domingo, 6 de mayo de 2018

La historia es hoy día objetiva

Hoy no os voy a contar una mentira histórica y destriparla, como suelo realizar en este blog. Al contrario, voy a adentrarme en el farragoso territorio de la historiografía histórica. Este campo lo podemos definir como el conjunto de técnicas y métodos utilizados para describir los hechos históricos acontecidos y registrados.

Muchas personas confunden historia (conjunto de hechos realmente acontecidos en el pasado de la humanidad) con historiografía, pensando que el relato histórico de determinado profesional en la materia es equiparable a la historia. Y, lamentablemente, la búsqueda de la objetividad histórica sigue siendo una meta inalcanzable en muchos aspectos.

Aunque hemos avanzado mucho en este aspecto, utilizando el método científico en todas las investigaciones históricas, sorprende que aún la historia que se enseña en las escuelas o que conocen las personas profanas en la materia sea la anterior a la utilización de este método objetivo o se encuentre influida poderosamente por ella.

Hoy, como dije, no os voy a enmendar una mentira histórica, sino a abordar medias verdades. Abriros la mente histórica mediante la inclusión, en la historia “oficial” que tenéis en la cabeza, de otros puntos de vista basados en documentos que se pasaron por alto (en ocasiones intencionadamente). Seguro que os trastocará un poco las ideas preconcebidas que poseéis sobre ciertos hechos y momentos históricos.


Muchas de las entradas de este blog no dejan de ser réplicas a interpretaciones historiográficas pasadas que aún tienen predicamento en el público general, cuando en el ámbito profesional de la historia ya han sido rebatidas convenientemente. Ello no quiere decir que mis argumentaciones (basadas en conclusiones de otros historiadores mucho más sabios que yo) tengan el valor de la verdad absoluta. Mañana pueden ser rebatidas si se encuentran más documentos históricos. Es lo que me gusta de la historia, su capacidad de evolucionar y de no tener un dogma. ¿O estamos equivocados y sí existe un dogma histórico?

Gran parte de la historia que hoy día conocemos fue creada en el siglo XIX. La historia científica, basada en documentos y alejada de tradiciones literarias subjetivas cobrará un nuevo sentido. Vivimos la época del historicismo positivista, quién había creado haber encontrado, al fin, la manera de realizar una historia objetiva. Pues los hechos son objetivos. Leopold von Ranke fue el principal promotor de este tipo de historia y dedicó su vida a la búsqueda exhaustiva de documentación original con la que realizar el relato histórico.

La teoría era buena y hubiera funcionado de no haberse creado en un momento histórico en el cual nacían los nacionalismos. Los nuevos estados (europeos) con aspiraciones a transformarse en naciones, surgidos al calor de la Revolución Francesa, que ya no basaban su autoridad en la delegación divina, debían buscar nuevas fuentes de legitimación, hallándolas en la historia.El historiador debía legitimar la nueva nación en base a su pasado y ello provocó que la narración histórica fuese pervertida y acomodada hacia los intereses nacionales.

La narración histórica, aunque basada en documentos, nunca fue objetiva. Y ello se debió a la cuidada selección de documentación que se realizó para ello. Omitir documentación contraria a nuestros pensamientos y buscar la que sustenta ideas preconcebidas es algo muy humano. Lo vemos todos los días en los quioscos al elegir un periódico determinado.

Alemania colocó su génesis nacional en Lutero. Ellos eran los buenos, como es lógico. El papado de Roma y el Imperio español que le sostenía, contrarios a Lutero, eran los malvados. Por ello conceptos como la hispanofobia o la maldad del catolicismo aún perviven como una leyenda negra entre la sociedad. Veremos algunos ejemplos adelante.

Italia logra su unificación en el siglo XIX y si no lo había logrado antes debía ser por influencia perniciosa de otros (nunca por incapacidad propia). ¿Quién gobernó buena parte de la península italiana durante la Edad Moderna? De nuevo el Imperio español surge como víctima propiciatoria ideal.

