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domingo, 1 de enero de 2023

La tradición de los tres Reyes Magos proviene de la Biblia


Uno de los días más especiales para los niños en Navidad es la llegada de los famosos Reyes Magos de Oriente. El día 5 sus Reales Majestades realizan el tradicional desfile, denominado Cabalgata, donde se acercan a los más pequeños y comienzan a repartir regalos en forma de caramelos. Esa noche visitarán todas y cada una de las casas para dejar regalos a los chiquillos buenos y carbón a los niños que se portaron mal durante el año.

Esta tradición católica hunde sus raíces en la adoración a Jesús, en el pesebre de Belén, de tres magos venidos de Oriente. Pero, ¿en verdad la Biblia nos relata este episodio tal como lo representamos hoy en día?


Dentro de los cuatro Evangelios canónicos, sólo uno de ellos, el de San Mateo, relata la llegada a Belén de unos magos provenientes de Oriente que, guiados por una estrella, marcharon para adorar al rey de los judíos que acababa de nacer.

La mención aparece en el Evangelio según San Mateo, capítulo 2, versículos 1 a 12:
Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:
Y tú, Belén, de la tierra de Judá,
No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;
Porque de ti saldrá un guiador,
Que apacentará a mi pueblo Israel.
Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”.

Resulta curioso apreciar que San Mateo no indica ni que fueran tres, ni que fueran reyes.  Utiliza la palabra magos, denominación que podemos equiparar con astrólogos, personajes que interpretan las estrellas y pueden llegar a predecir acontecimientos.

Lo anterior parece contradecir la interpretación de  Quinto Séptimo Tertuliano, padre de la Iglesia en el siglo III, que creyó ver una mención a los tres Reyes Magos en el Salmo 72 del Antiguo Testamento: “Que los reyes de Sabá y Arabia le traigan presentes, que le rindan homenaje todos los reyes”.

Teniendo en cuenta la rocambolesca historia del plan malvado de Herodes, que la realización de este Evangelio data del año 80-90 y que la historia no aparece ni en el Evangelio de San Marcos (el más antiguo de todos datado hacia el año 70) ni en el contemporáneo de San Lucas ni en el más tardío de San Juan (90-100), muchos investigadores ponen en duda incluso la existencia de estos personajes.

Debemos acudir a los evangelios apócrifos para averiguar algo más sobre estos magos venidos de Oriente: El Proto Evangelio de Santiago, el Evangelio del Pseudo Mateo, el Evangelio Árabe de la Infancia y el Evangelio Armenio de la Infancia, siendo estos dos últimos los más rico en detalles.

En el Evangelio Árabe de la Infancia (8; 1-4), se nos dice específicamente que son personajes provenientes de Persia. Y que son tanto reyes como magos.

En este Evangelio Apócrifo se menciona también la fecha de nacimiento de Jesús: el 25 de diciembre (8; 1). De lo cual podemos deducir que la escritura de este Evangelio es posterior al Concilio de Nicea I celebrado en el año 325 en el cual se estableció el 25 de diciembre como día para conmemorar el Nacimiento de Cristo. Indicar que este día era importante para los Romanos (celebración deidad Sol Invictus), y para los Persas (Mitra), por lo que fue elegido para facilitar el sincretismo religioso con los anteriores cultos paganos.

Por su parte, en el Evangelio Armenio de la Infancia descubrimos los verdaderos nombres de estos personajes (9; 2):

El primer rey, Melkon, aportaba, como presentes, mirra, áloe, muselina, púrpura, cintas de lino, y también los libros escritos y sellados por el dedo de Dios. El segundo rey, Gaspar, aportaba, en honor del niño, nardos, cinamomo, canela e incienso. Y el tercer rey, Baltasar, traía consigo oro, plata, piedras preciosas, peras finas y zafiros de gran precio”.

La popularización del número y nombres de los Reyes Magos, no obstante, no se adoptaría por la Iglesia de manera oficial hasta la Edad Media.

En el Liber pontificalis del siglo IX, una recopilación de varias leyendas y tradiciones cristianas, asentó definitivamente el número de reyes en tres, asociándolo al número de regalos y a la Santísima Trinidad. Debemos tener en cuenta que las distintas tradiciones variaban tanto en el número de reyes (en Armenia son 12) como en el de presentes. Esta obra solidificó la tradición del número tres que ya podemos rastrear en el siglo III a través de los escritos del teólogo Orígenes. Número, por cierto, que ya había sido confirmado en el siglo V por el Papa León I el Magno en sus Sermones para la Epifanía.

