En octubre de 2013 autopubliqué mi primer libro
electrónico dedicado a desentrañar diversas mentiras históricas.
Con motivo de su sexto aniversario quería regalaros
uno de sus capítulos; el dedicado a describir las ruinas de Pompeya y mostrar
una falsedad inherente que suele acompañar a los folletos y guías de viaje, es
decir, la consideración de que estamos visitando una ciudad congelada en el tiempo.
Las ruinas de Pompeya, unas de las más evocadoras y
fascinantes del mundo, son una de esas visitas obligadas que toda persona
debería hacer, al menos una vez, a lo largo de su vida. Guste o no la historia,
atraiga más o menos el arte, sintamos mayor o menor curiosidad por la ciudad y
su pasado, Pompeya nunca decepciona a nadie. Todos encontramos en ella
sorpresas que ni nos imaginábamos y pensamientos que nos hacen reflexionar
sobre lo efímero de nuestra existencia.
Ahora bien, es necesario documentarse previamente
sobre Pompeya si se quiere ver en vez de mirar, entender en vez de imaginar, si
se quiere, al fin y al cabo, conocer la vida de los pompeyanos en el año 79
d.C. Y es importante resaltar este último apunte, pues uno de los mayores
errores que se cometen con estas ruinas es el de pensar que muestra una típica
ciudad romana. En verdad, la Pompeya del año 79 d.C. no era ni mucho menos una
ciudad romana modelo. Y cuando la erupción del Vesubio la enterró, no fue una
súbita congelación en el tiempo, sino una traumática pausa; Pompeya siguió
teniendo su evolución tras la erupción, y lo que hoy vemos es el resultado
deformado de lo que un día fue la Pompeya romana.
Todo el mundo conoce la historia de Pompeya. Una ciudad
romana situada cerca de Nápoles y al pie del Vesubio, un volcán inactivo hasta
el año 79 d.C., momento en el cual decidió darse de nuevo a conocer. Sabemos
con bastante precisión, gracias a Plinio el joven y a estudios posteriores en
volcanes similares al Vesubio, como se desarrolló la erupción.
La mañana del 24 de agosto de aquel año el volcán
inició una imparable sucesión de acontecimientos. Primero hubo una lluvia de
ceniza en la cumbre, signo evidente de la presencia de magma cerca de la
superficie y del contacto con el agua que se filtraba subterráneamente. A
mediodía se debió escuchar un gran estruendo proveniente de la montaña. La
cumbre se fracturó y una gran columna negra, formada por gases y piedra pómez
clástica se elevó hasta una altura de casi 30 Km. Nadie en Pompeya había visto
nunca nada igual, y, por tanto, nadie imaginaba lo que se les venía encima. Aun
así, muchos habitantes, temerosos de los dioses, decidieron huir aterrorizados.
Las escenas en la ciudad debieron ser frenéticas y la masa de gente enloquecida
taponaría las puertas de la ciudad. En la avalancha, muchos morirían aplastados
por sus convecinos.
La ceniza expulsada por el volcán pronto cubrió la
ciudad, oscureciendo el cielo y adelantando la noche. Estaba acompañada de proyectiles
blanquecinos, pequeñas bolas de ceniza petrificada, que aunque molestas, no
tenían la fuerza suficiente como para matar a un hombre. Pero eso fue al
principio. Según avanzaban las horas, la lluvia de piedra pómez aumentó en
intensidad y peligro. Para cuando llegó la noche, las piedras cubrían las
calles casi hasta la altura de los tejados, muchos de los cuales se derrumbaron
ante la presión por el acumulo de tales piedras.
La madrugada del día 25 comenzó la fase más peligrosa
de la erupción. Lenguas de fuego bajaron desde la cumbre hacia el mar,
arrasando todo a su paso. Llamado técnicamente flujo piroclástico, se trataba
de una nube de cenizas ardientes a la que seguía la marea de ceniza. Una
auténtica ola de fuego arrasó Pompeya llevándose por delante a unas 2000
personas. Se trataba de pompeyanos que se habían escondido en sus casas con la
esperanza de sobrevivir a la lluvia de piedra pómez, y de pompeyanos que habían
decidido volver a sus casas para evitar que las saquearan. También debían encontrarse
allí pompeyanos que decidieron emprender en ese momento la huida viendo que le
fenómeno volcánico no amainaba con el paso de las horas. Para todos ellos fue
demasiado tarde. Debían haberse marchado antes de la erupción, con los
temblores de tierra anteriores, o al iniciarse la erupción. Pero, ¿por qué
huir? Nadie sabía lo que era una erupción. La ignorancia mató a muchos
pompeyanos. A otros lo hizo el miedo ante lo desconocido, la oportunidad de
enriquecerse saqueando casa vacías, o la curiosidad ante tal fenómeno, como le
ocurriría al famoso Plinio el viejo.
