Seguro que muchos de vosotros conocéis la
historia del conde Don Julián de Ceuta. En los libros escolares se enseña como
su traición al rey visigodo Rodrigo, debido a la violación de su hija por parte
del monarca, favoreció el cruce del estrecho de las tropas musulmanas. Una vez
que los contingentes invasores plantaron sus pies en la Spania visigoda ya nada
pudo frenarlos en la conquista de toda la península.
Ahora bien, en aquellos años del inicio
del medievo, la falta de fuentes y la imaginación literaria de los cronistas
nos han legado una especie de fantasía que parece muy alejada de la realidad. ¿Os
apetece conocer lo que realmente pudo ocurrir?
Rodrigo Jiménez de Rada,
arzobispo de Toledo y consejero de reyes castellanos, escribió en el siglo XIII
la crónica titulada De rebus Hispaniae, también conocida como
Historia gótica o Crónica del toledano, en la que se describe la historia de
España desde sus orígenes hasta 1243. Respecto al conde Don Julián se refiere
en estos términos (III, XX, 75):
“Maldita sea la obcecación de la impía
locura de Julián y la crueldad de su rabia; maniático por su ceguera, empujado
por su rabia, arrojado por su locura, olvidado de lealtad, cruel contra sí
mismo, asesino de su señor, enemigo de los suyos, aniquilador de su patria,
ante todos culpable. Que su recuerdo amargue cualquier boca y que su nombre se
pudra para siempre”.
No se trata, ni mucho menos, del único
testimonio que culpa al conde Don Julián de la pérdida del reino visigodo ante
los musulmanes debido a su traición. La versión más antigua que tenemos
proviene del mundo musulmán. En concreto de Ibn Abd al-Hakam, un
historiador egipcio que en el siglo IX escribió la primera obra árabe sobre la
conquista musulmana de la península ibérica. En su Conquista de África
del Norte y de España podemos leer lo siguiente:
“El estrecho que le separaba de
Al-Andalus estaba bajo el mando de un extranjero llamado Yulyán, gobernador de
Ceuta y de una ciudad junto al estrecho, a la parte de Al-Andalus, conocida
como Algeciras, próxima a Tánger. Yulyán reconocía la autoridad de Rodrigo, rey
de Al-Andalus, el cual residía en Toledo. Táriq mantuvo correspondencia con Yulyán,
y consiguió adularle, llegando a cambiarse presentes. Yulyán había enviado a su
hija a Rodrigo, soberano de Al-Andalus, para que le proporcionase educación e
instrucción. Rodrigo la dejó encinta. Al saber esto Yulyán dijo: No veo para él
más que un castigo, una venganza: enviarle los árabes. Y mandó decir a Táriq:
Soy yo quien te va a hacer en Al-Andalus”.
Ibn Abd al-Hakam sirvió de fuente, casi
exclusiva, para todos los relatos posteriores de este momento histórico. Y la
supuesta traición de don Julián se fue consolidando en la historia por el
simple recurso de la repetición. Del ámbito histórico pasó al literario, siendo
señeras obras como El último Godo de Lope de Vega, El Pelayo, de
José Espronceda o Cuentos de la Alhambra de Washington Irving. Desde
entonces el relato de la traición de Don Julián ya era imparable.
Florinda (1853) por Franz Xaver Winterhalter
La existencia de un traidor que vende
a los suyos al enemigo es un recurso literario que, en la historia, ha tenido
un gran éxito. Piensen en los libros y películas
donde existe un traidor y se harán una idea de lo que comento.
Por supuesto, se trató de un recurso muy
utilizado en el mundo musulmán. No olvidemos que, en la mentalidad medieval
musulmana misógina, las mujeres cristianas se asociaban a la promiscuidad e
inmoralidad, llevando a los hombres a la perdición. Algo totalmente opuesto a
la mujer musulmana, cuya reclusión y circuncisión la evitaban tales inmoralidades.