Inglaterra, el nuevo imperio de la época, debe escribir una historia acorde con su actual poderío. En esta historia el imperio español, al que nunca logró vencerle en el pasado, es un molesto suceso que se debe minimizar y ocultar. Por ello, lo que fue un errático (aunque memorable) caminar entre guerras perdidas, colonialismos fracasados, piratería, guerras civiles y persecución religiosa se transformó en un camino de glorificación inmaculado. Y, por supuesto, basado en la victoria ante el inmundo imperio español. Hay que glorificar a Drake y magnificar los logros ingleses empequeñeciendo a los de su enemigo. Para ello es necesario cambiar el relato de la Armada Invencible, ocultar el fracaso, al año siguiente, de la Armada Inglesa liderada por Drake o pasar por alto que ningún envío desde América con la Flota de Indias fue interceptado. La piratería inglesa no hizo gran daño a la economía española, pero ¿acaso la literatura histórica, las películas o las novelas que habéis leído muestran esa realidad?

Francia, nación cuyo ego nada tiene que ver a la realidad de su historia, construye su relato nacionalista bajo los mismos presupuestos. España es la tierra de ignorantes a la que deben llevar la civilización. Resulta curioso que también la rusiofobia tenga su origen en este país. Los franceses, carentes de imperio, a pesar de haberlo intentado en varias ocasiones (con napoleón estuvieron cerca, ¿verdad?), magnifican sus logros y empequeñecen a los de imperios pasados (español) y futuros (ruso).

Resulta que en la génesis de todas las naciones europeas existe un denominador común al que atacar, el imperio español que nació con Carlos V. Y, de manera colateral, un catolicismo romano al que denigrar (por parte de protestantes, anglicanos y ateos). Con estos ingredientes es muy fácil realizar la sopa histórica que nos han obligado a tragar durante décadas. Y, llevados por un derrotismo inusual, tanto españoles como católicos, se han tragado esa historia sin replicar. ¿No es hora de empezar a levantar la voz ante semejante injusticia? Realicemos unas breves anotaciones que nos abran la mente sobre este trasfondo histórico tan convenientemente instaurado.

Empecemos por Italia y su magnífico Renacimiento. No seré yo quien minimice la importancia de tal movimiento para la evolución cultural de la humanidad. Ahora bien, la historia que nos intentaron hacer creer los humanistas no podemos considerarla cierta.

Los sabios renacentistas quisieron que pensáramos que ellos habían resucitado a los clásicos desde la nada. Que la Edad Media que les precedía había sido un lamentable paréntesis en la evolución cultural humana. Bueno, en mi libro Mis mentiras favoritas. Edad Media tengo un capítulo completo a desmentir esa especie de generación espontánea, razón por la cual voy a detenerme en otro aspecto frecuentemente olvidado de incluir en los libros de historia.

Permitirme realizar un pequeño anacronismo para explicarlo. Si analizamos el arte prehistórico veremos que existen muestras aisladas desde el Homo Neanderthal, e incluso antes (tenéis un amplio capítulo sobre ello en mi primer libro Mis mentiras favoritas). Pero la verdadera explosión de arte prehistórico la tenemos con nuestra especie, el Homo Sapiens Sapiens, y a partir de un periodo muy concreto, el Paleolítico Superior, hace 35.000 años. En este momento la expansión de nuestra especie fue imparable y condujo a que todas las demás desaparecieran. Ello sólo pudo producirse bajo unas premisas de bonanza general. Y, volviendo al arte, su explosión desde objetos aislados a auténticos santuarios como Altamira, debieron producirse debido a la jerarquización de funciones.

Si existen suficientes medios para que una comunidad prospere sin que todos sus miembros deban emplearse en tareas imprescindibles (cazar, cuidar del grupo, en una palabra, sobrevivir), surgirán otros miembros capaces de realizar tareas elaboradas como el arte parietal. Es decir, la división de funciones en los grupos recolectores- cazadores llevó a la realización de los grandes conjuntos artísticos por parte de miembros del grupo liberados de esas tareas y especializados en realizar arte.

Mucho habréis escuchado de la genialidad de los artistas renacentistas o de que su labor fue posible gracias a la labor de mecenazgo de diferentes gobernantes. Labor sólo posible en un contexto de prosperidad general que genere ingresos suficientes para invertirlos en arte y no en necesidades básicas de subsistencia. ¿Os habéis preguntado quién daba esa estabilidad? Sí, el imperio español era el encargado de defender las costas italianas de los ataques musulmanes y de crear las condiciones materiales para que su población progresara y creciera.Sin el paraguas protector del imperio español hubiera sido muy complicado que tal movimiento renacentista se produjera, al igual que ha pasado en todas las épocas históricas. ¿Conocéis algún movimiento artístico y cultural de tal calado que se realizara de espaldas al poder establecido?

