Páginas

domingo, 4 de enero de 2015

Yo me apaño con una gafa de cerca para compensar mi presbicia



En el S.XVI, cuando una persona tenía problemas para ver de cerca, solía acercarse al mercado y probarse varias gafas en el tenderete del “óptico” de turno. Probaba varias de ellas y se quedaba con la que más le agradaba, tanto de precio como de visión. Lógicamente, este método subjetivo tan rudimentario y poco ortodoxo era válido en una época donde no existían grandes lectores (salvo notables excepciones) ni distintas distancias de trabajo.

¿Te sientes identificado con tus antepasados renacentistas? ¿Sigues utilizando el mismo método para elegir tus gafas? Si las respuestas son afirmativas debes leer este post y renovarte un poco.


Uno de los aspectos que más me sorprende cuando una persona elige sus gafas de cerca (premontadas se denominan) en un mercadillo callejero o una farmacia (¿?), bajo su simple criterio subjetivo de elección, es la absoluta ignorancia de la inconsciencia que realiza. O eso quiero creer. Que lo hacen por ignorancia.

Una persona puede buscar en Internet las características del ordenador que quiere comprar durante semanas. Puede preguntar en varios comercios sobre que cámara de fotos es más adecuada para su uso vacacional. Visita al dentista cuando quiere revisarse su salud bucal. Pero, atención, cuando se trata de los ojos, pasamos de consultar con un profesional. Por el simple hecho de ser la misma persona la que nos gradúa y nos vende las gafas, ya desconfiamos sobre su criterio y echamos por tierra todos sus conocimientos universitarios (sí, existe la carrera de óptica). Y, lo peor, preferimos optar por un producto cuya valía es puesta en duda continuamente por los profesionales sanitarios de nuestro sector.

Cuando en el gabinete explico a mis pacientes que les ocurre cuando tienen presbicia (común y erróneamente llamada vista cansada), no me quedo en lo más evidente: los problemas para poder enfocar objetos cercanos, esos que cogemos con las manos. Esta idea es sólo una parte del problema.

En verdad, lo que ocurre en la vista cansada es un problema de enfoque. Nuestro cristalino, la lente que todos tenemos para enfocar tanto objetos lejanos como cercanos, empieza a fallar. Su capacidad para enfocar objetos cercanos (los cuales requieren un esfuerzo acomodativo) es cada vez menor. Y uno de los síntomas más repetidos en consulta es la lentitud del cambio de enfoque.

Muchos pacientes remiten notar un retardo importante en el enfoque de la visión cuando pasan de leer a ver la televisión, por ejemplo. Este es un síntoma muy habitual y totalmente normal, signo de que nuestro cristalino no es capaz de acomodar normalmente y que está trabajando por encima de sus posibilidades.

La comparación entre el ojo y una cámara fotográfica suele ser recurrente en óptica por su fácil comprensión para las personas ajenas al mundo profesional. En este caso la comparación no puede ser más apropiada. En la presbicia lo que realmente falla es nuestro “zoom”. Nuestra capacidad para enfocar a diferentes distancias.

Por supuesto, no falla de golpe. Es como si la batería de nuestro móvil se descargara poco a poco. Puede ser que recién levantados podamos ver bien, y que según pase el día nuestra visión empeore. Imaginad una batería de móvil como equivalente a vuestra acomodación. Por la mañana la tenemos cargada a tope, pero según la utilizamos se descarga. Al final del día, con la “pila” agotada, somos incapaces de enfocar nada de cerca. Hemos gastado toda nuestra acomodación y estaremos sufriendo además molestias oculares, como sequedad, dolor orbital o enrojecimiento. Son síntomas de estar llevando a un nivel de estrés excesivo la poca capacidad acomodativa que nos queda.

