En el año 2016 un estudio
presentado en la revista Nature (Critical
insolation–CO2 relation for diagnosing past and future glacial inception)
indicaba que la acción humana sobre la atmósfera, a través del aumento de los
gases con efecto invernadero (GEI), retrasará la próxima glaciación unos 50.000
años. El hombre, por primera vez, parece tener un poder geológico que nunca
antes tuvo.
Pero, ¿depende únicamente
del CO2 atmosférico la existencia de una glaciación? En el siguiente artículo
veremos si el hombre es capaz de modificar el clima hasta el punto de retrasar
las glaciaciones.
¿Por qué ocurren los cambios en el clima terrestre?
El clima en la Tierra
cambia por diversos motivos entrelazados.
La fuente de energía de
la dinámica atmosférica terrestre es el Sol. Y el clima, en constante cambio,
podemos definirlo como la búsqueda de un equilibrio entre la energía solar que
recibe el sistema (la Tierra) y la que se devuelve al espacio.
En primer lugar vamos a
hablar sobre los GEI (CO2, vapor de agua y metano). Esos gases con tan mala
prensa pero que hacen que podamos vivir con una temperatura terrestre media de
15ºC en vez de -18ºC. El efecto invernadero es lo que nos mantiene sobre la
Tierra.
El sistema funciona de la
siguiente manera. A nuestro planeta llega la energía solar en forma de luz de
longitud de onda corta que traspasa la atmósfera sin ningún problema. Luego,
una parte de esa luz vuelve rebotada hacia el espacio, aunque en esta ocasión
con una longitud de onda larga. Y precisamente esta radiación infrarroja es la
que atrapan los GEI, impidiendo que se escape.
El albedo es otro factor importante en el funcionamiento de este sistema.
Este valor nos indica la proporción de radiación solar que resulta directamente
reflejada hacia el espacio y su proporción es diferente según la superficie en
la que incida la luz solar. Por ejemplo, la luz se ve reflejada mucho más sobre
las superficies de nieve, hielo o arena del desierto que sobre bosques u
océanos. Es decir, debido al albedo los océanos se calientan más que las
superficies nevadas, pues la luz no se refleja en tan alta cuantía e ingresa en
mayor proporción en la superficie terrestre.
Pero además de los dos
anteriores, un factor crucial en las variaciones del sistema es la diferencia
que puede existir en la fuente de energía, es decir, en la cantidad de luz
solar que llega a la Tierra. Todos los años comprobamos como la diferencia de
la energía solar en cada punto de la Tierra genera un clima instable y unas
estaciones definidas. La diferencia de energía entre el ecuador y los polos
genera la búsqueda de un mecanismo de equilibrio térmico por parte de la Tierra
en forma de sucesión de borrascas y anticiclones; el movimiento de translación
alrededor del Sol y la diferente inclinación del eje terrestre es lo que
configuran las estaciones.
Pero además de esos
cambios anuales existen otros que ocurren con una periodicidad cíclica de miles
de años. Conocidos como los ciclos de Milankovic, estos son: cada 100.000 años la
Tierra dibuja una órbita un poco más excéntrica respecto al Sol; cada 41.000
años la inclinación del eje terrestre de rotación (oblicuidad) va variando; cada
25.790 años se produce cierto cabeceo que caracteriza a ese eje, y que supone
cambios en la relación de los equinoccios y los solsticios con respecto a la
mayor o menor cercanía de la Tierra al Sol y se conoce como precesión.
La distinta combinación
de los tres factores incide notablemente en la energía recibida por la Tierra
y, por ende, en el clima que tiene en cada momento. Por ejemplo, no tendremos
el mismo clima en el hemisferio norte si la mayor radiación solar la tenemos en
verano o en invierno.
Y a todo ello deberíamos
añadir la diferente intensidad de radiación solar emitida por nuestro astro rey
en diversos momentos y que, en otras etapas históricas causó diversas
consecuencias sobre el clima terrestre. Por ejemplo, el llamado Periodo cálido medieval, fue un largo
ciclo que abarcó varios siglos de temperaturas por encima de la media y que
coincidió parcialmente con el máximo registrado por la actividad solar,
mientras que La Pequeña Edad de Hielo,
un periodo de casi tres siglos (1550-1850) en la que las temperaturas bajaron
considerablemente, se suele asociar al descenso de la actividad solar, junto a otros
factores.
