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domingo, 6 de octubre de 2024

¿Son los inmigrantes los nuevos judíos?


Hoy voy a realizar un artículo de opinión sobre un tema de actualidad que genera mucha controversia: los inmigrantes.

 

El avance de grupos radicales de extrema derecha en Europa y los EEUU han fomentado, como un argumentario básico de su filosofía, el rechazo hacia los inmigrantes. Y, para ello, recurren a bulos y fakes news con los que denigrar a los inmigrantes y poner en su contra a la opinión pública.

 

En este artículo voy a romper una lanza por todas aquellas personas que, por diferentes motivos, deben abandonar su lugar de nacimiento en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias. ¿Te interesa?

 

Este post no es para una lectura rápida, por lo que siéntate y dedícale 10 minutos de tu vida. Seguro que te abrirá la mente un poco sobre la realidad de la cuestión migratoria.

 

En el momento de escribir este artículo, una noticia falsa corría por las redes. Supuestamente, inmigrantes haitianos "ilegales" se comían a los gatos de sus vecinos en Springfield (Ohio, Estados Unidos). El bulo servía para pedir el voto para Donald Trump y era difundido, entre otros, por personajes de gran relevancia, como Elon Musk, dueño de Twitter (ahora X), o la del senador republicano candidato a vicepresidente por Trump, J. D. Vance.

 

Como solía ser habitual en estas fake news, la noticia se acompañaba de memes y vídeos reales sacados de contexto. Dio igual que la policía local de Ohio negara tal afirmación. El bulo había sido lanzado y, muchos afines al discurso republicano de Trump, creyeron tal idiotez a pies juntillas.

 

Tal engaño me sire para introducir el primer bulo generalizado sobre inmigrantes: el aumento de inmigrantes en un país aumenta la delincuencia.

 

Este bulo es fácilmente desmontable si observamos los datos de criminalidad ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE): los españoles delinquen más que las personas extranjeras en términos absolutos. Por ejemplo, en 2022, un 74,19% de los condenados tenían nacionalidad española, frente a un 25,81% de extranjeros.

 

Además de lo anterior, a pesar del gran avance de la inmigración en España, la tasa de criminalidad en nuestro país se ha mantenido en unos valores similares, siendo más baja que en Alemania o Dinamarca, por ejemplo.

 

Por tanto, bulos como el lanzado por Santiago Abascal en 2018 (la cosa viene de lejos), donde afirmaba que “las mujeres que han sido asesinadas en España ha sido, mayoritariamente, a manos de extranjeros” es totalmente falso si analizamos los datos oficiales. En este artículo profundizan sobre ello.

 

Como es más sencillo ver un meme que informarse sobre ello en la página del INE, la población se ve bombardeada con bulos de manera continua con el que pretenden instaurar la idea de la asociación entre inmigración y delincuencia. En este artículo podéis cotejar diferentes desinformaciones lanzadas a la opinión pública en donde se acusaba falsamente a inmigrantes de haber cometido delitos graves.

 

Algunos interesados en el tema y que han investigado un poco podrían afirmar que las estadísticas manejadas por el INE no son reales. En términos absolutos y relacionando la delincuencia con la magnitud de la población extranjera en España tenemos que, para una población de aproximadamente un 13%, la cifra de delitos es muy superior a ese porcentaje (20%).

 

Ahora bien, esto tiene explicación. Para realizar una comparación correcta debemos fijarnos en la pirámide poblacional: el porcentaje de población extranjera en España entre 15 y 30 años representaba el 22% sobre los más de 5,5 millones de extranjeros en España según los datos del INE de 2022. En tanto que los españoles de esas mismas edades suponían el 15% sobre la población española.

 

Conjugando estas cifras con las relativas a las condenas por delitos según edad (18 a 30 años) y nacionalidad correspondiente a 2022 (308.624) resulta que ambos grupos de edad están a 17 puntos porcentuales por encima de su peso específico (22% y 15%) en el conjunto de la población de referencia (española o extranjera).

 

Por tanto, la diferencia no es tal.

 

Este bulo pretende crear un enemigo común en base al miedo hacia el inmigrante, inoculando la siguiente perniciosa idea en el subconsciente: si la mayoría de delitos los cometen los inmigrantes, sin ellos bajaran los mismos.

 

El recurso es el mismo que utilizó Hitler para unir a los alemanes en torno a su ideología, solo que en aquella ocasión el blanco de la extrema derecha fueron los judíos.

 

Vamos a tratar un segundo punto importante: los inmigrantes nos quitan las ayudas y no quieren trabajar.

 

 

No es la primera vez que habréis escuchado que los inmigrantes reciben siempre todas las ayudas, mientras que los españoles, en su misma situación, no lo hacen. Es un bulo ampliamente extendido y que nadie que no se vea en esas lamentables circunstancias de pedir ayuda al Estado para vivir puede corroborar fácilmente.

