Henry Kamen, reputado historiador británico que ha
estudiado con profundidad numerosos pasajes de la historia española tiene la
opinión de que en el mundo anglosajón la Leyenda Negra (entiéndase española) ha
desaparecido. Pero si analizamos su obra podemos comprobar, en dos breves
pinceladas, que eso no es así.
Por un lado, su gran estudio sobre la Inquisición
Española (La Inquisición española: una
revisión histórica. Barcelona: Crítica, 1999), desmintiendo numerosas
falsas leyendas que existían sobre ellano parece que hubiera hecho falta
escribirlo de no existir aún la Leyenda Negra sobre esta institución. Por otro,
en su obra Imperium, Kamen cae en una
de las excusas más habituales de la Leyenda Negra, a saber, que el Imperio
Español no fue construido por los españoles, sino que lo recibieron de forma
casual (por la plata americana). Es lo que María Elvira Roca Barea denomina Imperio Inconsciente. Uno de los muchos
puntos en los que la Imperiofobia y la Leyenda Negra española se dan la mano y
se retroalimentan.
Hoy vamos a intentar explicar dos cosas: la relación
existente entre el odio innato a un Imperio y la formación de una leyenda negra
para desacreditarlo. Comprobaremos que ni resulta exclusivo de España ni de una
época histórica concreta.
El post me ha salido bastante largo, por lo que os
aconsejo leerlo relajadamente cuando tengáis un buen rato para ello. Ya me
conocéis, soy incapaz de resumir.
La definición
que más me gusta de Leyenda Negra la
realizó Julián Juderías: “relatos
fantásticos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en todos los
países, las descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de
los españoles como individuos y colectividad, la negación o por lo menos la
ignorancia sistemática de cuanto es favorable y hermoso en las diversas
manifestaciones de la cultura y del arte, las acusaciones que en todo tiempo se
han lanzado sobre España fundándose para ello en hechos exagerados, mal
interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida
en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida,
comentada y ampliada en la Prensa extranjera, de que nuestra Patria constituye,
desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso
político, una excepción lamentable dentro del grupo de las naciones europeas”.
Me gusta porque cita todos los clichés que
acompañan, intrínsecamente a la expresión: la leyenda negra es eminentemente
española (para otros estados es necesario ponerle el apellido, pero para España
no, como si fuese una exclusividad nuestra); es un opinión contra España (no
historia) existente en otros países; es infundada (no es real de ningún modo);
oculta lo bueno de nuestra historia y realza únicamente lo malo; aparece en
libros históricos (tanto en las escuelas como en las universidades).
María Elvira Roca Barea conecta el origen del
término Leyenda Negra en relación
opuesta a otro similar, Leyenda Aúrea,
utilizado por Santiago de la Vorágine en su famosa obra hagiográfica del siglo
XIII. No obstante, las primeras evidencias de la expresión aparecen a finales
del siglo XIX: la obra de Arthur Lévy titulada Napoleon intime advertía sobre las dos leyendas del emperador
francés, la dorada y la negra, ambas falsas. En España, la expresión cobró
éxito a partir de 1899, en el contexto de pérdida colonial. Desde entonces el
éxito de la expresión fue notable, dada su pertinente continuidad en la
actualidad (un repaso por la pseudociencia histórica presente en Internet es
suficiente para comprobarlo).
En la obra en la que me estoy basando para escribir
este artículo (Imperiofobia y Leyenda
Negra) su autora establece una relación
entre los Grandes Imperios y la existencia de una mala publicidad, en
muchas ocasiones basada en mentiras o medias verdades, que terminan conformando
su leyenda negra particular. Citando a Roca Barea, “La leyenda negra acompaña a los imperios como una sombra inevitable”.
Aunque hoy en día vemos el Imperio Romano como una de las grandes y mejores organizaciones en
la Antigüedad, por los avances que aportó al mundo Occidental, no siempre fue
así. Nuestra visión está mediatizada por el desarrollo de la Historia:
conocemos el caos que produjo la caída del Imperio Romano y los siglos que
pasaron para que el ser humano adquiriera, nuevamente, los avances de todo tipo
que gozaron los romanos. Pero para muchos contemporáneos, el Imperio Romano era
tan perverso como para muchos hoy día los EEUU. Y para combatir su poder no
dudaron en crear una Leyenda Negra. Estudiando sus principales características
veremos que, una por una, se repiten en todas las leyendas negras de todos los
imperios creados posteriormente.