¿Por qué entonces no tenemos este concepto asumido en nuestro relato histórico? Pues porque al igual que los humanistas se ocuparon de definir al hombre medieval como un ignorante, lo mismo hizo con los españoles que les dominaban. No en vano nos veían como anclados en la Edad Media. Muchos nos denominaron godos en sentido peyorativo e ilustrativo de su prejuicio moral. Por tanto, al hablar sobre la génesis del Renacimiento veremos que, según la bondad del humanista, será a pesar de la barbarie del imperio español o actuando aquel como un convidado de piedra que en nada influyó.

Si analizamos ahora la historiografía de corte protestante veremos que la imagen que tenemos del imperio español está mediatizada por su función como brazo armado del catolicismo. El protestantismo fue un movimiento nacionalista que surgió en contra del catolicismo. Su génesis parte de esa lucha y la denigración del enemigo es parte fundamental de su existencia. Por ello, fue un creador e impulsor principal de la leyenda negra española. Para demostrar un poco la influencia perniciosa que esta historiografía ha tenido (y sigue teniendo) en la población profana vamos a analizar la institución de la Inquisición.

Para cualquier persona la Inquisición era un tribunal horrendo. Se acusaba a los reos de manera injusta, se utilizaba la tortura de manera sistemática, se quemaban a las personas de manera frecuente y atemorizaba al pueblo, al que mantenía inculto y adoctrinado.

En un capítulo del libro Mis mentiras favoritas. Edad Media desmiento todas y cada una de las anteriores afirmaciones. Los investigadores no sólo han demostrado que son falsas, sino que las han contextualizado con otras instituciones y costumbres de otros países europeos y se han llevado una sorpresa mayúscula. Es lo que tiene analizar toda la documentación.

Por ejemplo, la inquisición no utilizó la tortura de forma sistemática y su porcentaje se situó en torno al 3% (un valor minúsculo comparándolo son la justicia ordinaria). Además, jamás se utilizó para infligir daño, sino para sacar confesiones. Como bien sabemos, la tortura no es un método eficaz para lograr confesiones veraces, razón por la cual es lógico que apenas se utilizara.

Quitando los primeros años de su creación, en donde se produjeron numerosas condenas a muerte debido a la gran extensión de criptojudíos, la mayor parte de inculpados no eran “relajados” (eufemismo que indicaba el traslado a la autoridad para aplicar la pena capital). Y ello era así porque el objetivo del inquisidor era localizar delitos y lograr que el acusado se arrepintiera para volver a introducirlo en la sociedad cristiana. El objetivo no era realizar una limpieza a sangre y fuego, como fueron las persecuciones de brujería perpetradas en el ámbito protestante. Por ello, mientras que la inquisición condenó a 27 brujas, Henningsen estima que en Edad Moderna fueron ejecutadas unas 50.000 personas acusadas de brujería.
 
Francisco de Goya “Las Brujas”. Detalle del cuadro del Museo Lázaro Galdiano
Para la Inquisición, García Cárcel estima que el total de procesados por la Inquisición a lo largo de toda su historia fue de unos 150.000. Aplicando el porcentaje de ejecutados que aparece en las causas de 1560-1700, cerca de un 2 %, podría pensarse que una cifra aproximada puede estar en torno a las 3.000 víctimas mortales. Puesto que el momento más sangriento de la Inquisición fue anterior a 1560 debemos aumentar esa cifra. La dificultad existente para comprobar esos datos impide asegurar nada a ciencia cierta aunque Joseph Pérez estima que pudieron alcanzar los 10.000. Con todo una cifra bastante alejada del mundo protestante que no justifica, salvo por una deformación histórica, que la Inquisición tenga fama de sanguinaria y el mundo protestante no tenga nada similar.