Pompeya no fue la única en sufrir la erupción. También
la sufrió la cercana Oplontis, compartiendo con sus vecinos la fatalidad de que
el viento soplara en su dirección. Herculano fue respetada por el viento pero
el flujo piroclástico la enterró igualmente.
En pocas horas, la erupción enterró Pompeya. Y así se
quedó hasta el S.XVI, momento en que se redescubrió, si bien, hasta mediados
del S.XVIII no se iniciaron los trabajos de excavación arqueológica. El
pensamiento de estos ilustrados investigadores fue el de hallarse ante la
típica ciudad romana que ahora volvía intacta a la vida. Este pensamiento tuvo
gran éxito y ha llegado intacto hasta nuestros días. El turista que visita
Pompeya cree verdaderamente que todo lo que observa fue encontrado de la misma
forma, y, para más inri, que los pompeyanos vivían así.
Esta idea de congelación en el tiempo se ha sustentado
en ejemplos consistentes, siendo el más famoso el de la llamada “casa de los
pintores trabajando”. Se encuentra fuera de las visitas turísticas, junto a la
famosa “Casa de Julio Polibio”, donde podemos admirar pinturas pompeyanas de
distintos estilos. Lo que encontraron los arqueólogos en la primera casa fue un
amplio programa de reformas. Había materiales de construcción en el peristilo y
una cuadrilla, de al menos tres pintores, trabajaba en la habitación principal.
Lo sabemos porque dejaron su obra sin concluir. Debieron huir precipitadamente
cuando los temblores que precedieron a la erupción derribaron los andamios y
derramaron un cubo de yeso sobre la pared que decoraban. Sin duda este es un
ejemplo incontestable sobre la vida más inmediata de estos pintores, pero,
¿podemos pensar que el resto de la ciudad seguía su ritmo normal cuando el
Vesubio entró en erupción?
Muchas cosas no cuadran en Pompeya si uno las observa
con ojo clínico, lo que ha hecho dudar a muchos investigadores sobre cuál era
la situación real de Pompeya en el año 79 d.C. Como si de unos visitantes a las
ruinas nos tratáramos, descubriremos varios de estos aspectos según caminamos a
través de ellas.
La entrada habitual a las ruinas se realiza a través
de Puerta Marina, una de las más importantes que posee la ciudad. Muchos son
los que tras sacar la entrada en las taquillas se dirigen con premura al
interior de la ciudad, sin percatarse en sus derruidas murallas. Pero lo más
importante en este punto es la extrañeza que provoca esta entrada. Se echan de
menos las tumbas y mausoleos a extramuros habituales a ambos lados del camino.
Igualmente, sorprende el no bajar a unas ruinas, sino caminar al mismo nivel
que el actual. Y extrañan los amarraderos para embarcaciones en la muralla,
máxime teniendo el mar tan alejado.
Desconocemos si había tumbas en esta entrada,
posiblemente sí, pero hoy día no queda nada. Si queremos tener una sensación
similar a la de los romanos que visitaban la ciudad, atravesando los mausoleos,
debemos entrar por las puertas de Nocera o Herculano. Respecto al nivel del
suelo igual al actual no deja de ser una reconstrucción tendente a engañar a
nuestros sentidos y hacer más patente la sensación de entrar en una ciudad
congelada en el tiempo. No debemos dejarnos embaucar tan fácilmente. Pompeya es
una ciudad antigua y tenía una larga historia detrás cuando fue sepultada. Los
amarraderos de las murallas son un magnífico ejemplo de ello, pues muestra el
cambio en la línea de la costa en los siglos transcurridos entre la
construcción de la ciudad y su destrucción. Respecto a esto último, algunos
investigadores sostienen que demuestran la existencia de una especie de Venecia
napolitana.
