Hoy vamos a comentar una de las maneras más ruines que
tienen los Estados de lograr sus objetivos estratégico-militares. Me refiero a
las operaciones denominadas de Falsa bandera.
Y como ejemplo vamos a detenernos en una de las más
famosas que cometieron los EEUU contra nuestro país a finales del siglo XIX. Ocurrió
el 15 de febrero de 1898, hace exactamente 120 años. ¿Os interesa el tema?
Podemos definir
un ataque de falsa bandera como “una
operación política, de inteligencia o bélica haciendo creer que ha sido otro el
que la ha cometido, cuando esa acción te beneficia a ti”. Las palabras no
son mías sino del escritor Eric Frattini, quién en el año 2017 publicó el
interesante libro Manipulando la historia.
Una obra dedicada a diversas acciones de este tipo. Por supuesto, uno de los
temas está dedicado a la acción de la que hoy se cumplen 120 años.
El término “operación de falsa bandera” es de origen
militar y se refiere a cuando se izaban banderas de un país diferente para
confundir al enemigo. Seguro que a muchos os vienen a la cabeza esas películas
de piratas en las que no izaban la bandera negra de la calavera hasta el último
momento.
Lo
más difícil a la hora de descubrir una operación de
este tipo es encontrar pruebas que
demuestren tal acto. Podemos sospechar de numerosos indicios, pero pruebas
que nos los confirmen son complicadas de encontrar. Entre otras cosas por estar
realizadas en secreto por grupos especialistas muy reducidos. Sólo la
desclasificación de documentos, el arrepentimiento de alguno de los
protagonistas o la labor de otros grupos de inteligencia pueden sacar a la luz
este tipo de operaciones.
Estas operaciones suelen tener un objetivo básico:
influir en la opinión pública lo suficiente como para apoyar una determinada
acción política o militar. En general entrar en una guerra o aprobar leyes de
rechazo popular.
Hoy día está muy de moda hablar sobre los ataques de
falsa bandera cibernéticos y/o terroristas. En este último sentido cobran
especial interés las palabras de Josef Stalin: “La forma más fácil de obtener el control de una población es llevar a
cabo actos de terrorismo. La población reclamará la imposición de leyes
restrictivas si su seguridad personal se ve amenazada”.
También Hermann Göring era de la misma opinión: “por supuesto, la gente no quiere guerras
[…]. Pero, al fin y al cabo, son los líderes del país los que determinan la
política, y todo se limita siempre a una simple cuestión de arrastrar a la
gente adonde quieres […]. Es fácil. Todo lo que tienes que hacer es decirles
que están siendo atacados y denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo
y por poner al Estado en peligro. Funciona de la misma manera en cualquier país”.
Pero dejemos a un lado la teoría y analicemos el caso
de falsa bandera más famoso que afectó a nuestro país en la historia reciente:
el caso del hundimiento del Maine.
En los primeros meses del año 1898 la situación
internacional en España estaba llegando a un punto de inflexión definitivo.
Aquel año España perdería sus colonias de ultramar (Cuba y Filipinas), lo que
más que un problema económico se convertiría en un problema político y cultural
de primer orden. De hecho, muchos historiadores piensan que fue la crisis de
aquel año la que provocó la caída de España en una espiral de negatividad que
desembocó en la Guerra Civil de 1936.
A
inicios de 1898 en Cuba se estaba librando una lucha independentista
entre esclavos, terratenientes y criollos contra propietarios, comerciantes y
españoles. Un conflicto plural en el que los diferentes agentes se entrelazaban
de manera diversa.
Los
EEUU,
en un contexto imperialista y por la cercanía a la isla, decidieron intervenir
a favor de la independencia cubana de España. Y ante los supuestos abusos
cometidos por los españoles en el conflicto respondieron enviando, el 25 de enero de 1898, al acorazado USS Maine a Cuba. Con la excusa de
defender los intereses estadounidenses en la isla, los EEUU estaban presionando
a las autoridades españolas de manera evidente, al saltarse todas las normas
diplomáticas.
La opinión pública estadounidense estaba a favor de
los disidentes cubanos debido a la campaña
periodística orquestada por los magnates William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer. El caso paradigmático de
esta corriente de opinión lo logró Hearst con el caso de Evangelina Cisneros,
la cual convirtió en “la Juana de Arco del Caribe”. El montaje realizado para
su sorprendente rescate de prisión fue desmontado por Willis J. Abbot, periodista
que trabajó con Hearst en aquella época.
