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domingo, 2 de octubre de 2022

El fin justifica los medios según Maquiavelo


Seguro que todos conocéis esta famosa sentencia que nos indica lo siguiente: cuando un objetivo es importante, cualquier medio para lograrlo es válido.

Tal frase se suele atribuir al filósofo político Nicolás Maquiavelo, lo que ha supuesto que en la RAE tengamos admitidas palabras como maquiavélico (Astuto y engañoso) y maquiavelismo (Modo de proceder con astucia, doblez y perfidia).

No seré yo quien salve a Maquiavelo de la fama que posee actualmente pero si os puedo asegurar que tal sentencia nunca la dejó escrita en sus obras. ¿Os apetece saber más sobre el tema?


Nicolás Maquiavelo fue  un filósofo italiano del siglo XV-XVI que se considera el padre de la política moderna. Ello se debe a su famosa obra El Príncipe, manifiesto de su doctrina política publicado póstumamente en Roma en 1531.
 
Retrato de Nicolas Maquiavelo. Santi di Tito. Palazzo Vecchio, Florencia.
Allí desgrana su pensamiento político, según el cual podemos sacar numerosas conclusiones que nos parecen, hoy en día, bastante actuales. Vamos a indicar algunas importantes ideas que podemos sacar de esta obra:

Porque debe notarse que los hombres quieren ser agraciados o reprimidos, y que no se vengan de las ofensas, cuando son ligeras; pero que se ven incapacitados para hacerlo, cuando son graves. Así pues, la ofensa que se les infiera ha de ser tal que les inhabilite para vengarse” (Cap. III). Aconsejaba al gobernante que nunca debía realizar ofensas graves a sus súbditos que obligaran a recibir posteriores venganzas.

Con las cosas del Estado sucede lo mismo. Si se conocen anticipadamente los males que pueden después manifestarse, lo que no concede el cielo más que a un hombre sabio y bien prevenido, quedan curados muy pronto. Pero cuando, por no haberlos conocido, se les deja tomar un incremento tal que llega a noticia de todo el mundo, no hay ya arbitrio que los remedie” (Cap. III). Atajar un problema a tiempo y adelantarse a las dificultades es un consejo muy útil aún en la actualidad.

el que ayuda a otro a hacerse poderoso provoca su propia ruina” (Cap. III). Maquiavélico advertía de que si se pedía ayuda a otra tropa para defenderse, en caso de perder se arruinaba; pero que en caso de ganar te convertía en su prisionero.

Los que llegan a ser príncipes por esos medios [siguiendo un recto proceder] no adquieren su soberanía sin trabajo, pero la conservan fácilmente, y las dificultades con que tropiezan al conseguirla provienen en gran parte de las nuevas leyes y de las nuevas instituciones que se ven obligados a introducir, para fundamentar su Estado y para proveer a su seguridad” (Cap. VI). Maquiavelo otorga importancia a que los gobernantes sean justos, pues de esta forma sus reinados eran más duraderos.

Conviene notar, además, que el natural de los pueblos es variable. Fácil es hacerles creer una cosa, pero difícil hacerles persistir en su creencia” (Cap. VI). La naturaleza de los pueblos es poco constante y el gobernante debe estar preparado para gobernar a su pueblo cuando deje de creer en él. En este sentido indicaba que debía tener la fuerza (militar) suficiente como para “constreñirlos a creer”.

Si un príncipe apoya su Estado en tropas mercenarias, no se hallará seguro nunca, por cuanto esas tropas, carentes de unión, ambiciosas, indisciplinadas, infieles, fanfarronas en presencia de los amigos y cobardes frente a los enemigos, no tienen temor de Dios, ni buena fe con los hombres. Si un príncipe, con semejantes tropas, no queda vencido, es únicamente cuando no hay todavía ataque. En tiempo de paz, despojan al príncipe, y, en el de guerra, dejan que le despojen sus enemigos” (Cap.XII). Maquiavelo abogaba por que Florencia tuviera un ejército propio con el que defenderse, pues era la única manera de mantener la independencia en tiempos de guerra.

un príncipe que no quiera verse obligado a despojar a sus gobernados, ni que le falte nunca con qué defenderse, ni sufrir pobreza y miseria, ni necesitar ser rapaz, debe temer poco incurrir en la reputación de avaro, puesto que su avaricia es uno de los vicios que aseguran su reinado” (Cap. XVI). Siempre se han valorado los gobernantes que saben administrar el dinero más que los que lo derrochan sin ton ni son.

Los hombres se atreven más a ofender al que se hace amar, que al que se hace temer, porque el afecto no se retiene por el mero vínculo de la gratitud, que, en atención a la perversidad ingénita de nuestra condición, toda ocasión de interés personal llega a romper, al paso que el miedo a la autoridad política se mantiene siempre con el miedo al castigo inmediato, que no abandona nunca a los hombres. No obstante, el príncipe que se hace temer, sin al propio tiempo hacerse amar, debe evitar que le aborrezcan, ya que cabe inspirar un temor saludable y exento de odio, cosa que logrará con sólo abstenerse de poner mano en la hacienda de sus soldados y de sus súbditos, así como de despojarles de sus mujeres, o de atacar el honor de éstas” (Cap. XVII). Aquí Maquiavelo nos informa de una realidad que siempre ocurre: el que menos se lo merece suele tener mayor respeto de los súbditos que el que actúa con blandura en el poder.

Es necesario que el príncipe sepa que dispone, para defenderse, de dos recursos: la ley y la fuerza. El primero es propio de hombres, y el segundo corresponde esencialmente a los animales. Pero como a menudo no basta el primero es preciso recurrir al segundo”. (Cap. XVIII). Aunque no aboga por el enfrentamiento lo encuentra indispensable en ciertas situaciones.

Pero, ¿y dónde está la famosa frase de marras?

Pues en el texto de El Príncipe no vamos a encontrarla nunca, pues no la escribió Maquiavelo de su puño y letra en ninguna parte del texto.

Algunos estudiosos creen ver la cita, de manera indirecta, en algunas partes de libro. Por ejemplo, en el Capítulo XVIII, cuando leemos:
Cuando un príncipe dotado de prudencia advierte que su fidelidad a las promesas redunda en su perjuicio, y que los motivos que le determinaron a hacerlas no existen ya, ni puede, ni siquiera debe guardarlas, a no ser que consienta en perderse”.
Dedíquese, pues, el príncipe a superar siempre las dificultades y a conservar su Estado. Si logra con acierto su fin se tendrán por honrosos los medios conducentes a mismo, pues el vulgo se paga únicamente de exterioridades y se deja seducir por el éxito”.

En realidad, lo que podemos concluir de este párrafo es que es el éxito, el logro de los fines y no los fines en sí mismos, lo que permite al príncipe justificar los medios empleados.

¿De dónde procede entonces la famosa frase?

Pues realmente debemos achacársela a Napoleón Bonaparte. En una nota en un lateral de El Príncipe que el corso leyó con fruición aparece la siguiente anotación: “Poco me importa, el éxito justifica”. Se trataba de un apunte a un texto de Maquiavelo en el que alertaba sobre el uso indiscriminado de la fuerza y el terror para ejercer el dominio sobre un principado.

Por tanto, como las grandes sentencias que circulan por la red atribuidas a grandes personajes, esta sentencia tampoco debemos incluirla en la mochila de Maquiavelo. Al menos, no de forma literal. Era demasiado bueno para ser verdad.

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