Pero aún podemos contextualizar más la situación. Se acusó a la Inquisición de ser un tribunal sin garantías cuando en verdad no era así. El miedo que se tenía a la Inquisición era porque cualquier acusación (anónima) podía llevar a la detención. Ahora bien, los inquisidores se aseguraban de encontrar pruebas para culpabilizar al reo o era puesto en libertad. Y el acusado, aunque desconocía al acusador, podía mostrar listas de enemigos o realizar su defensa para desacreditar la infamia si intuía por los cargos la persona que le había acusado. El bajo nivel de condenas muestra que muchos fueron liberados, aunque la mancha para su familia era imborrable (con los daños colaterales de no poder ejercer cargos públicos, por ejemplo).

Ahora que sabemos que la Inquisición no era un tribunal tan arbitrario como nos quisieron hacer creer, ¿existieron instituciones similares en otros países? Algunos se sorprenderán al encontrar justicia arbitraria en Inglaterra o Francia, supuestamente naciones que en nada parecían lugares inhóspitos.

Los ingleses aún utilizan la expresión Star Chamber (Cámara de la Estrella) para referirse a un proceso judicial arbitrario y carente de las garantías legales. Según la Enciclopedia Británica: “La Corte de la Cámara de la Estrella, en La ley inglesa, fue la corte compuesta de jueces y consejeros privados que surgieron del consejo del rey medieval, como un complemento a la justicia ordinaria de los tribunales de derecho común. Alcanzó gran popularidad bajo Enrique VIII por su capacidad de hacer cumplir la ley cuando otras cortes no podían hacerlo debido a la corrupción y a la influencia, y para proveer remedios cuando otros eran inadecuados.
Cuando, sin embargo, fue utilizado por Carlos I para hacer cumplir las políticas eclesiásticas impopulares, se convirtió en un símbolo de opresión a los opositores parlamentarios y puritanos de Carlos y el arzobispo William Laud. Por lo tanto, fue abolida por la Parlamento largo en 1641”.

Es decir, en el siglo XVII, cuando la Inquisición apenas juzgaba, existía en Inglaterra un temible órgano judicial por el que podían acusarte y condenarte de forma arbitraria. No condenaban a muerte, pero podían mutilarte, lo que tampoco era agradable. Y todo bajo la más estricta indefensión. Un sentimiento que no existía en los tribunales inquisitoriales, por cierto.

En Francia, este tipo de conductas las tenemos reflejadas en el término Lettre de Cachet. Era el procedimiento, al margen de toda legalidad, por el que se privaba de libertad a cualquiera sin juicio en la Francia del siglo XVIII. Se trataba de una prerrogativa real, al margen de la justicia ordinaria, por la que podía encarcelar o exiliar a cualquiera sin derecho alguno de defensa. Voltaire y Diderot, por ejemplo, las sufrieron en sus carnes, siendo curioso que divulgaran los males de la antigua Inquisición española y no los contemporáneos de su propio país.

Como vemos, en todos los países cocieron habas, pero parece que sólo en España esa situación fue anormal. Lo fue la expulsión de los judíos. Expulsados de todos los lugares, la española siempre se toma como ejemplo de intolerancia. ¿La inglesa, la francesa, la italiana o la alemana, por indicar alguna, no tuvieron la misma categoría moral?

Y ligándolo con lo anterior, la intolerancia hacia otras religiones parece que se tratara de un asunto en exclusiva español. Veamos algunas muestras de intolerancia hacia los católicos en un país tan civilizado como Inglaterra.

Isabel I creó en Irlanda una especie de Cámara de la Estrella (Court of Castle Chamber) que dejó en la isla un terrible recuerdo por la arbitrariedad de sus sentencias. No fue lo peor que hicieron los ingleses en Irlanda, de mayoría católica.

Desde 1695 estuvo vigente la Ley Popery, que prohibía a los irlandeses católicos ejercer cargos públicos y formar parte de la Administración, ingresar en el Ejército, poseer tierras y educar a sus hijos en la fe católica. Hasta 1829 no se permitió la entrada de delegados irlandeses en el Parlamento inglés. Y años después ocurrió uno de los episodios más negros y silenciados por la historiografía inglesa: la gran hambruna en Irlanda del año 1846.

