Esta desconocida ciudad italiana tiene uno de los
conjuntos monumentales más interesantes de toda Italia. No en vano fue la
última capital del Imperio Romano de occidente.
Un patrimonio único donde sobresalen los mosaicos de sus
iglesias. Un arte proveniente de Bizancio que os dejará maravillados si es la
primera vez que lo admiráis.
¿Os animáis a descubrir los secretos de esta ciudad?
Nosotros visitamos Rávena en nuestro viaje a Bolonia.
El viaje en tren dura un poco más de una hora, por lo que es posible realizar
la visita en un día.
Lo primero que debes hacer una vez pises Rávena es sacar
las entradas para visitar los monumentos. Puedes obtenerlas on-line con
antelación (aquí)
o comprarlas in situ en dos lugares: la Basilica de San Apollinare Nuovo, via
di Roma 53 o el Museo Arzobispal, en la piazza Arcivescovado 1, junto al
Baptisterio Neoniano.
Con la entrada única vais a poder visitar los
siguientes monumentos: la Basilica de San Vitale, la Basilica de San Apollinare
Nuovo, el Museo Arzobispal, el Baptisterio Neoniano y el Mausoleo de Gala
Placidia. Para estos dos últimos lugares debemos concretar la hora exacta de la
visita con antelación debido a la alta afluencia. El horario de apertura es de
9:00 a 19:00h.
Nosotros fuimos directamente a la Basilica de San
Apollinare Nuovo, la cual se encuentra muy próxima a la estación de tren.
Este templo es característico por su nártex externo en piedra blanca que
contrasta con la oscuridad de la estructura del resto del edificio. Y, por
supuesto, por su particular torre circular de ladrillo.
Esta basílica se construyó a inicios del siglo VI por
Teodorico como basílica palatina. Las ruinas de su palacio podéis verlas un
poco más adelante en la misma calle.
Inicialmente consagrada al Salvador, tenía un culto
arriano hasta que la ciudad fue conquistada por los bizantinos (540) y los
templos pasaron a seguir el cristianismo católico. Aprovechando la
reestructuración se cambió la consagración a San Martín de Tours, santo famoso
por su lucha contra la herejía, y solo más adelante se asignó la denominación
del primer obispo de Rávena San Apolinar.
El fin del arrianismo conllevó un cambio en la
decoración interior de los templos, algo especialmente significativo en esta
basílica. En la parte que cubría los arcos que dividen las tres naves existía un
ciclo de mosaicos con temas relacionados con el cristianismo arriano, que a
instancias del obispo Agnello fue eliminado y transformado. Sólo se salvaron
las partes más altas de la decoración (con las Historias de Cristo y con los
santos y profetas), mientras en la parte más baja, la mayor y más cercana al observador,
se llevó a cabo una completa reestructuración de la que sólo se salvaron las
vistas del puerto de Classe y del Palatium de Teodorico, aunque
eliminando todos los retratos, que probablemente fueran del propio Teodorico y
de su corte.
Por tanto, cuando entremos al interior de la iglesia
para admirar sus bellos mosaicos encontraremos de dos épocas diferentes: los de
Teodorico y los del obispo Agnello.
Las paredes de la nave central están divididas en tres
zonas bien diferenciadas por su decoración. La parte más alta está
decorada con una serie de recuadros alternados con el motivo alegórico de un
pabellón con dos palomas. Los recuadros presentan escenas de la vida de
Cristo con especial cuidado de los detalles, a pesar de que antiguamente
estaban aún más elevados, por lo que su visión era bastante limitada. Algunas
escenas evidencian la evolución en el arte del mosaico en la época de
Teodorico. La escena de Cristo separando las ovejas de las cabras recuerda la
del Buen Pastor del Mausoleo de Gala Placidia, aunque haya notables diferencias
(no había pasado aún un siglo): las figuras ya no están situadas en un espacio
en profundidad, sino que aparecen colocadas unas sobre otras, con muchas
simplificaciones (algunos animales ni siquiera tienen patas). La rígida
frontalidad y la pérdida del volumen del Cristo y de los ángeles imprime un
innegable aspecto hierático. En la escena de la Última Cena Cristo y los apóstoles
están representados del mismo modo que en las representaciones romanas
paleocristianas, y las proporciones jerárquicas (Cristo de mayor tamaño que las
demás figuras) vuelven a inscribirse en la tradición de arte tardo-romano.
