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jueves, 25 de julio de 2019

Una escapada dominguera cerca de Madrid (VIII): Pedraza

En el año 2011 se creó en España una asociación cuyo principal objetivo era “promocionar, difundir, fomentar y preservar el patrimonio cultural, natural y rural en áreas geográficas con menor nivel de industrialización y población”.

Esta idea se basaba en la homónima francesa denominada Les Plus Beaux Villages de France. Y, por una vez, decidimos variar muy poco la traducción, por lo que la marca en nuestro país se conoce como Los pueblos más bonitos de España.

Nosotros no somos los únicos que copiamos esta idea, la cual la encontramos, con denominaciones similares en Italia, Rumanía, Alemania (Sajonia) e incluso Japón.

En España están adheridas a esta denominación localidades como Peñíscola, Mojácar, Alquézar, Albarracín, Santillana del Mar, Caleruega, Candelario, Chinchón, Medinaceli, Sepúlveda, Ayllón, Trujillo… Hasta un total de 57 en el año 2017. Hoy vamos a recorrer las calles de una de ellas: Pedraza.


¿Cómo llegar?

Pedraza se encuentra a 1:30h de Madrid. Para llegar a esta pequeña localidad debemos tomar la carretera de Burgos A-1 hasta la ciudad de Santo Tomé del Puerto. En ese momento nos desviaremos hacia Segovia por la carretera N-110. A la altura del pueblo de Arcones debemos tomar el desvío hacia Pedraza y llegaremos en unos escasos diez minutos.



¿Cómo aparcar?

Pedraza es un lugar totalmente enfocado al turismo, razón por la cual existen lugares acondicionados para el aparcamiento. El primero lo encontramos en la cuesta que nos lleva a la entrada del pueblo, junto a la carretera. El segundo se encuentra en la explanada del castillo. Debemos entrar por la puerta de la ciudad y seguir las indicaciones de tráfico que nos llevarán hasta la explanada.

Fuera de estas dos zonas el estacionamiento está prohibido.

¿Qué vamos a encontrarnos en Pedraza?

Se suele indicar que Pedraza es una villa medieval anclada en el tiempo pero, según mi opinión, tiene más de época moderna que de medieval. Las casas en piedra luciendo sus orgullosos blasones familiares, las plazas porticadas, su castillo. Sin duda su origen es medieval, pero la ciudad ha conservado intacta no este origen, sino su posterior esplendor, el cual podemos situarlo entre los siglos XVI y XVII.

La riqueza de Pedraza se debió al rico comercio de exportación de lana merina con Flandes, lugar en el que se tejían costosas telas. Sin duda, mucho tuvo que ver que el condestable de Castilla se asentara en el castillo y, a su alrededor, le acompañaran sus principales hombres feudales. Todo ello os lo explicarán, con detalle, en la visita guiada al castillo. Pero no adelantemos acontecimientos y entremos en la ciudad como si fuésemos un viajero en el tiempo.

Para entrar en Pedraza sólo existe una puerta abierta en la muralla. Es la única entrada y salida del municipio y hasta hace unas pocas décadas aún se cerraba este acceso por las noches, como antaño. La Puerta de la villa tiene un origen medieval (S.XI) aunque su aspecto actual se debe a una reforma realizada en el siglo XVI por los Velasco, tal como reza el escudo de la entrada. Las puertas de la entrada, fabricadas de álamo negro, son las originales; algo realmente curioso que volveremos a ver en las puertas del castillo. Y, como curiosidad, fijaros en la ventana herrada junto a la entrada. Es una ventana perteneciente a la cárcel y en la que alguien intentó forzar la verja para sacar a algún preso. Por lo que parece, sin suerte.


Sobre la puerta que acabamos de atravesar se sitúa la Cárcel de la villa. Esta es, a mi parecer, una visita obligada, pues no va a mostrar las duras condiciones que soportaban los presos de la época. La visita dura menos de media hora y tiene un coste de 3€.



Mediante un guía (que bien parece un robot más que una persona) nos van a explicar las curiosidades del lugar, desde la vivienda del carcelero hasta los diferentes lugares de internamiento de presos, los cuales variaban en crueldad según la gravedad de los delitos.

En la sala de prevención se mantenía a los delincuentes presos con grilletes de las manos o del cuello, cuya presa tenía un hierro para poder clavarse en la pared (la altura la decidía el carcelero según su criterio de crueldad, pues clavarte de puntillas debía ser una tortura).