Por tanto, no se trata de tener vista cansada por haberla forzado durante años o por no haber llevado gafas anteriormente. Se trata de un simple problema de envejecimiento de nuestra maquinaria. Así de simple y así de duro de asumir. Nuestro cuerpo envejece y la vista es uno de los órganos que antes lo manifiesta.

La manera habitual de corregir la presbicia era mediante unas gafas con unas lentes monofocales positivas. Puesto que el ojo tiene dificultades para acomodar vamos a ayudarle en su proceso. Con las lentes positivas el ojo no tiene que hacer ningún esfuerzo acomodativo y, los pacientes, vuelven a ver maravillosamente en cerca.



Este método compensatorio de la presbicia tiene varias problemas e inconvenientes, los cuales se potencian debido a la vida actual que llevamos hoy día:

-         Una lente monofocal enfoca los objetos a una distancia (focal) determinada. Es habitual, a la hora de graduar, prescribir las lentes adecuadas para una distancia de lectura de unos 30-40 cm. Esto significa que todos los objetos que deseemos ver por delante o por detrás de esa distancia requerirán un esfuerzo acomodativo. Por supuesto, la cuantía de éste será mucho menor que antes, pero existe y nos gasta nuestras reservas de acomodación poco a poco. La famosa batería la volvemos a usar, y no está en sus mejores momentos.

-         Puede que haciendo un esfuerzo acomodativo podamos ver distancias tan alejadas como una pantalla de ordenador (aprox. 60 cm), pero pronto las molestias volverán a aparecer. En cuanto nuestra petición de acomodación supere nuestras reservas naturales. Recordar que ya son escasas. Un joven présbita de 40-45 años tal vez podrá hacerlo, pero será difícil para uno de 50 años. Y hacerlo sólo mermará nuestra acomodación aún más, llegando a cero antes de tiempo.

-         Con estas gafas no se puede ver de lejos. Es decir, no puedes levantar la vista de lo que lees y mirar a través de ellas un televisor. Es necesario quitárselas o ponérselas en la punta de la nariz, algo sumamente antiestético por cierto. Las personas que se decantan por compensar su presbicia con gafas sólo para cerca son las típicas que llevan cordones en las gafas para no perderlas, que se las ponen y se las quitan 40 veces a la hora, que, por consiguiente, las destrozan (literalmente hablando) y que finalmente, por no andar con tal trasiego, terminan mirando a través de ellas a todas las distancias.

-         Lo anterior nos lleva a una de las peores consecuencias que tienen este tipo de gafas. El mal uso, utilizándolas para ver distancias alejadas, provoca que nuestro ojo se acostumbre a esa graduación y muchas personas generan un problema mayor a su maltrecho sistema visual. Por si no tuvieran suficiente con la presbicia, sus malos hábitos generan importantes hipermetropías para lejos.

Por todo lo anterior, hoy día no se aconseja este método compensatorio para la presbicia salvo en contadas ocasiones y teniendo claro el uso y las deficiencias que posee. Entre otras cosas, porque hoy día nos movemos en un mundo donde se nos exige enfocar a muchas distancias distintas. En mi profesión, por ejemplo, debo leer las recetas en papel, apuntar los datos de mis pacientes en un ordenador, ver nítidamente a la persona que tengo detrás del mostrador y vigilar la entrada de pacientes por la puerta del comercio. Total: un mínimo de 4 distancias diferentes.

¿Cómo puedo compensar la presbicia adecuadamente?

La mejor forma, hasta que se invente otra cosa, es usar lentes progresivas. Sólo con ellas tenemos compensadas todas las distancias entre los 40 cm de cerca y la visión de lejos, permaneciendo nuestro sistema visual en reposo en todo momento. No sólo vamos a ver bien a cualquier distancia, sino que vamos a conservar intacta nuestra pequeña batería de acomodación. Esto significa que olvidaremos cualquier molestia ocular asociada a la presbicia y que nuestro sistema visual estará en perfectas condiciones para ser utilizado.

