Hasta ahora, en esta entrada de la sección de viajes, la cual ya se ha convertido en un clásico con los años, había recomendado viajar a pequeños lugares encantadores. Se trataba de pasar un fin de semana relajado, con un toque de turismo cultural en pueblos o ciudades pequeñitas de escasos aglomeramientos.
En esta ocasión voy a cambiar de tercio y os voy a
proponer una ciudad más grande, como Plasencia, y una actividad que,
personalmente, me relaja un montón, como es realizar senderismo a través de la
naturaleza. ¿Os apetece descubrir un lugar donde pasar un fin de semana
inolvidable?
Recuerdo que este viaje de fin de semana tuve que
aplazarlo por el mal tiempo en una ocasión. Y, luego, cuando nos decidimos a
ir, la cosa no comenzó muy bien. Ahora
me rio al recordarlo, pero entonces… Permitirme que os cuente mi experiencia.
Madrugamos un poco para salir temprano (a eso de las
ocho, no penséis mal) y una fina lluvia nos dio los buenos días. Tras acordarme
de la familia de los que hacen la página de Eltiempo.es, que había augurado un
día soleado, nos metimos corriendo en el coche. Tuve que meter la llave para
abrirlo, pues la apertura automática no fue. ¡Qué raro! La sospecha se confirmó
al intentar arrancarlo y no poder. Era un festivo y la cosa no pintaba bien.
Llamé al seguro y pedí que me enviaran a la
asistencia en carretera con una batería para cambiarla. A la media hora aparece
la primera grúa, sin batería. Hace el paripé y llama a algún compañero para que
se acerque. Tras otros tres cuartos de hora aparece el segundo mecánico y me
dice que no tiene batería para mi coche (un Daewo), pues las hacen para que
sólo se puedan cambiar en los talleres mecánicos. En ese momento estaba tirado
y mi fin de semana relajante hace tiempo que había desaparecido.
Entonces recordé lo que me pasa a mí en la óptica
cuando alguien trae una gafa para ajustar hecha una pena. Le advierto que se
puede romper en el ajuste y que él decide si corre el riesgo. Lo que menos
quiero es dar un servicio gratuito, romper la gafa (ya seriamente dañada) y que
me pongan una reclamación y me cueste encima dinero (no hablo por hablar; se
han dado casos). Alfredo, que es como se llamaba el mecánico, me sugirió que él
no se dejaba avasallar por ningún fabricante ni admitía que le obligaran a usar
únicamente sus repuestos. Me sugirió que él me calzaba una batería, pero bajo
mi consentimiento, pues estábamos hablando de hacer una chapuza. Yo entendí el
asunto y le dije que adelante. Que lo montara como si fuese su coche y que si
quedaba correcta (él era el experto), por mí estaba perfecto. Tras unos 20
minutos más de lucha por calzar la nueva batería logré emprender la marcha. Ya
debían ser las diez de la mañana.
Al final aprendes que, hoy día, nadie quiere
complicarse la vida por un desconocido pues no sabes si luego te va a denunciar
por no realizar un trabajo “profesional”. Yo me niego a que por miedo a cuatro
amargados los profesionales nos neguemos a solucionar los problemas a los
demás. Yo sigo arreglando las gafas estropeadas de quién confía en mí y Alfredo
seguirá ayudando a los automovilistas en apuros que confíen en él. A mí me dijo
que la batería no me daría ningún problema según la montó y el tiempo le dio la
razón. Un saludo Alfredo.
Vamos con el viaje, que el inciso se ha convertido
en medio artículo. La distancia entre Madrid y Plasencia, al recorrer en todo
momento autovía, no se hace nada pesada. Son dos horas y cuarto, más o menos.
No obstante, yo os recomiendo desviaros antes de llegar hacia en Parque Nacional de Monfragüe. Y os aconsejo tomar el primer desvío tras
pasar Navalmoral de la Mata, pues vais a poder comenzar a admirar la riqueza
faunística que atesora el parque.
