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domingo, 14 de enero de 2024

Un día visitando Angers

  

Angers es la antigua capital del antiguo ducado de Anjou y, hoy en día, pertenece a los Países del Loira. Sí, ese río famoso por sus castillos. Situada sobre la ribera del río Maine, y próximo a la conjunción de este afluente con el río Loira, su importancia radica en encontrarse a mitad de camino entre París y la Bretaña francesa.

 

Puerto fluvial de gran actividad en el pasado, también destaca por el gran número de órdenes religiosas existentes, cuyos misioneros han sido enviados por todo el mundo. Varios templos religiosos maravillosos son el resultado visible de este pasado.

 


Angers es famosa por su castillo. Pero no es el único encanto que atesora. Numerosos e interesantes museos, un entramado medieval con las típicas casas de entramado de madera, y una población dinámica son motivos suficientes como para dejarse caer un día por allí si estáis cerca. Yo lo hice desde Nantes, ciudad que está a 40 minutos en tren.

 

¿Os apetece descubrir esta bonita población francesa?

 

Nosotros llegamos a Angers en tren desde Nantes. Existe una muy buena frecuencia diaria y el trayecto son unos 40 minutos. La estación donde debéis bajar se llama Angers Saint-Laud. Tomando la calle que está enfrente y girando a la izquierda en la primera glorieta que encontremos no tardaremos en toparnos con el monumento más famoso de la ciudad, el Castillo de Angers.

 


Antes de entrar os aconsejo adquirir, en la Oficina de Turismo que está enfrente, el Angers City Pass, una tarjeta que nos dará acceso a todos y cada uno de los monumentos y museo que veremos en la ciudad a lo largo del día. Su precio para 24h son 17€.

 

Esta fortificación del siglo XIII, elevada sobre un promontorio que domina el Maine, resulta impresionante a la vista. La muralla que circunscribe la fortificación principal tiene un perímetro de casi un kilómetro y son hasta 17 torres las que custodian los diferentes tramos. Las mismas se construyeron en con esquisto bretón y arenisca francesa, de ahí su particular aspecto bitono tan característico. Todo ello se rodea de un foso.

 

En el interior se construyeron diferentes edificios palaciegos a partir del siglo XVII, además de capillas religiosas o jardines. Además de residencia de los duques de Anjou, el edificio también fue utilizado posteriormente como cárcel durante mucho tiempo, así como academia militar, donde casualmente estudió el primer duque de Wellington, famoso por vencer a Napoleón en Waterloo.

 


Os aconsejo comenzar la visita dirigiéndoos hacia vuestra izquierda. Traspasaremos un jardín con bellos parterres y, cruzando una valla, llegaremos a un conjunto de edificios que, en otro tiempo albergaba la residencia del gobernador. El elemento más antiguo es la torreta de pizarra de la escalera, que data del siglo XV.

 


El atrio de la puerta de los campos alberga todavía hoy el rastrillo original. Detrás existe un segundo matacán y otro rastrillo. Aunque desaparecida en parte, aquí se encontraba la puerta de acceso al castillo en época medieval. En las salas anexas existe una composición artística de Sarkis que combina miniaturas de hierro forjado y luces de neón de diferentes colores.

 

Desde esta parte podemos acceder al adarve de las murallas y pasear por ellas admirando las bellas construcciones internas, así como el exterior. Una imagen privilegiada que nos ayudará a orientarnos.

 


Volvamos a bajar al jardín y caminemos hacia el castillete, una pintoresca construcción del siglo XV caracterizada por las torretas rematadas con chapiteles en las esquinas. Su función era la de dar una entrada digna al patio señorial de la fortaleza.

 


El patio señorial se encuentra en la esquina sudoeste de la fortaleza y está rodeado por edificaciones construidas por los condes y duques de Anjou entre los siglos IX-XV. A destacar la residencia real, levantada por el rey Renato hacia 1440. Posee tres plantas conectadas por una escalera en una torreta. Nada tiene que ver la construcción por este lado que a la vuelta, donde son de destacar las gárgolas.

 


En su interior, cada piso está constituido por dos salas bordeadas en el sector norte por una galería. En la planta baja se evoca la evolución del lugar entre los siglos IX-XVIII con dibujos y maquetas.

 


Las plantas superiores eran los aposentos del rey Renato y su esposa. Apenas quedan restos de las chimeneas monumentales que calentaban las salas, de los frescos y de los motivos vegetales decorativos de las ventanas. En ellos existe una exposición sobre la vida medieval y el famoso tapiz del Apocalipsis que será el colofón de nuestra visita. Lo que más me gustó, por su originalidad, fueron las composiciones medievales con piezas Playmobil.

 


Anexa a la residencia real se encuentra la capilla, construida por Luis II hacia 1410. Posee una sola nava de amplias proporciones donde destacan las bóvedas angevinas. En su interior debemos fijarnos en los restos pictóricos de las paredes, en las bellas vidrieras, en la puerta original de madera o en el pequeño oratorio privado, el cual poseía un sistema de calefacción propio.

 


Pero si por algo es famoso este castillo es por conservar una obra maestra única de la tapicería medieval. Me refiero al conocido como Tapiz del Apocalipsis. Se trata una de representación del Apocalipsis de San Juan, realizado al final del siglo XIV, del que se conservan 103 metros de los 130 originales. Su altura de 4,5 metros, junto con la longitud indicada, lo convierten en el tapiz historiado más grande de toda la Edad Media.


 

Fueron necesarios siete años para elaborarse, un plazo muy breve dadas las dimensiones colosales de la pieza. Jean de Bruges, pintor del rey, fue quien diseñó los cartones. La documentación nos indica que este tapiz estuvo colgado en la corte del arzobispo de Arles durante la celebración de los esponsales de Luis II con Yolanda de Aragón en el año 1400.

 

Está tejido exclusivamente con lana y en su origen estaba compuesto por un conjunto de seis tapices de 6 metros de alto y 23 de largo. La composición es la siguiente: una figura principal seguida de dos niveles con 7 escenas enmarcadas entre una franja de cielo y otra de tierra.


 

El tapiz representa, a modo de viñetas de cómic, la profecía de San Juan. Se trata del famoso Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento. Este escrito de finales del primer siglo de nuestra era relata las visiones proféticas de San Juan y la lucha entre el bien y el mal. Tras una serie de catástrofes que asolan el mundo, los hombres se verán tentados por un falso profeta, la bestia, que deberá ser combatida por Cristo y sus seguidores.

 

Las escenas se deben interpretar de izquierda a derecha, empezando por el nivel superior. El tapiz representa tres series de siete plagas. La primera es la apertura de los siete sellos del Libro de las Revelaciones, correspondiéndole a cada sello una plaga. La primera son los Cuatro Jinetes del Apocalipsis (peste, hambre, guerra y muerte). La segunda los cataclismos anunciados por las siete tormentas. Las plagas terminan con las siete copas derramadas por los ángeles.

 


En el tercer cuadro aparece la historia de los dos Testigos y la Mujer combatiendo con Satán, simbolizado con forma de dragón y acompañado por dos acólitos.

 


En el cuarto Satán seduce a lo hombres.

 


Y en el quinto y el sexto se representa la victoria sobre el dragón y la caída de Babilonia, que, junto al advenimiento de la Nueva Jerusalén, símbolo del paraíso en la tierra, encarnan el final esperanzador de las Revelaciones de San Juan. No en vano Apocalipsis no significa fin del mundo, sino Revelación. Justo lo que sentiremos al admirar tan bella obra.

 


Pero, además de su valor religioso, el tapiz es un magnífico ejemplo para entender el contexto histórico, social y político del siglo XIV en Francia: la época de la Guerra de los Cien Años, la peste y el hambre. Merece mucho la pena fijarse en los múltiples detalles y seguir las explicaciones de la audio-guía para empaparse lo máximo posible en esta joya artística. Así descubriremos que los franceses retrataron a los enemigos de Cristo como ingleses. O nos angustiaremos con escenas de catástrofes, como la del ahogamiento. En definitiva, una obra de arte única en el mundo cuya visita merece la pena por sí misma.