 

Pero si leemos el artículo 14 de la Ley de Extranjería de España comprobamos que tal circunstancia es falsa: “los extranjeros residentes tienen derecho a los servicios y a las prestaciones sociales, tanto a las generales y básicas como a las específicas, en las mismas condiciones que los españoles”.

 

Por tanto, las ayudas en España no se dan por razón de origen o nacionalidad, sino en función del nivel de renta, de criterios socioeconómicos.

 

Según el INE, el 21,7% de los españoles estaba en riesgo de pobreza o exclusión social en 2019. Ese mismo año, estaban en la misma situación el 46,2% de la población extranjera de origen europeo y el 54,2% de la población extranjera de origen no comunitario. La diferencia es de más del doble, y por eso estas cifras se utilizan a menudo para presentar a los extranjeros como grandes receptores de fondos, aunque en cifras absolutas la población extranjera es menor que la española.

 

Si preguntamos a cualquier funcionario que trabaje otorgando ayudas sociales (Seguridad Social) comprobaremos la realidad: las ayudas sólo dependen del nivel de renta de la persona y, puesto que por norma general los inmigrantes tienen menos capacidad financiera que cualquier local, es lógico que las ayudas las obtengan ellos.

 

No obstante, el uso de servicios sociales en España por parte de extranjeros no pasa del 12,5%. Además, muchos inmigrantes extranjeros, debido a que están en situación irregular (es necesario estar empadronado y con residencia legal en España) no pueden acceder a la mayor parte de las prestaciones, lo que dificulta mucho su integración.

 

Hitler escribió en su famoso libro Mein Kampf lo siguiente: “El judío fue siempre un parásito en el organismo nacional de otros pueblos, y si alguna vez abandonó su campo de actividad no fue por voluntad propia, sino como un resultado de la expulsión que de tiempo en tiempo sufriera de aquellos pueblos de cuya hospitalidad había abusado. «Propagarse» es una característica típica de todos los parásitos, y es así como el judío busca siempre un nuevo campo de nutrición”.

 

Si cambiamos judío por inmigrante la relación es clara, pues la idea es la misma: este grupo social merma los recursos del estado al aprovecharse de las ayudas de manera fraudulenta. Sólo expulsándolos se logrará frenar la sangría improductiva que producen.

 

Una idea racista que oculta la realidad y atenta sobre uno de los pilares fundamentales de la democracia occidental: la ayuda hacia los más necesitados dentro de nuestra sociedad. Pues, mejorando sus oportunidades para vivir se fomenta un mayor bienestar social para todo el mundo.

 

No olvidemos que la delincuencia, más que por la nacionalidad, está relacionada directamente con el nivel de renta de las personas. Si no tienes dinero suficiente para vivir, no encuentras trabajo y no tienes ayudas, ¿qué puedes hacer para sobrevivir?

 

Resulta sorprendente, tras lo visto anteriormente, que otro bulo muy difundido sea que los inmigrantes nos quitan los trabajos.

 

Para bien o para mal yo soy una persona muy “viajada” y que me fijo en las sociedades que visito. La primera vez que estuve en París me sorprendió que los peores trabajos estuvieran ocupados, totalmente, por personas de color. Lo mismo ocurre en otros países europeos de nuestro ámbito. Igualmente, en España, los peores trabajos los ocupan inmigrantes sudamericanos y marroquíes.

 

Además de lo anterior, mi trabajo me supone tratar con numerosos inmigrantes por la zona en donde lo ejerzo. Y ese trato me ha permitido corroborar que la población inmigrante, en un porcentaje acusadamente alto, tiene las ocupaciones laborales con peores condiciones. No es una apreciación particular, pues más compañeros en situación similar tienen la misma opinión.

 

Por tanto, la afirmación de quitarnos el trabajo se puede contestar con la pregunta ¿Qué trabajo? ¿la mano de obra menos cualificada y sin necesidad de estudios? ¿ese trabajo que ningún español patrio quiere realizar con la excusa de que no compensa por lo que te pagan?

 


Pero si analizamos los datos de afiliados a la Seguridad Social o las personas que han accedido a la prestación por desempleo comprobaremos que los porcentajes son muy similares a la población extranjera en España (rondan el 12%).

 

Por tanto, no nos quitan ni el trabajo ni las ayudas. Sin esa aportación inmigrante, la sociedad, tal como la conocemos, no existiría. Y esa realidad es la que debemos hacer ver al grueso de la población, alejándola de ideas racistas extendidas por la extrema derecha.

 

Por último, voy a tratar el tema de la “supuesta” invasión inmigrante.

 

Este bulo se lo escuché decir hasta a mi madre y ha calado enormemente en la sociedad española, olvidando un aspecto fundamental del ser humano desde que bajó del árbol nuestro antepasado emparentado con los monos: el homo sapiens es un inmigrante desde la Prehistoria.

 

El fenómeno de la inmigración no es algo nuevo. Siempre existieron oleadas de inmigrantes hacia zonas del planeta donde las condiciones de vida eran mejores. En España, por causa de la Guerra Civil y la pobreza subsiguiente, una generación entera fue inmigrante. Ahora, debido a nuestra mejora del nivel de vida, nos toca ser país de acogida. Son ciclos.