Para los delitos de robo existían un par de celdas fabricadas en madera. Al contrario que con barrotes, aquí el aislamiento podías ser total, perdiendo la noción total del tiempo si decidían que no entrar nada de luz en las celdas. Aquí llegaban a apilarse hasta 15 personas.



Para los delitos de sangre existían mazmorras (yo llamaría más bien pudrideros) a las que lanzaban a los presos de un empujón. La caída solía provocar la rotura de algún miembro, por lo que se evitaban posibles fugas. Aislados completamente en un inmundo agujero, el preso solía morir a los pocos días. No sin antes haber subido al anterior inquilino para que el carcelero lo vendiera como abono.

Además de esta mazmorra existía otra aún mayor en la parte más inferior del edificio, la cual sumaba, al tormento anterior, soportar la caída de los excrementos de los pisos superiores, que evacuaban allí. Si no fallecía por las heridas de la caída o por las infecciones que allí se producían, los presos se asfixiaban con el gas metano provocado por las defecaciones.

La ausencia de verdugo en el pueblo (en caso de necesidad venía uno de Segovia) prueba que en muchas ocasiones no era necesaria su actuación, pues de esta cárcel apenas debía salir nadie vivo como para ser ajusticiado. El pueblo se arroba los 12 reales que costaba traer al verdugo y, como dijimos antes, el carcelero se sacaba un dinero vendiendo cadáveres como abono.

Dejemos tan lúgubre pero instructivo lugar y adentrémonos en el pueblo por la Calle Real, según indican las flechas que guían el tráfico. Recorriendo esta calle comprobaremos la esencia de Pedraza: calles estrechas y empedradas, casas de piedra, muchas de ellas con decoración de blasones o enlucidos geométricos, balcones sobre vigas de madera, una fuente en una esquina… Si os parece un decorado de alguna película o serie de época no estáis desencaminados. Aquí se han grabado series como Isabel, Carlos V o Águila Roja.

En la primera bifurcación, tomando la calle que se abre a nuestra derecha, llegaremos a la amplia Plaza Mayor de Pedraza. Se trata de un lugar con gran encanto, lleno de vida en los soportales de las viviendas, cuyas diversas columnas de piedra fueron “expoliadas” del castillo y de otros edificios similares. La plaza es la típica castellana porticada, más grande e irregular que otras de localidades similares, pero con su misma esencia. Las mejores fachadas y palacetes estaban aquí, junto al templo románico del que sobresale su preciosa torre campanario con doble alquería. Para visitar el interior de la Iglesia de San Juan Bautista tendréis que aprovechar su apertura antes de las misas o justo cuando salgan los feligreses (nunca mientras el oficio religioso esté en marcha). Lo más destacable es la imagen de la Virgen del Carrascal, con gran devoción en la localidad.

Si tomáis la Calle Mayor os llevará de frente hacia el castillo. No obstante, yo os recomiendo desviaros un momento hacia la encantadora plaza del ábside. Podéis llegar a ella cruzando una pequeña puerta junto a la iglesia o atravesando los bajos de una vivienda. Como su nombre indica, es una plaza situada junto al ábside de la iglesia. Y, al contrario de lo que podéis imaginar, su encanto no reside en esta parte del templo, sino en los edificios que miran hacia ella.

Desde este punto podemos dirigirnos al castillo por la Calle de la Florida. Siguiendo este camino llegaremos al aparcamiento público. Junto a unas máquinas de ejercicio para personas mayores se encuentra un edificio singular. Una antigua ermita (San Pedro) convertida en casa particular. Aunque, como es lógico, no se visita en su interior, ver las modificaciones de su exterior es algo curioso (la chimenea en el ábside me duele hasta a mí).

Ya es hora de encaminar nuestros pasos hacia el Castillo de Pedraza. Una fortaleza edificada en el siglo XIII y reformada en época moderna, momento en el que adquiere su aspecto actual, con la poderosa torre de homenaje y los muros con troneras. Su ubicación junto al precipicio nos hace sospechar que aquí debieron existir fortalezas anteriores de época musulmana (se dice que Abderramán III se alojó aquí) o incluso anteriores, pues sabemos que los romanos llamaron a la ciudad Petraria.

Nada se conserva de épocas tan pretéritas y nada conservaríamos hoy día de no haber sido comprado el castillo por el pintor Ignacio Zuloaga en 1926. Gracias a su acertada visión logró detener la ruina de la fortaleza y reformarla. Aquí pasó sus últimos años de vida, creando en la torre de homenaje su vivienda y estudio.

Las visitas al interior del castillo son guiadas y sumamente instruidas. Lo primero que descubriremos es que la puerta del castillo, llena de pinchos metálicos para repeler arietes, es la original del siglo XVI. Algo inaudito.

El guía nos mostrará el patio de armas del castillo, en el cual Zuloaga acondicionó un rincón con una piscina, así como las húmedas mazmorras. El esplendor original del castillo se perdió, en parte, debido al saqueo provocado por las tropas napoleónicas en 1808. Los franceses se vengaban así por haber retenido este castillo a los hijos del monarca francés Francisco I, durante sus luchas contra el Imperio de Carlos V.

No obstante, lo mejor de la visita, en mi opinión, consiste en descubrir la obra de Zuloaga. Este maravilloso pintor vasco realizó una importante obra pictórica en su época como retratista, lo que le valió, al igual que Sorolla, un reconocimiento en vida del que muchos otros pintores carecieron.

El castillo guarda numerosas obras del artista, en la que podemos ver las diferentes influencias que marcaron su estilo: desde los primeros lienzos siguiendo el estilo parisino de postimpresionistas como Toulouse Lautrec, hasta los más maduros con influencias de Julio Romero de Torres o de Goya, al que tenía en gran estima. De hecho, gracias a Zuloaga los restos de Goya fueron trasladados desde Bayona, en Francia, hasta España (hoy día descansan en Madrid, en la ermita de San Antonio de la Florida).

El famoso retrato de Falla se expone en una de las salas. Los más mayores lo reconocerán por ser la imagen del antiguo billete de 100 pesetas. Y resulta curioso que el retrato de Zuloaga apareciera a su vez en el billete de 500 pesetas. Interesante conexión para dos figuras artísticas que compartieron una gran amistad. Otros retratos que podremos ver aquí son El Chepa Más, Belmonte en plata, El palco de las presidentas, Lolita (mujer tendida con chal azul)…  





 










La Cárcel y el Castillo son, a mi entender, dos visitas suficientemente entretenidas como para ocuparos la mayor parte del tiempo. El resto os aconsejo dedicarlo a recorrer sus preciosas callejuelas. La Calle Mayor, llena de comercios y con un curioso resto “arqueológico”, el lugar en el cual se ubicaba antaño el único teléfono de Pedraza; la ruinosa Iglesia de Santa María, otrora lugar de celebración relacionado con el castillo y hoy día una sombra de lo que fue; la calle Matadero, con el poderoso escudo de la temible Inquisición cuya casa hoy es un restaurante.

En definitiva, recorrer un lugar encantador en el cual, por su reducido tamaño, resulta muy difícil perderse, pero que posee rincones de indudable encanto.



Y para comer dos opciones bien diferenciadas. O bien degustar las carnes de la localidad (el humo de las chimeneas inunda la ciudad cada mañana, así como el olor a cordero o cochinillo de los numerosos restaurantes) o acercarse a la Dehesa y realizar un económico picnic.

Y una fecha especial para visitar Pedraza es en Julio. Los dos primeros sábados festejan la Noche de las velas, iluminando todo el pueblo de manera mágica. Se celebra los dos primeros sábados del mes de julio aunque es tal la afluencia que se deben sacar entradas para asistir. Aun así su esencia se pierde entre tanta gente que visita el lugar en esos momentos.

Como es tradición aquí os dejo un plano turístico de Pedraza




BONUS TRACK:

Una interesante visita que se encuentra a escasos cinco minutos en coche de Pedraza es la ermita de Nuestra Señora de las Vegas en Requijada. Situada al pie de la carretera Sg-P-2322, entre La Velilla y Val de San Pedro, lo más interesante es su excelente pórtico románico, con interesantes capiteles labrados. En especial me gustó el de la sirena de doble cola, un tema muy utilizado en el románico y que ya vi en el Claustro de San Pedro de Galligans (Girona). Su simbología remite a la lujuria, el pecado y la perdición. Una curiosa deformación cristiana de un motivo pagano que parece tener su pasado más remoto en la Lilith sumeria (Relieve de Burney). Inicialmente guía hacia la sabiduría, asirios, babilonios y hebreos terminaron convirtiendo a esta diosa en un ser maléfico (relacionado con la pérdida del matriarcado). Este concepto será el que retomará la simbología románica cristiana con la figura de la sirena de doble cola.
























Además, la entrada al templo conserva su policromía original, lo que la hace especialmente atractiva para los profanos en decoración mural medieval. Y si deseáis visitar su interior tendréis que llamar a los teléfonos colgados de la entrada.


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