Hace un par de semanas pude ver otra película
europea sobre la II Guerra Mundial. En esta ocasión trataba de la situación de
Estonia en el conflicto. Dado que en nuestro país no se suele estudiar el caso
estonio en el desarrollo general de la II Guerra Mundial, creí que sería una
buena ocasión para profundizar.
La película tiene un argumento interesante, efectos
especiales notables, personajes creíbles y escenas de batallas a la altura de
Hollywood. ¿Qué pasa con la historia?
Estamos acostumbrados a ver la II Guerra Mundial a
través de los ojos americanos, por lo que cualquier aportación que provenga de
otro lugar siempre resulta gratificante. Ya realicé una crítica muy positiva de
la miniserie alemana Hijos del Tercer Reich, y esta cinta
estonia tenía pinta de ir por el mismo camino. No son muchas las películas que
atraviesan la frontera de describir, más que las experiencias individuales de
uno o varios protagonistas, la de una sociedad entera. La película 1944 es una
de esas que te sumerge en una profunda reflexión sobre los momentos convulsos
que vivió el país estonio. Un país que, ocupado por fuerzas extranjeras hasta
en tres ocasiones, vivió una guerra fratricida que consumió la nacionalidad
estonia.
Por resumir brevemente la historia
de Estonia durante la II Guerra Mundial diremos que la invasión de Estonia por
los rusos fue propiciada por el acuerdo germano-soviético conocido como el
Pacto Mólotov-Ribbentrop (23 agosto 1939). En el protocolo secreto que incluía,
ambas potencias se dividían Europa del Este. Por lo que toca a los rusos, salvo
Finlandia que se negó en rotundo, Estonia, Letonia y Lituania firmaron pactos
de colaboración y permitieron la entrada de soldados rusos, cayendo bajo la
órbita soviética.
Desde ese momento la policía
militar soviética comenzó a depurar a la población. La conquista final del
territorio ocurriría en junio de 1940. Mientras Hitler entraba en París el día
de mi cumpleaños, Stalin hacía lo propio en los países bálticos (algo que no
suele conocer mucha gente).
Una vez conquistado el país, los
partidos comunistas tomaron el poder y se anexionaron a la URSS. Desde
entonces, el nuevo gobierno “limpió” el país de los contrarios al régimen con
ejecuciones y deportaciones.
En junio de 1941 Alemania invadió
la URSS a través de la famosa Operación Barbarroja. A principios de julio los
alemanes comenzaron a ocupar Estonia, uniéndose a la resistencia
partisana. Para finales de agosto
Tallinn, la capital, ya estaba en poder alemán.
Los estonios vieron en los alemanes
a unos liberadores del yugo ruso y esperaron recuperar su independencia. Pero
pronto se percataron que habían pasado de un invasor a otro. Estonia pasó a
convertirse en provincia alemana y los nazis iniciaron su política de colonización
alemana y deportación de individuos no arios o contrarios al ideario del
nazismo.
Todo lo anterior apenas aparece en
la película, la cual se centra en los últimos momentos de la II Guerra Mundial.
En 1944, ante la inminente caída de los nazis por la presión aliada, el
nacionalismo estonia esperaba lograr que Alemania capitulara ante de que los
rusos volvieran a ocupar su territorio. Lamentablemente para ellos, esto no
ocurrió.
En la película veremos el inútil
intento alemán por frenar el avance soviético, replegándose una y otra vez
hacia la retaguardia. Mientras, los rusos, a pesar del coste vidas, avanzarán
sin freno a la conquista de todo el territorio.
Esta segunda ocupación soviética
postergó la independencia de Estonia hasta 1989, momento en el cual la URSS
desapareció definitivamente. En el tiempo que duró la contienda, Estonia sufrió
unas altísimas pérdidas de población, la mayoría debidas a las ejecuciones y
deportaciones que cometieron ambos bandos invasores. Según estimaciones, el 30%
de la población fue eliminada. Lo que supuso una de las tasas más altas de
pérdidas humanas de toda Europa.
El director de 1944, Elmo
Nüganen, sigue la estela de otras obras europeas sobre la contienda utilizando
un film bélico justo para mostrar el mensaje contrario. Nuevamente estamos, a
pesar de las numerosas escenas bélicas, ante un claro film antibelicista. Los
protagonistas, en su mayor parte estonios, luchan porque se ven obligados a
ello. Se encuentran dentro de una guerra que no desean y de la que hace tiempo están cansados. Una visión
muy acertada de lo que debió ser la opinión general de muchos reclutas
estonios. Y un pensamiento que invita a la reconciliación más que a la
continuación del odio.