Imaginemos que nos quedamos sin gafas de repente un día y no podemos hacernos otras en una semana. Una persona acostumbrada a forzar su vista al máximo puede que los dos primeros días siga con su habitual esfuerzo, aunque multiplicado. Sus reservas de batería acomodativa estarán tan bajas que para el miércoles será incapaz de ver nada de cerca. Y ya no logrará recuperarlas. En cambio, la persona que tiene su sistema visual descansado por haber usado progresivos tendrá un efecto contrario. Los primeros dos días su visión será pésima, pues su ojo no está acostumbrado a usar su acomodación. Pero a partir del miércoles, viendo el ojo que no tiene otra opción, tirará de sus reservas acomodativas. Como éstas están a tope, nuestro segundo paciente podrá aguantar la semana sin gafas en mejores condiciones que nuestro paciente del primer caso.

Muchas personas son reacias a este tipo de compensación. Se basan en el precio (mucho mayor que un monofocal de cerca) y en la opinión de usuarios disconformes con el producto. En ambos casos, estos prejuicios son fácilmente desmontables.

Si yo tengo familia numerosa y me quiero comprar un automóvil, por muy barata y en oferta que tenga una moto, o un coche deportivo, no podré comprarla, pues debería dejar a algún niño fuera, ¿verdad? No existe peor compra en la que el coste es la única opción a tener en cuenta. Debemos comprar artículos que resuelvan nuestras necesidades visuales totalmente. Y luego, elegida la mejor opción, comparar precios entre productos equivalentes. Por tanto, comparar en óptica el precio de un monofocal y un progresivo es similar a comparar en el sector del automóvil el de una moto y un coche de alta gama. Una idiotez.

Respecto a las personas disconformes con los progresivos hay que decir dos cosas. Existen muchísimas más personas que llevan cómodamente progresivos que personas que están descontentos con ellos. Son la famosa “mayoría silenciosa”. Por cada 10 progresivos que adapto en mi trabajo, menos de 1 dan problemas. Es decir, la inadaptación a una lente progresiva no llega al 5%. Pero es verdad que resulta ser un 5% muy proselitista.

Relacionado con las inadaptaciones está el hecho comentado más arriba. En muchas ocasiones las personas no compran el progresivo que requieren sus necesidades visuales (que comprenden tanto graduación como tipo de uso de las lentes), sino que compran el progresivo que más se adecua a sus bolsillos. Y en tiempos de crisis ese suele ser el más barato.

Hoy día, algunas cadenas de ópticas publicitan progresivos cuyos diseños fueron inventados hace 5 años o más. ¿Comprarían ustedes un ordenador de hace 15 años porque es más barato?

Afortunadamente, en el mundo de la tecnología no se pueden hacer estas barbaridades pues esos productos no existen a la venta. Pero en óptica, para desprestigio de la profesión, si existen.

Lo difícil es realizar un buen diseño de progresivo mediante un programa de ordenador. Luego, una vez obtenido el diseño base, sacar las lentes con distintas graduaciones es como sacar churros. Los progresivos antiguos no eran malos progresivos en su día. Pero hoy están obsoletos. Mientras que años atrás sólo existía un progresivo para todo el mundo, en la actualidad hemos llegado a tal nivel de especialización que se hacen progresivos a medida de cada usuario.

Por tanto, si os dejáis aconsejar por vuestro óptico, vuestra adaptación a los progresivos será total y, con ella, podréis tener vuestro sistema visual en las mejores condiciones posibles.

En otro post os hablaré un poco sobre los trucos para acostumbraros a la visión de los progresivos. Pero esto…¡Ya es otra historia!





2 comentarios:

  1. Un excelente y completo artículo sobre la presbicia. Una información muy útil y bien estructurada. Muchas gracias!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por comentar Alejandro.

      Me agrada que te gustara. Ese es el objetivo. Informar de manera amena y clara.

      Un saludo

      Eliminar