La parte central
cuenta con recuadros entre las ventanas que enmarcan sólidas figuras de
Santos y Profetas con túnicas sombreadas que ofrecen cierta sensación de
perspectiva.
La parte inferior,
la de mayor tamaño, es también la más conocida. En los muros de la derecha
(según se mira al altar), se representa el famoso Palacio de Teodorico,
reconocible por la inscripción latina PALATIVM (Palacio) en la parte baja del
tímpano. Los edificios interiores representados están mostrados en perspectiva
resaltada. Entre las columnas hay telas blancas decoradas con oro, que cubren
las sombras de antiguas figuras humanas que permanecieron después de que una
parte del mosaico fuera condenada a ser destruida: por una especie de damnatio
memoriae todas las figuras humanas (casi con toda seguridad el propio
Teodorico y miembros de su corte) fueron eliminadas y aún se notan amplias
partes de color ligeramente distinto (debidas a una restauración llevada a cabo
en otro momento) y las evidentes marcas en las columnas blancas, en las que
aparecen por diversos lugares marcas de manos.
Las columnas situadas sobre los arcos del palacio son
finas y esbeltas (en la realidad debían ser de mármol) y están rematadas con
capiteles corintios. Encima de los arcos, que tienen motivos de ángeles con
guirnaldas de flores hay una serie de arcos bajos protegidos con parapetos, y
con techo de tejas, lo que probablemente fuera una larga terraza cubierta.
Más allá del Palacio se descubren algunos edificios
basilicales o de planta central cuya función es representar de modo sintético
la ciudad de Rávena.
En las paredes frontales está representado en cambio
el Puerto de Classe, que en aquella época era el mayor de todo el Adriático,
además de una de las principales sedes de la flota imperial romana. A la
izquierda, las teselas del mosaico componen la figura de tres embarcaciones
alineadas verticalmente, amarradas en el agua azul y tranquila del puerto, en
una insólita prospectiva "a vista de pájaro", que destaca la
amplitud. Están protegidas por ambos lados por torres de piedra. Siguiendo
hacia la derecha, se observan las murallas de la ciudad, dentro de la cual se
adivinan varios edificios notablemente estilizados: un anfiteatro, un pórtico,
una basílica, una construcción civil de planta central cubierta con un techado
cónico. Sobre la puerta de acceso a la ciudad, en el extremo derecho, se lee la
expresión latina: CIVI CLASSIS (Ciudad de Classe).
Las procesiones contrapuestas de los Santos Mártires y
las Santas Vírgenes, también en la parte inferior, se realizaron durante el
dominio bizantino, algo que vemos por características propias de aquel estilo: la
repetición de los gestos, el preciosismo de la indumentaria, la falta de
volumen (con el consiguiente aplanamiento o bidimensionalidad de las figuras) y
también la absoluta frontalidad, la fijeza de las miradas, la práctica
monocromía de los fondos dorados, el uso de elementos vegetales con fines ornamentales
y de relleno y, por último, la falta de un plano de apoyo para las figuras que,
por esa razón, aparecen como suspendidas y flotando en el mundo.
Las dos series de mártires y vírgenes avanzan
rítmicamente con un ritmo casi musical hacia Cristo sentado en su trono y
enfrente, hacia la Virgen de Theotkos (Madre de Dios), también en
majestuosidad.
Aquí descubriréis la imagen más icónica de los Reyes
Magos, los cuales aparecen arrodillados ante ella en una proskynesis, un
ritual típico en las cortes bizantinas, generalmente reservado para los
emperadores. Una curiosidad: en este mosaico aparecen, por primera vez, los
nombres de los tres reyes tal como hoy en día los conocemos.
Al salir de la basílica anterior tenéis, en la misma
calle, la posibilidad de ver lo que queda del palacio de Teodorico.