 

El fenómeno de la inmigración se produce a escala global. Y desde el inicio del siglo XXI el aumento es exponencial debido a diversos factores, tanto clásicos (pobreza, guerras…) como novedosos (desastres naturales provocados por el cambio climático). Se trata de una realidad que vamos a tener que hacer frente queramos o no.

 

Lo primero que debemos indicar es que la mayor parte de la inmigración es nacional, del campo a la ciudad. La última estimación mundial disponible es del año 2009, cuando se cifró en 740 millones el volumen de migrantes internos, tres veces y media más del número de migrantes internacionales estimados ese año (214 millones).

 

En cuanto a migraciones internacionales, Europa y Asia están más o menos al mismo nivel como receptores de inmigración. Estos dos continentes acogieron en 2022 alrededor de 87 millones de migrantes internacionales cada uno, pero el incremento más marcado entre 2000 y 2020 se registró en Asia, no en Europa.

 

Es más, en relación con el tamaño de la población de cada región, las proporciones más altas de migrantes internacionales en 2020 se observaron en Oceanía (22%) y América del Norte (16%), seguidas de Europa (12%).

 

Por tanto, en Europa no estamos viviendo una invasión mayor que en otras zonas del planeta respecto a inmigrantes extranjeros. Y, es más, dada nuestra pirámide poblacional envejecida, el aporte de inmigrantes jóvenes tiende a compensar tal problema generacional y permite mantener saneados servicios sociales tan importantes como nuestro sistema de pensiones.

 

La visión distorsionada de parte de la sociedad respecto a la invasión de inmigrantes se debe, entre otras cosas, por la formación de barrios donde se concentran los extranjeros. Barrios donde el acceso a la vivienda es más sencillo y en donde viven compatriotas suyos. Algo similar a lo que ocurría en nuestro país, en escala mucho menor, respecto a la inmigración interna desde los pueblos a las ciudades.

 

No quería despedirme sin anotar una última semejanza entre los partidos de extrema derecha y el nazismo respecto a la denigración de los partidos que conforman la democracia actual. En este sentido, en su idea por avanzar hacia el control del Estado, su objetivo es inocular la idea de la existencia de un conjunto de partidos políticos sólo interesados en ocupar escaños y no en resolver los problemas de las personas.

 

En este sentido se asemejan a los extremismos de izquierda, que también pretenden derribar la casta implantada en el mundo político. Derribar lo construido durante décadas con tanto esfuerzo para implantar un nuevo orden político que se preocupe por el pueblo y no por ellos mismos.

 

Con la excusa de la inmigración o de cualquier otro problema social, estos partidos extremistas intentan que dejemos de creer en las instituciones actuales, prometiéndonos un futuro mejor cuando sean ellos los dirigentes. Una suerte de populismo que otorga soluciones sencillas a problemas complejos. Una falsedad, al fin y al cabo.

 

Aquí las palabras de Hitler: “Al finalizar el cuarto año de su mandato, o también en otras horas críticas, pero especialmente cuando se aproxima la fecha de la disolución de las cortes, invade súbitamente a los señores diputados un inusitado impulso y las orugas parlamentarias salen, cual mariposas de su crisálida, para ir volando al seno del «bien querido» pueblo. De nuevo se dirigen a sus electores, les cuentan de sus labores fatigantes y del malévolo empecinamiento de los adversarios. Dada la granítica estupidez de nuestra humanidad, el éxito no debe sorprendernos. Guiado por su prensa y alucinado por la seducción del nuevo programa, el rebaño electoral, tanto «burgués» como «proletario», retorna al establo común para volver a elegir a sus antiguos defraudadores […] La lucha política, en todos los partidos que se dicen de orientación burguesa, se reduce en verdad a la sola disputa de escaños parlamentarios, en tanto que las convicciones y los principios se echan por la borda cual sacos de lastre”.

 

Seguro que, con otras palabras, pero con la misma idea, habréis escuchado algo similar en los partidos del espectro político más extremo.

 

Sirva este artículo para advertir de los cantos de sirena que ofrecen estos partidos extremos, contaminándonos con bulos que pretenden confundirnos y aceptar sus ideas xenófobas y de una sociedad caduca que no debe volver jamás a existir. Seamos Ulises y enfrentémonos a ellos con inteligencia.

 

Me despido con una frase que todos deberíamos tener presente:

 

Todo trabajador asalariado es un inmigrante en potencia.

 

Cuando te toque a ti (o a tus hijos, o a tus nietos) ser inmigrante, ¿qué país de acogida te gustaría tener? ¿Uno que ayude a los más necesitados o une que criminalice falsamente a los extranjeros?

 

Hasta la próxima

 

P.D.: Artículo dedicado, en general, a todos aquellos inmigrantes que dejaron sus casas para luchar por un futuro mejor, tanto para ellos como para sus familias. Y, en particular, a mis padres y suegros, los últimos inmigrantes de nuestras familias (de momento).

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