Gracias a la erupción del Vesubio conservamos la
ciudad de un modo inimaginable. No obstante, erupción es también destrucción, y
el impacto sobre Pompeya fue devastador. Nada mejor para explicarlo que caminar
unos metros en línea recta para llegar al Foro, lo que en una ciudad romana era
equivalente a nuestras plazas en los pueblos. Hacia él apuntaban las dos calles
principales de toda ciudad, el cardus y el decumanus, y poseía los principales
edificios: la Basílica, especie de ayuntamiento, y el Templo, nuestra iglesia
actual, además del mercado y otras tiendas. Era el lugar más importante de la
urbe, y el que generaría más riqueza. Pero cuando vemos su estado actual es
difícil imaginar su pasado esplendor. Su elegante columnata perimetral de dos
pisos sólo sobrevive en un par de escasos tramos. Las estatuas, se estima medio
centenar, han desaparecido. El templo, dedicado a Júpiter, Juno y Minerva, está
en esta ruinoso, similar al Templo de Apolo, en el lado oeste y a la Basílica.
Muchos visitantes pensarán que no hay nada extraño en
ello. Al fin y al cabo son unas ruinas bastante antiguas y lo que hemos
recuperado es mucho más de lo que existe en otros yacimientos romanos. Sin negar
la mayor, hay que decir que aún no se ha visto el legado de Pompeya verdadero
en la plaza del Foro. Cuando el visitante recorra toda la ciudad y descubra el
estado de conservación de otros monumentos, a la hora de volver a su casa y
abandonar Pompeya por el Foro si qué pensará: ¡Vaya, que ruinoso!
Una visita obligada, y no muy alejada del Foro, es la
del pequeño Foro triangular, rodeado de los dos Teatros de Pompeya. A nosotros
nos interesa un pequeño templo situado justo detrás del Teatro grande, dedicado
a la diosa Isis. Se trata de uno de los edificios mejor conservados de toda la
ciudad. En su interior se encontraron numerosas estatuas, frescos y variados
objetos de uso común, como lámparas. En el momento de la erupción se encontraba
funcionando regularmente, algo que difícilmente podemos decir del Templo
capitolino principal del Foro, cerrado por reformas. ¿Cómo es posible esta
diferencia tan importante?
Pompeya sufrió un terrible terremoto en el año 62
d.C., que de hacer caso a las crónicas, dejó a la ciudad sumida en una
destrucción casi total. Su efecto sobre Pompeya fue variado: Hubo que iniciar
la tarea de reconstrucción de la ciudad, se produjo una nueva ordenación urbana
y tal vez existió una pequeña revolución social. Muchos pompeyanos, los ricos
principalmente, dejaron la ciudad tras el seísmo, siendo sustituidos por una
generación de nuevos ricos que hicieron fortuna en las labores de
reconstrucción de la ciudad. Si bien, estos trabajos dejan muchas dudas. Tras
17 años de reconstrucciones el Foro y los principales templos, Capitolino y
Venus, estaban en obras, pero templos minúsculos t selectivos, como el de Isis,
o lugares para espectáculos, Teatro y Anfiteatro, u ocio, como las Termas del
Foro, funcionaban con regularidad. ¿Acaso los siempre prácticos romanos habían
llevado al extremo su famosa idiosincrasia?
Si bien el terremoto nos deja incógnitas, también nos
ayuda a comprender aspectos extraños. Solo con la posterior reconversión urbana
se pueden entender diversas situaciones extrañas: fincas contiguas
recientemente relacionadas, casas convertidas en comercios, enormes viviendas
subdivididas en residencias más pequeñas… Tras el terremoto, los pompeyanos
supervivientes no sólo reconstruyeron la ciudad, sino que cambiaron su
fisonomía enormemente. Quien tenía dinero se dedicó a comprar fincas
abandonadas y a darles otros usos. Por ejemplo, sabemos que hasta dos batanes
fueron instalados en fincas que antes habían sido viviendas.
Pero el terremoto no explica las enormes tareas de
reconstrucción que se llevaban a cabo en toda la ciudad en el año 79 d.C.