No obstante, España dio motivos suficientes a la
prensa para explotar la crisis humanitaria que se estaba produciendo en la
isla. El mantenimiento soterrado de la esclavitud en la isla, la corrupción
evidente de la administración española y los brutales métodos empleados por el
general Weyler con los insurrectos cubanos deberían haber bastado para crear
una corriente de opinión favorable sin tener que recurrir a mentiras y montajes
de diversa índole.
Los militares estadounidenses del Maine fueron
recibidos, no obstante, de forma correcta por las autoridades españolas. Pero
esta cordialidad llegó a su fin el 15 de
febrero de 1898. A las 21:40 h se escuchó una tremenda explosión en el puerto.
El acorazado Maine estaba incendiado en la zona de proa. A pesar de los
esfuerzos del personal del puerto, el barco se hundió con 252 personas a bordo.
Más tarde fallecerían 14 personas más debido a las heridas, por lo que el
número total de víctimas ascendió a 266. Una cifra muy elevada teniendo en
cuenta que el total de la tripulación era de 392 personas. Sólo se salvaron el
32% de las personas embarcadas.
A pesar de encontrarse en aguas con jurisdicción
española, los estadounidenses impidieron inicialmente examinar los restos del
navío, al considerarlo territorio norteamericano. Ello no impidió que se
pudiera sacar una primera conclusión de
la explosión: debido al agujero del casco del Maine, en el cual las
planchas de acero estaban dobladas hacia el exterior, se concluyó que la
explosión se había debido a algún accidente ocurrido en el interior del
acorazado.
Por supuesto, esta no fue la conclusión que tuvieron las autoridades estadounidenses. En el
informe que la administración McKinley
ordenó a una comisión naval se concluyó lo siguiente (21 de marzo de 1898): la
causa del hundimiento se debió a la
explosión de una mina situada debajo de la parte inferior dela nave y colocada
alrededor de la cuadrícula 18 del casco. También descartaban la posible
explosión interna de la santabárbara (almacén de munición) por no haberse
producido jamás una combustión espontánea del carbón almacenado.
Sorprendentemente esta conclusión oficial coincidía, punto por punto, con la versión
que apareció, dos días después de la explosión del acorazado, en el New York Journal. La edición de ese
periódico titulaba a toda plana “La
destrucción del acorazado Maine fue obra del enemigo“, “Los oficiales de la Marina piensan que el
Maine fue destruido por una mina española”. Iba acompañado de un dibujo del
barco explotando sobre unas minas conectadas por cable con las fortalezas de La
Habana. Tal era el entusiasmo con el que Hearst defendió el comienzo de este
conflicto que se le bautizaría como The
Hearst War. Paradigmático, en este sentido, fue la contestación que le dio
Hearst al corresponsal F. Remington cuando le pedía volver a casa ante la
quietud existente en la isla: “Quédese
ahí. Usted mande los dibujos, la guerra la pongo yo”.
Hasta tal punto llegaría la presión periodística que los medios criticaron
al Secretario de Estado John D. Long por descartar la responsabilidad española
en el hundimiento. Una mentira repetida durante meses y una adecuada presión a
las debilidades del presidente terminaron llevando a todos por el camino de la
confrontación directa.
España no podía hacer
otra cosa que defender su honor de la mejor manera posible. El
presidente Práxedes Mateo Sagasta ordenó una investigación profunda a los ingenieros Del Peral y De Salas, los
cuales concluyeron que la causa de la explosión había sido la combustión
espontánea del carbón para alimentar las calderas, el cual se encontraba
separado del depósito de municiones por una fina mampara. La posibilidad de una
explosión por una mina se descartó por varios motivos: ausencia columna de
agua, ausencia cables eléctricos (única manera de estallar una mina con el mar
en calma), ausencia peces muertos, imposibilidad explosión almacén de munición
tras impactar una mina. Como vemos, un informe totalmente opuesto al estadounidense.
El presidente de los EEUU William McKinley hizo
públicas las conclusiones del informe estadounidense el 11 de abril de 1898. Y,
aunque señaló expresamente que “no habían
sido capaces de averiguar quién había sido el responsable” de la explosión,
se acusó a los españoles debido al contexto existente en la isla.
