Cuando abordamos la Guerra Civil Española un aspecto
importante de la misma es conocer la respuesta que tuvieron el resto de
potencias dominantes en Europa en aquella época.
De forma habitual se suele destacar la influencia de
los principales actores que pelearon en nuestro país, Alemania e Italia de
parte del bando nacional y los soviéticos de parte de la República. Ahora bien,
potencias importantes, como Francia o Inglaterra, no son consideradas como
actores principales en el conflicto cuando, en realidad, tuvieron un papel
destacado. Hoy me voy a centrar en el papel de Inglaterra durante la Guerra
civil Española. En este caso nunca fue más adecuada la frase: No actuar también supone tomar una decisión.
Pero, ¿realmente Inglaterra no actuó?
El siguiente texto lo he sacado de uno de los libros
de Historia que más influencia tuvieron en el siglo pasado. El Palmer &
Colton, como muchos estudiantes de historia lo conocían, fue un manual de
Historia Contemporánea imprescindible. En sus páginas podemos leer lo siguiente
respecto a la participación extranjera en la Guerra Civil Española:
“España
proporcionó la ocasión de un ensayo general de la Guerra de mayores
proporciones que iba a estallar muy pronto. El gobierno republicano podía,
legítimamente, intentar la compra de armas en el extranjero para sofocar la
rebelión, pero Inglaterra y Francia estaban decididas a no permitir que la
guerra se convirtiese en un conflicto general. Prohibieron el envío de material
de guerra al gobierno republicano […] A instigación británica y francesa,
veintisiete naciones, entre ellas todas las grandes potencias europeas,
acordaron no intervenir ni tomar partido. Pero la política de no-intervención
resultó un fracaso. Alemani, Italia y la Unión Soviética intervinieron, de
todos modos. Las dos primeras apoyaban a Franco y denunciaban a los
republicanos como instrumentos del bolchevismo, mientras la U.R.S.S. apoyaba a
la República y condenaba a los rebeldes de Franco como agentes del fascismo
internacional […] España se convirtió en el campo de batalla de ideologías
contendientes. La Guerra Civil Española dividió al mundo en dos campos: el
fascista y el antifascista”.
La lectura anterior nos induce a pensar en Francia e
Inglaterra como unas potencias inocentes que tan solo buscaban evitar que un
conflicto local tomara mayor envergadura. Unos países cuya diplomacia siempre
intentó evitar injerencias externas en una guerra que debían resolver, por sus
propios medios, los españoles.
Con este planteamiento, parece que Francia e
Inglaterra, en mayor medida la segunda que era quién tenía la voz cantante, se
lavaban las manos y se presentaban al mundo como cándidas potencias pacifistas
engañadas por fascistas y comunistas (que con engaños surtieron a los dos
bandos de armas y hombres).
Antes decíamos que no tomar una decisión también
suponía decantarse por una de las opciones posibles que planteaba el escenario
internacional en 1936. Pero, la verdad es que Inglaterra sí tomó una decisión
respecto a la Guerra Civil Española. Y su decisión fue influenciar, de la
manera más disimulada posible, para que el levantamiento nacional terminara
triunfando. Veamos qué acciones llevó a cabo Inglaterra para lograr su
objetivo.
Al inicio del levantamiento la flota española tenía
un papel clave, tal como afirmaba el general Queipo de Llano el mismo día 18 de
julio: “La Marina de Guerra, siempre fiel
a los latidos de la Patria, se encuentra en masa con nosotros. Gracias a su
ayuda, el traslado de tropas de Marruecos a la Península ha de ser rapidísimo y
pronto veremos llegar a Cádiz, Málaga y Algeciras las columnas gloriosas de
nuestro ejército de África”.
No obstante, los planes no fueron como estaba
previsto. Los oficiales de la Marina se sumaron al levantamiento armado, pero
no así la marinería, que redujo a los comandantes y tomó el mando de los
barcos. Los planes para el desembarco de tropas africanas en la península habían
fracasado.
Los ingleses, en Gibraltar, estaban atentos a estos
iniciales movimientos y pasaron información a los sublevados sobre los
desplazamientos realizados por la flota republicana. Más tarde, obligaron a que
la flota abandonara el puerto de Tánger y no permitieron repostar a las
embarcaciones en Gibraltar.
El desembarco de las tropas africanas pudo llevarse
a cabo, no obstante, debido a tres factores: el puente aéreo organizado por
Alemania con 20 aviones Junker 52, la desorganización de la flota republicana
por la falta de comandantes con experiencia y la presencia de dos acorazados
alemanes que escoltaron un convoy de tropas nacionales.
La
decisión de no intervención en la Guerra Civil Española fue concebida por
Inglaterra. Oficialmente la postura pretendía evitar que le
llegaran armas al bando nacional, pues de ayudar a la República, Alemania e
Italia ayudaría a los nacionales de forma masiva. Anthony Eden, ministro de
asuntos exteriores británico, consideraba que sin ayuda externa la situación
era muy pareja. El día 2 de agosto, por tanto, se acordó la no intervención por
parte de Inglaterra, Francia e Italia. Una decisión inglesa que fue propuesta,
oficialmente, por Francia.
En Francia se vivía una situación bastante
peligrosa, con enfrentamientos callejeros entre los simpatizantes de los dos
bandos que luchaban en España. El gobierno francés temía una reacción en su
contra si tomaba partido por la República y la presión inglesa no ayudó a
cambiar su postura. El embajador inglés en París, George Clerk, presionó al
gobierno francés de León Blum con argumentos intimidatorios, tales como que en
la República eran los elementos anarquistas radicales los que habían tomado el
poder. Igualmente no ocultaba su deseo de victoria de los nacionales, los
únicos a los que veía capaz de extirpar la influencia soviética.
Mientras se hacía oficial la prohibición
internacional de enviar armamento a la República, Inglaterra se adelantó al
resto de países y aplicó el embargo de armas. En un contexto en el cual se
sabía, a ciencia cierta, de la ayuda recibida por los nacionales respecto a
Alemania e Italia.
El
gobierno inglés no disimuló nunca su inclinación por el bando nacional. Anthony
Eden era un admirador confeso del fascismo y estuvo muy influenciado por el
asesinato de Calvo Sotelo. Henry Chilton, embajador inglés en España, también
deseaba una victoria nacional lo más rápida posible. Y ya vimos que la Royal
Navy en Gibraltar maniobró para ayudar a los nacionales en todo lo que pudo.
Entre las acciones más destacadas estuvo el envío del acorazado Queen Elizabeth a la bahía de Algeciras
para impedir que la flota republicana bombardeara el puerto.
La postura inglesa ante la guerra queda muy bien explicada atendiendo a la labor de su flota naval. El único apoyo que realizó al bando republicano fue el suministro de víveres al País Vasco, eludiendo el bloqueo naval nacional. Se trataba de mantener un productivo negocio comercial. Y ello, por tener afinidad al gobierno vasco, al cual también ayudó a sacar a numerosos refugiados ante la inminencia de la toma de Bilbao. Por contra, respecto al bando nacional, su apoyo, como vimos, fue más firme en el terreno militar. La mayor expresión de tal apoyo ocurrió en la toma de Menorca, en la cual negoció directamente la rendición de los republicanos con el objeto de que la isla no cayera bajo la influencia alemana o italiana. Y es que, al final, Inglaterra siempre estuvo muy pendiente de defender sus intereses patrios.
Rendición de Menorca por el Capitán de Navío González de Ubieta a bordo del crucero británico Devonshire |
La mayor tergiversación
informativa realizada por Inglaterra tuvo que ver con la partidista
inclinación a tomar como ciertas todas las atrocidades realizadas por el bando
republicano e ignorar las realizadas por los nacionales en su avance
conquistador. Bajo ese prisma se entienden las declaraciones de Churchill
condenando a la República: “Las
repugnantes carnicerías nocturnas han apartado al gobierno de Madrid de la
senda de las potencias civilizadas”.