Y por último, los océanos
también influyen notablemente en el clima terrestre debido a sus corrientes
oceánicas que recorren el planeta transportando calor de unas zonas a otras en
esa búsqueda infinita del imposible equilibrio. Los intercambios entre las distintas
masas de agua se producen por variaciones en su temperatura o en su densidad,
lo que depende fundamentalmente de la salinidad de las mismas, y por eso este
mecanismo climático se conoce como circulación
termohalina. Finalmente, los trasvases de energía entre el océano y la
atmósfera acaban determinando el clima de las distintas regiones de la Tierra,
así que cualquier modificación en esta relación podrá derivar a su vez en
cambios climáticos de diversa magnitud.
Como vemos, una
conjunción de diversas circunstancias es lo que determina el clima en la
Tierra. Y los GEI son sólo una de las variables existentes.
¿Duran lo mismo las glaciaciones?
Las glaciaciones son el
evento climático reciente más
sorprendente para el público profano. La posibilidad de que la Tierra sea capaz
de enfriarse hasta tal grado que casi toda Europa sea una tundra pone los pelos
de punta a muchos. Ahora bien, si analizamos las glaciaciones anteriores nos
llevaremos grandes sorpresas. Ni duran lo mismo las glaciaciones ni los
periodos interglaciares. A continuación os dejo un cuadro muy revelador:
Glaciación/Interglaciación
Inicio,
en años
Periodo posglacial/Holoceno
10.000
a.C.
Glaciación Würm 110.000
Interglaciar Riss-Würm 140.000
Glaciación Riss 200.000
Interglaciar Mindel-Riss 390.000
Glaciación Mindel 580.000
Interglaciar Günz-Mindel 600.000
Glaciación Günz 850.000
Si nos fijamos en las
glaciaciones conocidas durante la época Pleistocena (comienzo hace 2,59
millones de años), la primera duró 250.000 años, la segunda 190.000 años, la
tercera 60.000 años mientras que la cuarta 100.000 años.
Y con los periodos
interglaciares ocurre parecido. El primero duró 20.000 años, el segundo 190.000
años y el tercero 30.000 años.
Unas cifras lo
suficientemente dispares como para pensar que la próxima glaciación puede
aparecer en cualquier momento. O no.
¿Existió un momento con una atmósfera que tuviera una
concentración tan alta de CO2?
Por supuesto. Hubo una
época en la que la temperatura media global rondaba los 22ºC (ahora ronda los
15ºC) y la atmósfera tenía una concentración de CO2 hasta ocho veces superior a
la actual (400partes por millón). La Tierra era un lugar pantanoso, con
numerosos humedales y las plantas tenían tamaños gigantescos. Esa época fue la
Jurásica, el momento de mayor expansión de los dinosaurios.
La razón del clima tan
cálido que tenían los dinosaurios hay que buscarlo en varios factores: alta
presencia de CO2 en la atmósfera, al igual que vapor de agua y metano. Si el
primero fue expulsado a la atmósfera por los volcanes y rupturas tectónicas que
configuraron el aspecto actual de los continentes respecto a Pangea, la alta
presencia del vapor de agua se debía a la mayor evaporación por el clima
tropical que dominaba la Tierra. Además, el metano, un GEI mucho más eficaz que
el CO2, también estaba presente en grandes cantidades debido a que el calor
provocaba su la liberación desde las aguas profundas marinas en las que quedó
atrapado durante milenios. Por si fuera poco, el sistema de regulación marino
de la temperatura (la circulación termohalina) tampoco funcionaba correctamente
e introducía mayor calor a las aguas profundas y no enviaba frío hacia los
polos.
Pero el clima de la
Tierra, en su continuo cambio y reajuste, modificó esa situación tan extrema.
Hace unos 100 millones de años aparecen las plantas con flor, las cuales irán
invadiendo el planeta implacablemente. Ello originó que las plantas de los
dinosaurios herbívoros decrecieran a un importante ritmo: mientras que las
coníferas se redujeron un 50%, del ginkgo biloba, árbol favorito de muchos
saurios, quedó tan solo un 1%.
