Cuando me enteré que Castellón tenía el río navegable
subterráneo más largo de Europa no podía dar crédito a lo que leía. En las
grutas de las Cuevas de San José (La Vall d'Uixó, Castellón) se encuentra esta
maravilla geológica que bien merece una visita si os encontráis cerca del
lugar.
¿Os apetece conocer algo más de este lugar?
¿Dónde
están?
Las Cuevas de San José se encuentran en el Parque
Natural de la Sierra de Espadán, en La Vall
d'Uixó (Castellón). El desvío desde la carretera nacional (A-7) es sencillo
y tan solo necesitamos seguir las indicaciones a través de la localidad para
llegar a este peculiar lugar.
Dada la gran afluencia de turistas a la zona, la
entrada a las cuevas se ha acondicionado para poder proporcionar una visita
agradable. Existe un amplio aparcamiento
(en parte techado) para poder dejar el coche; una animada zona de restauración,
con varios bares y restaurantes; las
típicas tiendas de recuerdos; e incluso mesas por si se quiere llevar comida y
realizar un picnic junto a unos columpios para niños.
¿Qué
son?
Estamos ante un río subterráneo que posee más de tres
kilómetros de longitud y del que aún no se conoce ni el principio ni el final.
Por ello es el que ostenta el título de ser el río subterráneo navegable más
largo de Europa.
Ahora bien, debo indicar que la consideración de río
subterráneo navegable más largo de Europa tiene una pequeña trampa. El río
tiene más de tres kilómetros de longitud, es cierto, aunque la zona navegable
es de sólo 800 metros. Por ejemplo, en el rio subterráneo de Labouîche (Vernajoul,
Francia) vamos a poder navegar 1,5 kilómetros, aunque en total sea más corto
que el español.
¿Qué
historia tienen las cuevas?
Los arqueólogos encontraron restos de presencia humana
prehistórica en la entrada de la cueva, por lo que, como mínimo, este lugar fue
frecuentado desde el Paleolítico Superior (hace unos 17.000 años). La presencia
de un cercano poblado íbero nos confirma que la cueva era conocida en época
antigua y siguió siendo frecuentada en época romana a tenor de la lápida
encontrada dedicada a Caio Cneo Craso, hijo del cónsul romano Marco Licinio
Craso.
La siguiente noticia que tenemos de la gruta se
remonta al siglo XIX, cuando aparece recogida la costumbre de los vecinos de la
zona de celebrar aquí la Festa de les Flors, en la cual los más aguerridos se
adentraban en la cavidad.
En 1902 se realizó la primera exploración conocida de
la cueva y el interés por conocer su recorrido provocó que se realizaran nuevas
incursiones en los años siguientes. En 1915 se adentró el historiador Carlos
Sarthou Carreres, mientras que en 1929 fallece un vecino de la localidad,
Herminio Arroyas Martinez, al intentar superar la Galería de los Sifones.
El acondicionamiento de la cueva para el turismo se
produjo entre 1936-1950, construyendo una presa y agrandando los sifones con
barrenos para que las barcas pudieran pasar. No obstante, hasta 1958 no se
realizará el primer plano topográfico de la cueva. Desde entonces, equipos
espeleólogos han seguido avanzando por la cavidad descubriendo nuevas galerías
(aún no visitables) que aumentan el recorrido hasta los dos kilómetros y medio.
¿Cómo
se realiza la visita?
Las entradas pueden obtenerse a través de Internet
para tener asegurada la plaza o comprarlas allí mismo. Dada la limitación de
visitantes en cada turno a unas 25 personas, días con exceso de afluencia
pueden ser complicados para obtener una entrada a la hora deseada. En mi caso,
al visitarlas un lunes no tuve ningún problema en adquirirlas en taquilla.
Diez minutos antes se forma la fila, ante la gruta, de
los que van a pasar en la visita y se accede por la entrada abierta en la roca.
Un cartel nos indica el lugar donde otrora hubo pinturas rupestres magdalenienses
(de las cuales apenas queda nada). La proximidad a la entrada y las numerosas
visitas provocarían la desaparición de las mismas.