Este informe decidió la estrategia a seguir por parte
del Congreso norteamericano, quién el 20 de abril aprobó una resolución en la
que se exigía la retirada de las fuerzas armadas españolas en Cuba y se
permitía al presidente hacer uso de la fuerza militar para mediar en este
conflicto. El 25 de abril se establecía el estado de guerra entre EEUU y España.
Una guerra desigual en la que España apenas aguantó tres meses y terminó
transfiriendo a los EEUU, en el armisticio de paz (Acuerdos de París) firmado
el 10 de diciembre de aquel mismo año, el control de Cuba, Puerto Rico, Guam y
Filipinas.
¿Cuáles
fueron los puntos oscuros que envuelven este suceso?
En primer lugar debemos hacer notar que en la comisión de investigación ordenada
por los EEUU no participaron expertos ni ingenieros navales. Algunos de
ellos eran de la opinión de que la explosión se produjo tal como indicaba el
informe de la comisión española. Pero estas voces discordantes, entre las que se encontraban George W. Melville
(ingeniero jefe de la Armada estadounidense) o Philip R. Alger (experto en
explosivos que dio su opinión en el Washington
Evening Star) ni pudieron declarar
ni se les tomó en cuenta.
Igualmente, la
comisión ocultó un hecho crucial. Entre 1894 y 1908 se habían registrado
más de una veintena de incendios de los
depósitos de carbón en buques estadounidenses debido a combustión espontánea.
Esta combustión espontánea estaba favorecida por el tipo de carbón utilizado,
carbón bituminoso (con alta reflectancia y alto contenido volátil), como por
altos porcentajes de humedad ambiental. Ambas circunstancias se daban en el
caso del Maine.
Las verdaderas
intenciones intervencionistas de los EEUU en la isla estaban claras para
los políticos españoles. Algunos días antes del incidente del Maine, el
gobierno de los EEUU había enviado al gobierno español una carta en los
siguientes términos: “El ejército norteamericano
intervendrá́ en la isla si España no accede a vender Cuba a los Estados Unidos
por trescientos millones de dólares. Para facilitar la operación, se ofrece
además un millón de dólares para los negociadores que medien en dicho acuerdo”
(THOMAS, Hugh. Cuba: Or, The Pursuit of Freedom, London, Eyre &
Spottiswoode, 1971, pág. 367).
No era la primera ocasión en la que se pretendía
comprar la isla a los españoles. Ofertas similares, públicas y privadas, fueron
enviadas, desde 1839, en sucesivas ocasiones, aumentando la cuantía de la
cantidad ofertada desde los 100 millones de dólares. Ofrecimientos similares
ocurrieron en 1847, 1854, 1858, 1861, 1869 y 1897.
¿Existen
otros estudios posteriores sobre el hundimiento del Maine?
En
1974 el almirante Hyman Rickover, junto a un equipo de
expertos, examinó todos los documentos existentes sobre este suceso,
concluyendo que, “sin lugar a dudas” la explosión no se había debido a una mina
exterior, sino que había sido provocada desde el interior.
Posteriormente, un estudio realizado por Lewis Gould en
1982 llegó a la conclusión de que la ventilación inadecuada en el interior del
Maine provocó un incendio en las carboneras y la posterior explosión en las
inmediaciones de los depósitos de munición del barco.
Asimismo, el
historiador John L. Offner, en su tesis doctoral sobre la guerra
hispano-americana, publicada en 1992,
señala que, desde 1895 hasta 1898, otros trece buques estadounidenses habían
sufrido incendios asociados a la combustión espontánea del carbón en sus
depósitos.
En
1998, la National Geographic Society encargó un estudio a la
Advanced Marine Enterprises (AME)
para analizar las causas del hundimiento. Los estudios de transferencia de
calor indicaron que, durante las cuatro horas desde el comienzo del incendio,
en el depósito principal de carbón, “podría
haberse elevado la temperatura de la caldera más cercana a la pólvora (que se
encontraba a solo cuatro pulgadas de distancia de una placa de acero de poco
espesor) hasta superar los 645 grados, es decir, lo suficiente para encender la
pólvora y provocar una reacción en cadena en las estancias adyacentes”. La
AME no encontró datos concluyentes que pudieran defender la hipótesis de una
mina como causante de la explosión, pero si encontró argumentos que podían
sustentar esta teoría al haber encontrado algunas planchas dobladas hacia
adentro. En realidad existía una gran controversia entre los investigadores que
participaron en este estudio.
En
2001, Dana Wegner, que había trabajado con el almirante
Hyman G. Rickover en la investigación de 1974, declaró a Edward Marolda,
historiador del Centro Histórico Naval de Washington, que “se habían estudiado todos los documentos pertinentes, incluidos los
planos del buque y los informes de riesgo semanales del Maine (de 1912), del
ingeniero jefe del proyecto, William Fergusson. Estos informes incluían
numerosas fotografías con los números de cuadernas y tracas de las partes
correspondientes del pecio. Dos expertos en demoliciones navales y explosiones
fueron incluidos en el equipo. Por lo que se observaba en las fotografías, no
había ninguna evidencia plausible de penetración desde el exterior, por lo que
la explosión tuvo lugar en el interior del buque”.
Como vemos,
todos los estudios recientes coinciden en concluir que la explosión del Maine
se debió a un accidente en el depósito de combustible de carbón. Y, aunque
no fue provocado directamente por los EEUU para tener una excusa con la que
intervenir en Cuba, si se aprovechó en ese sentido, creando una opinión pública
favorable mediante el uso de la prensa amarilla. Este fue el recurso con el que
los EEUU movieron la opinión pública de su población hasta apoyar la
intervención armada. Por tanto, no realizaron un ataque de falsa bandera (en
sentido estricto) pero aprovecharon las consecuencias del accidente del mismo
modo.
Al igual que hemos descartado la autoría española,
también debemos excluir a los EEUU de
haber realizado una operación de falsa bandera a propósito. Esta hipótesis
ha sido defendida por figuras vinculadas al comunismo, tales como el economista
Mikhail Khazin o las autoridades cubanas. Que un terrorista español o uno
estadounidense hiciera estallar un artefacto en el Maine que provocara su
hundimiento son teorías más próximas a la conspiranoia que a la realidad. Y en
todo punto indemostrables.
Concluyamos con dos frases memorables que tienen mucho
que ver con este tema. Una es del dramaturgo griego Esquilo de Eleusis, la cual
dice que “en la guerra, la primera
víctima es la verdad”. La otra del estratega chino Sun Tzu, “toda guerra está basada en la decepción”.
La mente humana es manipulable y tiende a ver lo que
desea ver. De ahí la facilidad de que le calan algunos mensajes, simples pero
insistentes, que logran despejar ciertas dudas incómodas. En el caso del Maine
fue el siguiente: “¡Recuerden el Maine!
¡Al diablo con España!”.
Decian que querian la paz, que la guerra iba contra la moral americana. Que no querian territorios, que si había guerra era para salvar a los cubanos de las atrocidades españolas, y sin embargo ese mismo año,insatisfechos del botin obtenido (Cuba,Puerto Rico, Guam, Filipinas) con una mentira descomunal y el un asesinato de sus propios marinos, tambien se anexionaron una republica independiente que no tenía nada que ver con España: Hawaii
ResponderEliminarLa Doctrina Monroe, sintetizada en la frase «América para los americanos», fue elaborada en 1823 en Estados Unidos por John Quincy Adams y atribuida al presidente James Monroe. Establecía que cualquier intervención de los europeos en América sería vista como un acto de agresión que requeriría la intervención de los Estados Unidos de América.
EliminarHola, gracias por el aporte.
EliminarSaludos
Maine y la guerra de Cuba. Los Norteamericanos deseaban cuba, Enviaron el Maine en visita de "buena voluntad" y "casualidad" ocurrió lo que estos deseaban
ResponderEliminarUn dicho muy antiguo dice dice:
"Las cosas no se consiguen solo porque uno las desee con mucha fuerza, sino cuando se está dispuesto a conseguirlas por la fuerza a cualquier precio"
Hola Thyko, gracias por comentar.
EliminarEl episodio del Maine es un claro ejemplo de como aprovecharse de un suceso fortuito: dudo que ordenaran asesinar a sus compatriotas del Maine y existen pruebas de más casos de combustiones espontáneas en esos barcos.
El caso fue que los cubanos, deseosos de libertad, se marcharon de Málaga para entrar en malagón, como decimos en España. Al final fue peor el remedio que la enfermedad, pues el imperialismo de la época de los Estados Unidos era enormemente agresivo y lesivo para los territorios anexionados.
Saludos