La gran hambruna de Irlanda no se produjo, como habitualmente se considera, por culpa del escarabajo de la patata, sino por falta de alimentos. Mientras que Irlanda continuaba exportando alimentos durante la crisis, en Escocia, de mayoría protestante, se anularon las exportaciones. La crisis humanitaria hizo que el sultán otomano o los EEUU intentaran enviar fondos para paliarla, pero Inglaterra se negó. La emigración fue la única salida a la muerte: de 8 millones de personas murieron más de 2 millones. Pasó final inglés para la conquista definitiva de la isla, esta victoria pírrica logró lo contrario: insuflar de fuerza los movimientos nacionalistas que terminarían creando el país de Irlanda en el siglo XX.

Además de por este tipo de acciones, Inglaterra destacó por la persecución religiosa de los católicos. Se ha exagerado hasta la extenuación la persecución católica de María I Tudor y, por el contrario, apenas se ha aireado la persecución católica existente desde Isabel I. Curioso, ¿verdad? ¿Por qué tenemos el concepto del mundo católico español intransigente y del anglicano tolerante cuando la persecución de católicos en Inglaterra fue tan sangrienta e intensa como la de protestantes en España?

Isabel I unió definitivamente anglicanismo con la corona y ello significó que el católico era el enemigo. Ser católico e inglés pasó a ser considerado como un traidor a la patria. En verdad, todos los que no fueran anglicanos fueron perseguidos y expulsados. Así, por cierto, llegaron los puritanos del Mayflower a los futuros EEUU. En diez años, los que van desde 1559 a 1569, la represión isabelina mandó matar a unos 800 católicos.

Allí no realizaban hogueras pero el espectáculo de las ejecuciones no podía faltar como medida aleccionadora. A los reos se les condenaba a ser hanged, drawn and quartered, esto es, ahorcado, arrastrado y desmembrado. En cada lugar tienen sus costumbres.

En 1585 el Parlamento de Londres dio cuarenta días de plazo para que los últimos sacerdotes católicos abandonaran el país. Se prohíbe la misa católica pública y privadamente. A partir de esta fecha ser sacerdote católico se considera delito de traición y se condena con la pena de muerte. También se considera traición acoger, proteger o alimentar a los sacerdotes. Existe en las casas inglesas antiguas una especie de zulo que se denomina genéricamente priesthole, que las familias criptocatólicas construían para ocultar a los sacerdotes.

El gran incendio de Londres de 1666 fue achacado a los católicos, en una actualización de los desmanes perpetrados por el Emperador Nerón. Al igual que entonces, los católicos fueron perseguidos. Y esta costumbre se repetía periódicamente, pues a los católicos se les culpabilizaba de cualquier mal que ocurriera. Y ello conllevaba las persecuciones que tan bien conocieron los judíos. En 1778 se intentó aprobar una ley que pretendía mitigar las penas contra los católicos. Las revueltas que la propuesta supuso crearon numerosos tumultos que costaron la vida de unos 700 sospechosos de ser católicos o tolerantes con ellos. Hasta el año 1829 no comenzaron a derogarse, en el código legal inglés, las primeras leyes represivas contra el catolicismo.

Por contextualizar, la Inquisición española fue abolida en 1834, aunque mucho antes ya había perdido todo su poder. Mientras, en Inglaterra, hasta 1850 los católicos eran perseguidos por ley en las islas británicas. Y cuando se levantó tal ley se produjeron fuertes debates y actos de un fanatismo inusitado y desconocido en España (cuando se permitió el protestantismo). Todavía hoy sigue vigente el Acta de Establecimiento de 1701 que obliga a los miembros de la familia real británica a renunciar a cualquier derecho al trono si se hacen católicos o se casan con un católico.

Analizando todo lo anterior sorprende que en el pensamiento común general siga manteniéndose la idea de una España católica intransigente y una Inglaterra tolerante en temas religiosos. Sólo una propaganda muy bien dirigida puede haber instaurado este falso pensamiento.


Y esa propaganda fue fomentada, de forma especialmente eficaz por los rebeldes flamencos que, a la postre, terminarían desgajando del Imperio español un tercio del territorio flamenco. Holanda ha sido un estado nacido del nacionalismo más extremo y ha sabido vender una imagen histórica determinada que dignifica su lucha y convierte a los españoles en auténticos diablos. 

Dejo para otro post un par de verdades incómodas sobre Holanda y las consecuencias que en el futuro tuvieron (aquí).

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