Depende de la época del año en el que las visitéis
puede que notéis un gran contraste con la temperatura exterior. En las cuevas
la temperatura de 20ºC es constante
todo el año.
Llegaremos a un embarcadero en el cual nos subiremos a
una amplia barca que puede albergar a una docena de personas en su interior. Un
fotógrafo inmortalizará a los ocupantes, comprobando que la zona tiene
explotada económicamente hasta el último detalle.
Esta primera
parte de la visita supone recorrer una gran parte de los 800 metros navegables
que posee la gruta. El remero, pues conduce la barca como un gondolero,
empujándola en el fondo y en las paredes, nos empezará a indicar aspectos
curiosos de la cueva según vamos avanzando. Por tanto, no creo que sea muy
necesario el alquiler de la audio-guía.
Navegar por aquella gruta resulta fascinante. Húmedas
estalactitas nos saludarán con sus gotas al pasar, mientras que el capricho del
agua en la roca nos mostrará figuras que solo el cerebro humano, tan
acostumbrado a completar líneas intermitentes, puede interpretar. Una especie
de perro, por ejemplo, parece que nos observa tumbado en una de las riberas del
rio.
La primera sala que nos encontraremos será la llamada Sala de los Murciélagos, aunque ya no
encontraremos ninguno allí. Los pobres animales debieron buscarse otro lugar de
cobijo ante las numerosas y ruidosas visitas humanas. Se trata de una sala
enorme con una bóveda infinita llena de estalactitas.
El río tiene diversas profundidades que el remero nos
irá indicando, pudiendo ver el fondo en algunos lugares por ser de pocos
metros; en otros rincones la profundidad llega a los doce metros.
Además, en el evocador Lago de Diana veremos como el musgo crece entre las rocas a pesar
de existir únicamente una escasa luz artificial en el interior de la cueva.
En algunos lugares la gruta es tan estrecha que
debemos tener cuidado de no golpearnos la cabeza. Por ello tenemos que fijarnos
bien en las indicaciones del guía y dejar el móvil y su cámara para otros
momentos (las fotografías en el interior están totalmente prohibidas).
Estos túneles estrechos (sifones para hablar con
propiedad) fueron realizados dinamitando zonas de la cueva, lo que contradice
un poco el carácter preservador de toda acción geológica. ¿Cuántas bellas
estalactitas y estalagmitas, formadas durante millones e años, a razón de 1 cm
al año, fueron destruidas para poder hacer visitable tal lugar? Es la otra cara
de la moneda del lucrativo turismo actual.
La segunda
parte de la visita consiste en recorrer 255 metros a pie. Para ello
desembarcaremos y seguiremos el camino delimitado. Aquí veremos algunos
conjuntos de rocas verdaderamente impresionantes. Uno de los que más me gustó
fue la Cascada de la Flor, en la que
diversas rocas de diferentes colores forman una cascada de piedra evocadora.
Otro lugar en los que se juega con la luz y las formas
de las rocas es en el que nos topamos con el Rostro del diablo.
Por lo demás resulta muy gratificante pasear ante
rocas mastodónticas (una parce un gran dinosaurio) y estalactitas y
estalagmitas que, en su crecimiento, han formado bellas columnas.
El final del recorrido por la zona seca nos lleva a
otro embarcadero, desde el cual emprenderemos el camino de regreso. Primero bordearemos la zona por la que anduvimos
a pie y luego volveremos por el mismo camino de la ida. Ahora podremos admirar
la gran amplitud que posee la Sala de la
Catedral, con 12 metros de altura, aunque lo mejor de este trayecto es
poder admirar nuevamente, aunque ahora en todo su esplendor, la gran Sala de los Murciélagos.
Una visita de unos 45 minutos que se hacen muy cortos
por la belleza de lugar. Muy recomendable.
NOTA: Para preservar la cueva se prohíben las fotografías en el interior, razón por la cual las fotografías que se exhiben en este post han sido tomadas de la página web de las cuevas de San José: http://covesdesantjosep.es/
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