En nuestro camino hacia el Museo Arzobispal hicimos
una breve parada en el cercano templo de San Francisco, donde lo más
curioso es el aljibe situado bajo el altar. Cuando yo lo visité los bomberos
estaban trabajando para sacar el agua que se había filtrado tras unos días de
lluvias.
Y, justo al lado podéis acercaros al jardín donde está
el Quadrarco di Braccioforte, un antiguo oratorio en cuyo interior se
encuentran dos sarcófagos del siglo V. Durante mucho tiempo a Rávena se la conoció
como “la ciudad de los muertos”, pues tenía más sarcófagos que habitantes.
Anexo al espacio anterior, en un recoleto templo
neoclásico, podemos admirar la tumba de Dante, el famoso poeta italiano
que escribió la Divina Comedia. Un lugar de descanso sencillo que apenas hace
honor a su grandeza. En las cercanías se encuentra un museo por si queréis
profundizar en la vida y obra de este poeta, con objetos y libros. Por todos
los lados encontraréis el retrato de Dante, originalmente interpretado.
En la piazza Arcivescovado vamos a encontrar varios
lugares que visitar. Sin duda, el más importante es el Baptisterio Neoniano.
Este es uno de los dos baptisterios que podemos visitar en la ciudad (el otro
es el arriano) y, en mi opinión, es el más interesante.
Situado junto a la actual Catedral de Rávena (que
tenéis que visitar), es uno de los monumentos más antiguos de la ciudad. Tal es
la belleza de su decoración de mosaicos que Carl Gustav Jung, uno de los padres
de Psicoanálisis, quedó particularmente impresionado por ella para describir su
visita como una maravillosa "Alucinación".
Probablemente se construyó alrededor de principios del
siglo V, detrás de la iniciativa del episcopado de Orso, junto con la elevación
de Ravena como la capital del Imperio Romano Occidental. Unas décadas después
de su construcción, en la época del Obispo Neone (450 475 d.C.) fue objeto de
importantes obras de restauración que contribuyeron a la renovación de la
cúpula, pero sobre todo a la realización de la decoración interior que hoy
podemos admirar.
Entre todos los baptisterios realizados entre los
siglos IV y V en el antiguo mundo occidental y oriental (Antioch,
Constantinopla, Efeso, Trier, Milán, Aquileia y Roma), este edificio se
caracteriza por ser el mejor conservado desde el punto de vista arquitectónico
y decorativo. Nos ha llegado casi intacto, si excluimos una reducción de 3
metros por debajo del nivel de la carretera debido al fenómeno de hundimiento
que afecta a diversos edificios de la ciudad.
El baptisterio, con forma octogonal y realizado en
mampostería, tiene lados rectos perforados en la parte superior por una ventana
con un arco redondo y puertas subterráneas.
El interior, dividido en dos órdenes de arcos
superpuestos, muestra una rica decoración tripartita: mármol en la parte
inferior, estucos en la zona media y mosaicos en la parte superior de evidente
influencia helenística-romana. Como veréis más tarde en el Mausoleo de Galla
Placidia, aquí también la decoración parece extraordinariamente rica y
luminosa, como para recordar el paso de la sombra a la luz, gracias al rito del
bautismo.
Para comprender el programa iconográfico de la cúpula
debemos leerla desde el exterior hacia el centro, como si ascendiéramos. La
banda exterior está marcada en ocho partes, en las que se alternan motivos
naturales como plantas y flores, tronos vacíos que se refieren a la expectativa
del día del Juicio Final y altares en los que se coloca un Evangelio.
En el medio, sobre un fondo azul, emergen las figuras
de los 12 apóstoles, vestidos de túnicas y palio, divididos en dos lados, y
encabezados por San Pedro y San Pablo. En las manos veladas como signo de
deferencia llevan las coronas de laurel, símbolo del triunfo.
En el centro de la cúpula un gran medallón encierra la
escena de Cristo, representada inmersa en la vida en las aguas transparentes
del río Jordán en compañía de San Juan Bautista: hasta la fecha es el
testimonio más antiguo de una escena del bautismo del Salvador hecha en mosaico
en un edificio monumental. A destacar la transparencia del agua lograda con el
trabajo en mosaico, un efecto impresionante.
Y una curiosidad para los más observadores. ¿Quién es
ese tercer personaje que aparece en el Bautismo de Cristo, junto al Salvador y
San Juan? Se trata de la personificación del río Jordán, que emerge de las
aguas sosteniendo una lata de marisma verde y en la otra mano una especie de
toalla con la cual Cristo se secará.
En el centro del edificio, una piscina octogonal de
mármol griego, reconstruida en 1500, aún conserva algunos fragmentos originales
del siglo V.
Como os dije antes, tras el baptisterio es buena
opción visitar la Catedral de Rávena. No tiene los deslumbrantes
mosaicos de las basílicas principales, pero resulta interesante por visitar
alguna imagen importante, como la Madonna del Sudore. Una pequeña tabla
del siglo XIV de la que manó sangre cuando un soldado la rajó con un cuchillo.
En la parte posterior de la Catedral se encuentra el Museo
Arzobispal, al cual se accede a través de la librería, ocupa dos plantas.
En el mismo vamos a poder admirar numerosas obras de arte religiosas
correspondientes a diversas épocas históricas. Dentro de todas las obras que
podemos destacar voy a nombrar la cruz de plata del arzobispo Agnello (siglo VI
d.C.), una losa de mármol con el calendario de Pascua (siglo VI d.C.), y una
estatua acéfala de la edad bizantina (siglo VI d.C.), que quizás representa a Justiniano.
También podremos admirar una pequeña galería de arte
con obras fechadas entre 1500 y 1800 (la llamada Sala delle Pianete), una
colección de vádeos sagrados que datan de los siglos XI y XII y la Sala della
Torre Salustra, antaño terminal del acueducto de Trajano y, hoy en día, lugar
que contiene la Cátedra de Marfil del arzobispo Maximiano. Esta obra de
arte consta de un esqueleto de hebalae, el asiento está cubierto con hasta 27
paneles en marfil (originalmente había 39), finamente tallado con decoraciones de
plantas y escenas inspiradas en el Antiguo y Nuevo Testamento, probablemente
hecho por al menos cuatro artistas diferentes.
Lo más significativo de este museo es la Capilla de
San Andrés, situada en la primera planta. Se trata del único ejemplo de una
primera capilla arzobispada cristiana que nos ha llegado intacta, así como el
único edificio de culto ortodoxo construido durante el arrianismo de Teodorico.
Los mosaicos de la capilla se atribuyen en la época del Obispo Pedro II
(494-519), en medio de la época teodorica, en el momento de la coexistencia en
Ravena de dos denominaciones religiosas: la arriana y la ortodoxa (católica). Todo
el programa decorativo de la capilla se extiende a la glorificación de Cristo Salvador
y a la afirmación de la consubstancialidad entre Padre e Hijo, en
contraposición a la herejía arriana.
El compartimento del oratorio real está precedido por un vestíbulo rectangular cubierto por una bóveda de barrica, decorado con una pérgola (mosaico y temperaca) y poblado por numerosas especies de aves, algunas de las cuales son exóticas, otras pertenecientes a la fauna de los valles y bosques de pinos cercanos: palomas, agujeros, patos, loros, pequeños pavones, etc. Las mismas se caracterizan por combinar animales fantásticos y reales, destacando su dimensión naturalista. La inscripción Aut lux hic born East autta hic libera regnatt (O la luz nació aquí o, hecha prisionera, aquí reina libre) probablemente alude a la luz neoplatónica y ortodoxa al mismo tiempo (en contraste con el arrianismo), evocado magistralmente por la brillantez de los azulejos de mosaico.
En la puerta de entrada del vestíbulo se encuentra una
representación de Cristo como guerrero, perfectamente frontal, atrapado en el
acto de pisotear sobre el león y la serpiente (el Mal, representado por el
arrianismo), y vestido con clámide púrpura y armadura; el Salvador sostiene una
larga cruz en su hombro derecho, mientras que con la izquierda sostiene la
Palabra, donde dice: Ego sum vía, veritas et vita. Es, por tanto, en
general, una alusión a Ecclesia militans, probablemente en referencia a
la herejía arriana, que negó la máxima de que Padre e Hijo eran lo mismo.
