treinta mujeres cuya trayectoria fue destacada en ámbitos como la historia, las artes visuales y escénicas, el periodismo, la literatura, la política, el activismo social, la música y la ciencia. Mujeres que supusieron un antes y un después en México a través de sus ideas, su trabajo, su valentía y su creatividad. Se tituló Que ni la muerte nos separe. Y ya desde la misma fachada podíamos entrever lo que nos encontraríamos. Allí estaban, entre otras, La Malinche, esposa del conquistador Hernán Cortés, Leona Vicario, fundamental en la independencia mexicana, la internacional artista Frida Kahlo, la feminista Dolores Olmedo o la actriz Lola Beltrán, La Reina de la Canción Ranchera.


Nada más entrar al edificio nos encontraremos con el impresionante Altar de los Muertos. Diseñado por Paola Perdomo, organizadora de eventos, contó con la participación del Gran Maestro de Arte Popular, Pedro Ortega Lozano, quien diseñó y elaboró el papel picado metálico del fondo, elemento primordial de este altar.

 


Aquel año 2023 se desplegó, en la escalera principal, una decoración basada en fotografías de las mujeres protagonistas, las típicas velas y comidas presentes como ofrendas y mucha presencia de las flores de cempasúchil, símbolo del Día de los Muertos Mexicano. Esta flor de color naranja intenso se asociaba con el Sol por los pueblos prehispánicos y, antiguamente, se realizaban senderos con sus pétalos desde el cementerio hasta el altar de cada casa. Y, por supuesto, no puede faltar la talla de la Virgen cristiana presidiendo la escena.

 

Una vez admirado el bello altar pasamos a realizar un recorrido admirando pequeños altares y arte relacionado con esta celebración realizado por artesanos del estado de Puebla. Un elemento que se repetirá una y otra vez será la calavera. Ahora ya no son reales, sino que se sustituyen por figuras de diferentes materiales e, incluso, las famosas calaveritas realizadas con azúcar o chocolate. En esta primera parte mostraban calaveras con decoración chinesca envueltas en flores de cempasúchil realizadas con papel. También destacaré un azulejo que me gustó relativo a la muerte.

 

La siguiente parada fue para admirar un gran altar desplegado en toda una pared y que estaba conformado por pequeñas cajitas con figuras, altares en sí mismos con una cuidada decoración. Allí estaba uno dedicado a Frida Kahlo, otro a Pancho Villa y curiosos relativos a músicos o matrimonios. Me recordó a las películas de Tim Barton.

 


Pero uno de los puntos fuertes estuvo en la siguiente parada, la figura de La Catrina. Ocupaba una pared entera y su decoración estaba realizada con papel, tela y diminutas figuras en papel maché, solo visibles cuando te acercabas, que conformaban su silueta y el espectacular sombrero.

 

La Catrina

La historia de La Catrina empieza durante los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz. En estos periodos se empezaron a popularizar textos escritos por la clase media que criticaban tanto la situación general del país como la de las clases privilegiadas. Los textos, publicados en los periódicos, se acompañaban de calaveras y esqueletos.

 

La versión original es un grabado en metal con autoría del caricaturista José Guadalupe Posada. El nombre original es Calavera Garbancera. Garbancera es la palabra con la que se conocía entonces a las personas que vendían garbanzo y que teniendo sangre indígena pretendían ser europeos, renegando de su propia raza, herencia y cultura. Se trataba de una crítica a muchos mexicanos del pueblo que eran pobres, pero que aun así querían aparentar un estilo de vida europeo que no les correspondía.

 

Diego Rivera fue quien le dio su atuendo característico, con su estola de plumas, al plasmarla en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, donde la calavera aparece con su creador, José Guadalupe Posada y una versión infantil de Rivera y con Frida Kahlo. Desde entonces las Catrinas llevan lujosos sombreros.

 


Hoy en día, este significado ha trascendido, para convertirse en la imagen mexicana por excelencia sobre la muerte, intrínsecamente ligada a esta festividad. En las siguientes estancias podremos ver numerosas figuras de catrinas realizadas en cerámica y decoradas con los vestidos típicos llenos de vivos colores. La mayoría nos ofrecen alimentos.

 


Una especial que me gustaría destacar es La China Poblana. Según la tradición popular, China Poblana era el sobrenombre con el que se conoció a una mujer de origen hindú, cuyo nombre original era Mirra, la cual fue raptada a los ocho años de edad por portugueses, quienes la llevaron como esclava hasta América. Contaba con 17 años cuando fue comprada como esclava para el servicio doméstico por un comerciante portugués, el capitán Miguel de Sosa.

 

A la muerte del capitán Sosa, su esposa, Margarita, con el objeto de asegurar el porvenir de Mirra, a quien ya había puesto el nombre de Catalina, le propuso que se casara con un sirviente chino de casta, llamado Domingo Suárez. Catalina se negó para conservar el voto de castidad que hizo con anterioridad; pero finalmente accedió, aconsejada por sus confesores, con la condición de mantener estricta separación de lechos a partir de esa unión se le conoce como China Poblana, pues era la esposa del chino.

 


A la muerte de su esposo se dedicó por entero a las prácticas religiosas y a la vida contemplativa; dependió de la caridad y se le comenzaron a atribuir milagros, pues según ella, dialogaba con Cristo, con los santos, con los ángeles y con el diablo; sus confesores la llamaban la Visionaria de Puebla.

 

Otra acepción de este término, en un sentido más amplio, es el traje típico de las mujeres del Estado de Puebla.

 

Al final del recorrido existía otro precioso altar con los elementos típicos que aparecen en todos los realizados en cada casa mexicana. Allí estaba la Virgen presidiendo, las fotos de los difuntos, las velas, las flores de cempasúchil para guiar a los fallecidos a encontrar su casa, el agua para calmar la sed a los difuntos, el pan de muerto, un dulce típico con aroma a anís y naranja, así como frutas para alimentar al visitante, calaveras de azúcar y papel picado, representación del aire. Aquí también se incluían alimentos que gustaban al difunto.

 


En definitiva, una ocasión inmejorable para descubrir uno de los elementos culturales más importantes y definitorios de México.


Y, para despedirme, os dejo unas fotos del montaje realizado este año 2024. Espero que todo ello os anime a visitar este interesante lugar.



Hasta la próxima 

 

 

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