domingo, 5 de agosto de 2018

La inquisición provocó el retraso científico, económico y cultural español en la Edad Moderna


Uno de los capítulos de Mis mentiras favoritas. Edad Media trata sobre los distintos mitos que rodean a la Inquisición, uno de los tribunales eclesiásticos más denostados por la leyenda negra.

Entre las cuestiones que se quedaron en el tintero, por ubicarse en un periodo cronológico distinto del Medievo, está la influencia de la Inquisición en el deficiente desarrollo español en Edad Moderna. ¿Es cierto que su existencia fue definitiva para el atraso cultural, científico y económico de nuestro país?


La Enciclopedia francesa, en el siglo XVIII, definía el Santo Oficio de la siguiente manera: “tribunal fanático, eterno obstáculo a los progresos del ingenio, a la cultura de las artes, a la introducción de la felicidad”.

Esta opinión no hizo sino crecer en el siglo siguiente. En 1813, en las Cortes de Cádiz, un participante hablaba en estos términos respecto a la Inquisición española: “El oscurantismo, el retraso científico, la ruina de las artes, del comercio y de la agricultura, la despoblación y la miseria de España provienen en gran parte de la Inquisición”.

Y, actualmente, esta idea está tan asumida en el inconsciente popular que a nadie extraña culpar a la Inquisición, como a una de las partes activas, de todos los males que provocaron la decadencia moderna española. Pero si nos fijamos un poco en los análisis pormenorizados que han venido realizando distintos historiadores especialistas en la Edad Moderna nos daremos cuenta que esas afirmaciones debemos matizarlas mucho.

Empezando por la vida económica y la falta de desarrollo económico, una de las primeras grandes mentiras con las que comenzamos a descubrir el verdadero alcance de la Inquisición en estos temas radica en el significado de la expulsión de los judíos en 1492.

En muchos lugares podréis aún leer que la expulsión de los judíos en España privó al país de los elementos más dinámicos de la población, paralizando el sector manufacturero. La persecución de la Inquisición de la escasa burguesía que heredó la posición desempeñada por los judíos terminó por hundir económicamente a la sociedad, quién despreció el trabajo manual y se refugió en la casta nobiliaria (los famosos hidalgos).

Pero si analizamos los datos macroeconómicos podemos observar que el desarrollo económico de Castilla, por centrarnos en el reino que más sufrió con la expulsión de los judíos, prosiguió imparable su expansión, iniciada a comienzos del siglo XV y continuada hasta mediados del siglo XVII gracias al descubrimiento de América.

La causa de la caída económica española debemos buscarla, siguiendo a E. J. Hamilton en la pérdida del tren capitalista por parte de España. A finales del siglo XVI la economía española comienza a desacelerarse, y los precios y salarios corren paralelos. En cambio, en otros países europeos los salarios siempre crecen más que los precios, razón por la cual existe un ahorro capaz de ser invertido. Ello, unido a una mentalidad más proclive al riesgo empresarial, condicionó el gran desarrollo capitalista de los países europeos del norte respecto a España, que prefirió seguir especulando escasamente con sus exiguas ganancias e invertirlas en valores seguros (tierras, palacios…) antes que en empresas. La conclusión fue que España se vio superada en competitividad empresarial por el resto de países que había iniciado el camino capitalista, perdiendo tanto el mercado propio como el americano.

Al igual que la Inquisición tuvo un papel muy secundario en el desarrollo económico del país, en la falta de desarrollo científico tampoco podemos inculparla en exceso.

Es cierto que la Inquisición se une a la imagen de la quema pública de libros, circunstancia irremediablemente pareja a la idea del Nazismo sobre la cultura en el siglo XX. Pero debemos matizar un poco su influencia real.

Santo Domingo y los albigenses. Pedro Berruguete.


Las primeras quemas de libros ocurren en un momento temprano (Valencia, 7 noviembre 1497) aunque se circunscriben a obras escritas en hebrero o que traten sobre judaísmo o Islam. Tengamos en cuenta que la Inquisición deseaba terminar de raíz con los falsos conversos, por lo que esta medida se contextualiza en el deseo de impedir que se conocieran aspectos de esas religiones más que de otros ámbitos. Por ejemplo, en 1500, cuando Cisneros ordenó una quema de libros árabes en Granada, los que trataban sobre medicina fueron trasladados a la Universidad de Salamanca.

Otro aspecto relacionado con la Inquisición es la censura, expresada en la elaboración de un índice de libros prohibidos que nadie podía leer. Aunque es un hecho la existencia de esos índices, la idea original no surgió en España sino en Francia. Concretamente, la Sorbona elaboró su primer índice en 1544, la Universidad de Lovaina en 1546, la República de Venecia en 1549 y Roma en 1551. La Inquisición española elaboró su primer índice también en 1551.

