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domingo, 8 de agosto de 2021

La inquisición fue una institución exclusivamente católica

 

Dentro de los muchos mitos que rodean a la institución de la Inquisición, uno de los más persistentes es aquel que nos muestra la exclusividad de tal organismo dentro del mundo católico.

 

Recuerdo que el gran libro sobre la Inquisición en España de Joseph Pérez comenzaba mostrando el siguiente epígrafe: de la España de las tres religiones a la España inquisitorial. Y aunque luego se matiza que la idea de un Al-Ándalus donde convivieron las tres religiones es un mito irreal, en el subconsciente de muchas personas aún perdura la idea de que en España pasamos de una situación de tolerancia y convivencia pacífica entre judíos, cristianos y musulmanes a otra de intransigencia religiosa ejemplificada con la inquisición cristiana impuesta por los Reyes Católicos en el final de la Reconquista.

 

¿Os apetece descubrir la historia real que oculta el manto de la leyenda?

 

Al-Ándalus nunca fue un paraíso para el resto de religiones que vivieron en su seno y en el mundo académico no existe ninguna duda al respecto. Por citar a Joseph Pérez, “la tolerancia [religiosa] implica no discriminar a las minorías y respetar la diferencia. Y entre los siglos VIII y XV, no hallamos nada parecido a la tolerancia”.

 

Más bien, lo que existió, fue una persecución constante al resto de religiones del libro en el que se forzaba la conversión al islam o el éxodo de los no musulmanes por medio de la discriminación. Una de las más evidentes era la discriminación económica, donde los conquistados que no deseaban convertirse al islam eran obligados a pagar un impuesto especial denominado yizya. Tal como explican los textos jurídicos musulmanes de manera clara, la yizya era una humillación impuesta a las Gentes del Libro con el que reforzar la hegemonía del islam. Como es lógico, el hándicap económico que suponía este impuesto era, a la larga, la ruina de aquellos que no se convertían al islam y competían con musulmanes en el mismo negocio.

 

Pero otras discriminaciones importantes eran la civil y la jurídica. Sin entrar mucho en detalles indicaré que los cristianos y judíos eran obligados a vivir en barrios apartados del resto de musulmanes, pues su sola presencia suponía un serio obstáculo para la pureza que requieren los rituales religiosos musulmanes. Un musulmán no podía comer nada preparado por los cristianos (no eran comidas halal), ni usar su vajilla ni pisar donde pisara un cristiano o judío descalzo. Con estas limitaciones la interacción entre diferentes religiones era, cuanto menos difícil.

 

Pero, además, existía una importante discriminación jurídica, donde la vida de un dimmí (Gente del Libro no musulmana) era menos valiosa que la de un musulmán (la mitad concretamente, al igual que el valor de las mujeres musulmanas, por cierto); o cuyo testimonio no era válido en las disputas entre musulmanes. Igualmente, tenían prohibido realizar celebraciones públicas de su religión.

 

Un dato muy revelador de la intolerancia existente en Al-Ándalus es que, cuando los cristianos retomaron aquellas tierras tras cinco siglos y medio de dominio musulmán, los únicos dimmíes que encontraron fueron los judíos, que siempre han vivido apartados de la sociedad general, sea el poder dominante cristiano o musulmán. Los dimmíes cristianos (recordemos que en el siglo VIII en España toda la población era cristiana) habían escapado a los reinos cristianos del norte, se habían convertido al islam o habían sido expulsados al norte de África.

 

Esta intolerancia hacia el resto de religiones se combinaba con otra, igual de intransigente, respecto a las diferentes corrientes interpretativas del Corán. En Al-Ándalus dominó la escuela malikí, la cual era una de las visiones más conservadoras del islam. Elevada a escuela oficial por los omeyas, la persecución del resto de escuelas (hanbalí, shafii y hanafi) resulta evidente en las palabras de Ibn Hazm, quien indicó que en Al-Ándalus no había muchas sectas islámicas.

 

Un motivo importante para ello fue la existencia de una eficaz institución inquisitorial (Mihna) que purgó de la sociedad todos los elementos discordantes que pretendían salirse de la imposición estatal.

