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viernes, 27 de octubre de 2017

No encuentro un sitio donde poder relajarme (IV): Plasencia


Hasta ahora, en esta entrada de la sección de viajes, la cual ya se ha convertido en un clásico con los años, había recomendado viajar a pequeños lugares encantadores. Se trataba de pasar un fin de semana relajado, con un toque de turismo cultural en pueblos o ciudades pequeñitas de escasos aglomeramientos.

En esta ocasión voy a cambiar de tercio y os voy a proponer una ciudad más grande, como Plasencia, y una actividad que, personalmente, me relaja un montón, como es realizar senderismo a través de la naturaleza. ¿Os apetece descubrir un lugar donde pasar un fin de semana inolvidable?


Recuerdo que este viaje de fin de semana tuve que aplazarlo por el mal tiempo en una ocasión. Y, luego, cuando nos decidimos a ir, la cosa no comenzó muy bien.  Ahora me rio al recordarlo, pero entonces… Permitirme que os cuente mi experiencia.

Madrugamos un poco para salir temprano (a eso de las ocho, no penséis mal) y una fina lluvia nos dio los buenos días. Tras acordarme de la familia de los que hacen la página de Eltiempo.es, que había augurado un día soleado, nos metimos corriendo en el coche. Tuve que meter la llave para abrirlo, pues la apertura automática no fue. ¡Qué raro! La sospecha se confirmó al intentar arrancarlo y no poder. Era un festivo y la cosa no pintaba bien.

Llamé al seguro y pedí que me enviaran a la asistencia en carretera con una batería para cambiarla. A la media hora aparece la primera grúa, sin batería. Hace el paripé y llama a algún compañero para que se acerque. Tras otros tres cuartos de hora aparece el segundo mecánico y me dice que no tiene batería para mi coche (un Daewo), pues las hacen para que sólo se puedan cambiar en los talleres mecánicos. En ese momento estaba tirado y mi fin de semana relajante hace tiempo que había desaparecido.

Entonces recordé lo que me pasa a mí en la óptica cuando alguien trae una gafa para ajustar hecha una pena. Le advierto que se puede romper en el ajuste y que él decide si corre el riesgo. Lo que menos quiero es dar un servicio gratuito, romper la gafa (ya seriamente dañada) y que me pongan una reclamación y me cueste encima dinero (no hablo por hablar; se han dado casos). Alfredo, que es como se llamaba el mecánico, me sugirió que él no se dejaba avasallar por ningún fabricante ni admitía que le obligaran a usar únicamente sus repuestos. Me sugirió que él me calzaba una batería, pero bajo mi consentimiento, pues estábamos hablando de hacer una chapuza. Yo entendí el asunto y le dije que adelante. Que lo montara como si fuese su coche y que si quedaba correcta (él era el experto), por mí estaba perfecto. Tras unos 20 minutos más de lucha por calzar la nueva batería logré emprender la marcha. Ya debían ser las diez de la mañana.

Al final aprendes que, hoy día, nadie quiere complicarse la vida por un desconocido pues no sabes si luego te va a denunciar por no realizar un trabajo “profesional”. Yo me niego a que por miedo a cuatro amargados los profesionales nos neguemos a solucionar los problemas a los demás. Yo sigo arreglando las gafas estropeadas de quién confía en mí y Alfredo seguirá ayudando a los automovilistas en apuros que confíen en él. A mí me dijo que la batería no me daría ningún problema según la montó y el tiempo le dio la razón. Un saludo Alfredo.

Vamos con el viaje, que el inciso se ha convertido en medio artículo. La distancia entre Madrid y Plasencia, al recorrer en todo momento autovía, no se hace nada pesada. Son dos horas y cuarto, más o menos. No obstante, yo os recomiendo desviaros antes de llegar hacia en Parque Nacional de Monfragüe.  Y os aconsejo tomar el primer desvío tras pasar Navalmoral de la Mata, pues vais a poder comenzar a admirar la riqueza faunística que atesora el parque.