Ejemplo mítico de traición donde una mujer no musulmana está de por medio lo
tenemos en la hija del emperador Juliano, la cual se enamoró del rey persa
Sapor II durante su cautiverio en Constantinopla y le ayudó posteriormente a
luchar contra su padre.
Lo que nos hace dudar sobre la
verisimilitud de este episodio no es, solamente,
que sea un recurso literario utilizado de manera habitual. También dudamos por la
existencia de otras fuentes cercanas a los hechos que omiten este crucial suceso.
La Crónica Mozárabe, escrita por un anónimo monje hacia el año 754, no
menciona ninguna violación. Igual ausencia encontramos en la fuente andalusí
más próxima a la conquista, realizada por Ibn Habib.
Como escribí antes, en el mundo musulmán
debemos esperar hasta el siglo IX para encontrar este relato en la crónica del
egipcio Ibn Abd al-Hakam. Mientras que en el mundo cristiano será la Chronica
Gothorum pseudo-Isidoriana la que hará referencia, por primera vez, a la
violación. Ahora bien, aquí el culpable de tal ultraje fue Witiza, nombrado
como Gético, y el carácter moralizador del relato es muy evidente. Corría ya el
siglo XII.
¿Qué sabemos históricamente respecto
al conde Don Julián y el cruce del estrecho por los musulmanes?
Lo primero que debemos indicar es que las
tropas musulmanas conquistaron el reino visigodo cruzando en barco el estrecho
de Gibraltar. Esto quedó recogido, por ejemplo, en el Liber Pontificalis,
concretamente en la biografía del papa Gregorio II, redactada hacia el 721-731:
“En aquella época, la abominable raza
de los agarenos cruzó el estrecho desde el lugar llamado Ceuta [Septem], entró
en Hispania y mató a la mayor parte de la población junto con su rey”.
Ahora bien, la situación de Don Julián
parece ser algo diferente a como nos lo relataron posteriormente. En primer
lugar, la supuesta violación de su hija no se sostiene, de modo alguno, si
analizamos las fechas. Rodrigo no fue coronado hasta el invierno de 710-711,
momento en el que la supuesta traición ya se había producido por parte de Don
Julián.
Los historiadores han conformado una
suerte de secuencia cronológica del cruce del estrecho analizando críticamente
las diversas fuentes disponibles, tanto musulmanas como cristianas.
En sus conclusiones definen a Don Julián
como “un antiguo súbdito bizantino y gobernador de Ceuta, en efecto, pero de
una Ceuta abandonada por los bizantinos y cuya supervivencia debió de pasar, al
menos de forma momentánea, por una alianza con los visigodos primero, con los
musulmanes después”.
En efecto, Ceuta era un enclave
portuario de gran interés estratégico, tanto militar como comercial, para
el Imperio Bizantino. En el año 534 fue ocupada por tropas bizantinas,
quienes la fortificaron haciéndola casi inexpugnable. Se asentaba en una
península únicamente unida al continente por un angosto istmo fortificado.
Luego, un siglo más tarde, Ceuta era la base militar principal del Imperio
Bizantino en el occidente mediterráneo, dominando toda la costa africana. Tras
Cerdeña, poseía la mayor escuadra imperial.
Las noticias sobre la importancia de Ceuta
comienzan a desaparecer con la llegada de los musulmanes. La conquista de
Cartago supondrá el fin de la África bizantina, lo que debió suponer el
traslado de la mayor parte de las tropas y la flota acantonada en Ceuta hacia
puntos más alejados del teatro de conflicto. El gobernador de Ceuta,
abandonado por los bizantinos, debió negociar con el reino visigodo algún tipo
de acuerdo de colaboración, tal como se desprende del registro arqueológico
numismático encontrado a finales del siglo VII.
La llegada de los musulmanes supuso un
grave problema para Ceuta, pues los mismos estaban dispuestos a conquistar la plaza.
Don Julián, según las crónicas musulmanas, resistió varios ataques contra
Ceuta antes que decidiera negociar algún tipo de pacto. Esto debió ocurrir
hacia el año 710, momento en el cual se produce la muerte del rey Witiza. Los
historiadores suponen que el cambio en Don Julián pudo estar motivado por la
confluencia de varias circunstancias: fin de los refuerzos enviados desde la
península, pertenencia de Don Julián al bando witizano enfrentado al nuevo rey
Don Rodrigo e intensificación de la presión musulmana, los cuales, tras la
conquista de Tánger, organizaron varias algaradas por la campiña ceutí,
privando de recursos vitales a los sitiados.
Por tanto, más que traicionar a los
visigodos, con los cuales únicamente tenía algún pacto de colaboración
mutua debido a la afinidad religiosa y proximidad geográfica que favorecía el
comercio, lo que hizo este gobernante de pasado bizantino fue cambiar de
aliados para intentar mantener su poder en Ceuta.
Según escribió Al-Baladhuri, hacia el año
710 se habría producido un pacto de capitulación: “Táriq fue recibido por
Ulyan, el comandante del Estrecho de Al-Andalus, a quien prometió seguridad si
lo transportaba en sus barcos con sus compañeros”.
Antes del famoso desembarco de Táriq, los
musulmanes realizaron algunas incursiones en la provincia Bética en el año
710. Y tenemos razones para creer (tradición de Ibn Sa´id) que Don
Julián participó en alguna de estas algaradas, como la razia en la bahía de
Algeciras, demostrando de esta forma su lealtad ante sus nuevos señores.
El desembarco principal musulmán en
la península se produjo entre el 24 de abril y el 23 de mayo de 711,
liderando las tropas Táriq. El ejército contaba con unos 1.700 hombres, a los
que posteriormente se sumaron muchos más, llegando hasta los 12.000.
Al contrario de lo que nos cuentan las
fuentes musulmanas, este desembarco fue minuciosamente planificado, tal
como correspondía a una operación de tal envergadura. Aunque se trata de un
corto recorrido marítimo, en aquella época era un auténtico desafío logístico,
pues las corrientes y los vientos dificultaban la navegación a vela.
Ibn Abd al-Hakam nos contó lo siguiente: “Al
llegar la noche, Julián le hizo pasar en sus naves, ocultándose los soldados
por la costa hispana durante el día. Por la noche, las embarcaciones volvieron
a por los que quedaban y los transportaron hasta el último. Los hispanos no se
habían dado cuenta; creían que los barcos iban y venían como otras veces, por
razones comerciales”.
Resulta complicado creer tal relato para
explicar el traslado de tal contingente. Por supuesto, no fue una operación
improvisada, ni tampoco algo que engañara a los visigodos y los pillara
desprevenidos.
Más acertado es pensar que Táriq
desembarcó primero con un reducido contingente de soldados, con los que
conquistó los puertos de Carteya (San Roque) y Julia Traducta (Algeciras).
Asegurada una cabeza de puente, comenzó el traslado del grueso del ejército,
provisiones, animales y resto de impedimentos. En este traslado es posible que
colaborara parte de la flota musulmana de Ifriqiya, además de la Ceutí,
calculando los historiadores un mínimo de un mes para terminar el traslado.
Difícil asumir que en un mes los visigodos no tuvieran ninguna noticia del
contingente que se estaba preparando en los alrededores de Algeciras.
El problema para el rey Rodrigo fue que, cuando Táriq se apoderó de la bahía de Algeciras, estaba luchando contra los vascones en la actual Pamplona, justo en el otro extremo del reino. Pero esto ya es otra historia que dejaremos para otro post posterior.
Si queréis profundizar un poco más en este episodio histórico os recomiendo leer la obra de Yeyo Balbás Espada, hambre y cautiverio. La conquista islámica de Spania. Desperta Ferro, 2022.
Hasta la próxima
No hay comentarios:
Publicar un comentario