 

Esta inquisición musulmana, al igual que la cristiana posterior, no fue una invención propiamente española. Si la católica tuvo su origen en Roma, la musulmana lo tuvo en el califa abasí Al-Mamún (786-833), quien la creó para combatir a aquellos que se enfrentaban con la filosofía griega. Al-Mamún intentó realizar una revisión científica del islám e imponer una visión racionalista a la religión. Algo que se encontró con el rechazo de los sectores más tradicionalistas y que, a la postre, terminó por doblegar su voluntad. La corriente filosófica y teológica del mutazilismo fue declarada herética por el califa Al-Mutawakkil (847-861) y perseguida hasta su desaparición absoluta.

 

La victoria de los ulemas tradicionalistas provocó que en el islam la religión esté íntimamente relacionada con el poder político, hasta unos extremos totalmente insospechados para el mundo cristiano. Mientras que en los reinos cristianos el derecho civil regula a la población independientemente del derecho canónico, reservado exclusivamente para los miembros religiosos, en el mundo musulmán esa distinción no existe. La sharía o ley islámica, administrada por los ulemas (clérigos), regía todos los aspectos de la vida de la sociedad, desde los rituales para rezar como la vida sexual adecuada dentro del matrimonio.

 

En Al-Ándalus, un personaje muy relacionado con la inquisición musulmana es el conocido Abd al-Rahman III, recordado por el gran público por el excepcional palacio cordobés de Madinat al-Zahara. Sus éxitos, sin duda importantes, deben contextualizarse con la existencia de esta inquisición que le permitió controlar de manera eficaz a la sociedad. Este califa persiguió con dureza el resto de corrientes musulmanas, siendo probablemente la causa principal de la muerte de su hijo Abd Allah el acercamiento del mismo a la escuela de Shafii. También asesinó a su pariente Abd al-Aziz por practicar el cristianismo en secreto y combatió a los herejes masarríes (seguidores del gnóstico Ibn Masarra) en varias ocasiones durante su califato.

 

Por supuesto, la inquisición musulmana no fue practicada únicamente por este personaje y la persecución estatal de cualquier otra escuela diferente a la malikí o de cualquier doctrina considerada hereje la tenemos, por ejemplo, en Al-Hakam I, quien en erradicó una secta islámica en Algeciras pasando a cuchillo a los habitantes de la ciudad o crucificó a 72 ulemas contrarios a sus ideas.

 

La práctica rigurosa del islam, a través de la escuela malikí, tiene su origen en la proximidad de los reinos cristianos. Y mucha jurisprudencia legal malikí tiene similitudes con la inquisición cristiana posterior en el sentido de perseguir a todo aquel que, dentro de la religión oficial, se desviaba de la normativa impuesta.

 

Un caso ejemplificador es el de la persecución de la apostasía, esto es, la práctica encubierta de otra religión haciéndose pasar por musulmán. Según el tratado jurídico malikí al-Tafri, “el que pretenda ser un musulmán, pero practique en secreto una fe de infieles, debe ser muerto, y no se le debe dar la oportunidad de arrepentirse”.

 

Aquí tenemos una clara diferenciación con la inquisición católica en España, pues el objetivo de esta última no era descubrir y matar a los apóstatas, sino convencerles de su error e intentar volver a integrarlos en el catolicismo. Sin embargo, ser apóstata en Al-Ándalus significaba la muerte segura si se era descubierto.

 

En Al-Ándalus también se persiguió a las brujas, mujeres que parecían tener poderes mágicos oscuros. Y al igual que en el mundo protestante, esta persecución suponía la muerte de las acusadas y no la reintegración a la sociedad bajo el arrepentimiento.

 

Como bien sabemos, la blasfemia a Alá o a su profeta Mahoma tenían iguales consecuencias. Siguiendo el tratado anterior: “quienquiera que blasfeme contra Alá o su Mensajero, ya sea musulmán o infiel, debe ser muerto, no debe dársele la oportunidad de arrepentirse”. En este caso, la sharía musulmana, al contrario que la inquisición católica, no sólo perseguía la blasfemia en el interior de la comunidad de fieles musulmanes sino también en el resto de dimmíes, lo que le atribuye unas competencias mucho mayores de lo que tuvo la institución cristiana (sólo perseguía cristianos). Igualmente, tampoco se contemplaba el perdón si existía arrepentimiento por parte de lacusado.