Esta obra también asentó el nombre definitivo de los tres Reyes Magos, siguiendo el Evangelio Apócrifo anteriormente citado y otorgó un simbolismo religioso a los tres regalos: La Mirra entregada por Melchor, por ser una de las esencias utilizadas en la preparación de los cadáveres en la antigüedad, pronostica el fatídico destino que tendrá que pasar el Mesías. El Incienso entregado por Gaspar revela la naturaleza divina, puesto que a los dioses se les ofrenda esta apreciada esencia. Y el Oro otorgado por Baltasar, simboliza la majestad de Jesús como Rey de Reyes.

Que los nombres de los Reyes Magos ya estaban bastante extendidos entre los cristianos de la tardo-antigüedad lo demuestra el hecho de que sus nombres aparecieron por primera vez en el famoso mosaico del siglo VI en la basílica de San Apolinar el Nuevo, en la ciudad italiana de Ravena.

Mosaico Reyes Magos de la Basílica de San Apolinar el Nuevo, en Rávena.

La representación de la Adoración de los Reyes Magos fue un tema predilecto tanto en la Edad Media como en el Renacimiento. Y casi cualquier artista inmerso en la tradición cristiana realizó su interpretación sobre este emotivo momento.

Ahora bien, como muchos se habrán fijado ya, en las primeras representaciones de los Reyes Magos los tres personajes tienen un aspecto occidental y son de raza blanca. A Baltasar no se le representó como un rey de tez negra hasta el siglo XV. Concretamente, esta tradición comenzó en la pintura flamenca y tenemos un ejemplo notable en la obra de Hans Memling, Los siete gozos de María (1480). Pinacoteca Antigua de Múnich, Alemania

Los siete gozos de María (1480). Hans Memling. Alte Pinakotek Munich.

Lo anterior obedecía a la universalidad del cristianismo, lo que hoy llamamos globalización. Mientras que en la Antigüedad y la Edad Media el mundo era eminentemente europeo, para finales del siglo XV los descubrimientos marítimos y el contacto con Asia y América provocaron un cambio de mentalidad importante.

Cada uno de los Reyes Magos se va a caracterizar tanto con las tres partes del mundo conocidas (Europa, África y Asia-Oriente) como también con las tres décadas vitales principales, razón por la cual Melchor sea el más anciano, Gaspar se representa en la edad madura y Baltasar es el más joven.

Para potenciar este simbolismo, aunque no existe tradición literaria que lo respalde, cada uno de los Reyes Magos se hicieron acompañar de tres diferentes animales con los que portar sus regalos: el caballo, el elefante y el camello.

Por tanto, el simbolismo relativo a la universalidad del cristianismo, así como un nuevo gusto por lo exótico, hizo que Baltasar adquiriera una tez negra que ya no abandonaría jamás.

Como conclusión podemos indicar que la tradición histórica que envuelve a los Reyes Magos no deja de ser una construcción literaria en el tiempo que obedece a numerosos avatares y mentalidades.

Si desean la historia cruda y dura debo indicarles que el nacimiento de Jesús ni fue famoso ni congregó a personalidades importantes venidas de Oriente. En su tiempo pasó desapercibido y no suscitó interés alguno en las autoridades romanas de la época. Toda la leyenda de la adoración comenzó con San Mateo y continuó desarrollándose por la Iglesia con el paso de los siglos, primero en los textos apócrifos y luego dentro de la ortodoxia aceptada por Roma.

Por tanto, si colocan el Belén estas Navidades, al menos no le pongan el camello a Baltasar, ni confundan sus respectivos regalos. Vamos a hacer las cosas bien, aunque sean leyendas.


Bibliografía:

Gavaldá, J. El origen de la tradición de los Reyes Magos y los regalos. Revista Historia National Geographic. Enero, 2020.
Azanza López, J.J. ¡Ya vienen los Reyes! Historia, leyenda y arte en torno a los Magos de Oriente. Universidad de Navarra. Conferencia 2008.

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