Ahora bien, la pretendida equidad entre ambos bandos
no existe. Aunque la película se divide en dos partes diferenciadas, siendo un
acierto mostrar primero las andanzas de un soldado estonio en el bando
alemán y luego de otro estonio bajo
bandera rusa, las diferencias de tratamiento entre ambos son notables.
El director, en su búsqueda de la
equidad más absoluta, presenta a los dos protagonistas estonios como dos gotas
de agua. Uno en cada bando, ambos son personas, como dice la hermana de uno de
ellos, “con la inocente culpabilidad en los ojos”. No son malas personas, sino
que tienen que obedecer órdenes terribles de sus superiores. Superiores que no
dejan de ser extranjeros invasores.
Pero diversos matices desequilibran
la balanza hacia uno de ellos. La razón del alistamiento del protagonista
alemán fue la venganza ante la detención por los rusos de su familia. Del
protagonista del bando ruso nos enteramos que fue él el denunciante.
La dureza y brutalidad de los rusos
contrasta poderosamente con la de los alemanes. Mientras los rusos asesinan a
soldados rendidos a sangre fría, ametrallan a civiles refugiados, realizan
purgas a través de un enfermizo comisario político ruso, deportan a Siberia a
cualquier sospechoso de colaboracionismo alemán… en el bando alemán vemos que
intentan hacer su trabajo lo mejor posible y que hasta se mofan de Hitler en
foto (mostrándonos su escaso patriotismo a la causa nazi). Mientras los
estonios soviets siguen con temor a los mandos rusos, los estonios nazis se
mofan de la autoridad superior alemana.
Olvida el director, salvo en la
escena de la granja, mostrar las consecuencias de la invasión alemana:
deportaciones, Holocausto…
Diversas escenas también nos
inclinan a ver con más simpatía al ejército alemán que al ruso. Si nos
olvidamos de los uniforme el espectador está más próximo al estonio del bando
alemán, no pudiendo identificarse del mismo modo con su equivalente soviético. Y
aunque no se trata de una película que realice una apología del nazismo, se
podría decir que destila cierto aire general antisoviético.
Lo anterior lo comprobamos en la
conclusión final de la película, la cual insta al nacionalismo estonio como la
mejor forma de reconciliarse de la guerra fratricida llevada a cabo a resultas
de la doble invasión extranjera. No profundiza en las posibles diferencias
ideológicas de la población como parte de la división, en lo que podría haber
sido un excelente camino para mostrar lo que supuso la contienda en muchos
países europeos, esto es, una auténtica guerra civil. En cambio, apuesta todo a
la inocencia de los estonios ante la brutalidad y dominio de los invasores. Los
estonios son víctimas y no actores activos. Una conclusión muy sesgada de la
realidad, me temo.
Esta proclama nacionalista y la
suavidad relativa con la que trata al bando alemán resulta un final bastante
polémico, máxime teniendo en cuenta que tras años de dominación soviética la
población de ascendencia rusa debe constituir un porcentaje bastante elevado de
la misma.
Salvando estos detalles
ideológicos, la película se atiene a los hechos históricos de una manera
bastante fiel, reflejando desde la Batalla de Tannenberg Line hasta la de Tehumardi.
Pero la esencia de la película no es bélica, como dijimos antes, sino más bien
sentimental.
Por tanto, será una de esas obras
que nos deje un poso amargo, obligándonos a reflexionar sobre las motivaciones
últimas de muchas personas que se encuentran atrapadas en un contexto que ni
desean ni tienen la capacidad para modificarlo.
Pues menos mal que es "neutral". Demuestra antisocialismo en vena. Los dos son malos, pero unos más que otros. Los nazis menos malos como de costumbre... propaganda y más propaganda capitalista frente a los que de verdad aportaron los mejores avances humanitarios en Europa.
ResponderEliminarHola lector anónimo, gracias por comentar.
EliminarLos títulos de todos los artículos de este blog están en clave de mentira. Coincido contigo, como he puesto en el artículo, que el director no logra, a pesar del intento, la equidad entre las partes, decantándose por un abierto sentimiento antisoviético.
En este caso, más que por un indefinido y maligno ente global capitalista, la razón última de este sentimiento se debe a la dominación soviética del país durante años. Para el nacionalismo estonio, los rusos fueron unos invasores que destrozaron su idiosincrasia como pueblo.
Un saludo