Podemos culparle, relativamente, de la reconstrucción de los edificios
públicos, pero no de los particulares. En estos últimos vemos huellas que nos
indican importantes tareas de reforma, algunas consistentes en reformar lo ya
reformado tras el 62 d.C. Ello ha dado que pensar a los investigadores, que
sostienen la hipótesis que en Pompeya hubo más terremotos, justo antes de la
erupción. No serían tan intensos como el del 62 d.C. y tan solo producirían
pequeños desperfectos, grietas y desconchones, pero explicarían las reformas
masivas. Por tanto, una ciudad en reformas y convulsionada por un gran
terremoto 17 años antes de la erupción no puede decirse que se tratara de una
típica ciudad romana.
Un aspecto que siempre ha sorprendido a los
investigadores es el escaso número de cadáveres encontrado, algo más de un
millar. Puesto que aún queda por excavar una cuarta parte de la ciudad, se
estima que podríamos llegar a 2000 restos humanos. Sin duda es una proporción
muy pequeña, teniendo en cuenta el tamaño de la ciudad. Aunque es imposible
indicar una cifra aproximada, se cree que en Pompeya vivían unas 12.000
personas, cifra que aumentaría con la llegada diaria de trabajadores residentes
a extramuros de la ciudad. Por tanto, muchos pompeyanos huyeron de la
catástrofe. Los pequeños temblores, tal vez iniciados meses antes de la
erupción, habrían sido una advertencia bastante contundente para muchos de los
supervivientes del gran terremoto del 62 d.C.
Pero no solo suponemos que muchos se marcharon. Lo
sabemos con certeza, pues es la única forma de explicar el vacío encontrado en
las casas. Muchas estaban vacías y otras con enseres acumulados
desordenadamente, tal vez objetos que abandonaron por su incapacidad para
transportarlos. Igualmente encontramos pequeños tesoros escondidos, como la
vajilla de plata oculta en un sótano de la “Casa del Menandro”. Sus
propietarios seguro que tenían en mente regresar.
Los que no pudieron huir, por ser pobres o no tener
donde ir, o los que no quisieron hacer caso a las advertencias de la Tierra, se
quedaron en Pompeya y perecieron con ella. Hoy podemos ver sus rostros y sus
cuerpos gracias a una técnica inventada en el S.XIX, consistente en realizar un
molde de yeso del hueco dejado por la descomposición de los cuerpos en el
interior de la lava solidificada. En numerosos lugares de la ciudad veremos el
último momento de numerosos pompeyanos y sus posturas ante la muerte: tumbados,
arrodillados, sentados con la cabeza entre las piernas, huyendo… Resulta
difícil no sobrecogerse con tales imágenes.
Recapitulando un poco, hemos comprobado como Pompeya
no era la típica ciudad romana cuando el Vesubio la enterró. Había sufrido una
gran destrucción en el año 62 d.C., estaba en reformas y mucha población había
huido consecuencia de una leve pero insidiosa actividad sísmica anterior a la
erupción. A continuación descubriremos como lo que vemos hoy día tampoco era lo
que existía en el año 79 d.C.
Si ya hemos paseado un poco por Pompeya nos habremos
hecho una idea aproximada del nivel de conservación de la ciudad. El Anfiteatro
o las Termas del Foro son visitas obligadas por su gran estado de conservación.
También el interior de las enormes casas de las élites pompeyanas, o curiosear
por los negocios que se abren a la calle, identificados la mayoría con tabernas
por sus mostradores. Tan solo indicar unas cuantas curiosidades.
Cuando vemos una casa con tejado no debemos pensar que
se trata de un milagro arqueológico. Sin duda fue reconstruida, no para
engañarnos sobre la “congelación” en el tiempo, aunque ayuda a falsear la
realidad, sino para conserva muchas de las pinturas que hoy día observamos en
su posición original. La intemperie y la deficiente manera de conservarlas
desde que salieron a la luz en el S.XIX ha provocado que hoy día apenas se
conserven unas pocas en la ciudad. Las trasladadas al Museo de Nápoles,
irónicamente, han sido las más afortunadas. Por tanto, disfruten de todas las
que vean, pues son ejemplos frágiles y excepcionales, como las de la “Casa de
la Venus Marina”.
Las casas más deslumbrantes y que más llaman la
atención son las enormes propiedades con atrio y peristilo posterior. La “Casa
del poeta trágico” o la “Casa de Octavio Cuartion” son magníficos ejemplos.