Los principales autores de la Leyenda Negra del Imperio Romano fueron tanto los griegos,
incorporados al Imperio Romano como provincia, como los enemigos limítrofes externos
con Roma. Siempre ocurre lo mismo a lo largo de la historia. Si contra España
se posicionaron los humanistas italianos, contra Roma lo hicieron los
intelectuales alejandrinos y griegos. Si contra España despotricaron los
enemigos ingleses, contra Roma lo hizo el gran Mitrídates, rey del Ponto. Sus
argumentos y culpas son semejantes en todas las épocas históricas. Vamos a
resumir los principales puntos que unen, a través del tiempo, a todos los
imperios:
1. El Imperio Inconsciente.
Roma no hizo nada particular para levantar su Imperio. Fue un acto casual y
obligado por las circunstancias. Nada extraordinario tenían los romanos, que se
vieron favorecidos por diversas casualidades. Su imperio surgió debido a una
serie de guerras defensivas que les proporcionaron mayor poder territorial.
Cualquiera podía haberlo realizado en sus circunstancias.
Este argumento, utilizado profusamente por los
griegos, pretendía minimizar la grandeza de la creación romana, olvidando que
muchos pueblos se defendieron de ataques externos y que ninguno creó un imperio
como el romano. Pretender justificar un imperio como un acto de suerte resulta
malicioso y denigrante para los hacedores de tal organización, pues denota que
cualquiera lo hubiera realizado.
En el caso español su Imperio ha tenido los mismos
argumentos para desprestigiarlo: desde abducir la suerte de la herencia
recibida a resumir su poderío por el extra de la plata americana.
Crear un Imperio sólido en América que duró varios
siglos y dejó un legado imposible de resumir en estas breves líneas ha sido
minimizado y minusvalorado por la historia oficial. Precisamente, por la
historiografía holandesa, inglesa y francesa cuyas naciones, casualmente,
fueron incapaces de crear nada parecido en América y debieron salir con el rabo
entre las piernas (los EEUU no los creó Inglaterra sino los nuevos estados
independientes). Como bien indica Roca Barea “[Los prejuicios antimperiales] Nacen del complejo de inferioridad que
resulta de ocupar una posición secundaria al servicio de otro o con respecto a
otro, incluso cuando esto beneficia o no perjudica”.
2. El Imperio Rapiña.
Roma, según Mitrídates, guerreaba por todos los confines del mundo debido al
exclusivo deseo de riqueza y poder.
Abducir al desmedido afán por las riquezas
extranjeras es un cliché repetido en todas las leyendas negras imperiales que
surgen desde el enemigo (nótese la diferencia respecto a los intelectuales
alejandrinos). Supone olvidar todo tipo de razones que llevan a dos estados a
la guerra y poner el foco en una sola causa y en un solo actor.
Por ejemplo, en
la confrontación entre Roma y Cartago la razón última se debió al choque de dos
imperios en expansión. Ambos deseaban las mismas riquezas y territorios. Culpar
a uno o a otro no sería justo, pues ninguno era ni totalmente inocente ni
culpable.
Otro cliché clásico de ataque a los imperios es
aquel que dice que poseen un género de maldad tan inaudito que carece de
precedentes. Para el jefe caledonio Cálgaco la capacidad de destrucción y
latrocinio de Roma era un caso único en el mundo. Lo mismo se dirá de los
españoles en América o de los EEUU actualmente (un ejemplo, el novelista Henry
de Montherlant dice, en boca de uno de sus personajes de su libro EL caos y la
noche, lo siguiente sobre los EEUU: Una
nación que logra bajar la inteligencia, la moral, la calidad humana en casi
toda la superficie del planeta es algo nunca antes visto en la historia).
Todas las leyendas negras tienen sus acontecimientos
monstruo que las justifican. Si para Roma la destrucción de Corinto era el
ejemplo de su barbarie (aunque se tratara de una excepción en su política
exterior respecto a Grecia), para los imperiales españoles lo fue el Saco de Roma. Es indiferente que este
saqueo se tratara de una excepción, no fuera ordenado por Carlos V y que entre
los saqueadores se encontraran tanto españoles como protestantes, italianos,
alemanes o franceses. Este suceso será recordado por siempre como ejemplo de la
barbarie española, a pesar de ser españoles sólo 6.000 de los 34.000 soldados
que tomaron parte. A pesar de las ganas que teníanlos soldados protestantes de
infligir daño a la Roma católica. A pesar que el saqueo se produjo tras un
asedio en el que murió el duque de Borbón (principal mando de las tropas) y
finalizó al llegar para dirigir las tropas el Príncipe de Orange. A pesar de
las disculpas formales y públicas de Carlos V por aquel lamentable suceso. Nada
de eso puede decirse, pues estropea la imagen del español bárbaro y rapiñador.
