Todo el mundo conoce los
principales capítulos de la obra Don Quijote
de la Mancha. Entre
sus numerosas aventuras tragicómicas cualquier persona reconoce la lucha contra
los molinos de viento que cree gigantes, el episodio del ataque a los rebaños
de ovejas que cree un ejército, o el amor que profesa hacia su dama, Dulcinea
del Toboso.
La obra ha tenido, desde su
publicación en el año 1605, una enorme difusión y se ha traducido a todos los
idiomas del mundo (sólo superada por la Biblia). Don Quijote ha pasado a ser un
personaje inscrito a fuego en el acervo cultural del ser humano y su fama
perdurará durante largo tiempo, al igual que la universalidad de su autor.
Lo que no todo el mundo
conoce es la existencia de una segunda parte de Don Quijote de la Mancha, donde
Cervantes juega con la hipótesis de que Don Quijote conoce la existencia de un
suplantador. Esta segunda parte cumple 400 años desde su inicial publicación,
por lo que es una magnífica excusa para descubrir un poco los misterios que
esconde la figura de Miguel de Cervantes.
La vida y existencia de
Cervantes esconde numerosos misterios y son más las hipótesis que las certezas
lo que abundan en su biografía. Eso y los equívocos, pues en este apartado
también tenemos diversas falsas creencias muy difundidas.
Comenzando por su nacimiento,
ignoramos cuando ocurrió. Aunque César Brandariz defiende el año 1549 en base a
la información que aparece en el prólogo de las Novelas ejemplares, sabemos que fue bautizado el 9 de octubre de
1547en la parroquia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares. Y por su
nombre es probable que naciera el 29 de septiembre, día festivo del San Miguel,
pero esto son meras hipótesis, pues ningún documento se ha conservado de la
fecha exacta de su nacimiento. Sus padres fueron Rodrigo Cervantes, un cirujano
sordo de escasos medios económicos, y Leonor de Cortinas.
Los primeros años de Miguel
de Cervantes estuvieron plagados de miserias. Su padre se trasladó a diversas
ciudades buscando fortuna y sólo encontró deudas y acreedores que le llevaron a
prisión. Primero en Valladolid, luego en Córdoba y finalmente en Sevilla. En
1566, cuando Cervantes contaba con 19 años, recaló con su familia en Madrid,
donde su padre esperaba medrar con la actividad que suponía ser la sede de la
corte.
Como podemos imaginar, la
dura infancia de Miguel de Cervantes le impidió tener una educación apropiada.
Ignoramos si cursó en algún colegio y el único dato fiable sobre su educación
aparece precisamente en Madrid, cuando fue discípulo del catedrático de Gramática
y humanista Juan López de Hoyos. Por tanto, al contrario de lo que mucha gente
piensa, por su nacimiento en Alcalá de Henares, Miguel de Cervantes no tuvo una
educación académica al uso, y mucho menos universitaria.
En Madrid dio sus primeros
pasos literarios, en forma de versos, gracias a la ayuda de un influyente
personaje conocido de su padre, Alonso Getino de Guzmán. Pero pronto vio su
carrera literaria truncada debido a un problema con la justicia. Según
podemos leer en una real provisión fechada el 15 de septiembre de 1569: “Sepades que por los alcaldes de nuestra casa
y corte se ha procedido y procedió en rebeldía contra un
Miguel de Cervantes, ausente, sobre razón de haber
dado ciertas heridas en nuestra corte a Antonio de Sigura (…) sobre lo cual el
dicho Miguel de Cervantes por los dichos nuestros alcaldes fue condenado a que,
con vergüenza pública, le fuese cortada la mano derecha, y en destierro de
nuestros reinos por tiempo de diez años”.
Miguel de Cervantes se había
batido en duelo con un maestro de obras llamado Antonio Sigura, algo frecuente
en la época; pero lo había hecho en un lugar prohibido, los aledaños al Alcázar
Real. Por ello, conocedor del castigo decidió huir de la península para evitar
convertirse en un tullido, mientras su padre intentaba salvarle la mano
mediante un proceso de reconocimiento de hidalguía. Logró un trabajo de
sirviente en Roma gracias a un pariente, pero no debió satisfacerle en demasía,
pues en el año 1571 se unió, junto a su hermano menor Rodrigo, a la compañía de
Diego de Urbina perteneciente al Tercio de Miguel de Moncada. En poco más de un
mes de servicio se embarcó en la galera española, La Marquesa, cuyo destino era la famosa Batalla de
Lepanto.
Muchas personas creen que
Miguel de Cervantes quedó manco tras participar en esta batalla, pero esta
información también es falsa. Miguel se encontraba enfermo y con fiebre el día
antes de la lucha contra los turcos, pero decidió luchar por Dios y su Monarca
antes que quedarse bajo cubierta. Lo hizo bien y junto a los esfuerzos de
muchos otros cristianos lograron vencer a la temible, y hasta entonces
imbatida, flota turca. Pero el precio que Miguel de Cervantes pagó fue el de no
poder volver a usar su mano izquierda debido a un disparo de arcabuz en el
antebrazo (junto a otros dos más en el pecho). El disparo le seccionó un nervio
lo que le impidió poder mover la mano nuevamente; es decir, se la dejo
anquilosada pero en ningún caso cortada. El alias de el Manco de Lepanto es,
por tanto, exagerado.
Miguel de Cervantes
permaneció con la vida de militar hasta el año 1575, momento en el que, tal vez
cansado de guerrear, decidió volver a España. No obstante, su propósito tendría
que esperar pues el barco donde volvía, la galera El Sol, fue abordado por
el corsario turco Arnauti Mamí y Miguel y su hermano Rodrigo apresados y
vendidos como esclavos.
Tuvo suerte Miguel de
Cervantes de llevar en su bolsillo la carta de recomendación de Juan de Austria
por sus notables servicios, con la que esperaba conmutar la pena impuesto hace
años en Madrid. Los turcos pensaron que tenían un importante personaje entre
sus manos y lo consideraron un cautivo de
rescate. Se libró así de acabar como mano de obra esclava, pero el precio
fijado por su liberación fue la considerable cifra de quinientos escudos de
oro.
El tiempo que pasó como
cautivo en Argel no fue excesivamente duro. Sus captores, tal vez por su
invalidez, y por su condición de importante personaje, le permitieron salidas
frecuentes de la prisión; y hasta llegó a retomar su afición por la poesía. Pero el
temperamento de Miguel de Cervantes le impedía permanecer en aquella situación,
por lo que planeó hasta cuatro intentos de fuga en los cinco años que
permaneció recluido. Finalmente, cuando estaba apunto de ser encadenado al remo
de una galera con destino a Constantinopla, castigo por su último intento
fracasado de fuga, llegó el pago de su rescate. El 19 de septiembre de 1580,
cinco años después de ser capturado, quedaba en libertad y en poco más de un
mes lograba llegar finalmente a España.
Una vez reunido con su
familia comprobó que ésta, tras los esfuerzos para juntar el dinero del rescate
de ambos hermanos, estaba en la
ruina. Por tanto, tuvo que buscar un oficio que le permitiera
mantenerlos a todos. Y como ocurre hoy día, la pluma no era la mejor opción
para un desconocido. Se marchó a la corte de Felipe II, en Lisboa, intentando
conseguir algún cargo relacionado con el Estado pero no lo consiguió. En 1582
estaba de vuelta en Madrid y en estos años redactó su primera obra literaria
importante La Galatea, publicada en
1585. Fueron años de desenfreno amoroso pues tuvo una hija ilegítima con la
mujer de un tabernero en Madrid y se casó con Catalina de Salazar y Palacios,
una joven viuda de 19 años, en el pueblo manchego de Esquivias. No fue un
matrimonio feliz y a los dos años Miguel de Cervantes comenzará a viajar por
Andalucía en su nuevo cargo de comisario real de abastos. Inicialmente ocupado
de parte de los preparativos de la armada preparada para invadir Inglaterra, se
mantuvo en su cargo unos cuantos años más posteriormente a esta misión. Y no
porque fuese un trabajo agradable. Su cargo le obligaba a numerosos viajes y a
exigir de los distintos municipios las aportaciones fijadas por el rey. En 1594
pasó a cobrar ciertos impuestos reales pero la quiebra del banco donde realizó
el depósito de lo recaudado le llevó a permanecer tres meses en la cárcel
(momento en donde se supone que engendró su obra cumbre).
Por cierto, que la otra vez
que estuvo preso Cervantes, en España, fue en 1592 en Écija, acusado de haber
vendido fanegas de trigo sin autorización. Y en Valladolid, brevemente, por una
muerte en la puerta de su casa. Por tanto, la cueva de Medrano, en Argamasilla
de Alba, en donde se asegura que estuvo encerrado nuestro personaje es
seguramente una invención, pues no existen pruebas ni documentos que sostengan
tal información.