Pero estas son las casas de los ricos. Los pobres vivían en lugares más
humildes. Muchas puertas que dan a una sola habitación, hoy día llenas de
escombros y malas hierbas, serían las viviendas de muchos pompeyanos. Sin duda,
el turista común pasó por ellas sin prestarles atención alguna. Suele pasar.
Los comerciantes solían vivir encima de sus comercios y los mendigos ocupaban
mausoleos en los cementerios a extramuros, algo similar a lo que hoy día ocurre
en El Cairo. También existían edificios de alquiler, más o menos lujosos, lo
que completaba una oferta variada. Por tanto, las casas pompeyanas eran muy
distintas entre sí y no debemos quedarnos con la tipología de las casas de las
élites, por otro lado minoritarias.
Respecto a las tabernas, en las guías turísticas se
comenta que los agujeros de las barras, llamados dolia, contenían comidas y
bebidas para ofrecer a los clientes. ¿Alguien ha pensado como podían limpiarse
de ser eso cierto? En verdad, los dolia debían contener alimentos, pero del
tipo frutos secos o legumbres, siendo su uso el de tienda de comestibles en vez
de taberna en algunos casos. En las tabernas los guisos se hacían en pequeños
hornillos y el vino se servía en jarras y se almacenaba en ánforas.
Establecimientos de este tipo se expandían por Pompeya hasta llegar a la cifra
de 200, número considerable teniendo en cuenta la población de la ciudad. No
obstante, su cantidad se justifica en parte por la población externa que
visitaba a diario Pompeya, y en parte por la necesidad de los pompeyanos de
comer fuera. Al contrario que actualmente, comer fuera era signo de pobreza y
sólo los ricos podían permitirse el lujo de comer en el interior de sus casas.
Regresando de la visita al impresionante Anfiteatro,
que en otro tiempo tuvo una abundante decoración pictórica, por la actual Vía
dell´Abbondanza, regresaremos al Foro. En el camino, una persona atenta puede observar numerosas curiosidades. En
primer lugar puede comprobar cómo las panaderías pompeyanas tienen bastante
parecido a las nuestras. Pero si les indico que conocemos como eran las
hogazas, redondas al estilo pueblo, y que los obreros dedicados a amasar pan
tenían un fresco de una insinuante Venus a modo del actual calendario
“Pirelli”, nos percataremos de forma evidente porqué nuestra cultura es
grecorromana. También salta a la vista la multitud de altares en las
encrucijadas, algunos junto a fuentes, y los numerosos grafitis en los muros de
las viviendas. Unos anunciaban espectáculos, otros informaban sobre alquileres
y hasta había lacónicos mensajes electorales. Respecto a los grafitis, la
Basílica del Foro es el edificio que más contiene, lo que nos hace dudar de la
función que las guías turísticas nos ofrecen, tribunal de justicia. Hay
garabateadas coplillas jocosas, máximas a modo de refranes, o el inicio de
obras literarias clásicas, junto a grafitis más vulgares y soeces. Sin duda,
aquí había mucha gente aburrida. También nos pudieron sorprender en nuestro
camino unas construcciones de ladrillo a modo de torres, algunas junto a las
fuentes. Se llaman torres de agua y su función era reducir la presión con la
que bajaba el agua del castellum aqua, directamente alimentado por el acueducto
Aqua Augusta. En efecto, Pompeya poseía tuberías y suministro de agua desde el
S.I a.C. Este dato se valora mucho mejor con una comparación. En 1985, la
ciudad de New York (EEUU) tenía menor surtido de agua que la Roma antigua.
Como las aceras pompeyanas son altas en exceso para
nuestro tiempo, y muy estrechas, la mayoría de los turistas recorren la ciudad
por el medio de las calzadas, confiados en que no se tendrán que apartar por el
paso de ningún vehículo. Esta no era una opción de tránsito para los
pompeyanos, y no por el tráfico rodado. Aunque hoy día las calles están
limpias, en otro tiempo no fue así. En las calzadas se acumulaban desperdicios
y defecaciones, tanto animales como humanas. No obstante, no nos alarmemos. El
servicio de recogida de basuras era el agua, proveniente de las fuentes
públicas o de los desagües de las casas y termas, y en último caso de la
lluvia. El agua corría alegremente por las calzadas “limpiando” las calles.
Ahora podemos entender mejor el significado de esas enormes piedras que, cuan
paso de cebra, conectan las aceras. Bajarse a pie de calzada no debía ser muy
agradable, ¿verdad?