El primer mirador de aves que os encontraréis en
esta carretera es el llamado Portilla del
Tiétar. Se trata de un gran risco en donde los buitres tienen sus nidos
horadados en la cara de la roca que da al río. No olvidéis llevaros prismáticos
para verlos bien. En los doce kilómetros que tiene esta ruta podréis ir parando
en diversos miradores. Nosotros, en la Malavuelta,
justo antes de atravesar la presa, vimos un cervatillo junto a la carretera.
Buitres vistos desde el mirador portilla del Tietar (Monfragüe) |
El trayecto termina en la pedanía de Villarreal de
San Carlos, lugar que acoge la información sobre las rutas del Parque y un
interesante Centro de Interpretación en donde hacernos una idea de la flora y
la fauna existente en este lugar.
En el punto de información turístico os indicarán
las diversas rutas existentes. Nosotros escogimos la subida a Cerro Gimio, un trayecto de 7,5 Km. con muchas
posibilidades. Debido a que el Arroyo de Malvecino estaba muy crecido, nosotros
empezamos por el camino que sale de los aparcamientos de tierra fuera de la villa (situados a
nuestra derecha antes de llegar a Villareal). Tras una sencilla bajada de 1,1
Km. por un camino acondicionado, llegamos en poco tiempo al puente de Piedra,
el puente de la zona superior del Arroyo Malvecino. Se trata de un lugar muy
agradable, con muchas sombras.
Luego avanzamos algo más por la ribera del arroyo y
nos desviamos a nuestra izquierda por una señal que pone ruta. Este es un
camino de fuerte subida en donde debes ir en fila de a uno. Puede ser en torno
a 1,5 Km., pero se hace realmente agotador. El camino desemboca en la base del
cerro Gimio. Tan solo quedan 500 metros de una suave subida por un camino muy
ancho. Mientras lo realizamos debemos ir atentos al cielo, pues ya podremos ver
sobrevolarnos diversos buitres negros.
Las vistas desde lo alto de cerro Gimio son
espectaculares, por lo que os dejo una foto en vez de aburriros con mis
insuficientes descripciones.
Vista espectacular desde Cerro Gimio, en Monfragüe. |
La bajada a Villarreal la realizamos por otra ruta,
al indicarnos una pareja que el puente alto del Arroyo de Malvecino no estaba
tan crecido como para no poder atravesarlo. Hay en torno a 1 kilómetro desde lo
alto del cerro, siendo los últimos 500 metros de fuerte bajada. Para atravesar
el puente tuvimos que descalzarnos y arremangarnos los pantalones, pues el agua
(muy fresca) nos llegaba por las rodillas. La aventura mereció la pena, pues el
camino posterior es mucho más sombreado y asequible. Entre diversa vegetación
recorreremos unos 3 Km. por la ladera izquierda del Arroyo Malvecino. El camino
termina justo en el paso de cebra que se adentra en Villarreal de San Carlos.
Puente alto sobre el arroyo de Malvecino inundado por la crecida del agua |
La aventura de senderismo fue realmente grata. Lo
pasamos genial entre la naturaleza, con nuestros momentos de aventura y cierta
dificultad, y observando numerosas aves y vistas espectaculares. Pero el record
de la jornada lo hizo nuestro pequeño Marcos, que con 3 años y nueves meses se
hizo todo el recorrido sin protestar (bueno, para ser sinceros protestó algo
cuando quedaban 500 metros). ¡Tenemos un senderista en potencia!
La segunda parte de nuestro fin de semana es más
relajada y cultural, pues consiste en visitar la monumental ciudad de Plasencia. Para alojaros os
recomiendo el Hotel Ciudad de Plasencia, situado en el polígono industrial de
la zona sur. Y os lo recomiendo por dos razones: os evitáis entrar en la
ciudad, perderos y desesperaros para aparcar y, además, se trata de un lugar
tranquilo y sencillo donde pasar una noche agradable.
La visita a Plasencia resulta muy cómoda, pues el
ayuntamiento construyó un enorme parking público gratuito cercano al Parque de
La Isla. Desde allí, a través de escaleras mecánicas, os colocaréis en la
Puerta del Sol, acceso al recinto amurallado antiguo. Mi recomendación es tomar
la primera calle a la izquierda y dirigiros a la Plaza de la Catedral.