En estos índices ya no aparecían, únicamente, obras religiosas, sino de cualquier otra materia que se consideraban nocivas para los fieles cristianos. Desde ataques al clero hasta opiniones personales de los censores, para algunos de los cuales obras de ficción debían ser prohibidas por evitar perder el tiempo leyéndolas.

En España, el rigor inquisitorial no fue mayor que en otros países. Por ejemplo, la obra de Copérnico, prohibida en Roma desde 1616, pudo seguir consultándose en España hasta 1632.  Y la prohibición de diversas obras científicas no estaba basada en sus contenidos, sino más bien en sus autores, generalmente provenientes del mundo protestante.

Es cierto que la Inquisición trataba de hacer cumplir las leyes, y por ello registraba las librerías de forma periódica, intentando retirar de la circulación los libros prohibidos, los cuales eran quemados posteriormente. Los libreros sabían del interés por ciertas obras entre las élites universitarias y existía un contrabando de este tipo de libros. Para cualquier persona un poco pícara, leer una obra prohibida no era algo imposible. Era arriesgado, sin duda, pero no lo suficiente como para evitar saltarse la prohibición.

Y el mejor ejemplo de la ineficacia del control inquisitorial por evitar que penetraran en España obras prohibidas lo tenemos en el momento en el cual se creó un cinturón sanitario en torno a las obras revolucionarias francesas. Floridablanca encargó a la Inquisición en 1789 aislar al país de lo que ocurría en París. Y el tribunal no pudo evitar que los españoles conocieran los nuevos aires revolucionarios. Si no lo logró a finales del siglo XVIII, mucho menos pudo hacerlo anteriormente con menos medios.

Por tanto, el retraso científico español no podemos achacarlo a la Inquisición. En el siglo XVII, momento decisivo de la revolución científica, España ya no tenía el dinamismo de épocas anteriores y, como bien indica Joseph Pérez “esta revolución científica es en esencia el fruto de una reflexión teórica, y España no estaba demasiado preparada para esa reflexión”.

Coincido con J. Pérez en la orientación española hacia las aplicaciones prácticas de la ciencia desde el siglo XVI y en el descuido de la investigación básica teórica. Contextualizando esta afirmación en el ámbito de la óptica, donde tengo cierta capacidad para hablar de su historia, vemos que en el siglo XVII Newton está formulando una teoría de la luz que explique físicamente sus propiedades y características. 

Por contra, en España, un notario de la Santa Inquisición (el ejemplo me viene como que ni pintado) publica en 1623 la obra más importante de la optometría española “Uso de los anteojos para todo género de vistas en que se enseña a conocer los grados que a cada uno le faltan de su vista, y los que tienen cualesquier anteojos y así mismo a que tiempo se han de usar, y como se pedirán en ausencia, con otros avisos importantes, a la utilidad y conservación de la vista”. Una obra eminentemente práctica en donde uno de sus mayores logros reside en el sistema de graduación práctica de la vista. Por comparar obras similares, este texto tiene poco parecido con la famosa Dióptrica (1611) de Kepler, en donde descubrimos una explicación teórica del uso de los anteojos (redescubrimiento de la ley de refracción).  

¿Podemos concluir que la Inquisición no tuvo ninguna influencia en el desarrollo español? Tampoco podemos exculpar de forma total a un organismo, el más poderoso tras el rey, que ejerció un control totalitario en la población durante siglos.

El control de lo que se leía en España no impidió que ciertas élites consumieran obras europeas, pero sí logró que para la gran masa de población,  la lectura se considerara algo que provocaba desconfianza. Poseer un libro escrito en otra lengua era indicio de sospecha, aunque se tratara de un libro permitido. En una época, como decía Góngora, donde  más vale pasar por libertino que por hereje”, el analfabetismo era una condición que libraba de algunos problemas con el Santo Oficio.

Igualmente, la persecución sistemática de toda persona crítica con el sistema imperante provocó que las grandes plumas de nuestra literatura se especializaran en temas ociosos antes que en temas que podían conllevar peligros con la Inquisición. La crítica, en todas sus vertientes, fue erradicada, lo que secundariamente pudo conllevar la falta de espíritu teórico en la mayoría de los españoles.

Pero de ahí a decir que el atraso español se debió a la Inquisición es, en mi opinión, pasarse tres pueblos.

BIBLIOGRAFÍA
Pérez, J.: Breve historia de la Inquisición en España. Austral, 2014.
Lynch, J.: Los Austrias. Critica, 2000.

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