 

Frente a la entrada del castillo se encuentra el barrio medieval, caracterizado por sus calles estrechas y casas antiguas con entramados de madera. Os aconsejo perderos un poco por este lugar, aunque siempre avanzando de frente, dejando el castillo a nuestras espaldas.


 

No tardaremos en llegar hasta la escalinata que da acceso a la Catedral de San Maurice de Angers.

 


La escenografía utilizada para presentarnos este templo resulta impresionante. Situado en lo alto de una loma y con sus puntiagudas torres en la fachada, simula mucha más altura de la que realmente tiene. Su estilo es gótico angevino, una variante donde es característica su única portada de entrada (las clásicas góticas francesas tienen tres) o sus bóvedas mucho más abombadas que las tradicionales góticas.

 

Dentro de los aspectos donde fijarse debe destacar, en primer lugar, las magníficas esculturas románicas de su fachada (en reforma cuando la visité).

 


Y, ya en su interior, el grandioso altar, el púlpito de madera labrada y las excepcionales vidrieras, donde la ventana del transepto de San Julián está considerada como una obra maestra de las vidrieras francesas del siglo XIII.

 

Justo detrás de la Catedral se abre la Place Sainte-Croix, lugar donde nos encontraremos la que dicen la casa de entramado de madera más bella de la ciudad. La Casa Adam, hoy una tienda de artesanía, es un edificio residencial del siglo XV famoso por las esculturas que decoran sus fachadas. Entre ellas el más irreverente es el llamado Tricouillard, un hombre que enseña el culo y algo más. También podemos ver el árbol de la fruta prohibida y el lugar que ocupaban las figuras de Adán y Eva, arrancadas durante la Revolución Francesa. Cuando yo visité la ciudad este edificio estaba siendo reformado, por lo que os dejo una imagen obtenida de Internet de antes de la reforma.

 


Pero no os desaniméis por lo anterior. En los alrededores vais a encontrar también otras casas de entramado de madera con decoración labrada que son una preciosidad.

 


Desde aquí podemos acercarnos a la plaza de Ralliement, plaza principal de la ciudad donde destaca el edificio del Grand Théâtre d’Angers. Construido en el siglo XIX, en su emblemática fachada de piedra blanca podremos admirar las cuatro estatuas que representan a la poesía, la tragedia, la comedia y la música, temas que se encuentran en su programación de espectáculos.

 


Muy próximo se encuentra el Museo Pincé, ubicado en una preciosa casa renacentista.


 

Cuando visité este museo tenía una curiosa exposición temporal sobre seducción en la planta inferior.

 


En las plantas superiores se encuentra un curioso museo que atesora piezas de muy diferentes culturas: Grecia y Roma clásicas, el antiguo Egipto, el arte precolombino, el arte chino y el arte japonés. Sólo por el viaje que realizaremos merece la pena su visita.

 



Volvamos a la plaza de Ralliement y busquemos un lugar para comer en alguna de sus múltiples terrazas.

 

Una vez saciados tomemos la Rue de Alsacia. Llegaremos hasta el mejor edificio modernista de la ciudad, la Maison Bleue, donde merece la pena admirar un momento los mosaicos en art Deco que decoran su fachada.

 


Muy cerca de este punto se encuentra la Iglesia de San José, un templo que no suele aparecer en las guías turísticas, pero que a mí me encantó por las bellas líneas arquitectónicas y sus preciosas vidrieras.

 


Dirijamos ahora nuestros pasos hacia la Colegiata de San Martín, uno de los monumentos carolingios mejor conservados de toda Francia. En su interior podremos admirar numerosas esculturas procedentes de iglesias y capillas de Anjou, así como bajar a su cripta arqueológica. A lo largo de todo el año se realizan varias exposiciones temporales, siendo la que me tocó visitar e arte urbano. Sin duda, un acierto la escenificación.

 


Muy cerca de aquí, en la plaza San Eloy, encontremos la Torre de San Aubin, el antiguo campanario de la Abadía del siglo XII que se levantaba en este lugar (quedan restos del claustro románico en el patio de la Prefectura) y que me recordó poderosamente al de la Colegiata de León.

 


Por la misma plaza accedemos al Museo de Bellas Artes de Angers. Se trata de uno de los mejores museos de arte que podremos visitar en la ciudad.

 


Su exposición tiene dos partes bien diferenciadas. Por un lado, podremos pasear entre las piezas arqueológicas que nos descubrirán la historia de Angers. A destacar el bello mosaico de Ralliement o la colección escultórica medieval.

 


En una segunda parte, el museo expone obras pictóricas y escultóricas datadas entre los siglos XIV y XXI. Un interesante recorrido por los diferentes estilos artísticos con obras no muy conocidas por el gran público, pero tremendamente interesantes. A continuación, os abriré la boca con los cuadros más interesantes de cada sección.

 

En el primer piso vamos a iniciar el recorrido por los primitivos italianos, con su pintura religiosa de fondos dorados por influencia bizantina. A destacar El Juicio Final de Segna di Bonaventura, La Virgen y el niño de la Escuela de Pisa o el Tríptico de la Crucifixión, otra obra anónima, esta vez proveniente de Avignon.

 


La parte de la pintura flamenca me gustó especialmente, con dos excepcionales obras de Roger van der Weiden: Crucifixión y La Virgen y el Niño rodeados de los santos. A estos dos añadiré la Circuncisión, de autor anónimo del siglo XVI, que aunque no es flamenco me gustó por la precisión en los detalles.

 


Seguiremos con retratos, escenas de género y naturalezas muertas de los siglos XVI-XVIII. Aquí destaca poderosamente el Retrato de Duquesnoy, de Jacobs Jordaens, inconfundible al sostener una figura de bronce, el Bodegón con cesta, flores, insectos y pájaros de Jan van Kessel o El perro herido, de Frans Snyders.

 


Antes de terminar con esta planta debemos maravillarnos con un poco más de pintura religiosa, tanto francesa como italiana, de los siglos XVII-XVIII. Las obras maestras que no debemos dejar escapar son, en primer lugar, Jesús entre doctores, de Philippe de Champaigne. El autor representó un pasaje del Evangelio de San Lucas donde Jesús dialoga en el Templo con los doctores con doce años. Sus padres estaban preocupados por haberse ausentado largo tiempo y la escena muestra cuando lo encuentran. Champaigne representa a Jesús señalando el dominio celestial, el reino de su padre, y tratando con la otra mano de calmar las preocupaciones de sus padres. En esta pintura de composición muy estricta, Champaigne utiliza una gama de azules (color celestial), interrumpida sólo a la derecha por la intrusión del rojo del vestido de María y el oro del manto de José.

 


En Alegoría de la simulación, de Lorenzo Lippi, vemos una curiosa asociación que no suele mostrarse junta. La máscara, emblema del teatro, de la imitación, pero también de la falsedad, la mentira y el disimulo. La granada, cuya piel contiene numerosos granos pequeños, evoca unidad, pero también una falsa apariencia porque a veces reserva sorpresas una vez abierta. Los dos símbolos asociados podrían significar simulación, una idea presente tanto en la máscara como en la granada. Por su carácter enigmático y distante, este hermoso retrato es característico de la pintura erudita que se practicaba entonces en Florencia.

 

En la segunda planta descubriremos autores franceses de categoría como Fragonard en su faceta mitológica (Júpiter seduciendo a Calisto), Jean Baptiste (Las nadadoras), el festivo Watteau (La fiesta de campaña) y Chardin, del cual admiraremos sus naturalezas muertas.

 


Un cuadro que no debemos dejar escapar es Amor español, de Jean-Baptiste Le Prince. En un interior burgués, una joven parece estar dormitando. Asomado a la ventana, un joven toca la guitarra. El tema del cuadro es Spanish Love, un juego de seducción. Estos dos personajes van vestidos con trajes lujosos, pero no tienen nada de español. En realidad, este término designa, en el siglo XVIII, una moda fantástica inspirada en las pinturas flamencas y en los trajes teatrales contemporáneos. Está considerada la obra maestra de este autor. Y la misma podemos compararla con Lección de música del rococó Boucher o con Paolo y Francesca de Ingres, ya en estilo neoclásico, que veremos un poco más adelante.

 


No quiero marcharme de esta sección sin destacar Madame de Porcin, de Greuze. El típico retrato femenino del autor donde una muchacha en pose despreocupada sostiene un perro spaniel decorado con corona de flores. ¿Es este spaniel una alusión oculta a la frivolidad de esta joven elegante y sensual o, por el contrario, este símbolo de fidelidad no casa con la sonrisa juvenil de una joven?

 

En la siguiente galería se encuentran las obras del siglo XIX. Por un lado, tenemos temas clásicos, como El combate de los romanos y los sabinos interrumpido por las sabinas, de François-André Vincent o La muerte de Príamo, de Pierre Narcisse Guérin. Y, por otro, obras orientales donde destacaré Árabe de luto por su corcel, de Jean-Baptiste Mauzaisse. Este cuadro muestra con dramatismo la desesperación del hombre tras morir su montura. En el segundo plano, decapitado, el asesino de su caballo yace en el suelo. Al fondo se extiende el desierto bordeado de áridas colinas. Sin duda, un precursor del romanticismo, ahondando en el sentimiento de la muerte del amigo.

 


También del siglo XIX tengo que destacar algunas originales obras que me maravillaron como Retrato de la señorita Laura Leroux, de Jean-Jacques Henner, quien nos plasma un retrato misterioso gracias a la combinación del traje negro con el azul Prusia del fondo neutro. Escena de Romeo y Julieta de Shakespeare, de Couder y Juana de Arco insultada en su prisión, de Isidore Patrois, quién utilizó el simbolismo utilizado con Jesús insultado por los judíos para equiparar a la heroína francesa con una deidad.

 

Bodinier es un artista que tiene tres interesantes retratos: Mujer de Velletri, Joven italiana en la fuente y La propuesta de matrimonio, el cual es un retrato triple que supone un claro ejemplo del realismo idealizado.

 


Del siglo XX el museo tiene numerosas obras y composiciones, las cuales tocan todos los estilos artísticos y de las cuales os dejo unas pinceladas. Como siempre, os muestro aquellas que más me removieron por dentro.




 

Para terminar, no os olvidéis, ya en la planta sótano, admirar la galería de esculturas académicas, donde destaca poderosamente la obra de Charles Gumery La Danza. Fue creada para sustituir una realizada por Carpeaux para la Ópera de París que tuvo gran polémica en su tiempo por el realismo de los desnudos femeninos. No obstante, no llegó a sustituirla nunca, al haberse rebajado la controversia cuando fue finalizada. Esta escultura representa la danza de tres bacantes, cuyo movimiento se expresa mediante el tratamiento arremolinado de las cortinas y los gestos animados de estas jóvenes. Merece la pena rodearla para admirar todos sus detalles.

 


Os aconsejo salir por el jardín del museo, donde vais a descubrir una colorida figura que se ha convertido en un icono de este lugar. Se trata de El árbol de la serpiente, una obra de Niki de Saint Phalle. Diseñada para ser una fuente, esta estatua multicolor representa un árbol cuyas ramas terminan en cabezas de serpiente. Entre los animales de su bestiario, Niki de Saint Phalle incluye especialmente las serpientes. Ejercen tanto terror como fascinación sobre el artista, quien se expresó así sobre ellas: “Para mí, representaban la vida misma, una fuerza primitiva indomable. Al hacer serpientes yo mismo, pude transformar el miedo que me inspiraban en alegría”. Esta transformación se encuentra en la fisonomía del reptil, toda curvas y ondulaciones, con colores chispeantes. Presente en muchas culturas, la serpiente es a veces malvada y temida, encarnando el pecado como en la Biblia, a veces beneficiosa y venerada, convirtiéndose en signo de fertilidad y sabiduría. Aquí el artista reinterpreta mitos antiguos, como el de la Hidra de Lerna o el de Medusa. Combinando la serpiente, el árbol y el agua, Niki de Saint Phalle crea un ser imaginario, símbolo de vida y energía.

 


Bajando las escaleras llegaremos al jardín de Bellas Artes, topándonos con las ruinas de un claustro (y un gorila escondido entre la vegetación).

 

Justo a la espalda de este museo se encuentra la Galería David d´Angers. Ubicado en la antigua abadía de Toussaint, cuyo techo se perdió por los avatares de la historia y hoy en día ha sido sustituido por una impresionante cubierta de cristal, este recoleto lugar muestra algunos yesos del famoso escultor romántico del siglo XIX. Estas piezas eran los bocetos que realizaba el artista antes de crear las figuras en mármol o bronce. Aunque por lo general suelen desecharse, el artista tuvo la idea de donarlas a su ciudad para que sus conciudadanos pudieran admirarlas.

 


Podremos pasear entre personajes públicos por todos conocidos. Uno de los que destaca poderosamente es Gutenberg, inventor de la imprenta en 1440. Se representa mayor, con barba. Sujeta la página que acaba de escribir y lleva una inscripción bíblica: Et la lumière fut (Y la luz se hizo). En el zócalo alto destacan los cuatro bajorrelieves que escenifican a pensadores y escritores de las cuatro partes del mundo, cuyas ideas se difundieron gracias a la imprenta.

 


El otro es el monumento del marqués de Bonchamps, captado en su momento magnánimo, cuando, agonizando, decide indultar a los prisioneros republicanos encerrados en la iglesia de Sainte Florent le Vieil (entre los que estaba el padre del escultor). Sin duda, estas esculturas heroicas servían para fortalecer el ideal republicano y servir de ejemplo de virtud cívica.

 


Entre las esculturas religiosas su realización más notable se encuentra en el frontón del Panteón de París. En esta alegoría de Francia aparece la Patria, simbolizada como una mujer en el centro, coronando a hombres famosos de la historia de Francia, como Voltaire, Rousseau, La Fayette o el joven general Napoleón.

 


David d´Angers se aplicó en inmortalizar los rasgos de los hombres famosos que conoció en vida, tanto en forma de bustos y medallones. Existía la creencia en la época donde se pensaba que se podía comprender la personalidad de un hombre a partir de la observación de sus características físicas (fisiognomía). Por ello, David intentó ser fiel a la apariencia de sus modelos, acentuando algunos aspectos para plasmar su carácter. Sin duda, lo mejor son las expresiones faciales de cada personaje que logró trasladar a su obra.

 

En la planta superior tenemos una auténtica galería donde reconocer figuras prominentes, tanto hombres de letras como Goethe o Victor Hugo, compositores como Paganini, científicos como Fresnel o militares como La Fayette.

 


Si aún os queda tiempo para seguir visitando cosas en Angers yo os recomendaría dirigiros al barrio de Le Doutre, al otro lado del río Maine. Se trata de un barrio encantador, con un aire a pueblo antiguo y rincones preciosos. Os aconsejo pasar el Puente de Verdún (el más antiguo de la ciudad) y caminar hasta la Iglesia de la Trinidad y alrededores, donde encontrareis bonitas casas con entramados de madera.

 


Justo enfrente de esta iglesia, en la tienda llamada La cave Vraurepaire, podréis encontrar una escultura oculta en su fachada (retirar madera lateral). Esta es una de las múltiples sorpresas que depara este particular barrio.

 


Como último consejo indicar que aquí se encuentra el Museo Jean Lurçat. Ubicado en el Hospital Saint-Jean (siglo XII), el lugar expone una interesante colección de tapices contemporáneos llamada Le Chant du Mond. Sin duda, un guiño moderno al Tapiz del Apocalipsis.

 

 

Hasta aquí mi recorrido por Angers. En un día tendréis que ser rápidos si queréis verlo todo. Por tanto, si deseáis empaparos un poco más de esta bella localidad pensad en dedicadle un par de días.

 

Os dejo los horarios de las principales atracciones turísticas, aunque os recomiendo siempre informaros antes en la oficina de turismo por si existe algún cambio.

  

Horarios:

Castillo: diario de 10:00 a 17:30h

Catedral: diario de 8:00 a 20:00h

Museo Pincé: sábado y domingo de 10:00 a 18:00h

Colegiata de San Martín: diario de 13:00 a 19:00h

Museo Bellas Artes de Angers: martes a domingo de 10:00 a 18:00h

Galería David d´Angers: diario de 10:00 a 18:00h

 

Hasta la próxima

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