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domingo, 23 de abril de 2023

Una escapada dominguera cerca de Madrid (XXVIII): Palacio Real de El Pardo

 

Hoy os voy a proponer una visita dominguera sin salir de Madrid. Aunque el Palacio Real de El Pardo se encuentra a escasos 15 kilómetros de la Puerta del Sol, lo cierto que pareciera que se encuentra mucho más lejos.

 

Nada más entrar en las inmediaciones del Monte del Pardo parece que nos encontráramos muy lejos de la capital de España. El paisaje cambia totalmente, adentrándonos en uno de los mejores bosques mediterráneos de toda Europa, con centenares de especies vegetales y animales campando a sus anchas. Y aunque existen muchas rutas para pasear por este lugar (a pesar de las grandes restricciones impuestas por Patrimonio Nacional), el monumento estrella de la zona es el Palacio donde Franco residió una buena parte de su dictadura. ¿Os apetece descubrir este lugar?

 

El Palacio Real de El Pardo es el patito feo de los palacios reales que rodean la capital de España. El Palacio Real de Madrid, con su céntrica situación, Aranjuez, con sus extensos jardines, La Granja de San Ildefonso, con sus famosas fuentes, o incluso el Monasterio de El Escorial, situado en un entorno maravilloso, son lugares con más fama que el Palacio Real de El Pardo.

 

Palacio de El Pardo. Madrid.

Puede que sea por el nefasto recuerdo de haber sido residencia del dictador Franco hasta 1976, o por ser tener un aspecto exterior demasiado moderno para el gusto de los turistas, el caso es que se trata de uno de los palacios menos visitados de todos los enumerados anteriormente.

 

Y debo reconocer, tras haberlo visitado, que existen muchas razones para ello. Al contrario que en otros palacios, no existen paneles informativos de las salas que se visitan (algo básico si no realizamos la visita guiada) y gran parte de los atractivos permanecen cerrados o no es posible visitarlos. La última vez que visité este lugar, sin razón aparente, no pude ver ni la Capilla Real, el Teatro o las habitaciones de Franco, lugares, a mi entender, importantes.

 

En definitiva, entendí de primera mano que sea uno de los monumentos menos visitados de la Comunidad de Madrid, a pesar de su alto valor histórico. No obstante, no quisiera desanimaros, pues el lugar bien merece una visita y tiene el encanto suficiente como para dedicarle un domingo libre de los 52 que tiene el año.

 

¿Cómo llegar?

 

El acceso al Palacio Real de El Pardo es muy sencillo, pues a la carretera M-605 se llega fácilmente desde las vías de circunvalación M-30 y M-40.

 

Luego, ya en el pueblo, yo siempre he podido aparcar junto a la entrada del Palacio, en la Calle Manuel Alonso, aunque tienes varios aparcamientos disuasorios antes de llegar a este céntrico punto.

 

Visita al Palacio

 

Los jardines del Parterre son la antesala al interior del Palacio. Se trata de un jardín neoclásico, con sus avenidas y glorietas, donde la primavera es el mejor momento para admirarlo por sus numerosos parterres de flores. En las inmediaciones del palacio se han sustituido las flores por arena de color, simulando de manera más económica lo que en otro tiempo fue una esplendorosa decoración floral. No obstante, con el Palacio al fondo la estampa es muy bella.

 


Antes de proseguir, un breve inciso histórico. Los orígenes del Palacio datan de 1405, cuando Enrique III de Castilla construyó aquí un pabellón de caza. Será Carlos I y, sobre todo, su hijo Felipe II, quienes transformen aquel castillo en un palacio. Al último debemos la planta cuadrangular o la introducción de los tejados de pizarra, siendo este palacio uno de los primeros en poseerlos. Lamentablemente, las posteriores reformas y algún que otro incendio han destrozado casi toda esta herencia.

 

Hoy en día el Palacio que admiramos corresponde a las obras de mejora borbónicas. Felipe V fue el que convirtió el lugar en la principal residencia invernal de la corte, una costumbre que fue potenciada especialmente por Carlos III. Fueron ellos los que le otorgaron el aspecto actual.

 

Fernando VII fue el último monarca que habitó este lugar y el que lo amuebló siguiendo el estilo imperio dominante en su época. Luego tendría un resurgimiento con Alfonso XII, al que le gustaba pasar largos periodos aquí practicando la caza. En una de sus salas encontró la muerte, aquejado de tuberculosis. Una litografía de Juan Comba nos muestra al monarca en su lecho de muerte en una de las salas de este palacio.

 

Durante la República el lugar permaneció cerrado para, finalmente, convertirse tras la guerra en la residencia del dictador Franco. Aquí fue donde se tomaron las principales decisiones durante esta etapa histórica, la cual duró hasta 1976. Hoy en día se utiliza como Residencia Oficial de Jefes de Estado Extranjeros. Volvamos ya a nuestra visita tras este breve inciso histórico.

 

La fachada exterior de este Palacio se realizó siguiendo el estilo tardo barroco francés, con un pabellón central que avanza respecto al cuerpo principal y con dos torres laterales que sirven de contrapeso visual para equilibrar el conjunto. Las torres achatadas, las mansardas en los tejados y el enfoscado color crema ocultando el color rojizo del ladrillo le dan un aire muy alemán a este Palacio. Tanto en el aspecto decorativo exterior como arquitectónico me recordó mucho al Palacio de Würzburg, por ejemplo.