En lo que a América se refiere, podemos indicar
cientos de ejemplos que contradicen la imagen de un imperio español rapiñador
en exceso.
El grueso de la población imagina la conquista de América como una
sucesión de hechos sangrientos (nada que ver con la conquista norteña por EEUU,
¿verdad?). En esta imagen tuvo mucho que ver con la propaganda interesada que
se hizo desde la futura Holanda de la obra de Bartolomé de las Casas. Lo que
era un texto de autocrítica con numerosas exageraciones se ha consolidado como
la manera de realizar una conquista sangrienta gracias a los dibujos que
realizó De Bry basándose en aquel texto. Pero esta imagen era la de un enemigo
imperial deseoso de desprestigiar a su enemigo. Una cara de la moneda. Una
media verdad que no puede (como lo es aún hoy día) explicar por completo la
conquista española de América.
Cuando analizamos en detalle la conquista española
de América yo no veo una barbarie diferente a la que ejerció Roma en la parte
occidental de la Península Ibérica. Es más romántico evocar a Viriato o a Numancia
que ensuciarse en el barro de la realidad. En que Roma pactó con indígenas, que
asimiló el territorio y lo modernizó, creando no una colonia sino una parte más
de Roma. Pues los imperios no colonizan, sino que reproducen su modelo una y
otra vez integrando a los pueblos que encuentra. De ahí procede su éxito.
En América, si nos fijamos en las ciudades, los
caminos y los hospitales (muchos aún funcionando) construidos por los españoles
veremos la reproducción, más moderna y mejorada, de la romanización en
Hispania. ¿Por qué no tenemos la consideración de que fueron conquistas
similares? Pues porque en Hispania no existía una élite intelectual
nacionalista que explotara el antimperialismo (y a los griegos poco les
importaban los indígenas celtas). En América tampoco existía, pero ese trabajo
fue realizado por los enemigos europeos protestantes, Holanda e Inglaterra. Y
su versión de los hechos, la leyenda negra, es la que se impuso finalmente.
¿Qué datos maneja el grueso de población? Veamos algunos puntos y maticémoslos.
Exterminio de la población indígena.
Sabemos que en la América española los indígenas sufrieron un retroceso notable
(cuantificarlo es imposible). La principal causa fueron las nuevas enfermedades
que trajeron los españoles y no la crueldad de la conquista. Se olvida que los
conquistadores intentaron combatir las epidemias y salvar a los indígenas. También
suele olvidarse el hecho de que el número de indígenas disminuyó por el simple
aumento del número de mestizos. Aquí la explosión fue brutal pues se comenzaba
desde el 0%. Por ejemplo, en el censo de 1646 en México, tenemos casi tantos
mestizos como blancos (1.367.680 indios, 378.070 blancos, 365.450 mestizos y
mulatos y 27.420 negros).Y, por último, se olvida que el imperio español
comenzó a tomar medidas legales para proteger a los indígenas desde el año 1512
(Leyes de Burgos). Leyes, por cierto, que equiparaban legalmente al indígena
con el hombre blanco conquistador. Algo realmente único en la historia de
imperios anteriores y posteriores.
El mito del buen salvaje.
Existe un lavado de cerebro importante sobre la población indígena
precolombina. En primer lugar se suelen equiparar a todos los indígenas, como
si tuvieran el mismo nivel de desarrollo. Esta idea proviene de la
historiografía anglosajona, en la que en su expansión hacia el oeste todos los
indios eran la misma carne de cañón. Pero en la América española existían
grandes imperios como el azteca y tribus ancladas en la Edad de Piedra. Con
todas ellas se logró pactar o asimilar (por la fuerza con los grandes imperios)
creando algo tan complejo como una sociedad mestiza autónoma integrada en el
imperio español. Se potencia la labor de rapiña de los españoles olvidando, por
ejemplo, la crueldad del imperio azteca, cuyo totalitarismo y gusto por el
asesinato en masa sólo aguanta la comparación con el nazismo.
Explotación indígena.
