Uno de los capítulos del libro Mis Mentiras
Favoritas trata sobre las relaciones entre la Iglesia y los Austrias españoles.
Generalmente, la opinión de las personas profanas en este tema es el de asociar
a Carlos V o Felipe II como fieles seguidores del Papado, del que eran, en la
práctica, su brazo armado en Europa. El enfrentamiento de los Austrias españoles
con la Inglaterra anglicana, los turcos en el Mediterráneo o los protestantes
en Centroeuropa nos inducen a asumir como cierta la afirmación anterior.
Hoy día, la historiografía actual ha matizado
enormemente las relaciones entre el Papado y el Imperio español de los
Austrias, y en el capítulo del libro que trata el tema descubriréis las
distintas fricciones que existieron entre ambos poderes terrenales.
Como complemento y continuación de aquel capítulo
vamos a descubrir las relaciones entre el Papado y los Borbones españoles en el
siglo XVIII, las cuales tampoco tuvieron desperdicio alguno.
Y lo hacemos hoy día 27 de febrero porque este mismo
día del año 1767 Carlos III publicó el decreto real que ordenaba la expulsión
de los jesuitas de España.
1. Felipe
V. (1700- 1746): Inicio del regalismo borbónico.
El absolutismo borbónico implantado por Felipe V no
toleraba ninguna adhesión alternativa ni ningún tipo de resistencia. Así, la
Iglesia sintió la fuerza del nuevo Estado en el sentido de verse obligada a la
aportación de mayor cantidad de recursos y a tomar postura en el conflicto cada
vez más intenso entre la corona y el papado sobre jurisdicción, rentas y
nombramientos.
La afirmación de los derechos de la corona sobre la
Iglesia y la adopción de una clara posición regalista en España contra el
papado se debieron a una serie de factores:
-
En la Guerra de Sucesión el papa
Clemente XI, presionado por Austria y nada favorable a los Borbones, reconoció
al archiduque como rey de España en 1709. La respuesta de Felipe V fue la
ruptura de las relaciones diplomáticas con Roma. Puesto que la jerarquía española
decidió apoyar al rey y la victoria del Borbón demostró la equivocación del
papado, finalmente se restablecieron las relaciones.
-
La tensión política creció de nuevo
cuando la agresiva política italiana de Isabel de Farnesio amenazó los
intereses papales.
Sin embargo, estos puntos de conflicto ocultaban enfrentamientos
más profundos entre la Iglesia y el Estado. El intento de acabar con la
jurisdicción papal y con los derechos del papado a recaudar impuestos en España
no era nuevo. Sin embargo, el regalismo borbónico adoptó una posición más
avanzada y reclamó la autoridad sobre todas las instituciones eclesiásticas de
España.
Felipe V pretendía que se le reconociera el derecho
de nombrar los cargos eclesiásticos en España y también deseaba las rentas de
las sedes vacantes y las sumas que cobraban los tribunales eclesiásticos.
Melchor de Macanaz fue el encargado de realizar un
informe sobre los puntos de discordia entre la Iglesia y el Estado en 1713, y
como era lógico, sus puntos de vista resultaban ser totalmente regalistas.
Tras años de negociaciones se llegó finalmente a un
acuerdo con el Papa, en el llamado Concordato de 1737, que concluía lo
siguiente:
-
El rey tendría derecho a proveer cargos
y sedes vacantes y a hacerse con las rentas de las sedes vacantes que antes
había recibido el Papa.
-
Las propiedades de la Iglesia no
estarían ya exentas de impuestos.
-
Se iniciarían medidas para la reforma
del clero y el control de su número.
La intención del rey era la de nombrar la mayoría de
los cargos y obtener los máximos ingresos posibles de la Iglesia. Pero las
medidas adoptadas eran simples generalizaciones, que alentaron numerosas
discusiones y muy escasas acciones.
La reacción del clero fue muy ambigua. En general
apoyó la sucesión borbónica, pero adoptó una actitud crítica ante políticas
específicas. El gobierno borbónico era un gobierno secular y pocos
eclesiásticos, salvo el confesor real, ocupaban cargos oficiales. Por otro
lado, el regalismo era un factor de división entre el alto clero, tan regalista
como el rey, y el bajo clero, defensor de los fueros y privilegios
eclesiásticos a los que normalmente atacaba el regalismo.
2. Fernando
VI. (1746- 1759): El Concordato de 1753
El interés del Estado en lo referente al poder,
independencia y riqueza de la Iglesia siguió aumentando durante este reinado.
La corona española tenía determinadas prerrogativas sobre la Iglesia, pero
deseaba conseguir más. Por otro lado, la defensa de las regalías significaba la
defensa de los derechos de la corona en los asuntos eclesiásticos a expensas de
la jurisdicción papal. Y la regalía más importante era el patronato real, el
derecho de presentación para los obispados y los beneficios más importantes.
En 1746, Fernando VI tenía dos objetivos respecto a
la Iglesia, los cuales estaban encaminados a concluir la obra iniciada por
Felipe V respecto al control de la Iglesia por el Estado:
-
Impedir cualquier intervención de Roma
en los dominios de la corona española.
-
Situar a la jerarquía española bajo su
control y completar así la concentración de poder en el Estado borbónico.
Un primer punto de fricción que radicalizó aún más
las posturas fue la controversia jesuítica en Paraguay. Por el Tratado de
Madrid (1750) Portugal renunciaba a Colônia do Sacramento a cambio de dos zonas
en la frontera brasileña. En una de las dos zonas existían siete misiones
guaraníes jesuíticas, obligadas por el tratado a abandonar la zona. Aunque el
general de los jesuitas ordenó obediencia, varios jesuitas de Paraguay
escribieron al confesor real protestando por el agravio que suponía la medida.
Estas cartas fueron difundidas por los enemigos de los jesuitas para atacarles
públicamente. Aunque finalmente los jesuitas colaboraron con las autoridades,
la rebelión posterior de los indios ante la medida oficial fue utilizada para
incriminar a la orden.
Ensenada adoptó desde el primer momento una posición
de regalismo extremo, convencido de la inutilidad del concordato de 1737, al
igual que el jesuita y confesor real, padre Rávago, que fue el encargado de
preparar un nuevo concordato. Éste se llevó a cabo gracias a la hábil
negociación en Roma y a la cooperación del papa Benedicto XIV. El Concordato de
1753 acordaba lo siguiente:
-
Concedía a la corona el derecho de
patronato universal sobre todos los obispos, canónigos, prebendas y beneficios,
excepto 52 reservados al papa.
-
Para compensar a la curia de las
pérdidas en los nombramientos eclesiásticos se acordó la entrega de 1,3
millones de pesos, que sumados a los regalos efectuados al papa y diversos
cardenales sumaba un total de 2,5 millones de pesos.
La concesión del patronato universal suponía un
extraordinario incremento del poder de la corona:
-
Aunque el Estado no pagaba todavía los
salarios del clero, los nombraba e indirectamente controlaba sus ingresos y,
además, obtenía nuevos ingresos de los beneficios vacantes.
-
Otorgó a la corona un estricto control
sobre el episcopado y sobre la mayor parte del clero secular.
-
Fue un paso definitivo para la burocratización
de la iglesia española.
A pesar del éxito del acuerdo, España todavía
dependía de Roma para las dispensas matrimoniales y otros servicios
espirituales y del papa para la designación definitiva de un obispo.
Por último, hay que destacar el carácter anti
jesuita del gobierno de Fernando VI: la reacción oficial ante la crisis de
Paraguay, la introducción de la causa de Palafox y la rehabilitación de Noris,
nos muestran los puntos de conflicto y son un resumen del periodo de tensión
que se vivió entre los años 1746- 1759.
3. Carlos
III. (1759- 1788): La expulsión de los jesuitas.
Este monarca heredó una posición dominante sobre la
Iglesia gracias al Concordato de 1753, y su actitud enérgica, junto a una
jerarquía eclesiástica sumisa ante los privilegios de los que gozaba bajo el
absolutismo, llevaron a la Iglesia borbónica a una dependencia sin parangón en
la historia de España:
-
El gobierno de Carlos III promulgó
legislación que recortaba la inmunidad eclesiástica, considerándola como una
exención injustificada de la autoridad judicial y coercitiva del Estado y un
desafío importante para el absolutismo real. Pero no consiguió abolirla.
-
Los reformadores de la Iglesia se
apoyaron en el Estado para llevarla a cabo, por lo que la reforma fue regalista
y elitista. Entre las medidas destacan: supresión de autos sacramentales,
danzas litúrgicas, flagelaciones y varios peregrinajes, clausura de muchas
cofradías, lucha contra las supersticiones…
-
La intención del gobierno de convertir
el contrabando y los ingresos fraudulentos en pecado capital no fue seguida por
todos los prelados, demostrando así cierta rebeldía parte del clero.
-
Carlos III fue bastante antipapal y no
se molestó en ocultarlo: Ordenó por decreto en 1761 que era necesario el
permiso real para todos los documentos papales antes de que pudieran publicarse
en España, puso bastantes obstáculos para la celebración de sínodos diocesanos
y controló cuidadosamente los nombramientos de los obispos para que mostraran
escasos signos de independencia.
-
La medida más importante que tomó el
gobierno de Carlos III fue la expulsión de los jesuitas:
o
Carlos III tenía bastantes prejuicios
contra los jesuitas (organización rica, en una ocasión defendieron el
regicidio, sospechas sobre su lealtad…) que se vieron confirmados al inicio de
su reinado al oponerse a la canonización de Palafox. Contaba con el apoyo de
sus ministros y con la antipatía hacia la orden de diversos eclesiásticos de
otras órdenes.
o
Se identificó ser jesuita con opositor a
las reformas del gobierno y se les acusó como principales protagonistas del
motín de 1766, elaborando Campomanes un informe demoledor.
o
El rey aceptó el informe, pues los
jesuitas eran unos culpables muy convenientes, y el 27/02/1767 publicó un
decreto real que ordenaba la expulsión de la orden de España, el cual se hizo
efectivo el 21 de Marzo con escasa reacción tanto eclesiástica como pública.
o
El gobierno español no se conformó con
la expulsión y presionó al papado para la supresión de la orden, cosa que logró
en 1773 gracias a las gestiones de José Moñino, recompensado con el título de
Conde de Floridablanca.
-
Tras la expulsión jesuítica se procedió
a reformar tanto la universidad (planes de estudios y colegios mayores) como la
Inquisición, aunque en ambos casos las medidas tomadas fueron tibias.
4. Carlos
IV. (1788- 1808): Ataque directo a las propiedades eclesiásticas.
El regalismo borbónico, ejercido con discreción por
Carlos III, alcanzó toda su eficacia con Carlos IV, quien no dudó en
aprovecharse de todo su poder sobre la Iglesia para deponer obispos, reducir al
máximo la autoridad papal y apropiarse de la mayor cantidad de las rentas
eclesiásticas. Debemos destacar varias medidas eclesiásticas dentro del
gobierno de Carlos IV:
-
Godoy promocionó a sus clientes e
impulsó un regalismo extremo.
-
La oposición a la jurisdicción papal
culminó en la política del gobierno liberal de 1797-1800, que ordenó que los
litigios matrimoniales se resolvieran en España en lugar de en Roma.
-
El incremento de gastos de defensa,
junto con el improductivo sistema fiscal determinaron que la situación de la
Hacienda Real fuera cada vez más crítica. Ante la inoperancia de las medidas
adoptadas (emisión vales reales, aumento impuestos…) se decidió recurrir a las
propiedades de la Iglesia:
o
El decreto del 19/09/1798 ordenaba la
venta de los bienes raíces de las instituciones de caridad, cuyos ingresos se
utilizaron para sostener el crédito real, asignándose al fondo de
consolidación.
o
El 30/08/1800 otro real decreto
determinaba la creación de la “Caja de consolidación de vales reales” y exigía
a las casas religiosas la mitad de las rentas anuales de cada una de ellas.
o
El 06/10/1800 el papa Pío VII concedió
un noveno extraordinario sobre los diezmos al gobierno español.
o
El 15/10/1805 otro decreto más ominoso
ordenaba la venta de propiedades eclesiásticas por un valor de 6,4 millones de
reales anuales.
o
El 26/12/1804 el decreto de
consolidación extendía el noveno y la desamortización eclesiástica a las
colonias.
o
El 21/02/1807 el gobierno de Godoy
publicaba un breve papal que autorizaba al monarca a vender una séptima parte
de todas las propiedades eclesiásticas. Al mismo tiempo se decretó la
confiscación de los señoríos episcopales.
Este ataque a la Iglesia contrastó con el respeto
hacia las fortunas de la alta nobleza. El ataque a la Iglesia debemos
entenderlo como la forma más fácil de atacar a uno de los sectores
privilegiados, del cual se esperaba poca reacción de rebeldía ante las medidas.
Éstas no estaban imbuidas por el espíritu de reforma ni de redistribución de la
riqueza, sino única y exclusivamente como forma de aliviar la situación de la
Hacienda real.
FUENTES:
LYNCH, J.: La España del siglo XVIII. Barcelona. Crítica. 2004.
RODRIGUEZ GARCÍA, J. Y CASTILLA SOTO, J.: Diccionario de términos de Historia de España. Edad Moderna. Barcelona. Ariel. 2005.
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