Entrando en la propia capilla, en cambio, te enfrentas
a un programa iconográfico diferente, en su mayoría enfocado en el concepto de Ecclesia
triunfal: el monograma de Cristo está representado en la parte superior de la
bóveda cruzada, y está apoyado por cuatro abogados-ángeles alados; entre ellos,
se reconocen los símbolos de los cuatro evangelistas, cada uno con un códice.
La bóveda cruzada está sustentada por cuatro arcos, en cuyo intradós aparecen
las imágenes cortadas de los mártires y apóstoles, en cuyo centro destaca el
del joven Cristo; este santo también enfatiza la ortodoxia católica de la sacellus,
ya que los arrianos no veneran a los santos.
De camino a nuestra última visita cultural vamos a
tener la ocasión de parar en un lugar con excelentes mosaicos cuya entrada es a
través de una pequeña capilla. Me estoy refiriendo a la llamada Domus dei
Tappeti di Pietra.
Como su elocuente nombre indica, estamos ante una casa
romana cubierta totalmente con una alfombra de mosaicos. La entrada se realiza
a través de la Iglesia de Santa Eufemia, pues se sitúa justo debajo. Admirar
con detalle sus trece salas es algo impresionante, pues en tan poco espacio
descubriremos una amplia historia arqueológica. En este lugar se reúnen los
restos de una casa medieval, una necrópolis, un pequeño palacio bizantino, una
calle pavimentada, un edificio de finales del Imperio romano, unas termas
romanas, una domus del siglo II y estructuras anteriores, de la época de
la república.
Una curiosidad: los vacíos que vemos en algunos
mosaicos se originaron, accidentalmente, al extraer el agua del estrato con
bombas. Algo que es particularmente notorio, por ejemplo, en el famoso mosaico
de la danza de los genios de las estaciones.
Aunque esta visita no entra dentro de la entrada
general yo creo que merece mucho la pena si os gustan los mosaicos, pues
podréis admirar desde geométricos hasta figurativos de diferentes tipos. Y todo
ello en su lugar original, lo que supone un extra.
Al salir podéis acercaros al famoso grafiti de
Kobra, quien realizó un actualizado retrato de Dante de gran preciosidad.
Se encuentra en Via Giuseppe Pasolini, 22, junto al Palazzo Verdi, hoy sede
universitaria.
No muy lejos de aquí se encuentra nuestra última
visita incluida en la entrada general. Bueno, nuestras dos últimas. Y, de paso,
unas de las mejores, para cerrar boca con un postre dulce.
Pero, antes de entrar en ellas, vamos a visitar una
recoleta iglesia que se encuentra justo enfrente de la entrada a nuestras
últimas visitas. Me refiero a la Iglesia de Santa María Mayor. Una de
sus capillas está dedicada a la Virgen de los tumores. No está demás rezarla
para obtener su protección.
La Basílica de San Vitale es uno de los
monumentos más importantes del arte cristiano temprano en Italia y, por qué no
decirlo, en el mundo. Testigo de la grandeza del Imperio bizantino, el edificio
destaca por el refinamiento y la preciosidad de sus decoraciones y los
materiales utilizados, pero también por la originalidad de las soluciones
espaciales adoptadas que encuentran comparaciones válidas con la Iglesia de los
Santos Sergio y Baco en Constantinopla.
Fue encargada bajo el dominio de los godos en la época
del arzobispo Ecclesio (525-526 d.C.). Y gracias a la considerable suma de
26.000 dineros de oro puestos a disposición por el banquero Giuliano
Argentario, la basílica fue terminada casi veinte años después durante el
reinado del emperador Justiniano.
Fue consagrada por el Obispo Maximiano en el 547 d.C.
y dedicada a San Vitale, un mártir de los primeros siglos del cristianismo. Cuenta
la leyenda que el lugar de construcción no había sido elegido al azar. Parece
que aquí había un salmo (V sec.) en el que se habían mantenido los restos de
Vitale.
Además, era una zona privilegiada, inmediatamente
fuera del circuito amurallado romano, rica en nobles domus, pero también
complejos sugestivos como el de la Basílica de Santa Croce y el contiguo
Mausoleo de Galla Placidia.