Al final del periodo
Cretácico, los dinosaurios lo tenían bastante difícil para sobrevivir. Las zonas
abiertas, como sabanas y pantanos, donde podían agruparse grandes poblaciones,
estaban siendo sustituidas por otras de bosques cerrados. Además, grandes cantidades
de materia orgánica empezaron a depositarse sin descomponer en el fondo de
mares, lagos y marismas, lo que redujo el aporte de CO2 a la atmósfera (hoy, en
forma de petróleo lo estamos expulsando a la atmósfera de nuevo muy
rápidamente). Las aguas, llenas de microorganismos que producían sulfuro de
hidrógeno, las volvían tóxicas y sin el alimento de algas y placton. En
definitiva, de no ser por el meteorito que aceleró el proceso, los dinosaurios
seguramente se hubieran extinguidos por el enfriamiento terrestre y el cambio
en las condiciones climáticas.
¿Qué influencia exacta ha tenido el hombre en el clima
terrestre?
A partir de 1880 tenemos
registros fiables de temperatura. En el gráfico de NOAA vemos las anomalías de
la temperatura media anual en comparación con la media del siglo XX.
La conclusión es clara.
En el siglo XX la temperatura aumentó 0,6ºC, en un aumento constante aunque con
normales altibajos. Entre 1910 y 1944 hubo un inicial aumento que, tras el
paréntesis de 1945-1978, volvió a retomarse con una fuerza que ya no se ha
detenido.
Ahora bien, si nos
fijamos un poco en el gráfico vemos notables diferencias entre unos años y los
siguientes. Esas diferencias son explicables por diversos fenómenos naturales.
Por ejemplo, en 1991, la erupción del volcán filipino de Pinatubo provocó un
descenso de temperatura global de 0,5ºC (por la expulsión de ácido sulfúrico en
la atmósfera), mientras que en 1998, debido al efecto cíclico del Niño la alta
temperatura del pacífico provocó que ese año fuera el más cálido del siglo XX.
Pero estos fenómenos
naturales no son comparables con la acción humana, pues la mitad del calentamiento global de la segunda mitad del siglo XX se
considera provocado por el hombre.
Concretamente se debe al
aumento de CO2 en la atmósfera por su actividad industrial (quema de
combustibles fósiles como principal causa) y de metano por causa de la
ganadería y la agricultura principalmente (arroceros, vertederos, cabaña de
ganado vacuno). Recordemos que el metano se produce por la acción de diversos
microorganismos que viven en condiciones anaeróbicas degradando materia
orgánica. Además, la agricultura también produce grandes cantidades de óxido
nitroso por la quema de la biomasa y el efecto de los fertilizantes. A lo
anterior habría que sumar la acción de gases tipo CFC y HFC, compuestos
químicos creados por el hombre y utilizados ampliamente en neveras, sprays… y
cuyo poder de calentamiento de la atmósfera es mucho mayor que los anteriores.
Además de lo anterior, el
hombre contribuye al calentamiento global mediante otros métodos. Uno es con la
deforestación o la quema de bosque para aumentar la superficie agrícola y/o
ganadera (algo habitual en el Amazonas o el sureste asiático). Otro emitiendo a
la atmósfera partículas como el hollín (procedente de la quema de estufas o de
los motores diésel), el cual termina depositado en los polos y aumentando la
fusión de los hielos.
Otras acciones humanas
tienden al enfriamiento atmosférico, como el mayor albedo de las tierras
cultivadas respecto a los bosques o el dióxido de azufre que emiten los grandes
barcos mercantes y crean una pantalla atmosférica que refleja la energía solar.
Ahora bien, estas acciones tienen menor cuantía que las primeras. En total,
teniendo en cuenta todos los factores humanos los científicos han cuantificado
que hemos aportado 2,3 w/m2 al calentamiento global. Es decir, desde
la Revolución industrial el ser humano aumentó la temperatura media del planeta
en 0,8ºC y, de seguir así, a finales de este siglo el aumento será de 2ºC.
Por tanto, los defensores
del cambio climático indican que es la acción del hombre, más que el resto de
factores (principalmente la variación de la radiación solar por los ciclos
solares y los ciclos de Milankovic) los que han provocado este calentamiento
progresivo y están modificando el clima, hasta tal punto, que estamos
retrasando ( o incluso evitando) la siguiente glaciación.
¿Qué efectos ha provocado este cambio climático
ejercido por el hombre?