Las armas y los hombres no son los únicos que ganan
las guerras. El dinero también es muy importante y, en ese apartado, el bando
nacional carecía de recursos. Nuevamente, británicos
y, esta vez, norteamericanos, ayudaron
de diversas formas al bando nacional en su
maltrecha economía. Por un lado proveyeron de petróleo a Franco en más del
doble respecto a sus rivales de guerra. Por otro lado, entorpecieron el
comercio republicano bloqueando créditos bancarios.
Como conclusión
podemos indicar que Inglaterra siempre tuvo en mente una victoria de los
rebeldes sublevados, pues simpatizaban mucho más con ellos que con la
República. El objetivo primordial del gobierno inglés en la Guerra Civil
Española queda reflejado en las palabras de su primer ministro Stanley Baldwin
a Anthony Eden: “De ningún modo, con
independencia de lo que haga Francia o cualquier otro país, debe usted meternos
en una lucha al lado de los rusos”.
La principal misión inglesa era evitar que España
cayera bajo la esfera soviética y, por ello, el apoyo a los rebeldes
antimarxistas estaba mucho más justificado que el apoyo a la República.
Pero, tal como indica Antony Beevor en su obra sobre
la Guerra Civil Española, “Lo cierto es
que durante la primera parte de la guerra civil española, Eden prefería
claramente una victoria «fascista» a una victoria «comunista». Paradójicamente,
su negativa a facilitar armas a la República favoreció a la larga a los
comunistas y debilitó a las fuerzas del centro y de la izquierda no comunista”.
La República española no tenía por qué haber caído
bajo la esfera comunista en ningún caso. De poder haberse defendido como el
gobierno legítimo que era, su victoria no habría llevado al país a ser un
satélite comunista. Muy al contrario, pienso que los extremos que tanto daño
estaban haciendo, tanto por la derecha como por la izquierda, habrían sido
aplastados y erradicados por las fuerzas de centro democráticas.
La mala lectura de la realidad española supuso
empujar a la República hacia el comunismo (México y la U.R.S.S. fueron los
únicos aliados que les ayudaron en su lucha) y dejar que Alemania e Italia,
cuyos planes estratégicos eran mucho más amplios de miras, lograran imponer un
gobierno afín a sus intereses en el sur de Europa. La pinza sobre Francia y el
supuesto control del Mediterráneo parecían premios suficientes como para ayudar
a Franco en todo lo posible.
Hasta 1937 Inglaterra no alcanzó a tener conciencia
clara del peligro que suponían Hitler y Mussolini, y hasta 1938 Eden no se
atrevió a alzar su voz contra la política de apaciguamiento. Para entonces ya
era tarde para la República. No obstante, la actitud inglesa tendría unas
consecuencias futuras decisivas en la gran confrontación internacional que se
estaba fraguando.
Franco, aunque agradecido a Hitler y Mussolini,
nunca llegó a plegarse a los planes del Eje durante la II Guerra Mundial. La ayuda inglesa durante la Guerra Civil
debió pesar (junto a la presión diplomática y los sobornos a oficiales del
ejército español por parte de los británicos) para no terminar decantándose por
un abierto apoyo al III Reich.
Nunca sabremos, a ciencia cierta, si el fracaso de
las negociaciones en Hendaya entre Franco y Hitler se debió a las avariciosas
peticiones de Franco por entrar en el conflicto, al cambio de parecer de Hitler
sobre sus prioridades de guerra o a la presión diplomática de Inglaterra para
mantener a España neutral. Seguramente todas esas opciones pesaron e influyeron
poderosamente. Pero esto, ¡ya es otra historia!
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