Para desmentir este mito tan manido voy a poner dos simples ejemplos. Por un
lado la importancia en la educación. Roca Barea afirma lo siguiente: “Se fundaron en América más de veinte centros
de educación superior. Hasta la independencia salieron de ellos aproximadamente
150.000 licenciados de todos los colores, castas y mezclas. Ni portugueses ni
holandeses abrieron una sola universidad en sus imperios. Hay que sumar la
totalidad de las universidades creadas por Bélgica, Inglaterra, Alemania,
Francia e Italia en la expansión colonial de los siglos XIX y XX para acercarse
a la cifra de las universidades hispanoamericanas durante la época imperial”.
Recordar al hilo que en otros imperios los coloniales que deseaban estudiar
debían marchar a la metrópoli. Y el viaje no estaba al alcance de casi nadie.
Por otro la situación de las minas es paradigmática.
No vamos a negar que existió una temprana explotación. También los romanos
iniciaron la explotación minera con presos y esclavos. Pero esa situación no
perduró en el tiempo indefinidamente. Cuando Humboldt realizó su visión del
imperio americano (viaje en 1804) no tuvo más que reconocer que el minero
novohispano era más libre y estaba mejor pagado que cualquiera que hubiera
conocido. Ni trabajaban ni niños ni mujeres (en la Inglaterra de 1824 aún
había).
La diferencia entre el imperio anglosajón o francés
respecto al español fue que los primeros los articularon como colonias
(similares a los portugueses u holandeses) mientras que el español formó parte
del imperio desde su anexión, en igualdad de importancia respecto a otras
partes del Imperio hispano. Esa igualdad teórica, mantenida mediante pactos,
fue lo que rompería el centralismo borbónico y lo que terminaría llevando a las
independencias americanas.
Por tanto, debemos olvidar la idea, tantas veces
inoculada de: conquista española medieval, atraso económico actual versus
conquista anglosajona moderna, riqueza económica. Ni los actuales países
americanos son pobres por haber pertenecido al imperio español ni los EEUU son
ricos por haber nacido de la semilla inglesa. En verdad, la evolución desde el
siglo XIX es lo que ha influido en su situación actual. Mientras en el norte se
formaban los Estados Unidos, en el
sur se potenciaba la división. De haber existido una unión similar ahora
tendríamos otro escenario distinto pues en la época de la Independencia las
mejores ciudades y los mejores salarios estaban en el sur.
3. El Imperio Traicionero.
Roma es experta es astucias y traiciones. Nadie engaña más que Roma. No puedes
fiarte de ellos jamás, pues nunca cumplen sus promesas de paz.
Seguro que muchos lectores conocen anécdotas sobre
las traiciones ejercidas por los romanos. La traición al padre de Viriato en
Hispania es un gran ejemplo o la misma actitud de los romanos con los asesinos
del héroe lusitano al llevarles su cabeza y exigir el pago prometido. Lo que no
suele conocerse tanto son los pactos que Roma realizó y cumplió. Todos conocen
lo sanguinaria que fue la conquista romana de Hispania, pero pocos bajan al
detalle que Roma pactó con muchos pueblos indígenas para llevarla a cabo.
En el caso español, la conquista de América resulta
incomprensible sin la ayuda de los indígenas americanos. Hernán Cortés logró vencer a los Mexicas
debido a que multitud de pueblos oprimidos en aquel sanguinario imperio vieron
la oportunidad de servir a otro imperio menos lesivo para ellos. Su aportación
numérica fue fundamental para la conquista y, en muchas ocasiones, se olvida
que su apoyo fue fruto de pactos y negociaciones que acabaron en buen puerto.
Los historiadores consideran imposible, por ejemplo, la conquista del imperio
azteca sin la colaboración masiva de los tlaxcaltecas y los totonacas. La
conquista fue más diplomática que guerrera, aunque esa no es la impresión que
suele tenerse.
4. El Imperio Innoble.
Los romanos son personas de la peor calaña, simples ladrones que empezaron
arrebatando sus casas a sus vecinos y luego pasaron a robar a reinos e
imperios. Unos personajes sin nobles antepasados que no merecen el poder
adquirido.
Esta suerte de ofensivos adjetivos los han tenido,
de diversos modos, todos los imperios. En el caso español era costumbre definir
a los españoles como personas con “sangre
mala y baja”.Los humanistas Italianos pronto enarbolaron la bandera
antisemitista contra el Imperio Español, acusando a los españoles de tener
mezclada su sangre con la de pueblos semitas, como los árabes y, notablemente,
los judíos. Algo parecido a lo que les ocurre hoy día a los EEUU. En este caso,
debido a la repulsa que crea la palabra raza actualmente, se acusa a los EEUU
de tener una política exterior dominada por los intereses judíos (servir a la
causa del sionismo).