Los científicos, debido
al uso del método científico, son poco proclives a las afirmaciones
contundentes. Lo usual es proponer previsiones que contienen cierta
incertidumbre. Es decir, juegan con la probabilidad de las hipótesis que
emiten. Cuando un científico dice que algo pasará muy probablemente quiere decir que existe una probabilidad de entre
un 90-100% de que ocurra; probable
abarca entre el 66-100%; prácticamente
seguro estaría entre 99-100%.
Pues bien, que cada vez
tengamos mayor número de días y noches calurosas desde 1950 es muy probable que
tenga una causa humana y es prácticamente seguro que seguirá ocurriendo hasta
el final del siglo XXI. Las olas de calor cada vez más largas, algo que está
afectando a nuestro país severamente en época estival, tiene una relación
directa con el cambio climático y es probable que el hombre sea el principal
causante. Al igual que el aumento de las lluvias torrenciales.
Pero los efectos del
calentamiento, más que en fenómenos aislados, se observa en impactos más
generales, como el deshielo de los polos, el incremento del nivel del mar (3 mm
anuales) o la modificación de las precipitaciones a escala planetaria. Oriente
Medio, el sur de Australia o gran parte de nuestro Mediterráneo son zonas donde
se han reducido significativamente las precipitaciones, por ejemplo. Y estos
cambios en las precipitaciones crean otros cambios en cadena al alterar los
sistemas hidrológicos de determinadas partes del mundo (muerte corales
principalmente).
¿Qué clima nos espera en el futuro?
Vistos los efectos más
inmediatos veamos lo que nos espera.
Los científicos han
elaborado diversas predicciones del clima futuro en base al diferente
calentamiento que está aumentando en la Tierra. Y según sus cálculos, entre los
años del 2081 al 2100 llegaremos a tener una temperatura media de +3,7ºC
respecto a las del periodo de 1985 a 2005, con un rango posible de entre +2,6ºC
y +4,8ºC.
Este incremento medio del
planeta supone que en unas zonas aumentará más que en otras. Aquí, en España,
el aumento podría ser de unos +4ºC, algo por encima de la media.
Las consecuencias de esa
subida de temperatura para finales del siglo XXI son variadas y conocidas ahora
mismo. En realidad, lo que ocurrirá será que se agudizarán fenómenos que ya
estamos empezando a sufrir: cambiarán los patrones estacionales de lluvias,
variará el ciclo del agua y se intensificarán los episodios de precipitaciones
extremas (sobre todo en las latitudes medias y las regiones tropicales húmedas)
y sequías prolongadas. Los días extremadamente cálidos serán cada vez más
frecuentes, al igual que las olas de calor, que aumentarán en duración, por
mucho que se produzcan algunas olas de frío extremo en invierno de manera
ocasional. El manto de nieve al final del invierno ya no ocupará tanta
extensión como hasta ahora, mientras que la nieve primaveral se reducirá hasta
un 25% respecto a hoy día.
La temperatura de los
océanos seguirá aumentando (en regiones tropicales y subtropicales del
hemisferio norte y de las aguas profundas en el océano Austral), lo que
conllevará un cambio en la circulación oceánica del calor (lo que influirá a su
vez en los patrones de lluvias) y en un aumento del nivel del mar debido a
la fusión de los glaciares de montaña y
del manto de hielo de Groenlandia (lo que provocará inundación de los
litorales).
Pero además de lo
conocido también veremos cosas que nunca habíamos observado en la Tierra. Por
ejemplo, un océano Ártico sin hielo al final del verano (septiembre). Las
consecuencias de esta posibilidad, la cual las predicciones más pesimistas
auguran para el año 2050, serían las de aumentar el calentamiento global aún
más (el agua tiene menor albedo que el hielo y las capas de hielo profundas
liberarían numeroso CO2 a la atmósfera si se derritieran). Y ello provocará la
agudización de los fenómenos climáticos ya comentados.
¿Ya no volveremos a pasar frío?
Muchas personas suelen
confundir el tiempo con el clima, siendo dos cosas totalmente distintas. En un
clima seco pueden existir días de lluvia y en un clima cálido días fríos. Por
ejemplo, en enero de 2017 España sufrió una ola de frío duradera y ese mes hizo
una temperatura media 0,5ºC menor que la media de referencia (1981-2010). Ahora
bien, la temperatura media global del planeta aumentó 0,5ºC respecto a la media
y fue el segundo más de enero más cálido desde que existen registros. Por
tanto, mientras el planeta se calienta inexorablemente, nosotros podemos seguir
sufriendo periodos puntuales de frío. Olas de frío seguirán existiendo pues son
fenómenos que no desaparecerán, sino que simplemente disminuirán su frecuencia.
Es más, si son correctas
las predicciones de la científica Valentina Zharkova, de la Universidad de
Northumbria (Reino Unido), entre los años 2030-2040 el planeta sufrirá un
proceso de enfriamiento general debido a que el sol dejará de calentar en ese
periodo con la misma intensidad que lo ha venido haciendo últimamente. Una mini
edad de hielo que no servirá para detener el proceso general de calentamiento
pero de la que empezaremos a oír hablar dentro de unos años. Los años dirán si
se confirmará esta hipótesis.
¿Realmente debemos alarmarnos porque cambie la
temperatura global 2ºC?
Muchas personas que no
creen en el calentamiento global utilizan excusas diversas para desprestigiar
los datos científicos que poseemos (este post solo incide tangencialmente sobre
ellos). Ahora bien, los científicos involucrados en el tema no sólo consideran
secuencias próximas en el tiempo (recordemos que los datos históricos fiables
sólo provienen de 1880. También eventos pasados de los que tenemos constancia
gracias a la investigación histórica. Os dejo las palabras de Roberto Brasero,
quién en su libro La influencia
silenciosa lo explica perfectamente:
“La historia del clima nos ha enseñado que dentro de las tendencias
cálidas existen también fluctuaciones hacia largos periodos más frescos. Es lo
que ocurrió en el llamado evento 8,2 ka hace 8200 años (como su propio nombre
indica, pues ka es la abreviación de kiloaño, esto es, mil años), al comienzo
del Holoceno, periodo de la historia de la Tierra por el que estuvimos
transitando en la segunda parte de este libro, como recordará el atento lector.
Unos 3000 años antes había terminado la última glaciación y el clima estaba
iniciando ese proceso generalizado de calentamiento en el que nos encontramos y
que denominamos periodo interglaciar. Pues bien, de repente, en cuestión de
unos dos siglos, las temperaturas bajaron unos 2ºC y cambió el régimen de precipitaciones
durante los siguientes 150 años. Los paleoclimatólogos tienen estudiado muy
bien este evento, probablemente por ser la última fluctuación climática súbita
acontecida en la Tierra. La causa que se apunta como responsable parece
encontrarse en una invasión de agua dulce en el Atlántico norte, procedente de
la fusión masiva del manto de hielo que entonces aún cubría la mayor parte de
Norteamérica. Desde dos grandes lagos en lo que hoy sería la bahía de Hudson,
el agua dulce se fue drenando hacia el océano, trastocando la circulación
oceánica en el hemisferio norte e influyendo en la del resto de planeta. La
corriente del Golfo se debilitó y las temperaturas bajaron sobre todo en
Groenlandia, donde llegaron a ser de hasta 7ºC menos que cien años antes.
Cuando el aporte de agua dulce se agotó, las temperaturas volvieron a recuperar
su ritmo ascendente”.
Este evento es un
magnífico ejemplo de lo que un cambio de un par de grados globales puede
provocar. Las consecuencias que este cambio tuvo en la Península ibérica
podemos consultarlas en el trabajo de José Antonio López Sáez, Lourdes López Merino
y Sebastián Pérez Díaz: Crisis climáticas
en la prehistoria de la península ibérica: el evento 8200 cal. bp como modelo.
Según este estudio,
durante este enfriamiento súbito, desde Cataluña a Andalucía oriental , se
observa un evento hiperárido, que fue
el causante de
los cambios acontecidos
en la vegetación,
especialmente en lo concerniente a procesos de deforestación,
pudiéndose descartar completamente un origen antrópico de tales fenómenos.
Además, este evento climático se pone en relación, en diversas partes de
Europa, con el avance de la neolitización.
Y no es el único fenómeno
climático relacionado en la Prehistoria con cambios fundamentales. La
transición Calcolítico-Edad de
Bronce coincide con
el denominado evento
climático del 4100
BP mientras que el tránsito entre las edades del Bronce-Hierro lo hace
con otro cambio abrupto hacia el 2800 BP.
No hay comentarios:
Publicar un comentario