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domingo, 7 de marzo de 2021

Los OVNIS serían bien recibidos por la humanidad


Numerosas películas actuales tratan el tema del contacto con otras especies venidas de planetas lejanos. En la imaginación de los creadores de estas historias de ciencia ficción, en muchas ocasiones, la actitud de la humanidad es de una curiosidad innata y del intento por contactar y comunicarse con los recién llegados a nuestro planeta.

Por poner un par de ejemplos de películas donde lo importante es la comunicación con los visitantes nombraré  Contact (1997, aunque aquí el extraterrestre ni se digna a visitarnos en persona) o La Llegada (2016).

Paralelamente a lo anterior también se realizan películas donde los contactos son menos amigables, a pesar de que el ser humano se muestra igual de predispuesto al contacto. Este subgénero aterrador asociado al fenómeno OVNI comenzó en el contexto de Guerra Fría, y películas como La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) o Invasores de Marte (1953) son unos clásicos que se han versionado de diferentes maneras. Un repunte importante ocurrió al final del siglo pasado con títulos como Alien (1979) o La Cosa (1982), precursores de muchas películas actuales donde la llegada de los extraterrestres es monstruosa y espeluznante: Independence Day (1996) o La guerra de los mundos (2005), por indicar un par de ellas.

¿Cómo reaccionaría el ser humano ante un contacto extraterrestre? ¿Seríamos pacíficos tendentes a buscar la comunicación o nos mostraríamos belicosos?
En verdad, la historia ya nos ha contestado a esta pregunta.


Tenemos que viajar unos siglos en la historia para poder situarnos en lo que para muchos aldeanos franceses del pueblo de Gonesse fue el primer contacto de un ser humano con un OVNI.

Corría el año 1783 y en Francia se estaba desarrollando una carrera por conquistar los cielos. Aunque fueron los hermanos Montgolfier los primeros que lograron hacer volar un globo no tripulado el 4 de junio de 1783, fueron las ideas del inventor francés Jacques Alexandre Charles y los ingenieros franceses Anne-Jean y Nicolas-Louis Robert las que asentarían los globos que conocemos hoy en día.

Mientras los Montgolfier utilizaban aire caliente para llenar el globo, Charles y los hermanos Robert usaron hidrógeno, elemento que tendría mayor utilidad en el futuro en este tipo de nave para surcar los cielos.

El segundo experimento que se realizó para volar un globo se llevó a cabo el 27 de agosto de 1783 en el Campo de Marte, París. Se trataba también de un globo no tripulado, construido con tafetán recubierto de goma elástica. Tenía doce pies de diámetro y se tardaron cuatro días en llenarlo de hidrógeno para que pudiera elevarse por los cielos.

La impresión que causó a las personas que se reunieron para ver la elevación del globo las tenemos recogidas en las palabras de un testigo presencial, Faujas de Saint-Pond. Dejemos que sea él quién nos ponga en contexto:

“El día 23 y 24 fue destinado a producir aire inflamable [hidrógeno], refrescar el globo y preservarle de los accidentes; los cooperadores para tan alto fin vieron bien pagados sus servicios cuando observaron que el globo, a las seis de la tarde, tendía a elevarse con empuje, por más que sólo estaba lleno hasta la mitad. A la vista de tal resultado, redobló la animación y el entusiasmo […].Todos se hacían, para sus adentros, la cuenta de madrugar todo lo posible el día siguiente para ser los primeros en visitar la máquina. Se la halló en buen estado, por más que fue menester introducir gas para reparar las pérdidas inevitables de la noche, ocasionadas, bien por los poros imperceptibles, bien por los agujeros de aguja que la goma elástica no había podido tapar por completo. A las seis de la mañana, y ya desatada de sus lazos, se la pesó, y aunque no estaba llena más que hasta la mitad, levantó 21 libras […]. Al amanecer del día 26 se encontró el globo en buen estado; había perdido aire inflamable, casi en la misma proporción que la víspera, por lo que fue menester reparar la pérdida. A las ocho de la mañana se acabó esta manipulación, la máquina fue desembarazada de sus arreos, se le ataron cuerdas y se elevó, en medio de la mayor curiosidad a más de 100 pies. A1 punto acudió de todas partes una muchedumbre numerosa a la plaza de las Victorias; las personas que no presenciaron la elevación fueron agradablemente impresionadas, al ver en los aires un cuerpo de tal volumen. Mas temiendo que el viento cometiera alguna fechoría con la inocente máquina, la trasladaron a su primer sitio, en el patio, donde, en aquel día, fue visitada por tanta gente, que una guardia de a pie y a caballo no pudo resistir el ímpetu, j hubo que tomar el partido de dejar entrar a todo el mundo […].De antemano se llevaron al Campo de Marte todos los avíos y aparejos necesarios para el experimento. A las dos de la madrugada el globo fue desatado de sus lazos, y trasportado hasta la puerta por personas inteligentes […]. Nada tan singular como ver marchar el globo sobre el vehículo, precedido de antorchas encendidas, y escoltado por un destacamento de la guardia […].
A1 amanecer, la primera operación fue producir gas: al mediodía estaba bastante lleno, y ostentaba una bella forma; faltaba poco para acabarlo de llenar; pero se reservaba para el público el resto de la operación, a fin de que se formara una idea de la manera de producir el gas. EI Campo de Marte estaba cubierto de tropas, también las avenidas; se dispuso que los carruajes marchasen con orden, a fin de evitar accidentes. A las tres de la tarde se cubrió de gente el Campo de Marte, por todas partes afluían coches, y tal fue su número, que tuvieron que marchar en fila. En las orillas del rio, el camino de Versalles y el anfiteatro de Passy se apiñaba un gentío inmenso. El palacio de la Escuela Militar y el Campo de Marte encerraban infinidad de espectadores. A las cinco, un cañonazo anunció que se iba a dar principio al experimento […].
Desatadas las cuerdas que retenían al globo, se elevó, con sorpresa de los espectadores, con tal velocidad, que llegó en dos minutos a 488 toesas de altura; alcanzó una nube oscura, en la cual se perdió; un segundo cañonazo anunció su desaparición. Se le vio después un poco a gran elevación, y eclipsarse en seguida entre otras nubes.
La fuerte lluvia que sobrevino en el momento en que el globo partía para los aires, no fue obstáculo para que subiera con gran rapidez, y el experimento obtuvo un éxito feliz. La idea de que un cuerpo partiera de la tierra y viajase en el espacio tenía algo de admirable y sublime, y parecía separarse tan grandemente de las leyes ordinarias, que todos los espectadores no pudieron resistir a la impresión que tanto entusiasmo causara. Tan grande fue la satisfacción, que las mujeres, elegantemente vestidas, con los ojos dirigidos hacia el globo, recibían una abundante lluvia sobre su cuerpo, sin preocuparse para nada del agua”.