 

En muchos lugares se acusó a la inquisición española de moverse por motivos económicos, pues se quedaba con los bienes de los acusados por herejía. Pero esta norma también se aplicaba en Al-Ándalus, especificándose esta norma en el tratado malikí Risala.

 

Escapar de la iglesia católica era complicado en la Edad Media, al igual que lo era abandonar el islam. Si alguien pretendía abandonar la fe de Alá se le daba la oportunidad de arrepentirse y si no la aceptaba debía ser ejecutado y sus bienes confiscados.

 

La quema de libros por parte de la inquisición católica española es un episodio ampliamente recordado para mostrar su intransigencia. Es más, se le compara con la quema de libros de los nazis en un anacronismo tan errado como falso. En el caso de la inquisición católica, las primeras quemas de libros ocurren en un momento temprano (Valencia, 7 noviembre 1497) y se circunscriben a obras escritas en hebrero o que traten sobre judaísmo o islam. Tengamos en cuenta que la Inquisición deseaba terminar de raíz con los falsos conversos, por lo que esta medida se contextualiza en el deseo de impedir que se conocieran aspectos de esas religiones más que de otros ámbitos. Por ejemplo, en 1500, cuando Cisneros ordenó una quema de libros árabes en Granada, los que trataban sobre medicina fueron trasladados a la Universidad de Salamanca.

 

La quema de libros de otras religiones es un tópico de todos los momentos donde la intransigencia está presente dentro de una sociedad. Y este suceso también ocurrió en la tolerante Al-Ándalus. Tanto el omeya Abd Allah (888-912) como Almanzor (938-1002) recurrieron a la quema de libros. En este caso no sólo referentes a temas religiosos, sino también todos aquellos que trataban de poesía, historia, filosofía, lógica o leyes. Y esta tradición continuó en los reinos de taifas (quema libros de Ibn Hazm), con los almorávides (quema libros sufíes o de Al-Gazali) y con los almohades (obras malikís).

 

La quema de libros es una constante en la historia

Otros aspectos que muestran la intolerancia reinante en la sociedad de Al-Ándalus sobre los que no respetaban adecuadamente las normas impuestas por los ulemas era el castigo a sodomitas o adúlteras (apedreamiento), el castigo a los ladrones (cortar extremidades) o la condena a los que eran sorprendidos bebiendo vino (80 latigazos y muerte si era acusado en cuatro ocasiones).

 

Si en la inquisición cristiana cualquier persona podía convertirse en acusador de un hereje, en la sociedad musulmana existía, además, la figura del muhtasib, un auténtico espía estatal encargado de que se respetara la sharía. Estos ulemas específicos tenían el poder de un juez y vigilaban el comportamiento social y comercial de la población, informando al gobernante de cualquier posible subersión social. Entre las atribuciones de los muthasibs estaba el de poder entrar en una casa privada si oían instrumentos de cuerda o de viento (estaban prohibidos), confiscándolos y destruyéndolos. No es casualidad que en la historia no exista ningún músico famoso musulmán (a la altura de Beethoven, por ejemplo), como tampoco existieran grandes pintores o escultores (prohibición religiosa de representar la figura humana). La religión musulmana prohibía tales ocupaciones e impedía su correcto desarrollo.

 

Como hemos visto, la inquisición como tal también existió en el mundo musulmán. Y la normativa religiosa, totalmente intrincada en la jurisprudencia legal, le permitía tener unas atribuciones mucho mayores que la inquisición católica. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que la intransigencia en Al-Ándalus fue mucho mayor que en los posteriores reinos cristianos, incluso con la presencia de la inquisición católica.

 

Por tanto, desterremos de una vez esa imagen idílica de una arcadia feliz de convivencia pacífica de las tres religiones monoteístas en Al-Ándalus y contextualicemos correctamente este periodo histórico tan lleno de leyendas y falsos tópicos.

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