Un famoso ejemplo sobre los prejuicios vertidos
sobre la naturaleza española lo tenemos en la opinión del papa Paulo IV,
difundida por Andrea Navagero: “no
hablaba de Su Majestad y de la nación española que no los llamase herejes,
cismáticos y malditos de Dios, semilla de judíos y marranos, hez del mundo;
deplorando la desdicha de Italia por verse obligada a servir a gente tan
abyecta y vil”.
Siempre el enemigo es el bárbaro de mala sangre que
se enfrenta a mi superior civilización.
Pero los italianos, al fin y al cabo, vivían
cómodamente dentro del imperio español. No les gustaba ese dominio, pero lo
apreciaban cuando el turco musulmán avanzaba por el mediterráneo y atacaba sus
costas. Por ello atacaron la baja nobleza de sangre y nada más. Nos llamaron
godos como sinónimo de bárbaros, en contraste con su supuesta superioridad
moral humanista. Y ahí se quedaron.
Otro caso diferente fue el de los luteranos, los
holandeses o los ingleses. Enemigos del imperio español por distintas razones,
unos por motivos religiosos otros por políticos, urdieron una auténtica
propaganda negativa contra lo español equiparando a los mismos con el mismísimo
lucifer. Los españoles eran el enemigo a exterminar y siempre es buena idea
equiparar al enemigo con lo peor que podamos imaginar. Para los luteranos y
protestantes fuimos unos demonios surgidos del mismísimo Averno. El enemigo
será ahora cruel, pues de ese modo se le combate mejor. Estas ideas no
existieron en Italia. Los italianos se quejarán de nuestra soberbia, pero jamás
de ser crueles. Es lo que tiene el haber convivido todos juntos tantas décadas.
La demonización de lo español por los protestantes
alemanes fue llevada al paroxismo por la propaganda orangista de la futura
Holanda. No en vano fue Orange quién lanzó el bulo infundado de que Felipe II
asesinó a su hijo Carlos. Una mentira que tendría gran predicamento
posteriormente y que está asimilada en la mentalidad colectiva. La impiedad
contra tu señor natural es fundamental para vender una rebelión. Por ello los
Orangistas decidieron seguir el mandato del Dios verdadero y rebelarse contra
el Imperio, convertida en una sucursal terrestre del Imperio. El himno de
Holanda lo deja bien claro, así como que aún se asuste a los niños holandeses
con que viene el Duque de Alba.
Los ingleses, a partir de Enrique VIII, cogerán el
testigo y ampliarán la leyenda negra con aportaciones de su cosecha, como la
consideración de cobardes e incompetentes. ¿No se han fijado que en todas las
batallas contra los ingleses se da la circunstancia de unirse, en precario
equilibrio, la incompetencia española junto a la astucia y el poderío inglés?
El caso de la Armada Invencible, en este caso, resulta paradigmático. Y el
nivel de ignorancia general al respecto de lo que verdaderamente pasó prueba lo
bien que re-escribieron la historia (para más información sobre lo que pasó con
la Armada Invencible os remito al libro Mis Mentiras Favoritas).
La persistencia de falsas ideas sobre los español
dentro de la mente colectiva global la podemos comprobar en la frase de GertrudeStein
(1874-1946), escritora estadounidense, sobre españoles y rusos (dos imperios
incomprendidos, dicho sea de paso): “Escarba
en un español y encontrarás un sarraceno; dentro de un ruso, y encontrarás un
tártaro”.
5. El Imperio Ilegítimo.
Roma atenta contra los poderes legítimamente establecidos con total impiedad.
Su poder, ilegítimo y extranjero, atenta contra el poder legítimo y local de
los diferentes pueblos con los que se encuentra.
Esta excusa, esgrimida contra todos los imperios, no
deja de mostrarnos, en verdad, la razón
del éxito de los diferentes imperios. En palabras de Roca Barea, los
Imperios nuevos “rompen estructuras de
poder locales, viejas y cuasi sacralizadas, con redes clientelares muy
consolidadas y, por tanto, poco flexibles. Las oportunidades de prosperar en
estas sociedades férreamente locales son escasas y están cada vez más ligadas
al nacimiento, a la pertenencia a los clanes que controlan los resortes del
poder. Aparece el imperio y rompe las viejas estructuras locales ya muy
artríticas. Por lo pronto, ofrece oportunidades de promoción social que antes
no existían, otros caminos hacia la cumbre o al menos hacia las colinas. Los
imperios son principalmente meritocracias”.
El imperio de GengisKhan tuvo tanto éxito por
iniciar el estratega mongol un cambio radical en las promociones sociales: en
vez de favorecer la pertenencia a una tribu se impuso la meritocracia en el
campo de batalla.
El Imperio Español tuvo tantos años presencia en
Italia por favorecer una promoción social en el país que anteriormente estaba
vedada por costumbres antiguas nobiliares demasiado rígidas. Y tuvo éxito
porque la administración de esos territorios conllevó mayor riqueza para ellos.
Sicilia o Nápoles tuvieron un crecimiento demográfico (que denota prosperidad)
mucho mayor que zonas italianas fuera de la órbita española (como Florencia o
Siena).
Es más, tenemos muchos documentos que muestran que
la administración española en Italia era justa, equitativa e imparcial. Justo
lo que necesitaban las clases medias y más dependientes de la sociedad. En
cambio, la imagen transmitida por los nobles y poderosos es negativa, pues
atentaba contra sus privilegios ancestrales. Privilegios tales como maltratar a
sus vasallos hasta la muerte sin consecuencia alguna. Por tanto, aplicar la
justicia sin prestar atención a la nobleza o no del acusado es la principal
objeción de la administración imperial en Italia.
La acusación de impiedad a un imperio siempre
proviene de las élites políticas que no desean perder su cuota de poder y se
enfrentan a él para conservarlo. El caso de los Países Bajos es ejemplificador
y ha sido repetido hasta la saciedad.
La primera rebelión de los Países Bajos no suele
conocerse por el gran público: “El casus
belli del primer levantamiento fue la decisión de la monarquía de cambiar los
tres obispados existentes por diecisiete. Señala Maltby que el rey «no estaba
planeando más que un sistema de gobierno que simplificara la Administración y
contuviera el poder perturbador de los nobles ambiciosos»”. En definitiva,
limitar el excesivo (y arbitrario) poder local en la zona y equipararlo al
resto del Imperio.
La propaganda urdida por la leyenda negra confeccionó para
Holanda una historia alternativa a lo que realmente ocurrió. Escucharemos las
típicas excusas que se han utilizado, y se utilizan, para justificar los
movimientos nacionalistas: el enemigo nos roba con sus impuestos abusivos; el
enemigo es cruel con sus súbditos; el enemigo no tiene legitimidad en nuestro
territorio; el enemigo no escucha a su pueblo… (si comparamos las excusas
orangistas y las vertidas por Cataluña antes del Referendum del 1 de Octubre de
2017 comprobaremos un siniestro parecido).
No se trató de una larga guerra de independencia
sino de una sucesión de diferentes rebeliones que tenían en común la
resistencia del poder local a perder su gran cuota de poder feudal. Por
supuesto, no todos los poderes locales (la baja nobleza que veía muy bien la
meritocracia) vieron con malos ojos la integración en el Imperio, lo que
condujo a una guerra civil de casi un siglo. Por tanto, la manida imagen de
tercios españoles luchando contra los futuros holandeses debemos matizarla. En
verdad se trató de futuros holandeses y belgas luchando entre sí. Unos tenían
de su parte mercenarios protestantes y los otros las tropas imperiales. La
historia, vista de esta manera cambia bastante, ¿verdad?
6. El imperio Extranjero.
Roma explotaba a los pueblos dominados para que lucharan por ellos. Ya se
quejaba el jefe caledonio Cálgaco de que luchaba contra muchos pueblos y casi
ningún romano.
Pero esta afirmación es sólo una media verdad, tal
vez más difícil de rebatir que una mentira. Los romanos, al igual que cualquier
otro imperio posterior, utilizaron numerosos cuerpos auxiliares en sus
batallas. Por ejemplo, en el 189 a.C. llegaron a Hispania unos 10.000 solados,
siendo sólo romanos 2.000. La esencia de un imperio es su multiculturalidad:
diferentes grupos, reinos o estados se unen al imperio esperando obtener
beneficios propios o para asegurarse simplemente su seguridad. A cambio aportan
hombres e impuestos para sostener ese imperio.