Sólo las calles más anchas soportaban tráfico rodado,
el cual estaba prohibido en el Foro, tal como comprobamos, al regresar a él y
fijarnos en la calle cortada. Anteriormente dijimos que el Foro pompeyano
estaba tan destruido debido a la dejadez en la reconstrucción tras el terremoto
del año 62 d.C. Sin negarlo, hoy se barajan más opciones, cobrando actualmente
mucha fuerza la hipótesis del saqueo posterior. Los arqueólogos han encontrado
túneles y evidencias, como el grafito que dice “casa perforada”, que nos
confirman la existencia de visitantes justo después del enterramiento de la
ciudad. Tal vez fueran pompeyanos intentando recuperar sus enseres más
preciados, aunque lo más probable es que fueran ladrones. Ello explicaría más
convincentemente la desolación del Foro y el Templo capitolino. Puestos a
arriesgarse excavando un inseguro túnel, que mejor que hacerlo hacia el lugar
donde más estatuas y tesoros se acumulaban. Pompeya fue saqueada tras su
destrucción por sus contemporáneos. Otra razón más para negar su “congelación”
en el tiempo.
Pero aún hay más. La ciudad que apareció en el S.XVIII
tenía un aspecto muy distinto al actual. Las excavaciones de aquella época
seguían unos métodos un tanto brutales para nuestros conceptos actuales, en el
sentido de que no les importaba destruir cualquier obstáculo con tal de obtener
la pieza deslumbrante para el museo. Estas malas prácticas, unidas a la
degradación de las ruinas por dejarlas a la intemperie han ocasionado la
pérdida de multitud de pinturas. Pero el hombre siempre supera a la naturaleza
y en 1943 un bombardeo aliado cayó directamente sobre Pompeya, haciendo más
ruinosa la ciudad. El Teatro grande y el Foro quedaron muy dañados, así como la
zona del actual restaurante. Por tanto, Pompeya volvió a sufrir nuevas
catástrofes destructivas.
Para finalizar una buena visita a Pompeya debemos
pasear por su zona oeste y salir por la puerta de Herculano, admirando los
mausoleos y llegando a la finca campestre llamada “Villa dei Misteri”.
Descubierta en 1909, conserva el friso de pintura más famoso de la ciudad, el
cual representa el rito de iniciación a los misterios dionisíacos. Aunque las
pinturas semejan lo que un día decoró esta sala, no son las originales. Tras
ser descubiertas sufrieron daños por el terremoto de 1909 y por el salitre del
ambiente, lo que provocó unas horribles manchas blanquecinas. Éstas fueron
eliminadas con una mezcla de cera y petróleo, lo que confirió al fresco el
brillo y la tonalidad oscura que posee en la actualidad.
Recopilando un poco hay que decir que Pompeya no fue
la típica ciudad romana congelada en el tiempo, y lo que nos ha llegado hasta
nuestros días, sin negar su extraordinario valor histórico, es el resultado de
numerosos avatares. Una ciudad obligada a reinventarse tras el terremoto del
año 62 d.C., una ciudad con la mayoría de la población huida, una urbe saqueada
tras la erupción del Vesubio, tanto en tiempos antiguos como modernos,
destruida en parte durante la Segunda guerra Mundial y degradada tras el paso
implacable del tiempo y de los insaciables turistas. Al igual que su nombre
original “Colonia Cornelia Veneria Pompeiana” se ha visto reducido
notablemente, el legado que hoy disfrutamos es tan sólo una pequeña parte de lo
que fue la Pompeya del año 79 d.C. Afortunadamente, la información de Pompeya
la podemos contrastar con otras poblaciones similares. La erupción del Vesubio
afectó a un radio de 18 Km., sepultando no sólo a Pompeya, sino ciudades
próximas como Herculano. Pero esto… ¡Ya es otra historia!
Además del capítulo del libro os dejo en la sección de
documentos las cartas enviadas por Plino el Joven a Tácito describiendo la
muerte de su tío y los últimos instantes de Pompeya a través de los testimonios
orales que pudo recopilar. Sin duda, un testimonio interesante que nos ofrece
un acercamiento casi periodístico a la erupción.
Espero que os gustara el capítulo. Si es así y aún no
habéis adquirido vuestro libro electrónico os animo a hacerlo en la página web
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