Uno de los objetos visigodos más sorprendentes y bellos que podemos admirar en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid es la Corona de Recesvinto (649-672), famoso rey visigodo.
Corona de Recesvinto. MAN, Madrid
Esta preciosa joya de oro adornada con zafiros,
granates y perlas formaba parte del Tesoro de Guarrazar, el conjunto de
orfebrería visigoda más importante de la Alta Edad Media española.
La identificación de este objeto como una corona ha
llevado a muchas personas profanas a pensar que se trataba realmente de una
corona real que usó en algún momento el rey. Nada más lejos de la realidad. ¿Os
interesa conocer la verdadera función de este objeto?
Como hemos indicado al comienzo, el MAN posee una de
las piezas más importantes de orfebrería de la época visigoda, el Tesoro de
Guarrazar. Dentro de este tesoro destaca de manera sobresaliente la pieza que
el museo denomina Corona de Recesvinto. Sin duda, el parecido a una corona fue
lo que provocó que en su día se le diera ese nombre.
Sabemos que, en el pasado, algunos reyes godos donaron
a las iglesias sus coronas regias, esto es, objetos incluidos en su
parafernalia real, como muestra de la identificación que existía entre el
Estado y la iglesia en aquellos reinos medievales. Ejemplos de ellos los
tenemos con el rey longobardo Liutprando, que donó una corona a la iglesia de
San Pedro de Roma o al mismo rey Recaredo que donó su corona a la iglesia de
San Félix de Gerona.
Ahora bien, tal como han indicado muchos autores,
estas coronas nada tienen que ver con el ejemplo conservado en el MAN. Las coronas
encontradas en el tesoro de Guarrazar (se encontraron varias) no son insignias
de autoridad, sino que pertenecen más bien a la categoría de adornos
litúrgicos.
Conjunto coronas votivas del Tesoro de Guarrazar. MAN, Madrid
La mejor definición con la que podemos nombrar
a estos objetos es con el de fara coronata, es decir, lámparas
con forma de corona que se colocaban en las iglesias tanto en el altar como
entre las columnas que delimitaban las naves.
La costumbre de adornar las iglesias con estas
lámparas con forma de corona está atestiguada anteriormente en Oriente (en
Egipto existen múltiples ejemplos), lo que ha llevado a relacionar esta
costumbre con la imitación de los visigodos de los reyes bizantinos. Pero
también sabemos que esta costumbre se realizaba igualmente en el imperio romano
de Occidente, donde, por ejemplo, el emperador Constantino ofreció varias a las
iglesias de Roma.
Sobre su función vamos a recordar las palabras de Oleg
Grabar: “todas estas coronas, en muchos casos difíciles de distinguir de las
lámparas de aceite sagrado, servían para enfatizar la grandeza y santidad, o
bien de la persona que las ofrecía, o bien del lugar en el que estaban
depositadas”.
En efecto, su función se relacionaba con un acto de
pietas, enfatizando al unísono tanto la sacralidad donde se
depositaban como la virtud del oferente. Igualmente, podía ser el resultado de
un voto realizado por el rey ante una dificultad salvada durante su reinado.
En la corona de Recesvinto, las letras colgantes nos
indican en latín que fue él quien la donó (+[R]ECCESVINTHVS REX OFFERET: El rey
Recesvinto la ofreció), aunque desconocemos el lugar de destino.
Detalle corona de Recesvinto. MAN, Madrid.
El tesoro de Guarrazar fue encontrado por
casualidad, entre los años 1858 y 1861, en el yacimiento arqueológico
denominado huerta de Guarrazar, situado en la localidad de Guadamur, muy cerca
de Toledo. Unas lluvias torrenciales sacaron a la luz la ocultación en cajas
revestidas de hormigón romano de este tesoro, el cual fue descubierto en dos momentos
disitntos. El primero lo descubrió el labrador Francisco Morales, quién lo
vendió por fragmentos a los plateros toledanos. El profesor francés A. Herouart,
amigo de Morales, compró las piezas sobrantes, recuperó algunas de las vendidas
y las reunió todas, vendiendo el lote a Francia.
El segundo descubrimiento fue llevado a cabo por Domingo
de la Cruz, quién ante la dificultad de poder vender las piezas las donó a la
reina Isabel II. Entre las piezas donadas estaba la corona de Suintila, la cual
fue robada posteriormente (1921) de la armería del Palacio Real de Madrid.
Hoy en día, tras numerosos avatares, el tesoro de
Guarrazar se encuentra diseminado en tres lugares distintos: el Museo de Cluny (París),
el Museo Arqueológico Nacional (Madrid) y el Palacio Real (Madrid).
En definitiva, estas coronas no podemos incluirlas
dentro del tesoro real de los visigodos, sino dentro de las riquezas atesoradas
por la iglesia. Y, por supuesto, en ningún caso tuvieron la función real de una
corona en el sentido de símbolo de autoridad o de poder.
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