Lógicamente, ante tales extensiones y con tantos
frentes es imposible para un imperio sostener sus fronteras sólo con oriundos
del enclave inicial del imperio. Máxime, cuando en su labor de “gendarme” debe
derramar su sangre por conflictos que pueden interesar exclusivamente a sus
protegidos. Pero resulta incuestionable que la mayor parte de los hombres de
ese imperio son los que lo terminan defendiendo.
Así pasó cuando Aníbal quiso conquistar Roma y así
pasó en el imperio Español, en donde los tercios eran los principales
sostenedores de los territorios y Castilla la región que más se despobló
enviando hombres a los distintos campos de batalla (y a pesar de que en los
ejércitos ni castellanos ni tercios formaban los grupos más numerosos).
7. El fin del Imperio.
Todos los imperios están acompañados por vaticinios
y augurios que anuncian su pronta
destrucción. Roca Barea explica el motivo de ello: “Oráculos y profecías se usan con fines diversos. Dan respuesta a
situaciones de angustia personal o colectiva y a la necesidad humana de creer
que existe un orden en el universo. Son liberadores y al mismo tiempo
catalizadores de energías hacia un lugar determinado: De ahí la posibilidad de
que este recurso se utilice… como instrumento político, tanto de propaganda
ideológica como de resistencia de quien se considera oprimido”.
Las formas de crear las profecías apocalípticas
siempre son las mismas: el imperio opresor debe pagar con sangre su impiedad,
la opresión de los débiles, su soberbia y su rapiña. Para ello llegará el día
en el que caerá por manos de un elegido o profeta o, en el peor de los casos,
mediante un apocalipsis mundial del que sólo se salvarán los justos. Os suena
mucho, ¿verdad? Muchas rebeliones tuvieron (y tendrán) en estas profecías sus
orígenes.
Puesto que ningún imperio ha durado infinitamente en
el tiempo se cumple lo que se suele denominar la profecía auto-cumplida. Veamos un ejemplo que nos recuerda Roca
Barea.
AlíIbnAbi-Talib, primo y cuñado del profeta y una de
las más venerables figuras entre los chiítas, profetizó que antes de la venida
del Mahdi, el redentor definitivo, un hombre alto y negro gobernaría en
Occidente. Este hombre estaría marcado con un signo distintivo que lo
vincularía con HuseínIbnAlí, el tercer imán del islam. Según las profecías,
«Barack Obama» suena en árabe y persa como «el bendito de Huseín», más o menos.
A los pocos días de la victoria de Obama, la revista Forbes daba a conocer que
una web progubernamental iraní había publicado un hadiz (dichos y tradiciones
religiosas) chiíta del siglo XVII, un texto llamado Bihar al-Anwar (Mar de
luz), que había desatado una oleada de rumores sobre la profecía relacionada
con el recientemente elegido presidente de Estados Unidos. Millones de chiítas
creen que la llegada de un hombre negro a la presidencia de Estados Unidos
anuncia la venida del Mahdi, el redentor definitivo, y la victoria absoluta del
islam.
EEUU sigue existiendo tras el paso de Obama y
seguirá existiendo durante muchos años. ¿Sacará del error a los chiítas su
falsa profecía? Ni mucho menos. En su engaño colectivo pensarán que se
equivocaron al identificar a Obama como el hombre de la profecía y seguirán
esperando su venida profética.
Vistos los clichés sobre los imperios debemos
responder a un par de importantes preguntas.
¿Por
qué se repiten estos falsos clichés en el tiempo?
Roca Barea responde a esta pregunta de una manera
magistral: “no suele haber causas
objetivas en el nacimiento de las leyendas negras imperiales. Estas buscan sus motivos
o los generan, y es imposible que no encuentren algo a lo que agarrarse. Los
prejuicios antiimperiales no se originan como consecuencia de unos motivos,
sino que son anteriores al rosario de tópicos en torno a los cuales se
articulan. Nacen del complejo de inferioridad que resulta de ocupar una
posición secundaria al servicio de otro o con respecto a otro, incluso cuando
esto beneficia o no perjudica. Nada nos hace sentir más incómodos que tener que
estar agradecidos. El resquemor de vecinos y aliados puede ser mucho más
intenso que el de un enemigo. Por esto las distintas imperiofobias se parecen
tanto unas a otras, porque nacen del mismo pozo de frustración”.
Por tanto, son las mismas sensaciones humanas ante
una misma situación las que terminan generando los mismos comportamientos
grupales.
¿Quiénes
son los principales motores de las leyendas negras?