Y otra confusión corriente la
tenemos respecto a su aspecto. Se suele tomar como fidedigno el conocido
retrato realizado por Juan de Jaúregui, pero seguramente se trate de una
falsificación moderna. No obstante, existe la polémica sobre si la
falsificación es una copia real del original o algo inventado. Lo cierto es que
la única descripción del aspecto físico de Cervantes nos la dejó el propio
autor en el prólogo de su obra Novelas ejemplares, escrita con 66 años:
“Este
que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y
desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las
barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes,
la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis,
y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los
unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la
color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas, y no muy ligero
de pies. Este digo, que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote
de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso,... Llámase comúnmente Miguel
de Cervantes Saavedra”.
Con más pena que gloria
regresó a Esquivias, el pueblo de su mujer, buscando algo de paz. La suerte le
sonrió esta vez, pues gracias a la recepción de los bienes de un cuñado, que
había profesado como franciscano, pudo dedicarse a escribir sin tener que
preocuparse por como ganarse la
vida. Fue en este momento cuando escribió la mayor parte de
la obra que le daría fama mundial El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Antes de realizarla
completamente, decidió trasladarse a Valladolid, sede de la corte de Felipe
III, con la intención de tener mejores posibilidades para publicarla.
En
1603 estaba instalado en Valladolid y la edición de la obra fue apalabrada con
el librero Francisco de Robles en unos mil quinientos reales. A comienzos de
1605 el impresor madrileño Juan de la Cuesta dio la forma definitiva a los
primeros ejemplares.
Era
costumbre en la época que en el inicio de una obra aparecieran poemas
laudatorios sobre ella de prestigiosos escritores. Cervantes no tuvo la suerte
de ver su obra “alabada” de esta forma, por lo que recurrió a unos textos
burlescos sobre el tema de su propio puño y letra, algo que casaba
perfectamente con la obra humorística que publicaba. Por tanto, hizo de su
necesidad virtud.
En su época, la obra de Don
Quijote tuvo un gran éxito y una enorme difusión, traduciéndose a todas las
lenguas europeas. Pero ello no hizo rico a su autor, pues éste se vio afectado
por lo que hoy día se llama, eufemísticamente, piratería. Resulta que Cervantes sólo se reservó el privilegio de
impresión para el Reino de Castilla, por lo que en los reinos vecinos afloraron
multitud de copias de la obra que se vendieron mucho más baratas y le hicieron
gran competencia.
Cervantes pasó sus últimos
años escribiendo en Madrid y la muerte le sorprendió a la edad de 68 años, en
abril de 1616. Apenas un par de días antes firmó la dedicatoria final de su
obra Los trabajos de Persiles y Sigismunda, publicada póstumamente un año después.
Respecto
a la muerte de Cervantes existe una polémica, un misterio y una confusión.
La
polémica se centra en las causas de su muerte. A inicios del siglo XX tuvo
mucho predicamento el término, más bien vago, de arteriosclerosis. También se
valoró el de cirrosis hepática, aunque se ha descartado por dos razones: no
existen pruebas de que Cervantes fuera alcohólico (sus detractores se hubieran
burlado de ello sin duda) y la lucidez mental que mantuvo hasta última hora no
concuerda con esta enfermedad.
Más
tarde se analizó pormenorizadamente cualquier aspecto biográfico de su salud
que apareciera en sus obras, obviando el imponderable que en muchas ocasiones
pudo tratarse de ficción. El Prólogo del Persiles es la mayor fuente de
información sobre este respecto, y por él se conjetura que Cervantes sufría, a
la hora de su fallecimiento, astenia (falta de fuerzas) y polidipsia (deseo
incontenible de beber agua). En base a ello se ha sostenido que Cervantes
sufría diabetes, la cual se complicó en sus últimos días con una insuficiencia
cardiaca (algo típico de las diabetes no tratadas).
Por
supuesto, no todos los médicos están de acuerdo con esta hipótesis y muchos
niegan la existencia de una diabetes en base a que Cervantes no reflejó un
síntoma característico que la suele acompañar, la poliuria (exceso de volumen
de orina), sin duda conocida por el autor. En caso de no sufrir diabetes, el
exceso de sed podría ser explicado por una nefropatía con desarrollo de
síndrome nefrótico y ascitis.
La
polémica al respecto de las causas de su muerte sólo se resolverá cuando se
encuentre el cadáver de Cervantes y se puedan examinar los restos por medio de
técnicas forenses actuales.
El
misterio reside en la tumba.
La casa de Cervantes en Madrid estaba situada en el actual
barrio de las Letras. Existe actualmente la curiosa coincidencia de que la casa
de Cervantes se encuentra situada en la calle Lope de Vega y la casa museo de Lope de
Vega en la calle
Cervantes, lo que no les sería grato a los susodichos de
saberlo, pues no se llevaron nada bien. Baste recordar esta carta de Lope de
Vega fechada el 14 de junio de 1604: “De poetas no digo: buen siglo es éste.
Muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como
Cervantes ni tan necio que alabe a don Quijote”.
Fue
deseo de Cervantes ser enterrado en una iglesia de su barrio, la del Convento de las
Trinitarias Descalzas. Era su manera de agradecer la intercesión de los monjes
trinitarios en el pago de su rescate de Argel.
El
Convento fue remodelado en años posteriores y con la edificación de una iglesia
de mayor tamaño los cuerpos de los enterrados anteriormente en la pequeña
capilla donde descansaba Cervantes fueron cambiados de ubicación. En el cambio
se perdió la ubicación de la tumba de Cervantes, por lo que hoy día
desconocemos donde residen exactamente los restos del famoso escritor. Desde el
año 2011 se están llevando a cabo unos minuciosos trabajos que intentan
desentrañar este misterio localizando el cadáver de Cervantes, aunque hasta ahora
no han tenido éxito. No obstante, los trabajos están encaminados a tener un
final feliz. Los científicos poseen el ADN de la hermana de Miguel Cervantes, la monja Luisa de Belén
Cervantes, por lo que tan solo es cuestión de tiempo que alguna muestra tenga
la coincidencia deseada. No obstante, las investigaciones llevadas a cabo hasta ahora no han dado resultados concretos. E inmersos en una crisis económica de tal calado como en la que nos encontramos seguramente resultaría sorprendente que se siguiera destinando dinero a este tipo de investigación forense.
La
confusión, por su parte, está en el día de su muerte. Se suele decir que
Cervantes murió el 23 de abril, razón por la cual se escogió este día para
celebrar el Día Internacional del Libro (y del Derecho de Autor). Por ello y
porque coincidía además con la muerte de otro gran escritor, William
Shakespeare. Pero lo cierto es que ninguno de los dos murió tal día.
Cervantes
murió el día 22 de abril y la confusión proviene de la anotación en el registro
parroquial, pues era costumbre en la época anotar como fecha de la muerte la
del entierro, que tuvo lugar, efectivamente, el día 23.
En
el caso de Shakespeare, la muerte le llegó un poco más tarde. En aquellos años
Inglaterra se regía por el calendario juliano, mientras que en España ya se
había adoptado el calendario gregoriano actual. Por tanto, la fecha del 23 de
abril correspondía, en nuestro calendario, al 3 de mayo.
No
obstante a todo lo anterior la fecha del Día Internacional del Libro se ha
seguido manteniendo el 23 de abril por dos razones: por mantener la tradición
que data de 1996 y porque efectivamente ese día murió el Inca Garcilaso de la
Vega, otro ilustre escritor. Podríamos hablar largo y tendido sobre otras
efemérides de escaso sentido pero esta, ¡ya es otra historia!
FUENTES:
ALVAR EZQUERRA, A.: Cervantes.
Genio y libertad. Madrid. Temas de Hoy. 2004
CANAVAGGIO, J.: Cervantes.
Madrid. Espasa. 2003
MONTES-SANTIAGO, J.: “Miguel de Cervantes: saberes médicos,
enfermedades y muerte”. An. Med. Interna
(Madrid) v.22 n.6 Madrid jun. 2005.
Hola!,
ResponderEliminarSerá que Miguel y Rodrigo no habrán estado en la Isla de Terceira, Las Azores, en 1581? Curiosamente hay un episodeo de la Historia de Terceira - La batalla de Salga, léa-se http://www.jornaldapraia.com/noticias/ver.php?id=1116. Posible és. Será verdad? Curiosamente Los locales fueron ayudados por un rebaño de toros........ ovejas......?
Saludos
Hola Joâo, gracias por comentar y por el aporte que das.
EliminarEn España no suele conocerse mucho la resistencia de las Azores ante Felipe II.
Efectivamente, un primer ataque a las isla fue repelido, aunque el objetivo de la flota comandada por Valdés no era tomarla sino escoltar la próxima llegada de la Flota de Indias. Una mala información sobre las defensas portuguesas y unas ganas desmedidas de gloria fueron las razones que provocaron su derrota.
Luego, en julio de 1582, en la Batalla de Terceira, la flota española logró la victoria final en la que se dice fue la primera batalla naval en mar abierto.
Según tenía yo entendido fue en esta batalla en la que luchó el famoso Lope de Vega.
Y, por cierto, en la Sala de las Batallas del Monasterio de El Escorial está representada esta última batalla y no la de la inicial derrota, que fue la loca aventura de un comandante demasiado ávido de gloria.
Hubiese estado bien decir que los españoles también se enorgullecían de sus derrotas, pero en este aspecto creo que no eran distintos a sus contemporáneos.
Un saludo