Hasta aquí el relato de la elevación de este primer ejemplar de globo sobre los cielos de París. Un suceso que dejó perplejos a los contemporáneos que lo presenciaron, tal como remite nuestra fuente.

El globo recorrió unos 16 kilómetros y fue a caer sobre la localidad de Gonesse. No es exagerado indicar que la visión de este globo cayendo del cielo es lo más similar que podemos tener sobre la llegada de un OVNI a la tierra. Ningún habitante de aquella pequeña aldea podía imaginar los experimentos que se estaban realizando en París para hacer volar al hombre en globo.

El relato de lo que aconteció después lo tenemos recogido en las palabras de Dupuis-Delcourt, por lo que vamos a dejar que nos cuente este primer contacto.

“La llegada del globo infundió un espanto sin igual entre los buenos de los campesinos que tuvieron la suerte de presenciarla. El cura del lugar fue obligado a trasladarse cerca del globo, para dar seguridades a sus espantados feligreses y exorcizar tal cosa.

Trasladáronse procesionalmente, no sin hacer grandes rodeos y estaciones, acompañadas de rezos, al lugar en que yacía la desdichada máquina. Como todavía estaba llena hasta la mitad, ofrecía un espectáculo imponente, que lo hacía más todavía el viento que de vez en cuándo lo agitaba. Se quería ganar tiempo, no fuera que el monstruo decidiera marcharse. ¿Quién no diría que aquella cosa era una de las famosas bestias del Apocalipsis? Pusieron manos a la obra, pero ni por esas; el globo permanecía inmóvil y sin decir esta boca es mía. Era menester hacer algo. Un guapo —la historia no ha conservado su nombre, — montado en cólera, cogió una escopeta, y con todas las precauciones, todas las astucias de un cazador consumado, se destacó del grupo que rodeaba la fiera, se dirigió hacia el animal e hizo fuego sobre él a una distancia razonable. Felizmente nuestro bravo hombre no se había adelantado mucho, y no hubo inflamación de hidrógeno; pero la carga de plomo rasgó el vientre del globo, salió el gas, y aquella masa voluminosa fue bajando poco a poco. ¡Victoria! ¡La bestia está herida! Algunos oyeron que dio un gran berrido.
Inmediatamente aquellos hombres, antes tan llenos de terror y tan sobrecogidos, se precipitaron al globo y lo golpearon de mil maneras diferentes, con palos, horcas, etc. Un indiscreto se atrevió a rasgar lo que él creía la piel de un animal, y al instante se esparció un olor fétido que ahuyentó a la turbamulta por breves instantes. Por último, el primer globo de gas hidrógeno, aquel bello instrumento que tanto dinero y cuidados costara, fue atado a la cola de un caballo, y lo arrastró un gran trecho, seguido de gritos de entusiasmo, hasta que quedó reducido a jirones, que se esparcieron acá y allá”.


La reacción de los aldeanos creo que sería muy similar a la de cualquier grupo humano que viviera una experiencia similar. El miedo a lo extraño, así como nuestro innato instinto de supervivencia hacen que la reacción violenta ante lo desconocido sea una respuesta lógica y predecible por nuestra parte.

Y, tal vez por ello, aún los extraterrestres no se han atrevido a pisar nuestro planeta de manera definitiva. Analizando cómo nos hemos comportado en el pasado y lo poco que ha evolucionado nuestra mentalidad desde entonces, si yo fuera un extraterrestre también me comportaría como el de la película de Contact: construir una máquina, venid de uno en uno y ya vemos si eso.

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Bibliografía:
Marion, F. Los globos y los viajes aéreos. Gaspar editores. Madrid, 1883. En la red: https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=10127437

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