 

Fachada principal del Palacio de El Pardo

La visita al interior del Palacio de El Pardo se realiza por un lateral, atravesando el pasadizo elevado que conectaba el palacio con la capilla (construido por Fernando VII). En este momento podemos asomarnos al foso, un elemento medieval que aún conserva esta construcción.

Entrada al Palacio de El Pardo
 

Nada más cruzar el arco de seguridad y coger nuestras entradas visitaremos el Patio de los Austrias. Este patio era un clásico de los palacios de los Austrias, con sus características galerías porticadas de dos pisos. Ahora bien, en época borbónica, se tabicaron dos de las galerías y se incluyeron los miradores ochavados de las esquinas. La cubierta de cristal actual le otorga un aire algo extraño, aunque resulta imprescindible a la hora de celebrar eventos de gala y banquetes.

 


Cuando accedemos al piso superior a través de las escaleras y admiramos las salas que se abren ante nosotros en el particular recorrido a través del palacio, vamos a descubrir los principales motivos por los que merece la pena visitar este lugar.

 

Al ser una residencia de invierno, los monarcas no escatimaron en medidas para mantener caliente el lugar. Y en época de los Borbones eso era sinónimo de tapices. No creo equivocarme si os digo que en ningún otro palacio podréis admirar tal cantidad de tapices recubriendo las paredes de cada estancia. Algunos, de una calidad tan excelsa, que bien parecieran auténticas pinturas.

 

Fue Felipe V quién sustituyó las pinturas que colgaban de las paredes anteriormente por tapices elaborados por la recién creada Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Muchos de ellos tienen una temática campestre, muy adecuada con el contexto donde se encontraba el palacio. Pero los que realmente merecen la pena son los que encargó luego Carlos III y que reproducían cartones de Bayeu, Castillo y Goya. De este último vamos a poder descubrir obras muy conocidas como El majo de la guitarra, Las Lavanderas, La Nevada, El Quitasol, La merienda a orillas del Manzanares… Todo un lujo para la vista.

 


Otro de los atractivos lo tenemos en los techos, decorados con numerosos frescos. De la época de los Austrias el único que sobrevivió al incendio de 1604 fue el de la Historia de Perseo pintado por Gaspar Becerra. Del resto que vamos a poder admirar me gustó mucho España rodeada de poetas, escritores y conquistadores de Juan Antonio de Ribera.

 


Por último, el otro gran atractivo de este palacio reside en su mobiliario, procedente la mayoría de la época de Fernando VII. De un peculiar estilo imperio, personalmente me encantaron las lámparas de araña. Fabricadas en La Granja, se diferencian de las francesas en tener los brazos también de cristal. Sus dimensiones colosales os dejarán boquiabiertos.

 


Dentro del mobiliario cabe destacar que, al ser residencia de Franco, muchas salas conservan decoración propia del siglo XX. Veremos sofás actuales, muebles para la televisión y el vídeo (¡!), obras de arte contemporáneas recubriendo las paredes en un gusto peculiar cuanto menos y, si somos observadores, curiosos enchufes y llaves de la luz.

 

Dentro de las salas más características indicaros que el comedor real, en época de la dictadura, fue utilizado como el lugar donde se reunía el consejo de ministros. Mientras, en el despacho, vemos el gusto por lo oriental, destacando la decoración con figuras egipcias de la mesa y la silla. Y, por supuesto, existe un pequeño oratorio, algo imprescindible tanto en la monarquía como en la dictadura, fervorosamente católicas.

 


Como dije antes, en mi visita me quedaron un par de salas sin visitar. Una de ellas fue el Teatro Real, convertido por Franco en sala de cine.

 

El otro lugar del que me quedé con ganas fue la Capilla Real, máxime por tener el lienzo de la Inmaculada Concepción de Juan Bautista de la Peña. Se configura en una única planta octogonal y posee una decoración neoclásica.

 


Y, como no, las habitaciones de Franco.

 


En definitiva, una visita bastante interesante y muy desconocida por la gran competencia de palacios existentes en los alrededores de Madrid. Tras visitarlo os diré que, tal como preveía, fue el que menos me gustó de todos. Pero, a la vez, creo que merece la pena darle una oportunidad por la impresionante riqueza en tapices que conserva.

 

Y para complementar la visita podéis realizar diversos planes en los alrededores:


    • Si os gustan los jardines barrocos existe un magnífico ejemplo en la cercana Quinta del Duque del Arco, con fuentes tipo cascada y figuras escultóricas mitológicas.

    • Si preferís seguir viendo residencias palaciegas podéis concertar cita previa para que os muestren la Casita del Príncipe, un palacete utilizado como casa de recreo de los príncipes y que contiene unos excepcionales frescos.

    • Si os gustan los vehículos históricos os recomiendo acercaros a la Sala histórica de la Guardia Real, donde vais a poder admirar vehículos pertenecientes a Franco. 

    • Si lo vuestro es el arte religioso no podéis dejar pasar el Convento de los Padres Capuchinos, cuya pieza principal es el Cristo yacente de Gregorio Fernández. 

    • Y si lo que preferís es un paseo por la naturaleza el entorno del Monte del Pardo os brinda numerosos recorridos donde ver hasta algún que otro ciervo. Os recomiendo acercaros a la presa de El pardo y a la zona de Mingorrubio

 

 


P.D.: Puesto que la toma de fotografías del interior del palacio no está permitida, las fotografías elegidas para acompañar al texto se obtuvieron de diferentes páginas de Patrimonio Nacional, así como de webs con imágenes libres, tales como Wikipedia.


Hasta la próxima

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