En primer lugar, como es lógico, los enemigos
imperiales. Contra Roma vimos a Mitrídates o a Cálgaco (entre muchos otros que
podríamos citar); Contra el Imperio Español Inglaterra y, en mucha mayor medida
los protestantes, fueron los principales enemigos que lancearon al imperio con
falsas leyendas; Contra el Imperio Ruso del siglo XVIII fueron los franceses
los principales instigadores; Contra los EEUU actuales la bandera la tomó el
mundo islámico tras haberla blandido la Rusia comunista.
Pero existen otros enemigos antimperiales, igual o
más peligrosos, que no se encuentran necesariamente en el bando contrario. Son
los intelectuales de cada época, los cuales disfrutan de la seguridad del
Imperio de turno pero, tal vez, por una mal entendida deuda moral, critican a
los Imperios que les protegen. Se trata tanto de críticas internas (autocrítica
a veces mal entendida) como externas; y en el caso español tenemos diversos y
paradigmáticos ejemplos.
Los humanistas italianos del siglo XVI achacaban a
los españoles el ser inmorales y tener costumbres licenciosas. Hasta tal punto
llegaba la crítica que pareciera que todas las putas eran españolas o que sólo
los soldados españoles fueran lascivos. Nada les importaba a esos humanistas
que fueran esas mismas tropas las que los defendieran del turco (cuya lascivia
debía ser mucho menor en los saqueos) o que las putas respondieran a una
demanda existente en el país (demanda interesada en todas las nacionalidades,
por cierto). Nada que no sufrieran, siglos después, los americanos que ayudaron
a la defensa de Inglaterra, a los cuales los ingleses les dedicaron semejante
coplilla: “They are overpaid, oversexed
and overhere” (Están sobrepagados, sobresexuados y sobran).
Respecto a la autocrítica interna resulta
paradigmático el ejemplo de Bartolomé de Las Casas y su famosa Brevísima Relación. En ella el dominico
acusó a los españoles de asesinar niños y azuzar contra inofensivos indígenas a
perros hambrientos. Esta lamentable acusación, como reconoció posteriormente
Bartolomé, ni la vio en persona ni puede localizar cuándo y dónde ocurrió. Fue
algo que una vez escuchó.Vamos, algo que pudo o no haber ocurrido y que, en
ningún caso, formaba parte de prácticas habituales.
La anécdota hubiera sido graciosa de no haber
inspirado tales palabras los famosos grabados de Thierry De Bry (seguro que
conocéis muchos de ellos). Este pseudohistoriador fue un impulsor de la leyenda
negra de la conquista española y, de paso, un generador de la leyenda áurea protestante, en la que la conquista inmaculada de ingleses y holandeses
contrastaba poderosamente con las atrocidades de la conquista española del
mismo continente. Vamos, un generador de falsedades, pues ni una fue pulcra ni
la otra escabrosa en su totalidad.
Lo peor de estas opiniones intelectuales (las de los
enemigos también proceden de sus intelectuales, claro está) sobre leyendas
negras reside en el hecho de la existencia de una respetabilidad intelectual del prejuicio. Son personas cultas
cuya opinión se tiene en cuenta por ser quienes son, dejando en muchas
ocasiones la labor autocrítica que todos debemos tener respecto a los demás (y
sus opiniones) por una cómoda fe ciega a sus opiniones.
Esto es algo muy curioso que afecta al ser humano y
que la psicología ha estudiado pormenorizadamente. Una opinión escuchada dentro de un grupo de
personas con los mismos ideales u opiniones tiene altas probabilidades de ser
seguida; en cambio, si la opinión la realiza alguien externo a ese grupo es muy
posible que sea desechada como falsa. Esta norma social explica, por ejemplo,
que las personas lean siempre el mismo periódico, pues refuerza su ideología
con pensamientos que le son propios. Por tanto, en España, si alguien quiere
influir en la izquierda debería escribir en el País. La misma opinión vertida
en El Mundo tendrá un rechazo mucho mayor por parte de los lectores.
¿Perdurará
la leyenda negra en el tiempo?
Por supuesto que sí. España, como entidad política
no desapareció al terminarse su Imperio. Y el triunfo del Protestantismo (como
oposición al catolicismo defendido por el Imperio Español) hace que esta
leyenda se perpetúe por los siglos de los siglos. Si a ello sumamos que gran
parte del antiguo Imperio español (Latinoamérica) aún no ha encontrado su lugar
histórico tenemos la tormenta perfecta que seguirá pintando, siglo tras siglo,
al español como un demonio impío.
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