El primer mirador de aves que os encontraréis en esta carretera es el llamado Portilla del Tiétar. Se trata de un gran risco en donde los buitres tienen sus nidos horadados en la cara de la roca que da al río. No olvidéis llevaros prismáticos para verlos bien. En los doce kilómetros que tiene esta ruta podréis ir parando en diversos miradores. Nosotros, en la Malavuelta, justo antes de atravesar la presa, vimos un cervatillo junto a la carretera.

Buitres vistos desde el mirador portilla del Tietar (Monfragüe)


El trayecto termina en la pedanía de Villarreal de San Carlos, lugar que acoge la información sobre las rutas del Parque y un interesante Centro de Interpretación en donde hacernos una idea de la flora y la fauna existente en este lugar.

En el punto de información turístico os indicarán las diversas rutas existentes. Nosotros escogimos la subida a Cerro Gimio, un trayecto de 7,5 Km. con muchas posibilidades. Debido a que el Arroyo de Malvecino estaba muy crecido, nosotros empezamos por el camino que sale de los aparcamientos  de tierra fuera de la villa (situados a nuestra derecha antes de llegar a Villareal). Tras una sencilla bajada de 1,1 Km. por un camino acondicionado, llegamos en poco tiempo al puente de Piedra, el puente de la zona superior del Arroyo Malvecino. Se trata de un lugar muy agradable, con muchas sombras.

Luego avanzamos algo más por la ribera del arroyo y nos desviamos a nuestra izquierda por una señal que pone ruta. Este es un camino de fuerte subida en donde debes ir en fila de a uno. Puede ser en torno a 1,5 Km., pero se hace realmente agotador. El camino desemboca en la base del cerro Gimio. Tan solo quedan 500 metros de una suave subida por un camino muy ancho. Mientras lo realizamos debemos ir atentos al cielo, pues ya podremos ver sobrevolarnos diversos buitres negros.

Las vistas desde lo alto de cerro Gimio son espectaculares, por lo que os dejo una foto en vez de aburriros con mis insuficientes  descripciones.

Vista espectacular desde Cerro Gimio, en Monfragüe.


La bajada a Villarreal la realizamos por otra ruta, al indicarnos una pareja que el puente alto del Arroyo de Malvecino no estaba tan crecido como para no poder atravesarlo. Hay en torno a 1 kilómetro desde lo alto del cerro, siendo los últimos 500 metros de fuerte bajada. Para atravesar el puente tuvimos que descalzarnos y arremangarnos los pantalones, pues el agua (muy fresca) nos llegaba por las rodillas. La aventura mereció la pena, pues el camino posterior es mucho más sombreado y asequible. Entre diversa vegetación recorreremos unos 3 Km. por la ladera izquierda del Arroyo Malvecino. El camino termina justo en el paso de cebra que se adentra en Villarreal de San Carlos.

Puente alto sobre el arroyo de Malvecino inundado por la crecida del agua


La aventura de senderismo fue realmente grata. Lo pasamos genial entre la naturaleza, con nuestros momentos de aventura y cierta dificultad, y observando numerosas aves y vistas espectaculares. Pero el record de la jornada lo hizo nuestro pequeño Marcos, que con 3 años y nueves meses se hizo todo el recorrido sin protestar (bueno, para ser sinceros protestó algo cuando quedaban 500 metros). ¡Tenemos un senderista en potencia!

La segunda parte de nuestro fin de semana es más relajada y cultural, pues consiste en visitar la monumental ciudad de Plasencia. Para alojaros os recomiendo el Hotel Ciudad de Plasencia, situado en el polígono industrial de la zona sur. Y os lo recomiendo por dos razones: os evitáis entrar en la ciudad, perderos y desesperaros para aparcar y, además, se trata de un lugar tranquilo y sencillo donde pasar una noche agradable.

La visita a Plasencia resulta muy cómoda, pues el ayuntamiento construyó un enorme parking público gratuito cercano al Parque de La Isla. Desde allí, a través de escaleras mecánicas, os colocaréis en la Puerta del Sol, acceso al recinto amurallado antiguo. Mi recomendación es tomar la primera calle a la izquierda y dirigiros a la Plaza de la Catedral.

La Catedral de Plasencia es, sin duda, el monumento estrella de Plasencia y, además, el más ornamentado de toda Extremadura.  Merece la pena admirar  su rica decoración escultórica exterior de estilo plateresco. Tal fachada contrasta poderosamente con la de la Catedral Vieja, situada enfrente del Palacio Episcopal (no olvidar visitar su patio). Esta primigenia fachada data del siglo XIII y es un magnífico ejemplo de la transición del románico (clásicas arquivoltas en la puerta y una sobria imagen de la Anunciación en la hornacina superior) al gótico (representado por el rosetón y por los ventanales del claustro interior). También merece la pena acercarse a la entrada situada en la cara de la muralla, por admirar la popular torre del melón.

Fachada de la Catedral de Plasencia


La visita al recinto interior se realiza desde la entrada con pasarela situada enfrente de la Casa del Deán (la del balcón en esquina). Cuesta unos 4€, y podremos admirar un magnífico claustro gótico y diversas pinturas y esculturas en las salas anexas. Al final terminaremos en la nave de la Nueva Catedral, que consta del coro y la cabecera. El gran órgano con esculturas, el retablo del altar, el panteón del obispo Pedro Ponce de León o la decoración escultórica de la sillería del coro son paradas obligadas.

Claustro de la Catedral de Plasencia con la torre del melón al fondo


Tras esta visita podemos acercarnos a la Plaza de San Nicolás, en donde podremos visitar tres lugares interesantes. El primero, la Iglesia de San Nicolás, un pequeño templo gótico de pasado románico. Os la mostrará y explicará el simpático sacristán a cambio de una pequeña voluntad. El Parador Nacional se encuentra ubicado en el antiguo Convento S. Vicente Ferrer y merece la pena visitar tanto su patio como el antiguo claustro. Y, por último, el Palacio del Marqués de Mirabel, cuya visita debe concertarse con antelación. Destaca su bello patio neoclásico de dos pisos y el jardín colgante.

Palacio del Marqués de Mirabel (Plasencia)


Nuestra siguiente parada, dando un rodeo por la judería de Plasencia (calle Zapatería y anexas) debe ser la Plaza Mayor. Lugar comercial y muy animado, si llegamos a una hora en punto veremos al famoso “Abuelo Mayorga” golpear la campana de la torre del Ayuntamiento con su martillo. 

El famoso abuelo Mayorga


Desde esta plaza podemos realizar un recorrido circular, tomando la calle de los Quesos y volviendo a la Plaza Mayor por la calle del Rey. Callejeando por este barrio, denominado de los caballeros, podremos admirar las fachadas de numerosos palacios, como el de Almaraz o el de las Infantas. Merece la pena también llegar a la románica Iglesia del Salvador. El resto de edificios señoriales de la ciudad los encontraremos caminando por la Calle del Rey hasta la Plaza de Santa Ana. 

Desde aquí, apenas hay unos pasos hasta la Torre de Lucía, en donde se ubica un Centro de Interpretación de la Plasencia Medieval. También es un paseo muy agradable bajar junto a la muralla hasta la Puerta del Sol, desde donde podemos regresar hasta nuestro automóvil. La torre de Lucía, junto al museo Etnográfico (junto a la Puerta de Trujillo), son las dos visitas “museísticas” de la ciudad.

Murallas de plasencia


Y si os gustan las zonas ajardinadas donde pasar un buen rato entre la naturaleza Plasencia posee varios lugares que os encantarán. Destacaría el Parque de La Isla (con una piscina natural y en donde poder realizar piragüismo) o el de los Pinos, con un coqueto lago lleno de patos.

En definitiva, una ciudad agradable para pasear, con un casco histórico pequeño pero lleno de palacios y rincones encantadores, y cuya oferta de ocio abarca actividades para todos los gustos. Sin duda un destino perfecto para descansar de la gran ciudad que aúna turismo cultural y de relax en una simbiosis perfecta.

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