La Catedral
de Plasencia es, sin duda, el monumento estrella de Plasencia y, además, el
más ornamentado de toda Extremadura.
Merece la pena admirar su rica
decoración escultórica exterior de estilo plateresco. Tal fachada contrasta
poderosamente con la de la Catedral Vieja, situada enfrente del Palacio
Episcopal (no olvidar visitar su patio). Esta primigenia fachada data del siglo
XIII y es un magnífico ejemplo de la transición del románico (clásicas
arquivoltas en la puerta y una sobria imagen de la Anunciación en la hornacina
superior) al gótico (representado por el rosetón y por los ventanales del
claustro interior). También merece la pena acercarse a la entrada situada en la cara de la muralla, por admirar la popular torre del melón.
Fachada de la Catedral de Plasencia |
La visita al recinto interior se realiza desde la
entrada con pasarela situada enfrente de la Casa del Deán (la del balcón en
esquina). Cuesta unos 4€, y podremos admirar un magnífico claustro gótico y
diversas pinturas y esculturas en las salas anexas. Al final terminaremos en la
nave de la Nueva Catedral, que consta del coro y la cabecera. El gran órgano
con esculturas, el retablo del altar, el panteón del obispo Pedro Ponce de León
o la decoración escultórica de la sillería del coro son paradas obligadas.
Claustro de la Catedral de Plasencia con la torre del melón al fondo |
Tras esta visita podemos acercarnos a la Plaza de
San Nicolás, en donde podremos visitar tres lugares interesantes. El primero, la Iglesia de San Nicolás, un pequeño
templo gótico de pasado románico. Os la mostrará y explicará el simpático
sacristán a cambio de una pequeña voluntad. El Parador Nacional se encuentra ubicado en el antiguo Convento S.
Vicente Ferrer y merece la pena visitar tanto su patio como el antiguo
claustro. Y, por último, el Palacio del
Marqués de Mirabel, cuya visita debe concertarse con antelación. Destaca su
bello patio neoclásico de dos pisos y el jardín colgante.
Palacio del Marqués de Mirabel (Plasencia) |
Nuestra siguiente parada, dando un rodeo por la
judería de Plasencia (calle Zapatería y anexas) debe ser la Plaza Mayor. Lugar comercial y muy
animado, si llegamos a una hora en punto veremos al famoso “Abuelo Mayorga” golpear la campana de la
torre del Ayuntamiento con su martillo.
El famoso abuelo Mayorga |
Desde esta plaza podemos realizar un
recorrido circular, tomando la calle de los Quesos y volviendo a la Plaza Mayor
por la calle del Rey. Callejeando por este barrio, denominado de los
caballeros, podremos admirar las fachadas de numerosos palacios, como el de
Almaraz o el de las Infantas. Merece la pena también llegar a la románica
Iglesia del Salvador. El resto de edificios señoriales de la ciudad los
encontraremos caminando por la Calle del Rey hasta la Plaza de Santa Ana.
Desde
aquí, apenas hay unos pasos hasta la Torre de Lucía, en donde se
ubica un Centro de Interpretación de la Plasencia Medieval. También es un paseo
muy agradable bajar junto a la muralla hasta la Puerta del Sol, desde donde
podemos regresar hasta nuestro automóvil. La torre de Lucía, junto al museo
Etnográfico (junto a la Puerta de Trujillo), son las dos visitas “museísticas”
de la ciudad.
Murallas de plasencia |
Y si os gustan las zonas ajardinadas donde pasar un
buen rato entre la naturaleza Plasencia posee varios lugares que os encantarán.
Destacaría el Parque de La Isla (con
una piscina natural y en donde poder realizar piragüismo) o el de los Pinos, con un coqueto lago
lleno de patos.
En definitiva, una ciudad agradable para pasear, con
un casco histórico pequeño pero lleno de palacios y rincones encantadores, y
cuya oferta de ocio abarca actividades para todos los gustos. Sin duda un
destino perfecto para descansar de la gran ciudad que aúna turismo cultural y de
relax en una simbiosis perfecta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario