El mes pasado publiqué un post comentando mis
lugares preferidos de El Cairo, la capital de Egipto. Y puesto que este país
suele visitarse, por lo general, con un viaje organizado por diversos puntos
del país, era obligado realizar otro post comentando los lugares principales de
la ruta que hice en crucero por el río Nilo.
En este segundo artículo sobre Egipto me voy a
centrar en las principales joyas arquitectónicas que se ubican próximas al Nilo
y que todo turista amante del arte debe admirar obligatoriamente. Egipto es uno
de esos destinos, en mi opinión, imprescindible. Sé que ahora mismo el contexto
político no es el más adecuado para visitar el país, pero tampoco debemos tener
un miedo excesivo. Egipto es un país bastante seguro, con un trato al turista
exquisito, y en donde estar a salvo de atentados terroristas es tan fácil o
complicado como en las principales capitales europeas.
Templo
Abu Simbel
Abu Simbel es uno de esos templos que debes visitar
alguna vez en la vida. En los viajes programados suele considerarse un extra
que debes abonar aparte. Además del gasto monetario, llegar hasta allí desde
Aswan (lugar de entrada por el sur de Egipto) supone un largo viaje en incómodo
autobús de casi tres horas. Recuerdo que llegamos a Egipto de madrugada y no
había amanecido cuando ya estábamos en autobús camino del templo. El viaje se
suele realizar en un convoy de varios autobuses con seguridad militar. Y si
pensáis que la seguridad es lo que da más miedo esperar a ver como conducen por
la carretera los chóferes. Una locura de infracciones no aptas para personas nerviosas. Lo mejor es
intentar dormir y despertar solo para ver amanecer en el desierto.
Es una paliza, máxime para empezar, pero merece la
pena por el sitio a visitar, uno de los más mágicos de Egipto. No olvidaré las
palabras de nuestro guía, justo antes de entrar al recinto: “Vamos a ver algo único y sobrecogedor.
Permitiros el placer de deteneros un rato en la distancia y dejar que la
energía de este gran monumento os inspire [pausa oportuna]. Adelante, familia Hassan!!!” (Nuestro
guía era Hassan y nosotros su familia).
Lo más original de estos templos es su actual
ubicación, obligada tras la construcción de la presa de Asuán. En 1968, el
complejo de templos tuvo que ser reubicado en una colina artificial, construida
en terrenos próximos situados sobre el nivel del futuro lago Nasser. El
traslado de los templos y sus figuras fue una obra de ingeniería colosal de la
que merece la pena informarse.
Pero con el traslado se produjo un cambio importante
respecto a su originaria función. El templo estaba construido para que los días
21 de febrero y de octubre el sol se introdujera por el templo e iluminara las
caras de las estatuas sedentes de los dioses que se conservan en el Sancta
Sanctorum. Ahora, tras el cambio, tal fenómeno ocurre dos días después.
Visitaremos en la zona dos templos, ambos excavados
en la roca como enormes hipogeos en el siglo XIII a.C. El más gigantesco es el
de Ramsés II y el adyacente el de su querida esposa Nefertari. Se suele indicar
que los templos se erigieron con el objetivo de conmemorar su victoria en la
batalla de Kadesh (los relieves nos lo confirman), así como mostrar su poder a
sus vecinos nubios. Si lo primero ya se puso hace tiempo en cuestión (más
información en el libro Mis mentiras favoritas. Historia Antigua), de lo
segundo no cabe la menor duda, pues aún impresionan siglos y siglos después.
En el templo de Ramsés II, además de rendir culto a
su divinidad como faraón, también se veneraba a los grandes dioses egipcios:
Amón, Ra y Ptah. Se considera uno de los más bellos y majestuosos de todo
Egipto. Añadiría también que uno de los más monumentales y megalómanos.
Su fachada de 4 estatuas sedentes de Ramsés II es
icónica. Ramsés II aparece con el nemes, la doble corona de las dos Tierras, la
barba postiza, símbolo del faraón en vida, el collar y un pectoral grabado con
el nombre de coronación. Además lleva brazaletes, decorados con cartuchos.
Todas las figuras se realizaron excavando en la roca. Una está hoy destruida,
no por el traslado, sino por un terremoto anterior.
Templo de Ramsés II (Abu Simbel) |
Si nos acercamos veremos en los pies de los colosos
diversas estatuas de familiares de Ramsés II. Sobre la puerta, en un nicho,
tenemos la estatua del dios Ra con cabeza de Halcón.
Detalle Templo de Ramsés II (Abu Simbel) |
El interior del templo también es sobrecogedor. La
particular característica de salas decrecientes en altura según nos acercamos
al santuario interior es respetada y magnificada aquí, debido a la
impresionante sala hipóstila de 18 metros de largo y casi 17 de ancho. Ocho
grandes pilares estatua de Ramsés II como Osiris (fijarse que las de un lado
llevan la corona del Alto Egipto y las del opuesto la doble) y multitud de
relieves glorificando el reinado del faraón decoran esta impresionante sala.
El templo más pequeño está dedicado a la esposa preferida
de Ramsés II, Nefertari, la cual aparece personificada en la imagen de la diosa
Hathor. En la fachada, Nefertari aparece flanqueada, por partida doble, por dos
estatuas de su esposo. Las cuales, y esto es lo curioso, no mantienen ninguna
desproporción de tamaño respecto a las de Nefertari, tal como ocurría en el
templo anterior.
Templo de Nefertari (Abu Simbel) |
Templo
de Edfu
En las proximidades de Aswan visitaréis los templos
de Filae y KomOmbo. Son templos impresionantes, pero que se quedan pequeños
ante los mega-templos que veréis más hacia el norte. El primero de ellos es el
Templo de Edfu, el segundo más grande tras Karnak. Su especial particularidad,
que lo hace único, es su excelente estado de conservación. Tras prohibir
Teodosio I los cultos paganos (no cristianos) en el 391 d.C. el desierto
enterró el templo, siendo redescubierto en 1798. En 1860 se comenzó a
desenterrar por los franceses. Debido a su largo periodo oculto, es el mejor
conservado de todo Egipto.
Templo de Edfu |
Para llegar al templo desde el crucero tendréis que
coger una calesa que os atravesará la ciudad. Viajar en este medio de transporte
es curioso, tanto por las distintas tipologías de calesas como por comprobar la
existencia cotidiana en el pueblo adyacente al templo.
El templo esta dedicado al dios halcón Horus, por lo
que veremos al dios Halcón en todas las paredes. Especialmente interesantes son
las figuras del dios halcón que vigilan la entrada de las diferentes puertas. Fue
construido durante el periodo helenístico, entre 237 y 57 a. C. Por tanto,
estamos ante un templo bastante “moderno” en lo que a la historia de Egipto de
refiere.
El templo sigue la planta base de los templos
egipcios: Pilonos en la entrada, patio porticado, sala hipóstila, cámara de
ofrendas y santuario al final.
Detalle Horus en el Templo de Edfu |
Si tenéis que fijaros en algo en este templo es en
sus maravillosos relieves. Los de la sala hipóstila están perfectamente
conservados y llenan todas las paredes y columnas. Figuras y textos
jeroglíficos invaden el lugar en un característico horror vacui medieval.En muchos aún está visibles la policromía
original.
En el Sancta Sanctorum se conserva la barca de
Horus, la cual contenía la imagen del dios cuando salía de procesión en sus
días festivos.
Templo
de Karnak y Luxor
Karnak y Luxor son dos impresionantes templos que
visitaréis cuando vuestro crucero atraque en la antigua Tebas.
Karnak es el mayor templo de Egipto, un coloso
dedicado al dios Amón, llamado el oculto.
Era el dios de Tebas y uno de los más importantes de Egipto, toda vez que se
unió al dios solar Re.
La construcción se inició hace más de 4.000 años y
durante más de dos milenios los
sucesivos faraones quisieron dejar su huella ampliando y edificando diferentes
ampliaciones. Hasta tal punto llegó el enriquecimiento del templo que se
configuró como una auténtica ciudad-templo.
La vía procesional que une el templo con el Nilo, en
el cual navegaba el dios con su barca en procesión, está flanqueado por
esfinges con cabeza de carnero, animal asociado a Amón.
Templo de Karnak |
El pilono que nos da la bienvenida sobrecoge por su
tamaño, aunque haya perdido el esplendor que antaño. Un texto de la época de
Amenhotep III describe uno de los varios que posee. Recordar que en Karnak todo
está multiplicado. En cuanto a los pilonos, existen 10, seis en la fachada
principal oeste y cuatro en el eje sur que se dirige a Luxor: “Una enorme puerta ante Amón-Re, cubierta
totalmente de oro y labrada con la imagen del dios bajo la forma de un carnero,
decorada con lapislázuli verdadero y trabajada con oro y costosas piedras.
Ninguna obra anterior la iguala. Está pavimentada con plata pura y en su cara
exterior está cubierta de estrellas de lapislázuli a ambos lados”.
Los pilonos y los obeliscos que decoraban las
entradas a los templos tenían una simbología solar evidente. Si los primeros se
referían a las dos colinas del horizonte por las que sale el sol, los obeliscos
eran una suerte de rayos solares petrificados.
El patio, de grandes dimensiones, deja paso a una
espectacular sala hipóstila, en la cual destacan las colosales 134 columnas
papiriformes. Las centrales miden 21 metros y el resto 15. Su diámetro es
sobrecogedor, al igual que su profusa decoración con relieves. La diferencia de
altura servía para colocar ventanas e iluminar la sala. Si os fijáis en los
capiteles de las columnas podréis saber cuáles quedaban en penumbra y cuales tenían iluminación, pues para los
primeros la flor está cerrada y en los últimos abierta.
Sala Hipóstila del templo de Karnak |
La sensación de introducirnos en el templo y
achicarse las dimensiones no se aprecian en este templo tan nítidamente como en
otros, tal como Edfu, debido a la falta
de techumbre y a la magnitud de las salas.
El templo de Luxor, en cambio,
fue planificado y construido en una sola etapa. Fue en el tranquilo reinado de
Amenofis III y su configuración estableció la forma definitiva que adquirirían
los templos egipcios del Imperio Nuevo.
En este templo, por ejemplo, si se percibe con total
claridad la característica línea recta entre el pilono de la entrada y el
santuario final, con un estrechamiento progresivo de tamaño según avanzamos.
Como particularidad indicar que entre el patio porticado y el pilono original
de la entrada se construyó una especie de camino procesional con catorce
enormes columnas papiriformes. Hoy día el pilono original de entrada al templo
se encuentra oculto por la ampliación que llevó a cabo posteriormente Ramsés
II, quién añadió un nuevo pilono de entrada, con su patio columnado correspondiente.
El eje de esta ampliación se desvia respecto al del templo con el objetivo de
enfocarse recto en dirección al templo de Karnak.
Yo tuve la ocasión de poder ver este templo cuando
ya había anochecido y la sensación mágica que le confieren las luces es
realmente espectacular. Las estatuas de Ramsés parecen cobrar un halo mágico,
al igual que los relieves de las paredes. Por cierto, casi se me olvidaba, en
la capilla del templo preguntar a vuestro guía sobre la representación de
Alejandro Magno como faraón. El gran conquistador macedonio restauró la sala de
la barca y mandó erigir las cuatro columnas que sostenían el techo. Su
representación no es tan idealizada como la de otros faraones, sin duda, un
guiño hacia la cultura griega.
Templo de Luxor |
Por último, como curiosidad indicar que en la
entrada al templo, originalmente, existían dos obeliscos idénticos. Hoy día
sólo podemos ver uno de ellos, pues el otro se exhibe en la famosa Plaza de la
Concordia parisina. Se trató de un intercambio entre países, regalando Francia,
a cambio, un impresionante reloj que se sitúa en la mezquita de Mehemet Ali en
El Cairo (aunque se estropeó en el camino y nunca ha funcionado).
Luxor ha sido uno de los lugares de culto religioso
más antiguos del mundo y nunca ha dejado de serlo desde aquellos remotos
inicios. Por ello, cuando el país era musulmán, se construyó, en el recinto del
primer patio, una mezquita, la de Abu el-Hagag, que contrasta poderosamente con
el contexto que le rodea. Como podemos observar palpablemente, no sólo en la
Mezquita de Córdoba se cometieron atrocidades
artísticas con la excusa de la religión.
Valle
de los Reyes
La necrópolis real del Imperio Nuevo se sitúa en la
otra orilla de Luxor (la oeste, relacionado con el ocaso del sol). Su visita es
obligada, pues podremos descubrir las ricas decoraciones pictóricas que poseían
las tumbas hipogeas de los faraones.
La visita se realiza, por lo general, de manera
planificada. Primero se visita una especie de pequeño museo en el que descubrir
la historia del yacimiento arqueológico, así como la forma en la que los
hipogeos se construían y decoraban. Luego, los guías llevan a los turistas, por
medio de un trenecito, al inicio del Valle y les dejan un tiempo para visitar
las tumbas. De forma general suelen indicar cuales son las más interesantes
(con la entrada podréis visitar 3).
Muchas personas tienen en mente acercarse a la
famosa tumba de Tuthankamón, pero ese es un error. Es pequeña y nada interesante.
Existen tumbas de faraones mucho menos conocidos que poseen una riqueza
decorativa mucho mayor. Además, todos los tesoros de Tuthankamón se encuentran
en el Museo egipcio de El Cairo.
De entre todas las tumbas yo destacaría, por
original, la de Tutmosis III. En primer lugar destacar que fue una de las
primeras en las que aparece el enyesado como paso previo a la pintura. La
cámara mortuoria tiene la forma de un gran cartucho real y fue decorada con la
representación de tres registros del Amduat (El libro el Amduat describe el
viaje de Ra en su barca solar por la Duat, el Más Allá, durante las doce horas
nocturnas, venciendo toda clase de peligros, y de su renacimiento al amanecer).
Las figuras, y esto es lo original, aparecen muy esquematizadas, como si se
tratara de un comic. Aunque algún especialista insinuó que pudiera tratarse de
bocetos, en realidad los autores imitaban el tipo de escritura y dibujo de los
papiros.
Visitar esta tumba también os mostrará la realidad
del lugar: pasillos estrechos, muchas escaleras, ambientes cargados, humedad…
Se necesita estar en forma y ágil para poder visitar muchas tumbas.
Otras tumbas interesantes son las de varios Ramses
(IV o el VI, por ejemplo).
Interior tumba de Ramsés IV (Valle de los Reyes) |
Templo
de Hatshepsut
La visita a este templo funerario es obligada, pues
tendremos ocasión de contemplar un templo totalmente diferente a todos los que
visitaremos en Egipto.
En el Imperio Nuevo egipcio, para contrarrestar los
saqueos a las tumbas reales, se produjo la separación entre la tumba física y
el templo funerario (hasta entonces adyacente). Mientras las tumbas reales
(hipogeos) se construyen en el Valle de los Reyes, los templos funerarios se
erigen al pie de la montaña occidental. Y, como particularidad, combinan tanto
el culto al faraón muerto como el culto a los dioses.
Hatshepsut y su arquitecto Senmut (del que las malas
lenguas dicen que fue su amante) eligieron la caldera de Deir el-Bahari para
erigir su templo. Lo realizaron junto al, hoy día arrasado, templo de
Mentuhotep, siguiendo el mismo tipo de arquitectura porticada en terrazas.
Templo de Hatshepsut |
Como curiosidad indicar que este templo conserva la
secuencia tripartita clásica (templo valle, calzada ascendente y templo
funerario con capilla fúnebre en el interior de la roca) que pronto se
olvidará.
Orientado al oeste, consta de tres amplias terrazas,
unidas por suaves rampas. En la base de las terrazas se abren amplios pórticos
y en la parte superior patios porticados, lo que consigue crear un efecto
abierto y luminoso único en la arquitectura egipcia. La proporción humana, la
integración con el paisaje y la perspectiva que logra son otros puntos
originales de su diseño arquitectónico.
Los frescos y relieves que aún se conservan son de
gran importancia artística. En ellos nos relatan el viaje diplomático enviado por
Hatshepsut al país del Punt.
La escultura, en cambio, brilla por su ausencia.
Ello se debe a que tras la muerte de Hatshepsut su sucesor, Tutmosis III, mandó
destruir todas las estatuas de la reina y borrar su nombre.
El templo tiene la penosa historia de haber
presenciado la llamada masacre de Luxor,
en la que fallecieron sesenta y dos personas, en su mayoría turistas,
asesinados por islámicos extremistas el 17 de noviembre de 1997.
Un consejo a la hora de visitarlo: mucha protección
solar, gafas y sombrero. Aunque se visita temprano el sol pega de lo lindo.
Y, por último, al final del viaje por el Nilo, os espera la enigmática y caótica ciudad de El Cairo. Una magnífica guinda para un viaje de ensueño.
El viaje más espectacular de todos los que he hecho.
ResponderEliminarHola, gracias por comentar.
EliminarCoincido contigo en que es uno de esos destinos que todo el mundo debería visitar, al menos, una vez en la vida.
Yo, desde que fui, siempre animo a ello.
Saludos