La basílica cuenta con un sistema planimétrico central
y soluciones estructurales que la distinguen claramente de las típicas iglesias
basílicas.
El edificio se encuentra sobre dos cuerpos de ladrillo
prismáticos, uno más alto y otro inferior, con un plan octogonal. Alrededor del
tambor de la cúpula central, dirige un ambulatorio de dos pisos (corredor) con
un sector arriba reservado para mujeres (matroneous). Orientado al este,
el ábside poligonal está flanqueado por dos sacristías rectangulares mientras
que en la parte delantera opuesta del porche de entrada (nártex),
curiosamente sesgado en el ábside, muestra dos exedientes al final que permiten
el acceso a las dos torres y sectores superiores.
Dicen que entrar en la basílica no es una visita más,
sino una experiencia para todos los sentidos. No en vano, Gustav Klimt comenzó su
periodo artístico denominado oro tras admirar los mosaicos de San Vitale.
Es difícil abarcar todo el espacio con los ojos. La
luz se filtra a través de las ventanas creando con las decoraciones de mosaicos
y las extrañas y sugeridas superficies de mármol y piedra un ambiente
verdaderamente mágico y cautivador. Todo nos remite a una basílica imperial,
representativa de todo el poder político y religioso de la época.
La decoración del mosaico se concentra en la zona del
presbiterio y en el coro, al que se accede a través de un arco triunfal alto,
en cuyo interior hay mosaicos del Redentor (a la parte superior), los doce
Apóstoles y Santos Gervasio y Protasio (alegados hijos de San Vitale).
Alrededor de la mesa, a lo largo de las paredes,
frente a viejas escenas que evocan simbólicamente el cuerpo de pan de Cristo y
el tema del sacrificio: por un lado, la hospitalidad dada por Abraham a los
tres ángeles que le anuncian a él y a su esposa Sara la llegada de un hijo y,
abajo, el sacrificio de ese mismo hijo, Isaac.
Incluso la Emperatriz Teodora (envuelta en un damasco
adornado con gemas y madre de perla) y el emperador Justiniano, con sus
respectivas ofrendas (oblace Augusti y Augustae), participan en el
banquete santo: las eufórulas de los dos gobernantes (que, por cierto, nunca
visitaron a Ravena), llevando en sus manos respectivamente una copa de oro y
una patera, están en el centro de su séquito, entre dignatarios de la corte y
siervas. La ofrenda terrenal da, pues, contrapeso al eucarístico.
La cumbre escatológica, referente al final de los
tiempos, está representada por el Agnus Dei que se encuentra en la parte
superior de la bóveda de cruz (en el cenit del punto donde el huésped es
elevado), como una corona mística del sacrificio.
La Teofanía (aparición de lo divino) situada en el ábside
representa el culto dogmático de todo el programa iconográfico, donde un
Cristo-Emperador, según el uso oriental, vestido en púrpura y oro (colores
imperiales bizantinos) y enmarcado por una nube, se sienta en el globo celeste
y lleva en su mano el pergamino de la ley y la corona del martirio. Para cerrar
la escena, junto a los dos arcángeles Miguel y Gabriel, se puede ver a
Ecclesio, que ofrece el modelo del templo, que él mismo quería. Y a San Vitale,
quien con las manos cubiertas en señal de respeto recibe la corona de martirio.
Y, ¿quién era San Vitale? Fue un oficial del ejército
romano de Nerón, que llegó a Ravena como escolta del juez Paolino. Aquí tuvo el
curioso de presenciar la persecución de Ursicino, un médico cristiano condenado
a muerte. La compasión que le traió este encuentro le valió el castigo de
Paulino, quien lo tuvo enterrado vivo en un pozo, culpable de haberse unido al
cristianismo.
Alrededor del lugar del martirio se dice que se había
construido un sacelum que celebraba su sacrificio.
El suelo de mosaico del pozo, encontrado en 1911 y
restaurado en 1982, ahora está montado verticalmente en una de las paredes
interiores de la basílica, inmediatamente a la derecha de la entrada original.
Entre sus decoraciones destacan las características cruces osbalistas, un
jarrón entre elegantes motivos vegetales y dos pavos reales, símbolo de vida y
resurrección. Para indicar el lugar del martirio, tres escalas descienden a una
pequeña piscina hasta que toca la cuenca del agua que acoge y conserva las
auspiciosas monedas de los viajeros.
La figura del mártir, que entonces dará el nombre a la
basílica, aparece en el maravilloso mosaico del ábside, a la izquierda del
cliente Ecclesio, que en sus manos cubiertas en el respeto recibe la corona de
martirio. Como él, su esposa Valeria y sus dos hijos Gervasio y Protasio
morirán más tarde, ya que más tarde muere.
Una curiosidad: No te pierdas el suelo en la zona del
presbiterio frente al altar, pues podrás admirar la representación de un
laberinto circular, enteramente de mármol. Encontrar su salida ya es un acto de
renacimiento.
Justo al lado de este templo se encuentra el Mausoleo
de Gala Placidia, un modesto edificio de planta de cruz latina, construido
en ladrillo con aire espartano que no avisa sobre el encanto interior que
atesora. Se suele indicar que el edificio pretende evocar la vida del buen
cristiano, simple en la apariencia exterior y rico en el alma.
Una curiosidad: el edificio debía estar conectado a la
iglesia de la Santa Cruz por un pórtico (destruido posteriormente) y debía
haber sido mucho más alto de lo que lo percibimos hoy. Debido al fenómeno del
hundimiento (el subsuelo de Rávena tiene mucha agua), el mausoleo hoy aparece
enterrado por unos 1,5 metros.
Este edificio fue mandado construir por la Emperatriz
Galla Placidia, hija de Teodosio, hermana del Emperador Honorio y regente de su
joven hijo Valentiniano III, como lugar donde enterrarse (aunque finalmente lo
hizo en Roma en la tumba familiar). Por tanto, nunca se utilizó para tal fin.
Entrar en el mausoleo de Galla Placidia es como cruzar
el umbral de la otra vida, la antecámara del Paraíso; ese Paraíso que en la
época medieval el abad Suger (1081-1151), un erudito de la filosofía
neoplatónica, esperaba evocar en sus catedrales góticas la luz divina debe ser
reflejada en la preciosidad terrenal de los materiales, en su tierra, en sus
catedrales. La lectura simbólica es que cuando uno asciende la materia se
deshace y nos transformamos en luz. Una luz espiritual.
Dada la estructura del edificio, la cruciforme, y el
destino original, no es difícil reconocer en el programa iconográfico: el
triunfo de la Cruz sobre la muerte. El triunfo, en suma, de la vida eterna.
La decoración se divide en muchas escenas, para ser
leída en un sentido ascensional. En los penachos de la cúpula se representan
los cuatro símbolos de los evangelistas: el león (San Marcos), el becerro (San
Lucas), el hombre (san Mateo), el águila (San Juan); en los lunetos en apoyo de
la cúpula aparecen los Apóstoles dispuestos en parejas.
Coronando la cúpula se encuentra la Cruz Latina dorada,
rodeada de decenas de estrellas y mirando hacia el Este, porque desde el este
Cristo vendrá a levantarse de nuevo a los muertos. La Cruz regresa dos veces
más en el mausoleo: en la lunilla que anula la puerta, con el Buen Pastor entre
las ovejas y, en correspondencia, en la lunilla con San Lorenzo que se dirige
al martirio, llevando la Cruz, símbolo de la victoria escatológica de la Fe y
la Palabra (los cuatro Evangelios contenidos en el armario) sobre las cosas del
mundo;
Otro elemento recurrente es el tema del agua como
fuente de vida: entre cada par de apóstoles se representan palomas con cántaros
de los que brota agua; de manera similar, en los dos lunetos al este y al oeste
se pueden admirar pares de ciervos elegantes que beben de un estanque.
Y, encima de la entrada, el mosaico más valioso: el
Cristo el Buen Pastor entre sus ovejas.
Tal es el efecto que embarga a quienes visitan este
lugar que existen ejemplos de inspiración artística. Señero es el caso del músico
de jazz estadounidense Cole Porter que, en una luna de miel en Ravena, quedó
tan impresionado por la magnificencia de estas decoraciones, que le sirvió de
inspiración para componer su famosa canción "Noche y Día".
Con estas visitas seguro que habréis quedado
totalmente saturados de arte bizantino. Ahora bien, Rávena oculta alguna que
otra visita cultural interesante, por si os quedáis más días o tenéis tiempo
aún.
A pocos pasos de nuestra última visita se encuentra el
Museo Nacional de Rávena, un lugar lleno de piezas arqueológicas donde
descubrir la historia de esta ciudad. Recorriendo las antiguas salas de este
monasterio podremos admirar estelas romanas, esculturas, el ciclo de frescos de
la antigua iglesia de Santa Chiara, bronces y mobiliario, como una farmacia
antigua, así como una importante colección de iconos.
El otro gran museo de la ciudad es el MAR - Museo
d’Arte della Città di Ravenna. Está ubicado en un monasterio reformado, muy
cercano a nuestra primera visita del día. Además de poder observar una
colección de mosaicos del S. XX (un buen complemento a los antiguos), tendremos
el gusto de admirar un recorrido desde el arte pictórico antiguo hasta el
contemporáneo. Sólo por ver el descendimiento de Giorgio Vasari, el dibujo de
la mujer desnuda de Klimt o la obra de Banksy Flower thrower merece la
pena entrar.
Por último, no quería despedirme sin nombrar el famoso
Mausoleo de Teodorico. Aquí no vamos a encontrar la rica decoración que
vimos en el de Galla Placidia. El interior de este lugar está totalmente libre
de decoración.
Su importancia radica en la estructura arquitectónica,
la cual combina la tradición romana y las nuevas influencias orientales en una
composición única que pretendía simbolizar la pretendida fusión entre la
tradición romana y la proveniente de los nuevos conquistadores.
El Mausoleo tiene un perímetro decagonal que se
desarrolla en dos niveles coronados por una gran cúpula monolítica. El aparato
de pared, hecho de opus quadratum y obtenido en la piedra de la
Aurisina, revela la técnica seca, es decir, que las filas de bloques cuadrados
simplemente se superponen y se sujetan por grapas de hierro de cola de paloma.
El piso inferior se divide en una serie de nichos en los nueve lados, mientras
que en el décimo que mira al oeste se encuentra la puerta de entrada. El perfil
externo del compartimento superior se retrocede, creando así una pasarela
descubierta de 1.30 m a lo largo de todo el perímetro exterior. Casi en el
ataque con la cúpula, el perfil se vuelve circular por medio de un robusto
paquete que inmediatamente grava por encima del dintel de la puerta de entrada.
Justo encima de la viga corre un marco con la decoración de "tender",
un motivo ya rastreable en la orfebrería ostrogoda.
El extraordinario techo es inigualable en el antiguo y
moderno patrimonio arquitectónico. Es un solo bloque de más de 290 toneladas
giradas en forma de una cúpula bajada, coronada por doce curvas, en las que
están inscritos los nombres de ocho Apóstoles y los cuatro Evangelistas; estas
curvas han sido sin duda funcionales para todas las operaciones de extracción,
transporte, elevación y posicionamiento del monolito. En la cúpula hay una gran
hendidura que pudo haberse originado durante el difícil trabajo de instalación.
Según una leyenda popular, la cúpula habría sido
destrozada por el látigo divino que, cayendo sobre Teodorico sentado dentro, lo
habría matado como castigo por sus crímenes. La gran cúpula monolítica, que
recuerda la bóveda celestial, sirve como una protección material y simbólica
para la tumba del gran rey.
Es probable que la celda inferior estuviera destinada
a un lugar de culto o tumba para los miembros de la familia Teodorico. La parte
superior tiene un plano central y en el centro alberga un tanque de pórfido en
el que, según la tradición, se colocó el cuerpo de Teodorico. Nunca se encontró
rastro de una escalera de acceso a la planta superior, lo que refuerza un
destino exclusivamente funerario. En el Mausoleo no se encontraron ni los
restos de la familia, ni el de Teodorico.
Y muy próximo al mausoleo encontraremos un castillo
semiderruido, la Roca de Rávena, situada junto a un tranquilo parque donde
descansar.
Hasta la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario